Cada inmersión tiene un grado de riesgo y complicación propios. Un buen buceador no será el que realice todo tipo de inmersiones sin pararse ante ninguna dificultad, sino aquel que sabe valorar con precisión cual es ese grado de riesgo y complicación de cada una, cual es su estado físico y psiquico, los medios con los que cuenta, y decide consecuentemente su realización o no, y en caso afirmativo de que forma.
A veces cometemos el error de considerar solo los aspectos técnicos cuando nos preparamos para realizar una inmersión profunda: el aire que vamos a consumir, la descompresión que deberemos hacer, etc... no cayendo en la cuenta que también van a existir diferencias, con respecto a una inmersión normal, en lo que refiere a las condiciones en que se va a encontrar nuestro organismo.
Esas nuevas condiciones van a exigir de nuestro organismo altos requerimientos tanto en demandas estáticas como dinámicas.
Dos factores van a alterar nuestra condición física. Por un lado el frio que actua como factor extenuante (sin contar la bradicardia que produce durante los primeros minutos de inmersión el contacto con agua fria), y la respiración no natural que realizamos con el regulador que se hace más dificultosa al tener que mover un aire cada vez más denso (a 40 metros una bocanada de aire contiene el doble que si la dieramos a 15 metros).
Por tanto se le va a exigir al sistema respiratorio una mayor eficacia y una mayor potencia al circulatorio.
Nuestra condición psiquica también se va a ver alterada. La preocupación por el riesgo de rebasar la curva de seguridad y lo que eso supone y la disminución de la visibilidad ocasionan un alto stress que favorecerá una elevación del ritmo cardíaco lo que puede producir un efecto "rebote" en el ritmo respiratorio.
Esto sin contar la posible aparición de una narcosis que en sus fases iniciales y menos reconocibles puede actuar como un factor depresivo. De hecho es muy dificil asegurar que no se sufre siempre en menor o mayor grado este efecto sin que vaya a más y se la reconozca como tal narcosis.
La cual se constata con un reconocimiento médico. Pero no solo el inicial sino uno anual para aquellos buceadores que siguen en activo.
Dicho reconocimiento debería de recoger además de las pruebas de exploración normales, pruebas de capacidad cardiocirculatoria como el Test de Ruffier y electrocardiogramas en reposo y en esfuerzo. También es aconsejable un electroencefalograma.
Para mantener esa buena forma física es recomendable un programa de entrenamiento. Entre esa clase de los deportistas "de fin de semana" es donde se encuentra el mayor número de lesiones y accidentes graves. El programa debería de constar de tres sesiones por semana con una duración de 45 minutos en las que realizando un ejercicio aeróbico como correr, nadar, montar en bici, etc,... alcancemos una frecuencia cardíaca que oscile entre 60 y 75% de la Frecuencia Máxima Torácica (FMT) que se calcula restándole la edad a 220. Un esfuerzo superior no es aconsejable y uno inferior sería insuficiente.
Es conveniente si se puede, realizar unas inmersiones previas (no en el mismo día sino en los anteriores) a profundidades menores como una forma de ir acomodando el organismo a los cambios de presión. De esa manera conseguiremos compensar más rapidamente, reduciremos el riesgo de narcosis y acostumbraremos al organismo al frio.
Si tubieramos que realizar otra inmersión el mismo día a menor profundidad ¿Cual haríamos primero? Veamoslo con un ejemplo:
Consideremos dos inmersiones una de 20 minutos a 40 metros y otra de 40 minutos a 20 metros separadas por cuatro horas.
Si hacemos primero la menos profunda saldremos del agua sin tener que hacer descompresión, con un coeficiente H que se nos convertirá en un C a las 4 horas y esto supondría añadirle un tiempo de nitrógenos residual de 8 minutos a la segunda.
Hacemos los cálculos para ésta y tendremos para 40 metros 28 minutos una descompresión con paradas a 5 y 21 minutos saliendo con el coeficiente K.
Y si hacemos primero la profunda saldremos haciendo una descompresión de sólo 6 minutos, con un coeficiente I que se convertirá en un C a la entrada de la segunda osea 15 minutos de TNR para la segunda que se convertirá en una inmersión a 20 metros de 55 minutos que requiere una parada de 8 minutos para salir y lo que hace con un coeficiente K.
La salida en los dos casos con el mismo coeficiente K nos indica que al final el orden de los factores no altera "la cantidad de nitrógeno adquirida" pero dos son las razones que nos motivarían a realizarlo de la segunda manera (primero ala profunda): el tiempo total de descompresión es menor, pero sobre todo en la profunda que es en la que podemos encontrar mayor riesgo de tener un incidente es ostensiblemente menor.
Por las razones que antes hemos expuesto es muy necesario que iniciemos la inmersión con un estado de ánimo adecuado.
Tres son los estados con los que nunca debemos descender: falta de ganas sin una razón aparente, miedo, u obligación. Pues con el descenso pueden estos estados de ánimo conducir a cuadros depresivos o de stress que nos impidan reaccionar de la forma precisa con que se debería hacer en un momento.
Hay que huir de la improvisación que podría enmascarar estas sensaciones y tener el valor de reconocerlas para no complicar más las cosas.