LA ADAPTACIÓN EN EL TRABAJO: LA INTERACCIÓN IMPLÍCITA
Pinazo, D.
Universitat Jaume I
Castellón (España)
La tesis de este artículo es que los estudios
de adaptación al trabajo actuales enfocan erróneamente el objeto de estudio. Creemos
que este objeto no puede ser el individuo, aunque se trate de comprender la
adaptación de individuos. Se trata de trabajadores, y por lo tanto hay que
enfocar la adaptación en lo que tiene el individuo en común con la organización
a la que ha de adaptarse, y que lo identifica como trabajador. Y ese objeto de
estudio no está en el individuo.
Las normas o códigos de conducta organizan
las interacciones explícitas de cualquier sociedad. Tomando como referencia
este orden, en un lugar de trabajo cada persona sabe qué debe hacer. De esta
forma también se sabe cuando alguien no está siguiendo las normas. Una norma
puede ser que cada trabajador debe rendir bien, debe hacer bien su trabajo. Las
normas rigen las pautas de comportamiento que se aceptan en una organización
empresarial determinada. Desde la gestión se pretende que las normas sean
sinónimo de claridad. Son deseables cuando son compartidas. Conseguir un buen
rendimiento es una norma compartida en toda empresa, en todo trabajo. Como casi
todo lo deseable persiste la necesidad de mantenerlo, de su persistencia en el
tiempo. Las pautas de comportamiento que dan buenos resultados de rendimiento
se tiende a repetirlas, intentando dar estabilidad a la norma de rendimiento.
Las organizaciones muy burocratizadas
organizan el trabajo bajo la suposición de que las normas explícitas garantizan
el mejor rendimiento clarificando cada uno de los comportamientos posibles. Sin
embargo, cuando se trata de interacciones interpersonales resulta muy difícil
clarificar cada conducta en un sentido normativo. Las pautas de conducta que
cumplen con la norma de buen rendimiento, no lo hacen siempre, aunque se desee
que así sea, ni son claras. Las teorías de socialización y adaptación han
reflejado esta dificultad incluyendo en sus propuestas una interacción
implícita. Schneider (1987) elaboró una teoría
en la que afirmaba que las empresas solo aceptan trabajadores que se les
parezcan y viceversa, que coincidan en su sentido de qué es trabajar bien. Por
lo tanto predispuestos a comprender y aceptar las normas explícitas del trabajo
en esa organización. Esta selección mutua es un modo de mantener la estabilidad
de lo que es deseable que se mantenga estable. La socialización es el proceso
por el cual esta mutua selección permite confirmar el acierto, manteniendo al
trabajador en la organización. La mayor parte de los teóricos considera la
socialización como un proceso de aprendizaje y comprensión de las claves que
permiten seguir las normas explícitas en la interacción con la organización (Dawis y Lofquist, 1984; Louis,
1980; Nicholson, 1984, Reichers,
1987; Wanous, 1980, 1992). Esas claves no son
sin embargo explícitas, sino implícitas.
La interacción implícita se basa en normas
compartidas. Los significados personales de la situación de un miembro de la
interacción interaccionan con los del otro u otros miembros. Esta interacción
conforma nuevos significados situados no en los miembros de la interacción sino
en la relación que comparten. Los significados que prevalecen son los creados
para establecer la relación, constituyendo significados nuevos no presentes en
cada individuo sino en la relación en sí. Esta relación se manifiesta en las
interacciones implícitas de los miembros que comparten la relación. La
interacción implícita guía las necesidades de adaptación personal, ya que
adaptarse es participar de la relación con otro u otros. A través de las
interacciones implícitas no sólo se expresan las relaciones conformadas sino
los cambios que sufre la relación. Aquí es donde la adaptación se diferencia de
la socialización. El trabajador necesita aportar sus propios significados para
que la interconexión dé lugar a significados nuevos que ellos puedan compartir,
la imbricación de los significados aportados y compartidos, que se manifiesta
en cada interacción, se desarrolla con continuos cambios microrelacionales, no
siempre perceptibles para la conciencia que rige las normas relacionales. Los
microcambios requieren de un nuevo
equilibrio, y a ese proceso le llamamos adaptación. Socialización y adaptación
se basan en interacciones implícitas, pero la socialización refleja las
creencias individuales sobre la relación aprendidas en la interacción, mientras
que la adaptación se refiere a la relación en sí, a las creencias compartidas,
sin localidad. No es posible estudiar la adaptación al trabajo fragmentando la
interacción explícita, es decir, analizando al individuo. Porque la relación no
está en el individuo.
Los estudios sobre socialización en los
últimos años han dirigido su atención hacia la adaptación y el cambio. Sin
embargo siguen centrados en el individuo. Esta forma de enfocar el estudio de
la adaptación al trabajo no tiene en cuenta las características de la
interacción implícita basada en la relación. La relación no es el individuo
sino una totalidad indivisa compartida por individuos. Por lo tanto para
comprender como evoluciona la adaptación es necesario tener en cuenta al
individuo como organización, no al individuo en la organización.
Los teóricos del paradigma de la complejidad
ofrecen una visión nueva desde la que abordar el estudio de la adaptación.
Desde aquí proponemos que esta nueva visión debe considerar la interacción
implícita como punto de referencia. De acuerdo con este paradigma, la
complejidad del orden en una organización sugiere que cualquier fragmento de
información aislado de la totalidad está alterado por cada uno de los
fragmentos no aislado y que hemos dejado fuera. Esto es así por el alto nivel
de interpenetración de las relaciones establecidas en esa organización. Para
comprender la adaptación de un trabajador debemos considerar toda la
organización
Otra de las cualidades que ofrece el nuevo
paradigma al estudio de la adaptación es el concepto de confusión. Toda parte
tiene un desgaste. Esto implica que cada fragmento no sólo esta alterado por
los demás fragmentos, sino también por el movimiento. Aceptar el desgaste
requiere nuevos esfuerzos de adaptación, significa aceptar que las normas no
son estables, que cambian. Aceptar que el cambio es lo real, que es inevitable,
es como dejarse llevar por la confusión. Y las organizaciones creen necesitar
claridad, no incertidumbre, para poder garantizar excelentes estándares de
rendimiento, por eso gestionan sus recursos humanos pensando en la estabilidad.
La estabilidad se opone al cambio, pero no lo evita. De hecho cada interacción
explícita que es reflejo de la estabilidad de las formas, supone un microcambio
relacional incluso con la ausencia de la interacción. El cambio es cuestión de
tiempo y de intensidad.
El cambio empieza como una alteración del
modo de ver, no necesariamente de la relación. Esta alteración puede provocar
confusión, que es vivida como inestabilidad, mal vista por las organizaciones y
los trabajadores. Así que se buscará restablecer la estabilidad. Consideremos
el fenómeno del coleguismo, donde los trabajadores
mantienen interacciones explícitas de bajo rendimiento, en las que subyacen
interacciones implícitas que mantienen la cohesión del grupo y están adaptadas
a la cultura de la organización, la misma cultura que mantiene sus trabajos
estables. La interacción explícita entre los trabajadores y la gerencia,
reprocha e intenta rechazar estos comportamientos cuando los resultados son
negativos, como expresión de la norma de comportamiento de buen rendimiento.
Pero el buen rendimiento no es una norma clara, y la interacción implícita no desea
cambios relacionales. Todos los miembros de la organización se han adaptado a
una forma de ver la relación enquistada, de tal forma que las cosas no pueden
verse diferente. Por lo tanto, la interacción explícita insistirá en la
solución ‘coleguismo’ para mantener estable la relación, a pesar de su
explícito rechazo. La misma insistencia tanto en la expresión del ‘coleguismo’
como del reproche por ello, ya supone un microcambio relacional que crecerá
como una bola de nieve. La evolución adaptativa, en la medida en que deja que
el cambio degenere en un peligro de supervivencia (Carrero,
1998; Orengo, 2000), parece destructiva. Pero no
es más que la forma de provocar un cambio necesario en un organismo (la organización)
que prefiere evitarlo.
La estabilidad no impide la confusión, sólo
intenta evitar los cambios. Como la confusión está presente implícitamente en
los microcambios relacionales, terminará por manifestarse explícitamente. Entonces
se buscarán culpables. La estabilidad deteriorada tiene culpables en la
interacción explícita pero no en la implícita. Si a efectos prácticos la causa
de una agresión es una agresión anterior, en el momento de la confusión la
relación en su totalidad actúa como causa del deterioro de la estabilidad
deseada, afectada por una gran red causal en continuo movimiento. La adaptación
se erige como un mecanismo reequilibrador que devuelve la claridad entre la
confusión, pero no la estabilidad. La adaptación no lo es de un individuo sino
de toda la organización, o al menos de cada individuo en cuanto organización.
El problema es que en las relaciones
laborales cuesta aceptar que hay que adaptarse cuando ya se está adaptado. Se
mantiene la ilusión de la estabilidad, replicando pautas de comportamiento históricamente
relacionadas con un buen rendimiento. En este sentido la socialización actúa
como freno a la adaptación, puesto que las normas establecidas, que constituyen
el contenido del trabajador socializado, se oponen al cambio, a aceptar la
necesidad de nuevas normas, impidiendo la adaptación de los miembros a las
necesidades cambiantes de la organización.
La interacción implícita nos permite
comprender que la adaptación es un proceso diferente a la socialización. Es un
proceso continuo, permanente en la vida laboral y organizacional. Y por último
se trata de un proceso que no puede ser estudiado desde el individuo como
individuo, sino desde el individuo como organización, por lo que la forma de
conocer mejor el proceso adaptativo sería estudiar organizaciones y no estudiar
muestras de individuos en organizaciones muy diversas.