V.- Abasta
que la lengua latina, como he dicho, des-
terró
de Spaña a la griega, la qual assí mezclada y
algo
corrompida se platicó en España hasta la ve-
nida
de los godos, los quales, aunque no desterra-
ron la
lengua latina, todavía la corrompieron con
la
suya, de manera que ya la lengua latina tenía en
España
dos mezclas, una de la griega, según mi
opinión,
y otra de los godos. El uso desta lengua
assí
corrompida duró por toda España, según yo
pienso,
hasta que el rey don Rodrigo en el año de
setecientos
y diez y nueve, poco más o menos,
desastradamente
la perdió, quando la conquista-
ron
ciertos reyes moros que passaron de África,
con la
venida de los quales se començó a hablar en
España
la lengua aráviga, eceto en Asturias, en
Vizcaya
y Lepuzca, y en algunos lugares fuertes de
Aragón
y Cataluña, las quales provincias los moros
no
pudieron sujuzgar, y assí se salvaron muchas
gentes
de los cristianos, tomando por amparo y de-
fensión
la aspereza de las tierras, adonde, conser-
vando
su religión, su libertad y su lengua, estuvie-
ron
quedos hasta que en Asturias, adonde se reco-
gió
mayor número de gente, alçaron por rey de
Spaña
al Infante don Pelayo, el qual con los suyos
començó
a pelear con los moros, y, ayudándoles
Dios,
ivan ganando tierra con ellos, y assí como los
sucessores
deste rey sucedían en el reino, assí tam-
bién
sucedían en la guerra contra los moros, ga-
nándoles
quando una cibdad y quando otra, y
quando
un reino y quando otro. Esta conquista,
como
creo sabéis, duró hasta el año de mil y qua-
trocientos
y noventa y dos, en el qual año los Reyes
Católicos
de gloriosa memoria, ganando el reino de
Granada,
echaron del todo la tiranía de los moros
de
toda España. En este medio tiempo no pudieron
tanto
conservar los españoles la pureza de su len-
gua53,
que no se mezclasse con ella mucho de la
aráviga,
porque, aunque recobravan los reinos, las
cibdades,
villas y lugares, como todavía quedavan
en
ellas muchos moros por moradores, quedávan-
se con
su lengua; y, aviendo durado en ella hasta
que
pocos años ha el Emperador les mandó se tor-
nassen
cristianos o se saliessen de Spaña, conver-
sando
entre nosotros, annos pegado muchos de sus
vocablos.
Esta breve historia os he contado por-
que,
para satisfazeros a lo que me preguntastes
me
pareció convenía assí. Agora, pues avéis visto
como,
de la lengua que en España se hablava antes
que
conociesse la de los romanos, tiene oy la cas-
tellana
algunos vocablos y algunas maneras de de-
zir,
es menester que entendáis cómo de la lengua
aráviga
ha tomado muchos vocablos; y avéis de
saber
que, aunque para muchas cosas de las que
nombramos
con vocablos arávigos tenemos voca-
blos
latinos, el uso nos ha hecho tener por mejores
los
arávigos que los latinos; y de aquí es que dezi-
mos
antes alhombra que tapete, y tenemos por me-
jor
vocablo alcrevite que piedra sufre, y azeite que
olio, y si mal no m'engaño, hallaréis que
para solas
aquellas
cosas que avernos tomado de los moros no
tenemos
otros vocablos con que nombrarlas que los
arávigos,
que ellos mesmos, con las mesmas cosas,
nos
introduxeron54; y, si queréis ir avisados, halla-
réis
que un al- que los moros tienen por artículo,
el
qual ellos ponen al principio de los más nombres
que
tienen, nosotros lo tenemos mezclado en algu-
nos
vocablos latinos, el qual es causa que no los
conozcamos
por nuestros. Pero, con todos estos
embaraços
y con todas estas mezclas, todavía la
lengua
latina es el principal fundamento de la cas-
tellana,
de tal manera que, si a vuestra pregunta
yo
uviera respondido que el origen de la lengua
castellana
es la latina, me pudiera aver escusado
todo
lo demás que he dicho; pero mirad que he
querido
ser liberal en esta parte, porque me consin-
táis
ser escasso en las demás.
M.- Maravillóme mucho que os parezca cosa tan estra-
ña el hablar en la lengua que os es natural. Dezid-
me, ¿si las cartas de que os queremos demandar
cuenta fueran latinas, tuviérades por cosa fuera de
propósito que os demandáramos cuenta dellas?
V.- No, que no la tuviera por tal.
M.- ¿Por qué?
V.- Porque he aprendido la lengua latina por arte y li-
bros, y la castellana por uso, de manera que de la
latina podría dar cuenta por el arte y por los libros
en que la aprendí, y de la castellana no, sino por el
uso común de hablar; por donde tengo razón de
juzgar por cosa fuera de propósito que me queráis
demandar cuenta de lo que sta fuera de toda cuenta.
M.- ¿Tenéis alguna regla cierta para esto de los acen-
tos?
V.- Ninguna tengo que salga siempre verdadera; es |
bien verdad que por la mayor parte los verbos
que |
tienen el acento en la última son terceras
personas o |
de pretérito, como amó, o de futuro,
como enseñará.
M.- ¿Avéis notado alguna otra regla que pertenezca
al acento?
V.- Ninguna, porque ya sabéis que las lenguas
vul-
gares de ninguna manera se pueden reduzir a re-
glas de tal suerte que por ellas se puedan apren-
der; y siendo la castellana mezclada de tantas
otras, podéis pensar si puede ninguno ser
bastante.
M.- Que nos digáis lo que observáis y guardáis acerca
del escrivir y hablar en vuestro romance
castellano
quanto al estilo309.
V.- Para deziros la verdad, muy pocas cosas observo,
porque el estilo que tengo me es natural, y
sin afe-
tación ninguna escrivo como hablo; solamente
tengo
cuidado de usar de vocablos que sinifiquen
bien lo
que quiero dezir, y dígolo quanto más
llanamente
me es possible, porque a mi parecer en ninguna
lengua sta bien el afetación; quanto al hazer
dife-
rencia en el alçar o abaxar el estilo según lo
que
scrivo o a quién escrivo, guardo lo mesmo que
guardáis vosotros en el latín.
M.- Si acerca desto uviéssedes de aconsejar a alguno,
¿qué le diríades?
V.- Diríale primeramente que guardasse lo que al prin-
cipio dixe de los artículos, porque esto pertenece
assi para el hablar bien como para el
escrivir. Avi-
saríale más que no curasse de un que
superfluo que
muchos ponen tan continuamente, que me
obligaría
quitar de algunas escrituras, de una hoja,
media
dozena de quees superfluos.