OBRA: Tesoro de la Lengua Castellana o Española Sebastián de

E

 

 
Covarrubias (1611)

FUENTE: Madrid, Turner, 1979

 

Al Letor

                                ntre otras muchas cosas con que el hombre, animal ra-

cional, se diferencia de los demás, que carecen de razón,

es ser sociable, calidad propia suya. Y quando Dios crió

a nuestro primer padre, aunque le puso en el Paraíso

tan rico y enjoyado con dotes de naturaleza y gracia,

díxo: Non est bonum hominem esse' solum, faciamus et adiutorium

simili sibi; y embiando en Adán un sueño, sacóle una costilla

del costado, y formó della a Eva. Desde aquel punto que el Señor se

la puso delante, empeçó a regalarse con su muger, diziéndole aquel mis-

teriosíssimo requiebro: Hoc nunc os de ossibus meis, et caro de

carne mea.

De modo que la comunicación de entre los dos de allí adelante,

fue mediante el lenguage, no adquirido ni inventado por ellos, sino

infundido del Señor, y con tanta propiedad, que los nombres que Adán

puso a los animales terrestres y a las aves, fueron los propios que les

competían; porque conociendo sus calidades y propiedades, les dio a

cada uno el que essencialmente le convenía. Que si hasta agora du-

rara la noticia destas etimologías, no teníamos para qué cansarnos en

buscar otras; pero después del diluvio, con la confusión de len-

guas, se olvidó aquélla, quedando en sola una familia, que Dios re-

servó de las demás, para usar de misericordia con el linage humano,

haziéndose hombre, descendiente de Abrahán, Isaac y Jacob, los qua-

les se llamaron hebreos y su lengua hebrea. En ésta habló Dios a

Moysés y le escrivió las Tablas de !a Ley, y en ésta escrivió el mesmo

Moysés los libros del Pentateucon, y en ella vaticinaron los Profetas;

pero quando el Hijo de Dios encarnó, ya estava mezclada con la sy-

ríaca y caldea. Lo mesmo con el tiempo pudo acontecer en las demás;

y assí ay poca claridad quál fuesse la lengua primera y pura que se

habló en España.

La que agora tenemos está mezclada de muchas, y el dar origen

a todos sus vocablos, sería impossible. Yo haré lo que pudiere, si-

guiendo la orden que se ha tenido en las demás lenguas, y por confor-

marme con los que han hecho diccionarios copiosos y llamádolos Te-

soros, me atrevo a usar deste término por título de mi obra; pero los

que andan a buscar tesoros encantados, suelen dezir fabulosamente

que hallada la entrada de la cueva do sospechan estar, les salen al en-

cuentro diversidad de monstruos fantásticos, a fin de les poner miedo y

espanto para hazerlos bolver atrás, amenazándolos un fiero jayán

con una desaforada maça, un dragón que echa llamas de fuego por ojos

y boca, un león rabioso que, con sus uñas y dientes, haze ademán de

despedazarlos; pero venciendo con su buen ánimo y con sus conjuros,

todas estas fantasmas llegan a la puerta del aposento, donde hallan

la mora encantada en su trono, sentada en una real silla y cercada de

grandes joyas y mucha riqueza, la qual, si tiene por bien de les dexar

sacar el tesoro, van con recelo y miedo de que en saliendo a fuera, se

les ha de convertir en carbones. Yo he buscado con toda diligencia este

tesoro de la lengua castellana y lidiado con diferentes fieras, que para

mí y para los que saben poco, tales se pueden llamar las lenguas es-

trangeras: latina, griega, hebrea y arábiga y con las demás vulgares,

la francesa y la toscana, sin la que llaman castellana antigua, com-

puesta de una mezcla de las que introduxeron las naciones que

principio vinieron a poblar a España. La primera, la de Túbal, y des-

pués désta, otras muchas, de algunas de las quales haze mención Pli-

nio, li. 3, c. I; conviene a saber: los hebreos, los persas, los fenices, los

celtas, los penos, los cartaginenses.

Y queriendo publicar este Tesoro y sacarle a luz, temo que las

lenguas de los maldizientes y mal contentadizos me le han de bolver

en carbones, pero estos mesmos, en manos de los sabios y bien inten-

cionados, con el soplo de sus ingenios y rectos juyzíos, han de encender

en ellos un amoroso fuego y convertirlos en radiantes carbuncos y

hermosos rubíes, según lo que a otro propósito dixo el poeta Angeríano:

Quid tunc? carbones sunt quoque nigri,

Sed flamma tacti, ceu rosa verna, rubent.

La diversidad de los orígenes me ha torçado a no poder dexar

igual la letura desta obra, en forma que todos gozassen enteramente

delta, por aver de acudir a sus fuentes y usar de sus propios caracte-

res en la lengua griega y la hebrea; pero yo los declaro lo mejor que

puedo y me ciño a no poner más que el tema; cada uno tomará lo

que pudiere, según su capacidad.

Al romancista le queda mucho de que pueda gozar, creyendo lo

demás, in fide parentum, y el que supiere latín descubrirá más campo;

y los que tuvieren alguna noticia de la lengua griega y hebrea, juz-

garán desta obra con más fundamento. En la lengua arábiga casi to-

dos somos iguales, fuera de algunos pocos que la saben; y assí hemos

de dar crédito a los peritos en ella. Yo he consultado a Diego de

Urrea, intérprete del Rey nuestro señor, y visto algunos escritos del

padre Guadix: de ambos me he aprovechado, y de algunos otros que

cito en diversos lugares. Heme valido de la lengua hebrea, para con-.

firmar lo que los susodichos me interpretan de la arábiga.

Y presupuesto que los más vocablos castellanos son corrompidos

de la lengua latina, hase de advertir que muy de ordinario se mudan

las letras, trocándose unas por otras; y las más ordinarias son las

nueve consonantes, que llaman mutas, divididas en tres classes: te-

nues, medías y aspiratas. También se mudan las demás, y unas vo-

cales en otras, y esto todo está advertido por algunos autores modernos

que han reduzido nuestra lengua a método, haziendo arte de gramá-

tica española. No se deve nadie escandalizar de que las dicciones deste

mi libro se escrivan como suenan, sin guardar la propia ortografía,

pues esto se emienda luego inmediatamente en el mismo discurso; pongo

por exemplo, "Philipo": no se ha de buscar en la letra PH sino en

la F; "Gerónimo" en la G y no en la H; "tema" en la T y no en la TH,

et sic de caeteris. Por satisfazer a todos, siendo deudores a los sabios

y a los que no lo son, en el discurso de algunas etymologías, no sólo se

traen las legítimas y verdaderas, pero a vezes las vulgares introdu-

zidas por los idiotas. Los vocablos que no se hallaren en la letra Z bús-

quense en la C, y muchas de la F en la H, y al contrario; como "fidal-

go", hidalgo. La letra V se divide en la vocal y en consonante. Lo de-

más se advierte en cada dicción. Yo pido con toda humildad y recono-

cimiento de mi poco saber, que todo aquello que yo errare, se me

emiende con caridad y se me advierta para otra impressión.