EDITORIAL: ¿La ortografia en vías de extinción?, El País

¿La ortografía en vías de extinción?

Extraído de EL PAÍS

SORPRENDE, sin duda alguna, que al Primer Congreso Internacional de la Lengua --de la castellana, se entiende-- no haya sido invitada la Real Academia Española, institución rectora de nuestro idioma. ¿Falla del protocolo o reminiscencias antihispánicas?

Más sorprendente, aun, es que García Márquez haya hecho las declaraciones que hizo en el Congreso reunido en Zacatecas.

Lo primero, agravió a los distinguidos académicos pues desconoció la trayectoria y la vigencia de una venerable institución de cautelosa y fecunda obra unificadora.

Lo segundo, más trascendente, dio lugar a noticias y comentarios que recorrieron todos los medios de comunicación, los centros especializados y las ruedas de café.

García Márquez no es un pionero en la materia, pero es un Premio Nobel.

MUCHO antes que él, generaciones enteras de niños y de adolescentes de habla hispana lo antecedieron practicando lo que él propone y fueron sancionados con bajas calificaciones por sus maestros y profesores. Cualquier persona con experiencia docente ha lidiado con esos errores y horrores ortográficos. Ahora, García Márquez quisiera institucionalizarlos. No carece totalmente de razón: nuestra grafía, como la de cualquier otro idioma, ha evolucionado a través de los siglos. ¿Quién ignora, por ejemplo, que la hache y la efe, la zeta, la ce y la ese, o la be y la ve, han librado una continua lucha a lo largo de la historia de la escritura?

A ese lento y necesario proceso, García Márquez le quiere poner fin mediante un drástico decreto ortográfico, es decir, mediante un acto voluntarista. ¿Qué principio lo impulsa? El de la lógica.

¿Por qué mantener la vigencia de letras que tienen la misma función o el mismo sonido o que, simplemente, no se pronuncian? Su razonamiento parece irrebatible y pleno de sentido común. Incluso, en su favor, habría que indicar que la natural resistencia al cambio radical que propone desaparecería al cabo de una generación de admitidas y practicadas dichas nuevas normas. Hoy nos chocan a nosotros, habituados a las tradicionales; mañana, en cambio, no producirán ni alarma ni pesar a nuestros descendientes, educados en ellas. Pero no escapa a nadie que, eliminar variantes, particularidades y diversidades, es empobrecer, es uniformar.

Es curioso comprobar que, en un siglo en que se ha hecho un culto de la defensa de las especies en extinción, se pretenda "enterrar" determinadas formas ortográficas porque atentan contra la lógica.

Con idéntica tesitura ¿por qué preservar a los tigres, matadores de hombres, o a los elefantes, depredadores de bosques, o a los insalubres pantanos?

AUNQUE no hay que extremar la analogía, ¿por qué acometer contra riquezas expresivas, que son los ladrillos y la mezcla con que se erigen los grandes monumentos idiomáticos de la hispanidad? ¿Qué se gana con decir "muéramos", y no muramos, y "cabo" y no quepo?

¿Por qué dirigir nuestra atención a las lenguas indígenas --coletazo de las discusiones sobre el V Centenario del Descubrimiento de América o del Encuentro entre Dos Mundos-- y no a Cervantes y a Lope de Vega, o a Andrés Bello y a Rodó?

Es verdad que la ortografía española rebosa de ilogicidades --aunque mucho menos que la inglesa-- pero igual característica tienen todas las manifestaciones culturales del hombre: la vestimenta, la gastronomía, los modales, la mu'sica y sus instrumentos, la arquitectura y las artes plásticas, etc., sin hablar de la administración, la política, la docencia, la justicia, el periodismo y aun el entretenimiento.

NOS oponemos a que nos avasalle la lógica de las computadoras, que la tradición sea sometida por el materialismo mecánico y que la identidad de una cultura vasta y profunda pase a ser objeto de un acto frío y cerebral que ahogue su diversidad.

Escribimos como escribimos porque somos el fruto de raíces que nos alimentan y nos enriquecen por el esfuerzo que nos demanda el dominio de sus convenciones. Estas nos han aportado claridad, precisión y belleza.¿Por qué cambiarlas?