OBRA: Cancionero (1496),
Juan del Encina
FUENTE: A. Porqueras, La
teoría poética en el Renacimiento y
Manierismo españoles,
Barcelona, Puvill, 1986.
de poesía castellana compuesta por Juan del
Encina.
...Así que mirando todas estas cosas
acordé de hacer un arte de poesía castellana por
donde se pueda mejor sentir lo bien o mal trovado, y para enseñar a
trovar en nuestra len-
gua, si enseñar se puede porque es muy gentil ejercicio en el tiempo de
ociosidad, y con-
fiando en la virtud de vuestra real majestad atrevíme a dedicar esta
obra a su ecelente
ingenio (donde ya florecen los ramos de la
sabiduría) para si fuere servido estando deso-
cupado de sus arduos negocios ejercitarse en cosas poéticas y trovadas
en nuestro caste-
llano estilo, porque lo que ya su vivo juicio por natural razón conoce
lo pueda ver puesto
en arte según lo que mi flaco saber alcanza, no porque crea que los
poetas y trovadores
se hayan de regir por ellas (siendo yo el menor dellos) mas por no ser
ingrato a esta facul-
tad si algún nombre me ha dado o si merezco
tener siquiera el más bajo lugar entre los
poetas de nuestra nación. Y así mesmo porque según dice el dotísimo
maestro Antonio
de Lebrija (aquel que desterró de nuestra España los barbarismos que en
la lengua latina
se habían criado) una de las causas que le movieron a hacer arte de
romance fue que creía
nuestra lengua estar agora más empinada y polida que jamás estuvo. De
donde más se
podía temer el descendimiento que la subida. Y así yo por esta mesma
razón creyendo
nunca haber estado tan puesta en la cumbre nuestra poesía y manera de
trovar parecióme
ser cosa muy provechosa ponerla en arte y encerrarla debajo de ciertas
leyes y reglas. Por-
que ninguna antigüedad de tiempos le pueda traer olvido. Y digo estar
agora puesta en
la cumbre; a lo menos cuanto a las observaciones. Que no dudo nuestros
antecesores
haber escrito cosas más dinas de memoria, porque allende de tener más
vivos ingenios,
llegaron primero y aposentáronse en las mejores razones e sentencias. Y
si algo de bueno
nosotros decimos, dellos lo tomamos, que cuando más procuramos huir de
lo que ellos
dijeron entonces irnos a caer en ello, por lo cual será forzado cerrar
la boca o hablar por
boca de otro, que según dice un común proverbio: "No hay cosa que
no esté dicha," y
bien creo haber otros que primero que yo tomasen este trabajo y más
copiosamente. Mas
es cierto que a mi noticia no ha llegado, salvo aquello que el notable
maestro de Lebrija
en su arte de romance acerca desta facultad
muy perfetamente puso. Mas yo no entiendo
entrar en tan estrecha cuenta; lo uno por la falta de mi saber, y lo
otro porque no quiero
tocar más de lo que a nuestra lengua satisface y algo de lo que toca a
la dinidad de la poesía
que no en poca estima y veneración era tenida entre los antiguos. Pues
el esordio y inven-
ción della fue referido a sus dioses, así como Apolo, Mercurio y Baco y
a las musas, según
parece por las invocaciones de los antiguos poetas de donde nosotros las
tomamos, no por-
que creamos como ellos (ni los tengamos por
dioses invocándolos, que sería grandísimo
error y herejía) mas por seguir su gala y orden poética que es haber de
proponer, invocar
y narrar o contar en las ficiones graves y arduas, de tal manera que
siendo fíción la obra,
es mucha razón que no menos sea fingida y no verdadera la invocación
della. Mas cuando