El Fenómeno de la "Punta de la Lengua" y la Recuperación
Léxica: Estudio de sus Propiedades en Castellano y el Efecto de
la Frecuencia del Estímulo.
[The Tip of the Tongue Phenomenon and the Lexical Retrieval: Study
of its Properties in Spanish and the Effect of the Stimulus Frequency].
Julio González Álvarez
Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología.
Universidad Jaume I de Castellón.
Resumen
En este trabajo se examina, a través de dos estudios, el fenómeno
de la "punta de la lengua" (PL, TOT en la literatura internacional) en
el idioma castellano. En el Estudio 1, 101 sujetos contestaron un
cuestionario retrospectivo sobre la ocurrencia de PLs en situaciones naturales
cotidianas. Los resultados sugieren que el fenómeno PL constituye
una experiencia familiar a todos los hablantes, sucede promedialmente en
torno a una vez por semana, es causado frecuentemente por nombres propios,
el hablante tiene en muchos casos información estructural relevante
sobre la palabra buscada, y con frecuencia los PLs se acompañan
de la presencia de otras palabras persistentes distintas de la buscada.
En el Estudio 2, estos hallazgos básicos resultan replicados en
un estudio de laboratorio con 102 sujetos y siguiendo la metodología
experimental de Brown y McNeill (1966). Los datos muestran, además,
una moderada correlación negativa de -0.35 entre la frecuencia léxica
de los estímulos y el número de PLs elicitados por ellos,
si bien no sólo las palabras de baja frecuencia son las únicas
que causan estados PL. Por otra parte, surge una relación significativa
de signo negativo entre la presencia durante un PL de palabras alternativas
persistentes y la probabilidad de resolución inmediata del PL. Esta
relación apoya la hipótesis del bloqueo sobre el fenómeno
PL y los resultados son interpretados desde la perspectiva del modelo de
Burke et al. (1991).
Palabras clave: "punta de la lengua", PL, TOT, recuperación
léxica, frecuencia léxica, producción del lenguaje.
Introducción
La producción del lenguaje en las situaciones cotidianas de
comunicación implica mecanismos altamente eficientes de acceso al
léxico mental. Cualquier hablante nativo de una lengua articula
unas 150 palabras por minuto en condiciones normales y puede doblarlas
si es urgido a ello (Maclay y Osgood, 1959). Teniendo en cuenta que un
adulto de educación media tiene un vocabulario activo en torno a
los treinta mil vocablos (Levelt, 1989), se comprende que llevar a cabo
tan velozmente la elección de la palabra adecuada durante el habla
fluida requiere procesos de recuperación léxica relativamente
automatizados.
Precisamente esa celeridad y eficiencia hace particularmente difícil
su estudio durante las condiciones del habla normal a pesar del enorme
interés que esos procesos han despertado en el campo psicolingüístico.
No obstante, cuando los mecanismos normales de la producción verbal
se ven afectados por alteraciones o trastornos del lenguaje, se desvelan
con frecuencia aspectos y subprocesos que en condiciones habituales permanecen
ocultos e inaccesibles a la investigación. Un caso extremo e intensamente
estudiado lo constituyen, sin duda, las afasias y otros trastornos graves
ocasionados por un daño cerebral; pero existen dificultades "normales"
que tienen lugar en el habla cotidiana de los sujetos sanos, que llegan
a ser valiosas fuentes de información científica, como es
el caso de los errores o disfluencias del habla y el fenómeno de
la punta de la lengua.
El fenómeno de la punta de la lengua (a partir de ahora
PL; en inglés se ha acuñado el término TOT, de Tip
Of the Tongue) ofrece una especial oportunidad para investigar los procesos
de selección y producción de las palabras porque implica
precisamente un fallo selectivo en la recuperación léxica
desde la memoria semántica. Por PL se entiende el estado subjetivo
que a veces experimenta un hablante cuando está seguro de que conoce
una palabra determinada y sin embargo es incapaz temporalmente de obtenerla
y pronunciarla, al tiempo que su recuerdo le parece inminente. En esa experiencia
tan cotidiana, el sujeto "sabe" que la información fonética
de la palabra permanece almacenada en su memoria y que de un momento a
otro brotará súbitamente de la boca.
Desde hace un siglo, el fenómeno no pasó inadvertido
y llamó la atención de los psicólogos, especialmente
de Willian James (1893), a quien se debe una de las descripciones más
intuitivas, frecuentemente mencionada:
"El estado de nuestra conciencia es peculiar. Hay un hueco en ello,
pero no meramente un hueco. Se trata de un vacío que es intensamente
activo. Una especie de espectro del nombre que nos hace señas
en una dirección determinada, produciéndonos por momentos
un estremecimiento por la sensación de su proximidad y dejándonos,
después, abatidos sin el ansiado término. Si se nos proponen
nombres equivocados, este vacío actúa inmediatamente negándolos,
porque no se acoplan a ese molde. Y el hueco de una palabra no es igual
al hueco de otra. " (p. 251).
Durante el estado PL, generalmente el sujeto dispone de cierta información
parcial de la palabra y parece corresponder a una detención en un
estado intermedio de la recuperación léxica; una especie
de foto fija de algo que de ordinario sucede muy rápidamente. El
fenómeno pone de manifiesto que la recuperación de
las unidades léxicas no se realiza desde una lógica de todo-o-
nada, a través de un único paso, sino que, al menos, existen
dos tipos de representaciones cognitivas relativamente diferenciadas: una
correspondiente a la información fonológica de la palabra
y otra a su contenido semántico, y cuyo acceso corresponde tambien
a procesos diferenciados (que a veces pueden disociarse claramente, como
en los PLs).
Los primeros que lo estudiaron experimentalmente fueron Brown y McNeill
(1966) a través de una metodología que sigue siendo la más
extendida actualmente. Los autores presentaron a los sujetos definiciones
de palabras relativamente raras (p.e. sextante, ámbar, cloaca) y
su tarea consistía en escribirlas. Ocasionalmente, los sujetos se
encontraban en situaciones de PL y en esas circunstancias se les pedía
por escrito que hicieran conjeturas acerca de características parciales
de la palabra en cuestión. Los resultaron demostraron que durante
un estado PL, el hablante posee importante información acerca de
la palabra que no consigue recuperar; sobre todo la letra inicial
y final, el número de sílabas, y la posición del acento
principal de la misma. Posteriormente, otros trabajos han intentado confirmar
y extender el alcance de los descubrimientos de Brown y McNeill (ver la
excelente revisión de A. Brown, 1991) siguiendo su metodología
u otras (uso de estímulos diferentes como: caras de personajes famosos,
animales imaginarios o listas de pares asociados previamente aprendidos).
Además, el fenómeno PL ha sido examinado en sus condiciones
naturales a través de investigaciones que comportan bien la cumplimentación
de un diario durante un determinado periodo de tiempo por parte del sujeto,
bien el aporte de información retrospectiva a través de un
cuestionario. Hay que decir que los PLs, a pesar de tratarse de un fenómeno
cotidiano y familiar, resultan especialmente resistentes a la investigación
por varias razones. Por una parte, en los estudios de laboratorio, además
de las limitaciones inherentes a la artificialidad de la situación,
su aparición resulta imprevisible tanto en relación a los
sujetos como a los estímulos, por lo que el control que puede ejercer
el experimentador se ve inevitablemente mermado. Por otra parte, los trabajos
naturalistas llevados a cabo con registros diarios en tiempo real, requieren
tal grado de esfuerzo y motivación de los sujetos que hace que éstos
generalmente no sean muy representativos de la población en términos
globales (sobre todo en variables como incidencia en el tiempo, estrategias
empleadas por el sujeto, formas de resolución, etc.); las propias
expectativas del sujeto pueden modificar las características del
fenómeno y, además, parte de la información más
interesante se queda frecuentemente sin verificar al faltar en muchos casos
la palabra causante del PL. Por otro lado, los cuestionarios no se hallan
exentos de serias cautelas al basarse en el recuerdo retrospectivo del
sujeto sobre periodos extensos de su vida.
No obstante, cada método tiene sus puntos fuertes y débiles
y, en general, son empleados según el propósito general de
la investigación. Los diarios y cuestionarios aportan información
sobre la incidencia en el tiempo de los PLs, tipo de palabras que los producen,
situaciones naturales que los acompañan, estrategias escogidas por
el sujeto para su resolución, así como el tiempo transcurrido,
forma y circunstancias de la resolución, si ésta se produce.
Los trabajos de laboratorio permiten seleccionar el tipo de palabras deseado
y manipular variables ligadas al estímulo (si bien con limitaciones;
es difícil incluir variables que varían de un modo desconocido
de sujeto a sujeto como, por ejemplo, los nombres de personas conocidas
por el hablante, una importante fuente de PLs).
En muchas ocasiones, cuando un sujeto experimenta un PL, acuden a su
mente palabras o fragmentos de palabras que guardan alguna relación
con la palabra clave. Brown y McNeill (1966) pidieron a sus sujetos que
las escribieran y luego las clasificaran entre similares en sonido, o similares
en significado. En un cierto número de PLs (no especificado en el
estudio), los sujetos dieron cuenta de la presencia de tales palabras y
la mayoría (70%) fueron clasificadas como similares fonológicamente.
Estudios posteriores comprueban la existencia de cualquiera de las dos
clases en aproximadamente la mitad de los estados de punta de lengua (Reason
y Lucas, 1984 un 53%; Cohen y Faulkner, 1986, un 50% y Burke, McKay, Worthley
y Wade, 1991, un 56%).
Entre las palabras que acuden a la mente, a veces destaca una de forma
especialmente recurrente a modo de un intruso (interloper, en la literatura
inglesa) que, aunque el sujeto lo reconoce como erróneo, se interpone
y surge tenazmente cada vez que realiza esfuerzos por recuperar la palabra
clave. Este hecho ya lo observó Freud (1901) a principios de siglo
y otros autores poco después. Woodworth (1929, ver Woodworth, 1938)
y Wenzl (1932, 1936, con sujetos alemanes) constataron en sus estudios
naturalistas que los hablantes que experimentaban un PL en ocasiones generaban
repetidamente una palabra que bloqueaba -según ambos autores- el
acceso a la verdadera. Estas observaciones se han seguido confirmado en
un gran número trabajos ulteriores.
Precisamente estas palabras intruso han estado en el punto de mira
de las investigaciones que han tenido lugar en los últimos años
(sobre todo desde que Jones y Langford (1987) las introdujeran experimentalmente
como variable independiente) porque arrojan luz acerca de la verdadera
naturaleza del fenómeno punta de la lengua. La cuestión se
plantea sintéticamente en los siguientes términos (ver Brown,
1991; y Meyer y Bock, 1992, para un desarrollo más pormenorizado):
¿el estado PL es el producto de una activación incompleta
de la palabra clave y, por tanto, se trata de una búsqueda léxica
drásticamente ralentizada que se ha quedado "a mitad del camino"
del proceso completo o, por el contrario, se trata de un bloqueo, una búsqueda
léxica que ha sido "desviada" hacia un elemento léxico distinto
del adecuado?
Según sea la adscripción a una u otra hipótesis,
será distinta la interpretación que se haga del papel que
juegan los intrusos. En el primer caso, la presencia de palabras intruso,
u otras relacionadas semántica o fonológicamente con la palabra
clave, refleja el nivel en el que la búsqueda ha quedado interrumpida.
Una recuperación exitosa requeriría un mayor aporte de información
que hiciera rebasar el nivel de activación léxica por encima
del umbral pertinente. Los propios Brown y McNeill defendieron este punto
de vista sirviéndose de un modelo basado en la analogía con
los procedimientos de búsqueda en las tarjetas de un computador
de la época. Desde la hipótesis del bloqueo, que arranca
desde Woodworth (1929), los intrusos son vistos como la causa del PL al
bloquear el acceso a la palabra correcta, perturbando el proceso de búsqueda
porque éste ha derivado erróneamente hacia ellos; se entabla,
por consiguiente, una relación de competencia con la palabra clave.
Ciertamente la cuestión no ha sido aún resuelta y las
pruebas empíricas y sus diversas interpretaciones se han ido repartiendo
entre ambas hipótesis. Incluso algunas modificaciones en el procedimiento
experimental han dado lugar a resultados opuestos (por ejemplo los trabajos
de Meyer y Bock, 1992, y Perfect y Hanley, 1992, frente a los de Jones
y Langford, 1987, y Jones, 1989). En cualquier caso, toda nueva aportación
que contribuya a esclarecer la naturaleza íntima del fenómeno
de la punta de la lengua, ayudará, a su vez, a desentrañar
los mecanismos de recuperación léxica involucrados en la
producción del lenguaje.
Casi todo lo que hoy sabemos sobre los PLs procede de investigaciones
realizadas con hablantes del inglés. ¿También los
hablantes de otras comunidades lingüísticas experimentan estados
de la punta de la lengua y presentan éstos propiedades y características
semejantes a las constatadas en el inglés? La pregunta no es ociosa
porque, entre otras razones, el fenómeno PL se halla estrechamente
ligado a la estructura fonológica de los elementos léxicos.
Los datos muestran que el hablante que se encuentra en un estado PL dispone
de cierta información parcial de la palabra clave que corresponde
en buena medida a la forma superficial de la misma; es decir, un nivel
del lenguaje altamente variable de unas lenguas a otras. ¿Existen
consistencias en esa clase de información entre lenguas muy distintas
desde el punto de vista fonético y fonológico? Los estudios
llevados a cabo en otras culturas son muy escasos; excepcionalmente ha
de mencionarse el muy temprano de Wenzl (1932), junto al reciente de los
austriacos Priller y Mittenecker (1988), sobre el idioma alemán;
los de Murakami (1980) y Naito y Komatsu (1989) sobre el japonés;
y algunos trabajos aislados con hablantes de otras lenguas: el italiano,
por Mazzoni (1989) en Padua; el polaco (Bak, 1987) desde la universidad
Marie-Curie en Lublin o el holandés (sólo en niños
de dos años) por Elbers (1985) en los laboratorios de Utrech. Hasta
el momento no tenemos noticia de investigaciones sobre el castellano, pese
a ser la cuarta lengua más hablada en el mundo.
Consecuentemente, en este trabajo, compuesto de dos estudios (cuestionario
y experimento), nos hemos propuesto fundamentalmente tres objetivos. Primero,
comprobar de modo empírico si las principales propiedades y características
de los PLs analizados en el idioma inglés aparecen en los PLs que
experimentan los hablantes de una lengua con estructura superficial muy
distinta, como es el castellano; especialmente en lo que se refiere a incidencia
de los PLs, información disponible sobre la palabra clave y resolución
de los mismos. En segundo lugar, contribuir, desde una fuente de evidencia
adicional proveniente de otra lengua, a conocer la naturaleza de los estados
PLs examinando el papel facilitador o bloqueante que desempeñan
las palabras intruso y otras variables en la resolución de los mismos.
Por último, comprobar experimentalmente el efecto de la frecuencia
léxica de la palabra clave en la generación del fenómeno
de la punta de la lengua. Tradicionalmente se ha asumido que las palabras
que inducen estados PL son palabras poco usadas (y por tanto poco familiares)
por el hablante en su vida cotidiana (Ellis, 1985). De hecho, la mayor
parte de los trabajos experimentales se han efectuado con estímulos
de muy baja frecuencia léxica seleccionados a partir de diccionarios
de frecuencias. Así ocurrió en el trabajo pionero de Brown
y McNeill (1966), y muchos otros autores que continuaron su metodología
se han guiado por el mismo principio. Sin embargo, algunas investigaciones
en los últimos diez años han cuestionado la validez de este
apriori. Reason y Lucas (1984), Cohen y Faulkner (1986) y Burke et al.
(1991), en sus respectivos estudios naturalistas, comprobaron que una porción
importante de las palabras que habían causado estados PL a los sujetos
en condiciones naturales, eran consideradas por éstos como familiares.
Ahora bien, no disponemos de trabajos donde esta cuestión haya constituido
el foco de la investigación y se haya manipulado experimentalmente
como variable independiente ligada al estímulo. En su revisión,
Brown (1991) indica que "Esto (los datos naturalistas) sugiere que los
PLs podrían no estar restringidos solamente a rangos bajos de frecuencia
léxica de las palabras clave. Hay posiblemente puntos de la dimensión
familiaridad/frecuencia por encima y por debajo de los cuales es improbable
que sucedan estados PL, y sería útil determinar estos límites.
Esto podría llevarse a cabo examinando la correlación entre
frecuencia de PLs y frecuencia léxica del estímulo a través
de los ítems en investigaciones de laboratorio" (p. 211). En consecuencia,
mediante el segundo estudio hemos pretendido examinar el papel de la frecuencia
léxica de la palabra clave en la inducción de estados PL.
Estudio I: Cuestionario Retrospectivo
El primer estudio se ha dirigido a recoger datos acerca de los PLs que ocurren en castellano en situaciones naturales. Se basa en la recogida de información retrospectiva de los propios sujetos por medio de un cuestionario construido al efecto. La información se refiere a los siguientes aspectos: incidencia en el tiempo de los PLs, tipo de palabras que los provocan (palabras clave), información disponible durante un estado PL, presencia de palabras intruso, y frecuencia y forma de la resolución de los PLs.
Método
Sujetos
El cuestionario fue completado por 101 sujetos (85 mujeres y 16 varones),
estudiantes de Primer Curso de Psicología de la Universidad Jaume
I de Castellón. Las edades se hallan comprendidas entre 17 y 39
años (media: 19.21 y desv.típica: 3.53).
Materiales
El cuestionario retrospectivo constaba de un total de doce preguntas
distribuidas en diferentes apartados destinados a obtener información
sobre los aspectos mencionados. A excepción de una cuestión
sobre las estrategias empleadas por el sujeto en la resolución de
los PLs, las preguntas eran de carácter abierto.
En una hoja aparte se incluían, adicionalmente, dos cuadros
para recoger información acerca dos ejemplos concretos de PLs sufridos,
si el sujeto era capaz de recordarlos. En ellos se les preguntaba sobre
la palabra clave que ocasionó el PL, la clase de información
que disponía durante el mismo, palabras intruso y otras relacionadas
que surgían en la mente del sujeto, clase de estrategia empleada
para resolver el PL y circunstancias de la resolución (algunos ejemplos
se ofrecen en el Apéndice I)
Además, el cuestionario estaba encabezado por cinco ítems
iniciales que recogían los siguientes datos: sexo, edad, lateralidad
manual del sujeto, presencia o ausencia de problemas o dificultades en
la adquisición del lenguaje oral (y de qué clase, en caso
positivo), y lo mismo respecto al lenguaje escrito. Se habían incluído
estos datos con el fin de explorar posibles diferencias individuales en
susceptibilidad a sufrir estados de punta de la lengua dependiendo de estas
variables. El cuestionario salvaguardaba la identidad personal del sujeto.
Resultados y Discusión
Frecuencia temporal de los PLs.
Todos los sujetos declararon haber experimentado alguna vez al
menos un estado de la punta de la lengua. Las frecuencias de PLs en el
tiempo se calcularon en número de veces por mes, y se comprobó
que se distribuyen asimétricamente (Figura 1) en un rango que va
desde 0,2 veces mensuales hasta tres casos extremos de 20, 25 y 28 veces
por mes. El promedio se situó en 4,9 PLs mensuales (mediana: 2.50;
desv.típica: 5.41; asimetría: 2.12). Nuestros datos no se
apartan de lo hallado en otros cuestionarios retrospectivos sobre PLs en
el inglés, si se tiene en cuenta que los informes presentan una
relativa diversidad en sus resultados. Reason (1984) comprobó que
la mitad de los sujetos declaraban en su cuestionario que experimentaban
al menos un estado PL semanalmente. A la luz de los resultados aportados
por Sunderland, Watts, Baddeley y Harris (1986) y Burke et al. (1991) de
sus respectivos cuestionarios, Brown (1991) concluye que, en lo que se
refiere a la auto-estimación de la frecuencia temporal de PLs por
parte de sujetos adultos, ésta se sitúa en torno a uno semanal,
lo que no es muy diferente de los 4,92 mensuales de nuestra muestra; máxime
si tenemos en cuenta que los casos extremos "empujan" la media hacia la
derecha. No obstante, los estudios basados en registros diarios en tiempo
real elevan el promedio a uno o dos PLs por semana para los más
jóvenes (próximos en edad a nuestros sujetos) y de dos a
cuatro semanales para los sujetos de más edad.
En todo caso, efectuar generalizaciones hacia la población en
general necesita tener presente ciertas cautelas. Por una parte, el hecho
de que los sujetos sean estudiantes universitarios hace pensar que, de
ordinario, se encuentran involucrados más frecuentemente que otros
sujetos en situaciones que demandan recuperaciones léxicas de la
memoria semántica; esto podría ser fuente de un mayor número
de oportunidades diarias para la emergencia de estados PL. En sentido opuesto,
podría considerarse la probabilidad de que, tanto los autoinformes
a través de cuestionarios sobre prolongados periodos vitales, como
los registros diarios, ofrezcan una subestimación del número
real de PLs que el sujeto sufre efectivamente en su vida cotidiana. Es
posible que aquellas experiencias de PLs que se resuelven muy rápidamente
o suceden en estados de stress emocional o fatiga (propensos a generar
PLs) tiendan a pasar inadvertidos y no queden reflejados en la información
que proporciona el sujeto. En cualquier caso, se trata de una limitación
inherente a la metodología de la autoobservación que tambien
se halla presente en la investigación de otros tópicos (en
el caso de los PLs no parece fácilmente superable por el momento,
puesto que no cabe pensar en una heteroobservación naturalista al
tener este fenómeno un carácter tan imprevisible y esporádico).
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insertar Figura 1
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Clases de palabras que causan los PLs.
Todas las palabras que habían dado lugar a estados de punta
de la lengua, eran elementos de contenido, pertenecientes a categorías
gramaticales de clase abierta. El 85 % de los sujetos incluyen a los nombres
propios como un tipo de palabras que inducen estados PL, especialmente
nombres de lugares, de personajes famosos y de conocidos de los sujetos
(Tabla I) (1). En segundo término se encuentran los sustantivos
comunes (concretos y abstractos), citados por la mitad de los sujetos y
en mucha menor medida los adjetivos, verbos. El gran predominio de los
nombres propios como causantes de experiencias PL ha sido repetidamente
señalado en la literatura. Apenas se han hecho estudios experimentales
que pongan a prueba de un modo sistemático distintas categorías
léxicas, pero los datos naturalistas siempre apuntan hacia los nombres
propios como los principales causantes de PLs, bien sean nombres de personas
conocidas de los sujetos, términos geográficos o personajes
famosos del mundo de la política y del espectáculo (Gruneberg,
Smith y Winfrow, 1973; Browman, 1978; Cohen y Faulkner, 1986; Burke et
al. 1991). Datos provenientes del laboratorio sólo disponemos los
del trabajo de Burke et al. (1991), que confirman los resultados
naturalistas. Estos autores seleccionaron un total de 100 estímulos
repartidos en 20 nombres comunes abstractos, 20 nombres comunes de objetos,
20 adjetivos y verbos, 20 nombres propios de lugares y 20 nombres propios
de personajes famosos; los resultados mostraron que más de la cuarta
parte de los Pls inducidos artificialmente se debían a nombres de
personajes famosos.
¿Por qué este desequilibrio a favor de los nombres
propios? Brown (1991) sugiere la posibilidad de que los PLs con otras clases
de palabras pasen más fácilmente desapercibidos al propio
sujeto. Por ejemplo, un bloqueo momentáneo del discurso a causa
de un adjetivo, un verbo o un nombre común podría ser rápidamente
subsanado (y olvidado) por el hablante seleccionando un sinónimo
o una palabra con un significado próximo, mientras que, por el contrario,
un nombre propio es con frecuencia la única etiqueta verbal que
puede ser usada para una persona o un lugar particular y, por tanto, difícilmente
substituible. Intuitivamente parece poco probable que ésta sea la
única causa que explique la absoluta preponderancia de los nombres
propios y se echa en falta comparaciones sistemáticas en estudios
de laboratorio.
Desde un punto de vista teórico, Burke et al. (1991) proponen
un interesante modelo derivado de los modelos interactivos de la producción
del lenguaje, tales como los de Dell (1985,1986,1988), que explicaría
el fenómeno. Según ese modelo, basado en la Teoría
de la Estructura de Nodos originariamente propuesta por MacKay (1981, 1982
y 1987) para dar cuenta de los procesos de percepción y producción
del lenguaje y otras funciones cognitivas, los nombres propios tienen muchas
más probabilidades objetivas de inducir estados PLs porque están
conectados a la información semántica sólo a
través de un escaso número de nodos léxicos, (p.e.
el apellido Baker se halla vinculado a la información semántica
únicamente a través del nodo léxico John Baker, si
éste fuera el nombre propio clave, y algunos otros individuos conocidos
del sujeto con el mismo apellido, como Mary Baker, etc.). Mientras que
el nodo correspondiente a un nombre común está conectado
dentro de la estructura a un número mucho mas elevado de otros nodos
con carga semántica (p.e. el nodo de baker, "panadero", se halla
enlazado a multitud de nodos que representan información semántica
sobre los panaderos, tales como "levantarse pronto", "trabajar de noche",
"barras de pan", "horno", etc. y de los que recibe cuantos de activación
sumativa que, a su vez, mantienen más altamente activos los
nodos fonológicos correspondientes a BA y KER). Cuando en la producción
del habla se produce un intento de recuperación léxica hacia
un sustantivo común, esta mayor cantidad de conexiones entre los
nodos semánticos y los nodos fonológicos provee de un mayor
cúmulo de activación convergente hacia estos últimos,
que los hace menos vulnerables a posibles déficits de transmisión
. Puesto que los nodos fonológicos de los nombres propios disponen
de escasas conexiones con los nodos semánticos, no existe en ellos
el mismo grado de activación convergente y se hallan especialmente
expuestos a déficits de transmisión que se traducen en estados
de punta de la lengua.
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insertar Tabla I
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Información disponible en un PL sobre la palabra clave.
La mitad de los sujetos indican que, mientras se hallan en un estado
PL, son capaces de identificar algunos de los sonidos o letras que forman
parte de la palabra clave sin poder precisar su posición dentro
de ella (Tabla II). Una tercera parte de los sujetos dicen tener información
sobre la longitud de la palabra, generalmente su número de sílabas,
y un 30.4 % señala conocer el comienzo de la misma, especialmente
el primer sonido o letra. En menor medida, los sujetos declaran ser capaces
de identificar la terminación de la palabra clave y otros elementos
más globales como información suprasegmental referida a la
estructura prosódica y de acentuación de la unidad léxica.
Discutiremos en más detalle estos aspectos a la luz de los datos
del segundo estudio. Sin embargo, antes debemos señalar que permanece
abierta la cuestión sobre si la información, o parte de ella,
que se dispone de la palabra clave al experimentar un PL es de naturaleza
acústica o visual (ortográfica). Información suprasegmental
como la entonación, el "eco" de la palabra, etc. sin duda se halla
codificada fonológicamente; pero otra clase de información
segmental como la primera letra/sonido que en muchos casos refieren los
sujetos, es difícilmente caracterizable. Llama la atención
el hecho de que la mayor parte de los estudios no entran explícitamente
en la cuestión o ni siquiera la plantean; muchos, siguiendo la tradición
de Brown y McNeill (1966), utilizan el término primera letra (o
última) en los encabezados, pero sin conferirles una naturaleza
exclusivamente ortográfica, tal como luego se desprende del texto;
otros autores utilizan indistintamente los términos letra o sonido.
El asunto no es irrelevante y tiene que ver con un tema central y ampliamente
debatido en la psicolingüística, como es la naturaleza de la
codificación de la palabras en la producción del lenguaje.
Se echa nuevamente en falta estudios de laboratorio sobre el fenómeno
PL en los que esta cuestión sea examinada sistemáticamente
(2).
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insertar Tabla II
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Palabras intruso.
Del total de sujetos, sólo un 5 % indicaron que nunca habían
sufrido la presencia de una palabra intrusa persistente durante un estado
PL. Un 46 % declararon haberlo experimentado en menos de la mitad de los
PLs, mientras que para un 38 % ocurría en más de la mitad
de los casos y un 11% señalaban intrusos en todos sus PLs. Estos
datos se hallan en consonancia con los de estudios naturalistas basados
en diarios sobre la lengua inglesa; por ejemplo, Reason y Lucas (1984)
comprueban en sus observaciones que aproximadamente la mitad de los estados
PLs aparecen acompañados de la presencia de al menos una palabra
intruso.
De las respuestas de los sujetos a nuestro cuestionario se desprende,
en muchos casos, el carácter claramente persistente y pertinaz de
estas palabras que se hacen presentes cada vez que el sujeto realiza esfuerzos
por recordar la palabra clave; pero fenomenológicamente no se les
atribuye de modo inequívoco un carácter obstructivo o facilitador
en la recuperación léxica, si bien el sujeto la reconoce
sin dificultad como errónea, es decir, distinta de la palabra buscada.
Tampoco, de las respuestas al cuestionario, es posible inferir una relación
entre presencia de intrusos y una mayor o menor probabilidad de resolución
de los PLs, puesto que ambas clases de datos son proporcionados globalmente,
sin ir ligados a episodios de PLs concretos. La cuestión queda,
por tanto, abierta para el segundo estudio, de naturaleza experimental.
Resolución de los PLs.
De los 101 sujetos, 40 indican que casi todos sus PLs (entre un 81
y un 100 %) eran finalmente resueltos; 33 sujetos lo señalan respecto
a un 61-80 % de sus PLs; 13 respecto al 41-60%; 6 respecto al 21-40% y
9 sólo en 0-20 % de los PLs. Esto configura una distribución
asimétrica de media 67.7 % y mediana el 74.1 % de PLs resueltos.
En referencia a la forma, un 43.1 % de los sujetos declaran que el modo
más frecuente en que tenía lugar el recuerdo de la palabra
buscada consistía en recuperarla activamente en pocos minutos, mientras
realizan esfuerzos por recordarla. Entre las estrategias utilizadas por
los sujetos destacan la repetición mental de una palabra -o pseudopalabra-
que "suena" de modo parecido al elemento buscado, por ejemplo metadona
respecto a acetona; cigüeña o cigualla respecto a guadaña;
o bien repetir una palabra que guarda relación semántica
o pragmatica con la palabra clave, por ejemplo, eucalipto para recuperar
la palabra koala. Otro 43.1 % indican que normalmente el término
buscado acude a la mente de forma espontánea mucho después,
en otra situación distinta y cuando el hablante ya no pensaba en
ello. Además, la cuarta parte del total señalan que, en esta
última situación, había algo en el entorno (un
comentario de otra persona, un letrero, etc.) que, según ellos,
desencadenaba súbitamente la recuperación léxica.
Algo menos de la quinta parte de los sujetos resolvían más
frecuentemente su PLs a través de la consulta a otra persona o fuente
externa (diccionario, etc.).
Finalmente hay que señalar que ninguna de la variables independientes
ligadas a los sujetos que fueron incluidas con carácter exploratorio
(edad, sexo, lateralidad manual, presencia de dificultades en el desarrollo
del lenguaje oral, y presencia de dificultades en el aprendizaje de la
lectura) arrojaron diferencias significativas en el número de estados
PL. Esos resultados pueden ser consecuencia de la inexistencia de tales
efectos, pero tambien es posible que respondieran a un insuficiente muestreo
de los valores de dichas variables que permita la maximización de
las diferencias, caso de que éstas existieran: la edad de los sujetos
se halla dentro de un intervalo relativamente estrecho; respecto al sexo,
existe un claro predominio en el N femenino, y en lo que se refiere a las
tres últimas variables hay un claro efecto "suelo" por el reducido
número de casos declarados como zurdos, con dificultades en el desarrollo
lingüístico o dificultades en el aprendizaje de la lectura,
respectivamente. Estas variables se incluyeron de un modo colateral, dado
que el objetivo del trabajo no iba dirgido a desvelar diferencias individuales
en la susceptibilidad a sufrir estados PLs; siendo éste un
campo prácticamente inexplorado hasta la fecha, a excepción
de la variable edad.
Estudio II: PLs Inducidos Experimentalmente
El segundo estudio ha consistido en un experimento de laboratorio utilizando
la metodología de Brown y McNeill (1966). Se pretende comprobar,
a través de una situación experimental controlada, si se
mantienen en el idioma castellano algunas de las propiedades constatadas
en estudios similares en lengua inglesa, algunas de la cuales han sido
informadas por los sujetos en el primer estudio. Se desea estudiar la incidencia
de PLs según los sujetos y los materiales, la información
disponible sobre la palabra clave durante un estado PL, la probabilidad
de resolución inmediata y el papel que en la misma desempeña
la presencia o ausencia de palabras intruso. En relación con los
materiales, se examina la influencia de la frecuencia léxica del
estímulo en la inducción de estados PL.
Método
Sujetos
En el experimento participaron 102 sujetos (85 mujeres y 17 varones);
los mismos, más un sujeto, que un mes antes habían contestado
al cuestionario del primer estudio.
Materiales
Los estímulos consistieron en definiciones correspondientes
a 48 palabras, sustantivos comunes castellanos (Apéndice II). La
mitad de ellas eran de muy baja frecuencia léxica, no presentes
en el diccionario de frecuencias de Juilland y Chang-Rodriguez (1964) y
en su mayor parte seleccionadas de otros estudios anglosajones (Brown y
McNeill, 1966; Jones, 1989; Yaniv y Meyer, 1987; Meyer y Bock, 1992). Las
24 restantes fueron obtenidas del diccionario de frecuencias de Juilland
y Chang-Rodríguez (1964), de modo equilibrado a partir de los diez
bloques en que se divide el listado de palabras ordenadas por su índice
de frecuencia. Su rango de frecuencia léxica se extiende desde 5
hasta 228 ocurrencias por medio millón. Al igual que se ha hecho
en algunos trabajos (Jones y Langford, 1987; Meyer y Bock, 1992), las definiciones
han sido modificadas y adaptadas libremente con el propósito de
facilitar su comprensión y, en algunos casos, hacerlas más
específicas al reducir su grado de ambigüedad.
Las hojas de respuestas estaban formadas por 48 recuadros divididos
cada uno en tres apartados, según las tres posibles respuestas del
sujeto a cada ítem: a) Lo sé, con un espacio para escribir
la palabra clave y, a continuación las indicaciones Bien o Mal.
b) No lo sé, con espacios para aventurar una conjetura "ciega" acerca
de la primera letra, última letra y número de sílabas
de la palabra clave. c) Punta de la Lengua, con subapartados para escribir
la primera letra, última letra, y número de sílabas
de la palabra clave; un espacio específico para palabras intruso,
en caso de que acudieran a la mente durante el ensayo, y otro espacio
reservado para la propia palabra clave si el sujeto conseguía recuperarla
antes de la finalización del ensayo.
Procedimiento
La situación experimental se llevó a cabo de forma colectiva
en dos grupos paralelos. Los sujetos fueron instruidos previamente acerca
del objetivo general de la investigación y el concepto de fenómeno
punta de la lengua, por medio de una explicación previa del experimentador.
Las hojas de respuestas iban precedidas de un texto explicativo, que se
dio a leer a los sujetos, y se resolvieron cuantas dudas fueron planteadas.
Al contrario que en otras investigaciones, una absoluta ingenuidad de los
participantes es contraproducente, porque aquí es el propio sujeto
quien debe calificar sus estados internos y determinar en cada caso cuándo
se halla ante un verdadero estado PL. Se les instruyó a diferenciar
cuándo se hallaban ante uno de los tres estados posibles en relación
a la palabra clave, lo sé, no lo sé o PL, y cómo cumplimentar
los apartados correspondientes de las hojas de respuestas. Se mostraron
ejemplos de cada situación por medio de transparencias y se efectuaron
cinco ensayos de práctica.
Durante el pase experimental, se siguió en lo sustancial el
procedimiento clásico de Brown y McNeill (1966), con algunas modificaciones
introducidas por Koriat y Lieblich (1974). En cada ensayo, el experimentador
leía la definición dos veces consecutivas y esperaba a que
todos los sujetos contestaran en la hoja de respuestas. Los sujetos que
entraban en un estado PL, lo indicaban levantando una mano y, antes de
proseguir, el experimentador se aseguraba de que hubieran finalizado completamente
sus respuestas; esto, en general, se prolongaba durante uno o dos minutos
a lo sumo. En esa situación de PL los sujetos podían contestar
en los subapartados específicos de la hoja de respuesta: espacios
para la primera letra, última letra, número de sílabas;
para registrar, en su caso, una palabra intruso y, por último, un
espacio para escribir la palabra clave en el caso de que ésta surgiera
antes de que terminara el ensayo. Una vez finalizadas las respuestas a
cada ítem, el experimentador decía la palabra clave para
que los sujetos indicaran si sus PLs correspondían o no a la misma;
tambien los sujetos que habían rellenado el apartado de lo sé,
señalaban si su respuesta había sido correcta o no (subapartados
Bien o Mal).
Resultados y Discusión
Se han producido un total de 619 estados PL a través de todos
los sujetos y estímulos, es decir, un 12.6 % de todos los ensayos.
Se trata de un porcentaje muy similar al de un gran número de trabajos:
un 10 % en Rubin (1975); 11% en Burke et al. (1991); 13 % en Brown y McNeill
(1966) y Kozloswki (1977); un 15 % en Gardiner, Craik y Bleasdale (1973),
Yaniv y Meyer (1987) y en un segundo experimento de Kozloswki (1977). Y
se halla por debajo de otros estudios como el de Koriat y Lieblich (1974)
con un 22 % o Finley y Sharp (1989) con un 26 %. Si a la luz de los datos
revisados, Brown (1991) concluye que en general el porcentaje de PLs se
sitúa en torno a un 13 % de los ensayos, más o menos un 5
%, nuestros resultados caen plenamente en el centro de ese intervalo. De
ellos, un total de 418 son PLs positivos, según la nomenclatura
de Brown y McNeill (1966). Un PL positivo sería aquél cuya
palabra clave es conocida, bien porque coincide con el estímulo
(349 en nuestros datos) o porque, siendo distinta, la proporciona
el sujeto al resolver el PL dentro del ensayo (69 casos).
En general, la distribución de los PLs, tanto a través
de los estímulos, como a través de los sujetos, muestra un
hecho común a todos los trabajos de esta naturaleza: una gran dispersión
de los datos que da lugar a un problema general de análisis poco
frecuente en psicología, y que Brown y McNeill (1966) denominaron
el problema de los datos fragmentarios. Es decir, las palabras estímulos
no precipitan estados PL consistentemente; de los 48 estímulos,
todos, excepto vecino, produjeron al menos un PL, pero su número
va desde sextante con 27 o numismática con 26, hasta aldea con 4,
o catedral y presencia con 3 cada uno (media= 12.89; desv.típica=
6.37). Otro tanto ocurre en relación a los sujetos; desde un sujeto
con 22 PLs y otro con 21, hasta diez sujetos con sólo 1 o seis sujetos
sin ningún PL (media= 6.07; desv.típica= 4.89). Por lo que
ningún estímulo produjo PLs en todos los sujetos y ningún
sujeto tuvo PLs a partir de todos los estímulos; y las entradas
para un sujeto no implican los mismos estímulos para otro sujeto
y, viceversa, las entradas para una palabra no corresponden a los mismos
sujetos de otra. En consecuencia, no existen apropiados tests de significación
para esa fragmentación de los datos. Ahora bien, tal como los dos
autores expresaron, y la experiencia de otras investigaciones ha ido demostrando
posteriormente, el problema no llega a ser insalvable porque, pese
a la dispersión del conjunto de los estímulos y de la susceptibilidad
individual a sufrir estados PLs, no existe gran variación en la
cualidad de los datos y las distintas características estudiadas
se mantienen a través de las palabras clave y los sujetos.
Información disponible sobre la palabra clave
Los análisis se han efectuado a partir de los datos correspondientes
a los PLs positivos, puesto que son los únicos en los que la información
aportada por el sujeto puede ser contrastada con la palabra clave que causa
dicho estado, tanto si ésta coincide con el estímulo como
si es otra distinta proporcionada por el sujeto. Además, siguiendo
la metodología de Koriat y Lieblich (1974), se ha contrastado esa
información con la que los sujetos conjeturan sobre la palabra clave
durante una situación de no lo sé. Se ha comprobado así,
si la información que un sujeto refiere sobre la palabra clave cuando
se halla en un estado PL, es específica y superior a la que con
carácter general tiene todo hablante nativo de una lengua. Por ejemplo,
cualquier hablante del castellano sabe "a ciegas" que es poco probable
que la primera letra de una palabra cualquiera sea la X, porque son muy
pocos los vocablos castellanos que empieza por esa letra.
Primera letra. De los 418 PLs positivos, en 220 de ellos los
sujetos establecen una predicción acerca de la primera letra de
la palabra clave, acertando en 163 (74.09 %). El porcentaje es muy importante
y se sitúa ligeramente por encima de los más altos obtenidos
en los trabajos ingleses. Brown (1991) resume que los predicciones correctas
están entre el 50% y el 71%: Rubin (1975) con 50%; Brown y McNeill
(1966), con 57%; Yarmey (1973) con 59% y 68%; y Koriat y Lieblich (1974)
con el 71%.
En la Tabla III se muestra la distribución de contingencias
entre la primera letra predicha y la primera letra real de la palabra clave.
Lógicamente, los aciertos corresponden a los valores de la diagonal
y los restantes a errores. Las sumas correspondientes a las filas
y columnas constituyen los valores marginales, en base a los cuales puede
calcularse el valor esperado que tendría cada celdilla si la distribución
fuera aleatoria y no hubiera relación entre la primera letra predicha
y la primera letra real de la palabra clave. Según estos marginales
la proporción esperada de aciertos es de sólo 10.76 %. Según
un modelo completamente "ingenuo" (naive), que asuma una distribución
marginal uniforme, el porcentaje de aciertos esperado es 4.76 %.
De acuerdo con Koriat y Lieblich (1974), dada la dependencia de las
observaciones, no es apropiado calcular el estadístico chi cuadrado
para comparar los valores observados con los esperados. En su lugar, aconsejan
aplicar el test binomial respecto a los datos obtenidos en las casillas
diagonales y los esperados a partir de los marginales. Se compara el número
de casillas en las que la frecuencia observada es superior a la frecuencia
esperada (O > E), frente al número de casillas en las que la situación
es la opuesta ( E > O), ignorando las que E = O. En nuestros datos la razón
es de 17: 2 y es significativa al 0.01.
Por otra parte, ha habido un total de 1211 respuestas no lo sé,
de las que los sujetos han hipotetizado la primera letra en 1082 de ellas,
acertando en un 17.2 % de los casos. Este porcentaje es superior al que
cabría esperar por mero azar desde un modelo completamente ingénuo
(donde desde 27 letras disponibles hay sólo un 3.7 % de probabilidades
de acertar aleatoriamente en alguna de las 19 primeras letras de los estímulos)
porque el sujeto, como hablante nativo del castellano, posee un conocimiento
implícito general de la estructura del idioma que le conduce a restringir
las posibilidades. Además, las propias definiciones de las palabras
suministran tambien información adicional independientemente de
que el sujeto conozca la palabra buscada. Por ejemplo, ante la definición
"Nombre que recibe el pino nuevo y pequeño (pimpollo)" 54 sujetos
declaran desconocer completamente el término, pero 45 de ellos hipotetizan,
por una posible afinidad etimológica, que comienza por la letra
P.
No obstante, el porcentaje de aciertos obtenidos durante los estados
PL es muy superior al de las respuestas no lo sé; eso demuestra
que el sujeto que sufre un fenómeno PL posee una información
específica sobre la primera letra de la palabra buscada que está
más allá de la que dispone con caracter general como hablante
de la lengua.
Última letra. Los sujetos predicen la última letra
de la palabra clave en 168 PLs positivos, acertando en 122 de ellos (72.62
%) (Tabla IV). El test binomial arroja una razón de 9:0 significativa
al 0.01, de casillas diagonales con frecuencias O >E respecto a las de
E > O. Koriat y Lieblich (1974) encontraron un 69 % de aciertos en sus
PLs positivos, porcentaje muy próximo al nuestro.
De las 1085 predicciones efectuadas en las respuestas no lo sé
se acierta en 36.7 %, algo más del doble que en el caso de la primera
letra, puesto que el idioma es más restrictivo respecto a las terminaciones
de las palabras y existe, por consiguiente, un mayor nivel de redundancia
aprovechable por el sujeto. Pero, nuevamente, el conocimiento específico
sobre la última letra que los sujetos demuestran durante un estado
PL supera claramente al conocimiento general que tienen de la estructura
lingüística.
Número de sílabas. De las 210 predicciones realizadas
durante los PLs positivos acerca del número de sílabas de
la palabra buscada, resultan correctas 100 de ellas (47.6 %). En la Tabla
V se presenta la distribución de las predicciones en un formato
similar al de Brown y McNeill (1966). La correlación entre el número
de sílabas predicho y el real es de 0.50 (p<0.001). Estos datos,
en contraste con los anteriores, se sitúan por debajo de lo encontrado
en la literatura anglosajona; los sujetos de Brown y McNeill (1966) predicen
correctamente el 60 % de los casos y en Koriat y Lieblich (1974) el porcentaje
se eleva al 81 % de los PLs positivos. Puesto que el castellano posee una
estructura silábica claramente definida y dada la prominencia psicológica
que la sílaba ha demostrado en trabajos sobre acceso léxico
en nuestro idioma, cabía esperar que durante los estados PL dicha
información tuviera un mayor nivel de accesibilidad del que presenta
empíricamente. Ahora bien, la estructura silábica de las
palabras castellanas es más diversificada que la del inglés,
idioma en la que una buena parte de su léxico se compone de sólo
una o dos sílabas. En el recuento silábico de Álvarez,
Carreiras y de Vega (1992) la moda de las palabras de clase abierta son
las trisílabas, y su media se sitúa en 2.99 sílabas
por palabra. De hecho, entre nuestros estímulos no figura ninguna
palabra monosílaba, y el rango se extiende desde 2 hasta 6 sílabas,
mientras que los estímulos empleados en los trabajos anglosajones
incluyen generalmente una importante proporción de palabras monosílabas
y bisílabas, al tiempo que el rango silábico es más
estrecho, como reflejo de la característica general del idioma.
Este hecho diferencial se traduce en una mayor redundancia del inglés
que incrementa la probabilidad de acierto, reflejándose tambien
en las predicciones que se aventuran durante las respuestas no lo sé.
En la Tabla VI se muestra la distribución de contigencias en las
respuestas no lo sé. El porcentaje de aciertos alcanza un 33.9 %
( los aciertos esperables según los marginales se sitúan
en 29.6 % y según un modelo completamente ingenuo en un 12.5 %)
y la correlación entre el número de sílabas predicho
y el real es de 0.12 (si bien, p<0.001); mientras que el trabajo de
Koriat y Lieblich (1974) arroja respectivamente un 38 % de aciertos y una
correlación de 0.19.
De todos modos, los datos confirman un conocimiento específico
de la longitud de la palabra clave superior al que cabe predecir con caracter
general.
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insertar Tablas III - VI
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Frecuencia léxica de la palabra clave.
Desde los primeros trabajos se asumió que los elementos léxicos
que ocasionan estados de punta de la lengua son palabras muy poco familiares
para el sujeto, y se ha dado por sentado este hecho sin una comprobación
empírica sistematizada. La frecuencia léxica objetiva que
se obtiene a partir de recuentos sobre materiales impresos se ha revelado
como una variable de efectos muy robustos, ampliamente utilizada en estudios
en los que intervienen procesos de búsqueda y recuperación
léxica. Su empleo constituye un modo aceptable de operacionalización
de la familiaridad subjetiva, con la que guarda una alta correlación
y comparte el mismo o mejor poder predictivo respecto a algunas variables
dependientes, como el tiempo de lectura (Vega, Carreiras, Gutiérrez-Calvo
y Alonso-Quecuty, 1990). Por esa razón, se ha incluido la
frecuencia léxica como variable independiente ligada al estímulo
y extraída del recuento de Juilland y Chang-Rodríguez (1964)
sobre una muestra de medio millón de palabras castellanas. Como
se ha mencionado anteriormente, de los 48 estímulos, 24 eran palabras
seleccionadas de dicho diccionario a lo largo de un amplio rango de frecuencias,
y las otras 24 eran tan infrecuentes que no aparecían en el mismo.
En la Tabla VII se recogen los porcentajes correspondientes a las distintas
respuestas de los sujetos respecto a los estímulos agrupados según
su frecuencia léxica. Los datos de los 24 estímulos más
frecuentes se han agrupado en tres bloques de ocho palabras cada uno, ordenados
de mayor a menor frecuencia léxica. En un último y cuarto
bloque se agrupan los 24 estímulos ausentes del diccionario. Las
respuestas comprenden no sólo los PLs diferenciados según
la palabra que los causa, sino tambien las respuestas lo sé (distinguiendo
los aciertos de los errores), y las respuestas no lo sé. En líneas
generales se observa (Figura 2) un aumento del porcentaje de PLs
y de respuestas no lo sé, junto a una disminución del de
respuestas lo sé, a medida que la frecuencia léxica de los
estímulos es menor. Es decir, las palabras más raras del
idioma tienen, lógicamente, menos probabilidades de ser conocidas
por los hablantes del mismo y por ello, arrojan porcentajes superiores
en la respuesta no lo sé, e inferiores en la respuesta lo sé.
Considerando únicamente los PLs positivos causados por palabras
claves que coinciden con los estímulos suministrados por el experimentador,
se ha calculado la correlación con la frecuencia léxica de
estos últimos. Previamente se ha efectuado una transformación
sobre los valores frecuenciales por medio de la función y = log(x
+ 1); esta técnica es comúnmente utilizada en los cálculos
donde interviene esta variable para reducir la pronunciada asimetría
negativa de la distribución frecuencial (p.e. Oldfield y Wingfield,
1965; Carroll y White, 1973; Morrison, Ellis y Quinlan, 1992). Además,
para llevar a cabo los cálculos numéricos, se ha asignado
el valor de 1 a los veinticuatro estímulos de baja frecuencia léxica
que no figuran en el diccionario de Juilland y Chang-Rodríguez (1964)
(3). Nuestros datos arrojan una correlación moderada negativa de
r = - 0.353 (p<0.05) entre la frecuencia léxica transformada
de cada estímulo y el número de PLs causado por él
en todos los sujetos.
De acuerdo con esta correlación y los datos de la Tabla VII
-columna 1 de los PLs-, puede concluirse que: a) Existe una tendencia de
los estímulos menos frecuentes a causar un mayor número de
PLs. b) Esta tendencia es débil y se expresa a través de
una correlación negativa moderada; de manera que palabras relativamente
frecuentes tambien pueden originar fenómenos de punta de la lengua,
y, globalmente, el número de los PLs producidos por los 24 estímulos
más frecuentes alcanza la mitad de los que provocan las otras 24
palabras menos frecuentes.
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insertar Figura 2 y Tabla VII
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Resolución inmediata y naturaleza de los PLs.
Información disponible y resolución inmediata. De los
410 PLs positivos, 179 (42.8 %) fueron resueltos antes de que finalizara
el ensayo; o sea, los sujetos recordaron la palabra clave en el transcurso
de un minuto o dos, antes de que la proporcionara el experimentador. Brown
y McNeill (1966) establecieron la distinción entre dos niveles de
PLs: próximos, aquéllos en los que la palabra objetivo es
recordada durante el ensayo, y distantes, los que no eran resueltos durante
los escasos minutos del ensayo. Esta distinción pretendía
reflejar distintos grados de proximidad respecto a la recuperación
completa del ítem léxico. Se asumía que durante los
estados del primer tipo el sujeto se hallaba más cercano al recuerdo
del objetivo y, por tanto, disponía de una mayor información
sobre el mismo. En la Tabla VIII se presenta la distribución de
estados PLs positivos resueltos y no resueltos según la información
estructural disponible por el hablante. Entre paréntesis se expresan
los valores residuales en relación a los valores teóricos
esperados si la distribución de contingencias fuera independiente;
a la derecha se expresan los valores y la significación de los chi
cuadrados respecto a la distribución teórica. El número
de PLs en los que el sujeto conoce la letra inicial del estímulo
(columna de aciertos) es proporcionalmente mayor entre los PLs resueltos
que entre los PLs no resueltos. Sin embargo, no se aprecian diferencias
significativas en nuestros datos del castellano cuando se refiere a la
última letra o al número de sílabas; al contrario
de otros estudios anglosajones en los que se ha encontrado una incidencia
diferencial de ambos tipos de información (Yarmey, 1973; Koriat
y Lieblich, 1974; Kohn, Wingfield, Menn, Goodglass, Gleason y Hyde, 1987)
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insertar Tabla VIII
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Papel de las palabras intruso. Los intentos por explicar la causa de
los estados de punta de la lengua se han centrado en torno a dos posiciones
básicas: activación incompleta y bloqueo. Desde la primera,
los PLs son vistos como el resultado de un proceso de búsqueda léxica
que se ha visto drásticamente debilitado, quedándose en la
"proximidad" de la palabra clave por falta de activación suficiente.
La hipótesis del bloqueo considera que la búsqueda léxica
ha sido desviada hacia una localización equivocada de la memoria
y el proceso se halla bloqueado en una especie de "callejón sin
salida". El papel que puedan desempeñar las palabras intruso que
frecuentemente acompañan a los estados PL, se considera diametralmente
opuesto desde una perspectiva u otra. Desde la hipótesis de la activación
incompleta, a los intrusos se les atribuye un efecto facilitador en la
resolución de los PLs porque son portadores de información
parcial que contribuye a conducir el proceso de búsqueda léxica
hacia el objetivo adecuado, "del mismo modo que el calor descubre algo
escrito con jugo de limón" (Brown y McNeill, 1966, 335). Según
estos autores si, por ejemplo, un hablante cae en un PL al recuperar la
palabra "sextante" y sólo dispone de la información fonológica
S------E, una palabra intruso como "secante" añadiría información
disponible (SE--ANTE) aproximándose al objetivo y facilitando la
resolución del PL. Este punto de vista se ve reforzado por el hecho
de que los adultos de más edad, que sufren PLs en más ocasiones
que los jóvenes, informan de una menor presencia de intrusos durante
los mismos (Burke et al. 1991). En contraste, si los PLs representan un
bloqueo, las palabras intruso han sido vistas como la causa de esos estados
al ejercer un efecto obstructivo en la recuperación léxica.
Esta posición, que ya defendió Woodworth (1929), hoy se enmarca
generalmente dentro de modelos de redes de activación en los que
existe una mutua inhibición entre nodos del mismo nivel; de manera
que una vez que el ítem erróneo ha sido activado -o sea,
el intruso- éste inhibe la activación de la palabra clave.
Consecuentemente, ambas hipótesis establecen predicciones opuestas
sobre la acción de las palabras intruso en la resolución
de los PLs. A partir de la hipótesis de la activación incompleta,
al jugar los intrusos un papel facilitador, cabe esperar una mayor presencia
de los mismos entre los PLs que son inmediatamente resueltos. La hipótesis
del bloqueo o interferencia defiende un efecto obstructivo y, por tanto,
es esperable una mayor incidencia de intrusos entre los PLs que no son
resueltos inmediatamente. Nuestros datos de la Tabla VIII son congruentes
con esta segunda hipótesis porque muestran una mayor proporción
de estados acompañados de palabras intruso entre los PLs que se
resuelven por el propio sujeto dentro del ensayo experimental, que entre
los que no se resuelven (p < 0.05). Esta posición a favor del
bloqueo se vería apoyada por el hecho constatado por Burke et al.
(1991), y tambien en nuestros datos del Estudio I, que una forma muy común
de que un estado de "punta de la lengua" sea resuelto en condiciones naturales
es recuperar espontáneamente la palabra en una situación
posterior, después de un intervalo temporal variable durante el
cual el intruso ha dejado de estar activo (este es el modo más frecuente
en más del cuarenta por ciento de nuestros sujetos).
Ahora bien, los datos constatan una relación significativa entre
contingencias de PLs acompañados de palabras intruso y contingencias
de PLs no resueltos inmediatamente, pero no cabe establecer unívocamente
una relación de causa-efecto de los primeros hacia los segundos.
De hecho, desde el punto de vista estadístico nada impide considerar
a los intrusos como una consecuencia de los estados de "punta de la lengua",
y existen argumentos teóricos que lo justificaría. Burke
et al. (1991) proponen una interesante versión ligeramente modificada
de la hipótesis del bloqueo. Estos autores parten de una caracterización
conceptual del fenómeno PL próxima a la de Levelt (1989),
quien lo considera un resultado de la disociación entre la activación
de los componentes semánticos del léxico y los componentes
formales. Usualmente, la forma fonológica de la palabra es activada
una vez que es accedida su representación morfosintáctica
(o lemma, según la terminología introducida por Kempen y
Huijbers (1983) y ampliamente aceptada); sin embargo hay ocasiones en que
el sistema no exhibe un funcionamiento óptimo y la transición
entre el lemma y la representación fonológica de la palabra
es entorpecida, dando lugar a un PL. Burke et al (1991) defienden que la
representación fonológica de una palabra se compone de una
jerarquía de unidades, tales como sílabas, grupos consonánticos,
vocales y rasgos fonológicos, representados por nodos entre los
que se transmite la información de acuerdo con una configuración
de conexiones jerárquica que, a la postre, desemboca en el movimiento
de los músculos articulatorios. En este modelo se produce un PL
cuando alguna información fonológica llega a ser inaccesible
debido a un déficit de transmisión entre los nodos del sistema
semántico y los del sistema fonológico. Cuando eso ocurre,
el patrón activacional resulta modificado y puede concentrar mayor
activación en otro ítem que comparte algunos de los nodos
y verse, así, favorecido frente al ítem correcto. Desde esa
perspectiva, la palabra intruso no sería en realidad la causa, sino
la consecuencia del déficit de transmisión; pero una vez
que aquélla se encuentra sobreactivada, da lugar a una demora en
la resolución del PL. Estos déficits de transmisión
en la red jerárquica de nodos serían más probables,
tal como comprueban empíricamente los autores, en aquellos elementos
léxicos que cuentan con menor número de conexiones entre
los nodos del sistema semántico y los nodos fonológicos,
como es el caso de los nombres propios; tambien sucederían con mayor
probabilidad en la activación de palabras poco usadas por el sujeto,
sobre todo recientemente, y los sufrirían en mayor medida los adultos
de edad avanzada. De acuerdo con el modelo teórico, en todos estos
supuestos las conexiones entre los nodos se hallan debilitadas y se reduce
la ratio del volumen de información transmitida entre ellas.
Conclusiones
El fenómeno de la "punta de la lengua" ha intrigado a los investigadores
durante casi un siglo, a la vez que ha atraído su interés
como un fenómeno revelador de procesos intervinientes en la recuperación
de información léxica desde la memoria humana. Su investigación
sistemática, a partir de Brown y McNeill (1966), ha hecho posible
acumular un conjunto de hallazgos bien establecidos en la lengua inglesa,
que contrasta con los escasos trabajos provenientes de otras lenguas y
los inexistentes de nuestro idioma.
Los resultados de estos dos estudios sobre PLs producidos en
castellano muestran unas propiedades congruentes, a grandes rasgos, con
las comprobadas en la literatura internacional. Cabe destacar las siguientes.
a) el fenómeno PL se halla ampliamente extendido y se trata de una
experiencia familiar a todos los hablantes, quienes lo experimentan, con
marcadas diferencias individuales, en torno a una vez semanal como promedio.
b) Son los nombres propios - de personas conocidas, lugares, personajes
famosos, etc. - los elementos léxicos responsables de un mayor número
de PLs, seguidos de los sustantivos comunes. En todo caso, las palabras
que provocan estados PL pertenecen siempre a la clase abierta. c) En una
gran proporción de casos, el hablante tiene disponible durante un
PL importante información superficial del término buscado;
fundamentalmente la primera letra, última letra y el número
de sílabas. Esta información es específica del estado
PL y superior al conocimiento general que todo hablante nativo tiene de
la estructura de su lengua. d) Frecuentemente los estados PL se encuentran
acompañados de palabras alternativas que surgen persistentemente
en la mente del hablante.
Por otra parte, en el Estudio II se ha dado respuesta a una cuestión
no examinada experimentalmente hasta la fecha. Los resultados desvelan
una relación negativa entre la frecuencia léxica de la palabra
clave y la probabilidad de que provoque un PL, de modo que las palabras
menos frecuentes tienen mayor tendencia a causar el fenómeno. Sin
embargo, esta relación, cuantificada en una correlación significativa
de - 0.35, es débil, y los datos demuestran que palabras relativamente
frecuentes en el idioma tambien elicitan estados de "punta de la lengua".
Se confirma así la asunción tradicional de la existencia
de tal relación negativa, pero, al mismo tiempo, se contradice la
creencia ampliamente compartida de que el fenómeno PL se halla
restringido únicamente a las palabras raras del idioma. Este último
supuesto de naturaleza más estricta y cuya validez había
sido cuestionada por algunos investigadores (Yaniv y Meyer, 1987), queda
contradicho por los datos en la medida en que palabras comunes del castellano
como autor, exposición o instante, son capaces de inducir estados
PL en la situación experimental.
Por último, se ha observado una relación negativa entre
la presencia en un PL de palabras alternativas persistentes (palabras intruso)
y la probabilidad de resolución inmediata del mismo. La proporción
de PLs que se resuelven durante el trancurso del ensayo experimental es
significativamente inferior entre los que el sujeto declara la presencia
de una palabra intruso. Este hecho confiere un papel a las palabras intruso
más en consonacia con la posición teórica que concibe
el fenómeno de "punta de la lengua" como un bloqueo, antes que el
resultado de una activación incompleta. Sin embargo esta relación
negativa no implica necesariamente una relación de causa-efecto
y puede ser explicada a partir del modelo de Burke et al. (1991), donde
los intrusos son, más que el origen, la consecuencia de un déficit
de transmisión en la red de nodos, que desencadena una concentración
anormal de activación en palabras erróneas que comparten
ciertos nodos con la buscada, y ocasiona, de este modo, una demora en la
recuperación léxica adecuada.
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NOTAS
(1) Téngase en cuenta que, al igual que con los datos de la
Tabla II, los porcentajes se refieren respecto al total de los 101
sujetos; pero no son excluyentes entre sí, porque algunos sujetos
señalan simultáneamente más de una opción.
(2) Por ejemplo en castellano, con la metodología de Brown y
McNeill (1966) y seleccionando estímulos cuya primera letra (por
ser la que más probabilidades tiene de estar disponible) sea muda
(la h ) o pertenezca a algunos de los casos de nuestro idioma en los que
no existe correspondencia unívoca fonema-grafema. Así, ante
la definición que correspondería a la palabra p.e. homicida
¿el sujeto referiría en un PL como primer elemento, h u o?
Aquí, al no haber sido el objeto de nuestra investigación,
preferimos mantener deliberadamente la ambigüedad, empleando sin distinción
los términos sonidos o letras, antes que decantarse hacia una posición
no constrastada empíricamente.
(3) Dicho valor arbitrario de 1 no es descabellado, puesto que los
restantes estímulos se obtuvieron a partir del listado de palabras
del diccionario ordenadas por el índice frecuencial, con un rango
que abarca hasta el valor 5 en su extremo inferior. No obstante, con la
asignación de otra puntuación, como, por ejemplo, 0.5, la
correlación apenas se ve alterada (r = - 0.351, p<0.05).