EDITORIAL
La
lengua de todos
EL
PAÍS | Opinión - 13-04-1997
EL PRIMER Congreso
Internacional de la Lengua Española ha reunido en Zacatecas (México) a
especialistas en lenguaje, académicos, escritores, cineastas, periodistas,
profesores... Casi un centenar de ponentes estudiosos de la palabra y más de
800 participantes de todo el mundo que habla español. Un hecho histórico que ha
servido para acercar las distintas expresiones de nuestro idioma, estudiar conjuntamente
sus problemas y acabar con las incomprensiones mutuas. Si una característica
general ha mostrado este congreso -subdividido en grupos de trabajo, mesas
redondas, presentación de proyectos y unido en sus sesiones plenarias-, ésa ha
sido el respeto recíproco entre los diferentes sonidos y concepciones del
español. Esta actitud rompe formalmente con una oscura tradición de
imposiciones desde la Península y también con los justos recelos mostrados
desde las comunidades americanas.Por todo ello, este congreso, organizado por
el Gobierno mexicano y el Instituto Cervantes español, ha constituido un éxito
cuyas consecuencias favorables se notarán probablemente durante los próximos
años. La sociedad hispanohablante, cabalmente representada en Zacatecas, ha
expresado el deseo de mantener su idioma común y defenderlo ante la invasión
anglosajona, que llega principalmente por la vía informática.
El éxito de este acontecimiento
viene dado también porque, además, no se ha tratado de una reunión dedicada a
la mera reflexión conjunta. En Zacatecas se han presentado obras y proyectos de
gran alcance, como la creación de un espacio cibernético de encuentro entre
culturas, promovido por el Cervantes; el anuncio de un nuevo doctorado
latinoamericano de Ciencias de la Información; el futuro museo de la palabra
(con sede en El Salvador); o la cercana elaboración de -unas normas de uso
común para que los periódicos de España y Latinoamérica puedan dar respuesta a
las novedades grafemáticas y de vocabulario que deben plantearse día a día y
que hasta ahora resolvían por separado; o un magnífico y enciclopédico
diccionario geográfico universal con todas las toponimias y gentilicios del
español, elaborado por el académico mexicano Guido Gómez de Silva; o la
propuesta para que los libros circulen sin arancel en el ámbito de habla
hispana, sugerida por el ex presidente colombiano Belisario Betancur.
Los aspectos negativos del
congreso parten de lo anecdótico, pero no por ello dejan de ser significativos.
La aventurada propuesta inicial del Nobel Gabriel García Márquez sobre la
supresión de algunas letras del alfabeto ha desatado un debate exterior -en las
sesiones del congreso apenas tuvo repercusión- que ha oscurecido otros aspectos
más relevantes de las se siones. Las grescas internas de los representantes
españoles, ya fuera para desmarcarse de las propuestas de manual periodístico
común, para lanzar al aire reproches por ausencias o presencias institucionales
o para criticar algunos bienintencionados proyectos, han dado una dudosa medida
de la capacidad conciliadora que España debe aportar al espacio común del
castellano: una lengua rica, diversa, hermosa y fuerte.