MARCOS MARÍN, Francisco: Nuevas lenguas, nuevas concepciones, ABC

LENGUA, CULTURA E INMIGRACIÓN

Nuevas lenguas, nuevas concepciones

Francisco A. Marcos Marín

ABC Cultural analiza un fenómeno de plena actualidad: la inmigración. Su dimensión cultural y lingüística tiene mucho de riqueza, pero también de reto. Un desafío que puede alumbrar nuevas señas de identidad.

Estan aquí, son ya un millón de inmigrantes legales y llegarán al doble seguramente en menos de dos años. Han traído un cambio como la sociedad española no conocía desde hacía al menos tres siglos. Nuevas lenguas, nuevas concepciones del universo, necesidad de buscar señas de identidad comunes en la nueva sociedad española, con su nueva dimensión cultural.

Los estudios de relación de lengua y cultura han tenido con frecuencia claros ribetes nacionalistas. La España actual no se libra de ellos, van desde el racismo hasta ese pensamiento piadoso de «ayudemos a que se queden en su país para que no vengan a complicarnos la vida».

En 1944, Roman Jakobson escribió sobre los orígenes y desarrollo de la idea nacional en Europa. Frente al concepto, más romano, que va de la tribu y su caudillo hasta una conciencia de patriotismo, que lleva hasta la noción de soberanía nacional, culminada en la Reforma, la irradiación cultural bizantina percibe pronto que el Este de Europa no constituye un receptáculo aislado, sino una parte integral del conjunto europeo. Esta reflexión aclara los planteamientos actuales de rumanos y eslavos.

La solución no es «liberar» a las minorías, sino apoyarlas. En palabras de Karl Popper: «La opresión de los grupos nacionales es un gran mal; pero la autodeterminación nacional no es un remedio factible».

Frente a toda idea de mente colectiva o de propiedad de la comunidad de hablantes, la lengua debe estudiarse como propiedad individual, como ya dijo Hermann Paul, con argumentos que pueden usarse contra las presunciones racistas o nacionalistas que rebrotan. En 1929, en las tesis del círculo de Praga, ya se planteaba el problema de las ciudades como territorio de contacto lingüístico entre hablantes de distintas colectividades, con grados diversos de cohesión. Las comunicaciones han ampliado esa situación antes ciudadana a países enteros.

Al devolver a los individuos el protagonismo en las aplicaciones del lenguaje, vamos hacia un planteamiento conceptual en el que aquellos entran en desacuerdo. Se produce entonces lo que se designa con otro concepto, conflicto lingüístico.

En el universo general estos procesos enlazan con un vago concepto de cultura, configurando lo que llega a ser el mundo propio de diversos pueblos o comunidades, especialmente países. Los dos mecanismos culturales de mayor influencia, según Beatriz Sarlo, son la escuela como conservación y la traducción como innovación.

Diglosia y bilingüismo

Los planteamientos basados en la oposición de diglosia (lengua A para los usos cultos, de prestigio, lengua B para la comunicación familiar, reducida) y bilingüismo, desde un punto de vista cultural, son insuficientes. Por un lado, la identidad lingüística no implica identidad cultural. Por otro, las nociones de bilingüismo y diglosia no dan cuenta de lo que podemos llamar los conflictos lingüísticos provocados, cual el aprendizaje como transmisión y la desviación de lo aprendido como innovación. El conflicto está latente por la contradicción entre la esfera de la experimentación y la política. El campo cultural pertenece a la esfera de la experimentación, mientras que el político se apoya en lo seguro, no especula. La política cercena las preguntas sin respuesta, por ello es tentador dar al político las respuestas que espera y no las obtenidas de la aplicación del método científico.

Al considerar las culturas de los inmigrantes en España tenemos que abordar una variedad de situaciones, que resumiremos muy imperfectamente: cultura aparentemente igual a la española, es decir, la cultura hispanoamericana, homologable, frente a culturas distintas, no homologables. Pero no todas las culturas distintas se enfrentan a problemas similares. Las culturas china y árabe, por ejemplo, sufren un proceso de fosilización, por su soporte diglósico, que pesa a la hora de integrar a niños arabófonos y chinos en el sistema educativo español.

Nueva situación comunicativa

A fines de la Edad Media la sustitución del latín por los vernáculos originó una nueva situación comunicativa, en la que crecieron los elementos del conjunto que comprenden lo que se les dice en su lengua (extensión), junto a una necesidad de adaptar lo que se dice a niveles culturales inferiores (intensión). Toda época de renovación sufre por ello: hay un acceso mucho mayor a la cultura, con un inferior nivel de conocimientos y de asimilación.

La heterogeneidad lingüística del inmigrante, en un caso típico, como el argentino, fue vista sin temor, inicialmente (Alberdi), porque no había una necesidad de defensa de lo propio, que es algo implícito y no explícito. Mas cuando los inmigrantes se apropian también de la modalidad lingüística local es cuando surge el rechazo. Esta nueva sociedad deja de asumir la heterogeneidad, mientras que su homogeneidad sólo se la dará un largo y lento proceso lingüístico. En España no ha culminado la etapa de apropiación lingüística y cabe preguntarse si la escuela está preparada para que tenga éxito. A diferencia de la Argentina, no existe en España una clara conciencia de que la escuela laica y estatal es la encargada natural de la conformación de las nuevas señas de identidad que incluirán a los futuros españoles como ciudadanos iguales.

Es imprescindible lograr un consenso en torno a las ventajas que una lengua internacional como el español supone. Tender el puente entre la ignorancia de la lengua del recién llegado y el dominio necesario para aprovechar el esfuerzo escolar es una obligación del Estado, en coordinación con las Autonomías, pero fundada en que lo que se integra son futuros ciudadanos españoles, en primer lugar. Es cierto que un derecho del niño es el derecho a su lengua materna, pero no de manera que ese derecho se convierta en una privación de mecanismos superiores de igualdad y libertad, que se defienden universalmente en español.

Las culturas se mueven entre la fosilización del monolingüismo y la incomunicabilidad y la necesidad de yuxtaponerse para reafirmar lo suyo, específico y comunicable. La existencia de una lengua única para la transmisión de los conocimientos conduce al estancamiento cultural, porque impide las operaciones de la comunicabilidad: pasaje, traslado o traducción. El monolingüismo lleva a la insuficiencia cultural, por malentendido, no de la lengua, sino de la cultura.

De la Historia podemos esperar una noticia de los intentos por superar los conflictos y por llegar a encuentros. Interesa, independientemente de su éxito o su fracaso, si se procuró que las cosas fueran de otra manera.

A la política hay que pedirle mayor apuesta experimentalista, conciencia de los riesgos del conservadurismo monolingüe, mientras que de la cultura, como lingüistas, sólo podremos decir que se debe definir como comunicación de culturas, en la pluralidad.