BRU DE SALA, Xavier: Cervantes contra Cataluña, La Vanguardia, 16-noviembre-2002

Cervantes contra Cataluña

LA VANGUARDIA - 04.23 horas - 16/11/2002



GALLARDO

 

 

 

XAVIER BRU DE SALA

A unos les indigna la cuestión de los papeles de Salamanca. A uno no tanto, porque hay fallo por parte catalana: su devolución, de haberse reivindicado en tiempo, a mediados de los setenta, o incluso con veinte años de retraso, a mediados de los noventa, pero de forma prioritaria, hubiera acabado con los archivos devueltos en menos de una semana. A unos les sulfura el tamaño y la mensualidad con que la Madre Patria evacua su Hemorragia a la Bandera. A uno no tanto, porque sólo ha necesitado tres decenios para vislumbrar un poco de qué va eso que domina España: cuanto más nos excluye, más consigue incluirnos; y viceversa, cuánto más nos incluye, más nos rechaza.

Llevo, por la misma parte, algunos años exponiendo en solitario mi pública disconformidad porque el premio Cervantes discrimina a los escritores catalanes (a los que escriben en castellano, claro, porque los demás no entran). Nadie me ha acompañado, tampoco contradicho. Y eso que lo primero es más fácil que lo segundo, ya que, además del Cervantes, el premio Príncipe de Asturias de las Letras, en principio indiferente a la lengua con la que se expresen sus galardonados, contribuye a concluir que la discriminación es ambiental y no casual: jamás ha premiado a un catalán, escriba en la lengua que escriba. Algunos de nuestros compatricios, como Martín de Riquer o Miquel Batllori, han obtenido el Asturias de Humanidades. Como los Nacionales confirman en bastantes casos -los últimos, el orfebre de la lengua Miquel Desclot y el solvente traductor del Corán Mikel de Epalza- a los catalanes corresponde la pedrea. El gordo del honor, nunca. Tanto da que engrandezcan España en español como que la enriquezcan en catalán. Están excluidos, que es la manera de incluirlos, y a callar.

O a protestar, que es lo nuestro. Pero antes a constatar, no fuéramos a despistarnos y abrir el menor resquicio a la fósil solidez del agravio. El premio Cervantes, cuya finalidad es señalar a los mejores escritores del mundo en lengua castellana, ha sido concedido, en veintiséis ocasiones, a veinticinco escritores y dos escritoras. A fin de que ni al más inocente le pase por alto su intención política, la norma no escrita, pero casi siempre respetada, dicta un reparto equitativo entre españoles e hispanoamericanos, además de tener muy en cuenta, entre los segundos, su actitud cívica, a menudo de prudente aunque no siempre abismal distancia ante las dictaduras. Francisco Umbral ganó el penúltimo, que correspondía a España, después de un forcejeo entre los del grupo de Pedro J. Ramírez y los de Polanco, que resultaron perdedores porque no manda el PSOE. El pasado 23 de abril se le entregó al colombiano Álvaro Mutis. Así que el próximo corresponde a un español. Elevo la protesta con antelación suficiente, ya que suele anunciarse su concesión en las próximas semanas.

¿Creen ustedes que habrá un catalán entre el vigésimo octavo y el trigésimo galardonado? Aunque así fuera, sería poco, muy poco. De no ser así, llegaríamos a tal punto que lo que más me sulfuraría como nacionalista catalán sería que mis conciudadanos que escriben en castellano estén excluidos del Cervantes por el hecho de ser catalanes. Tampoco comparto la reiterada negativa de la Generalitat a no concederles ningún tipo de reconocimiento público -ni siquiera la Creu de Sant Jordi a Eduardo Mendoza o Vázquez Montalbán, que han escrito teatro en catalán-. No deja de ser una estupidez, pero es comprensible que el sentimiento de lengua perseguida prive sobre la inteligencia integradora. En el caso del Cervantes, o del Príncipe de Asturias de las Letras, la estupidez consiste en dar pábulo a artículos como éste que usted está leyendo, y que no será el último. ¿O no se trata de estupidez, sino de un nítido mensaje avasallador? Tal vez, en cuanto Aznar desembarque en ella, la FAES nos sacará de dudas sobre el puesto de los catalanes en el tablero de honor de España.

La aportación catalana a la literatura española es determinante. No estará de más refrescar la memoria recordando algunos nombres. Además de los dos mencionados, y si me lo perdonan incluso por encima de ellos, Ana María Matute, Juan Goytisolo y Juan Marsé. No alargo la lista por no restar contundencia a esos cinco nombres, indiscutibles, y porque otros entre mis preferidos, como Vila- Matas, pueden esperar. Ya que no el Cervantes, es asimismo una indignidad que ni Juan Perucho ni Baltasar Porcel -por no hablar de otros, más jóvenes que el segundo, ni mentar a nadie que no haya defendido España con incansable energía- hayan sido excluidos del Príncipe de Asturias de las Letras.

Tengan por seguro que si fuéramos independientes, tendríamos como mínimo tres o cuatro Cervantes. Por dos motivos, uno porque el desprecio actual viraría al respeto y agasajo, tras un breve periodo de "impasse"; y dos, a fin de que el cultivo del español no decayera entre los escritores catalanes. También tendríamos algún Asturias de las Letras. Y encima nos libraríamos de la pedrea de los Nacionales de Madrid, aunque me temo que no de los nuestros.