Excelencias de la Monarquía y Reino de España.

OBRA: Excelencias de la Monarquía y Reino de España (1625), G.

López Madera

FUENTE: Werner Bahner, La lingüística española del Siglo de Oro,

Madrid, Ciencia Nueva, 1966. Apéndice I.

 

Desde el capitulo nono toma el mismo autor vn assumpto que es

certissimo, y haze grande ostentación para prouar que los Romanos

procuraron estender la legua Latina por todo su Imperio, y de aquí

colige vn argumento que destruye todo su intento: pues si los

Romanos procuraron introduzir su lengua en gran parte de Asia,

África y Europa, y en ninguna parte consiguieron que se hiziesse vul-

gar, porque quiere inferir, que en España y Francia lo fuesse, sin auer

razón de diferencia entre ellas y las demás Prouincias. La equiuoca-

cion de lo qual consiste en lo que deziamos de los actos públicos,

dedicaciones, y lo demás que se hazia por su autoridad, por que en

esto sin duda introduxeron la lengua Latina: pero en todo lo demás,

y en el trato comun todos se quedaron con su lengua que muchos

coseruan hasta oy.

Y en suma es cierto, que en todo el Imperio Romano se de-

prendía, se estimaua, se hablaua el Latín por la gente mas graue,

para tratar con los Magistrados embiados por aquella República, y

para coseguir honores y oficios della: pero todo el pueblo, y el co-

mún siempre se quedaron con sus idiomas.

 

Y para concluir lo que de todo quanto

aprouado se colige, es, que de cada ciudad de España saldría cien

hombres inclinados a letras, y otros tantos o mas, a pretensiones y

oficios de aquella República, o Imperio, y estos deprendían y ha-

blauan Latín, para conseguirlo: pero qué haría todo lo demás del

pueblo? qué se les daría a los oficiales? qué a los labradores? a las

mugeres en sus casas destas, pretensiones? lo que se les da en

Genoua, o en Milán de la lengua Castellana, en que corre oy la misma

causa. Y dentro de España lo que se les da oy al vulgo de Cataluña

o Portugal, respeto de Castilla, que es la Cabeça, y adonde acuden

todos los que tienen pretensiones: y assí procuran saber el Caste-

llano, escriuir en él, y hablarle con la mayor propiedad que pueden. |

 De lo queual se si-

gue, que desta afición que tomaron los nobles, y algunos pueblos

al Latín, se siguió la confusión de la lengua natural con la Latina,

tomando della no el dialecto, Gramática y frasis, sino los vocablos,

que era más fácil, y de que tenían más necessidad, pues era fuerça

tomarlos de las ciencias, nueuas leyes, y costumbres que introdu-

xeron con el Imperio. Y esto es lo que siempre se ha experimen-

tado en nuestra lengua Castellana respeto de la Latina. Y assi

bueluo a dezir, que sucedió en España con Roma, lo que en Roma

con Grecia: y con mucha mayor razón las lenguas Latina y Griega

tenían en su modo mucha semejança, los Romanos agradados de

las ciencias, leyes, gouierno, y trato de los Griegos, como gente

más política en lo antiguo, tomaron dellos mucho desto, y siguióse

de allí lo que yo dixe en mis discursos con Quintiliano, que el len-

guage Latino, o si quesiéremos dezir el vulgar Romano en gran

parte era conuertido del Griego. Y ha se de notar, que no dixo

que en gran parte era Griego, sino conuertido del Griego: y yo

digo, y afirmo lo mismo del Español y Latino, por las mismas Razo-

nes y mucho más propias.                          

 

Las dos corrientes se distinguen así bastante por su propio

origen. La que se extingue en el siglo XI venía de muy antiguo;

arranca del latín vulgar de los primeros siglos medievales y re-

fleja revueltamente ora arcaísmos de esa primitiva vulgaridad,

que venían arrastrados por la tradición, ora neologismos del ro-

mance, todo en lucha con el latín escolástico, única norma li-

teraria de entonces. Por el contrario, la corriente que empieza

a fines del siglo XII, olvidada totalmente del latín vulgar por la

interposición de un siglo entero de latín escolástico depurado,

refleja solamente las últimas formas del romance, las más nuevas,

apoyadas en la coexistencia de dos normas literarias que entonces

ya. se hallaban acatadas: la romance al lado de la latina. La se-

gunda corriente no nos sirve, pues, sino para observar el aparecer

primero de las formas neológicas romances; vacilará, por ejemplo,

entre la forma latina alteru y la romance otro. La corriente vieja

nos sirve, no sólo para darnos el romance de entonces, otro, sino

también para ponernos delante grandes arcaísmos romances,

muy anteriores al siglo X, altro, antro, aotro, como que recogía

tradiciones de los primeros orígenes del habla vulgar. He aquí

el capital interés de esos documentos de los siglos X y XI; ellos

nos abastecen de formas jamás escritas antes en los textos del

período literario por remotos que fuesen; la extraña catadura

de algunas de ellas no había jamás aparecido ante los ojos del

filólogo moderno; hasta su viejísima ortografía era o ignorada o

arcana.

Ya ciertamente se habían publicado las Glosas Silenses, pero

ellas no ofrecen esos mayores arcaísmos que se encuentran en

los diplomas, y quedaban algo incomprensibles en medio

de su aislamiento. Al poderles poner ahora al lado las inéditas

Glosas Emilianenses provistas de más arcaísmo (cuempetet, uam-

ne, lebantai, etc.), dotadas de más amplia y variada fraseología,

y al ponerles también al lado los documentos de esos siglos pre-

literarios, el campo de observación se enriquece sobremanera, no

ya en cantidad, sino en variedad y esencial curiosidad de formas.

La época primitiva del idioma era ya teóricamente conocida

por la filología, mediante la comparación del latía con el romance

moderno, de donde se deducen las formas remotas del romance

naciente. De esta época primitiva, cuyas formas lingüísticas se

conocen casi sólo teórica o deductivamente, había que saltar a

la época literaria, conocida ya en manuscritos auténticos desde

poco antes de 1200. Ahora, la historia documental del idioma

ganará muy curiosos aspectos al ser prolongada tres siglos más

atrás, al llenar con hechos y fenómenos desconocidos una época

que antes había que pasar por alto, entre la época primitiva

y la literaria. Esta época intermedia, de la que antes nada se

decía, nos podrá ahora revelar más de un secreto, más de un epi-

sodio significativo de la evolución primera del romance; intente-

mos, pues, indagar algo de la historia de tan oscuros siglos en re-

lación con esa evolución lingüística; intentémoslo penetrándonos

en lo posible del espíritu de aquella remota vida pasada, inspi-

rándonos en la intención estética de los hablantes de entonces,

según estuviesen dominados por corrientes de cultismo o vulga-

ridad, de arcaísmo o neologismo, de énfasis o de abandono en la

expresión.