El Diario de Nantes

Javier Malonda Ricart

Septiembre 2001 - Febrero 2002

 

Anexos: Manual de supervivencia del estudiante Erasmus

Prólogo

El Diario de Nantes es la recopilación del día a día de un españolito en Francia mientras perpetra su proyecto de fin de carrera. El lector se embarca en un vertiginoso viaje al extranjero con guiños culturales (joder, cómo m'espreso) a través de los ojos de un sufrido estudiante de Industriales a punto de acabar la carrera, como lleva los últimos tres años. En estas páginas podrás descubrir cómo viven los gabachos, cómo es la France, ese país tan vecino como desconocido, y conocer cómo se vive lejos del calor y de la comodidad del hogar. Sirva también de guía a todos aquellos que estén deseando marcharse de Erasmus, a aquellos que no lo tengan claro del todo y a aquellos que, teniéndolo decidida, van a ir a Nantes como fui yo. Estos últimos encontrarán en este tocho un manual de primera mano sobre lo que les va a caer encima en cuanto pongan un pie allí, pudiendo evitar repetir mis errores e ir sobre aviso. Documento de incalculable valor para ellos.

El Diario de Nantes empieza a confeccionarse con los primeros mails que mando a los amigotes para tenerlos al día de mis correrías. Como pronto veo que los correos son bastante largos y jugosos, se me ocurre empezar a recopilarlos, e incluso la idea de hacer una especie de pequeño diario para poder descojonarme de aquí 10 ó 20 años de mis aventuras gabachas. En seguida me di cuenta de que si quería hacer algo decente iba a tener que poner algo de mi parte, y de hecho las últimas semanas acabé prácticamente esclavo de este cuaderno de bitácora, sacrificando incluso necesarias horas de sueño para poder relatar los acontecimientos que se precipitaban vertiginosamente en mi lamentable existencia.

Este recopilatorio de vivencias está escrito en clave de humor, y el lector así debe entenderlo. Muchas de las situaciones están dramatizadas o ligeramente exageradas para provocar la risa hasta el vómito, pero todo lo que se dice es cierto, todo lo que hay ha sucedido y todo lo que sucedió está recogido, vaya eso por delante. Si consigo que alguien, a lo largo de este manojo de folios, se ría por lo menos una vez, ya habrá valido la pena la paliza.

Para ponernos en situación, el 18 de Septiembre de 2001 pongo pies en la residencia universitaria del ICAM de Nantes. ICAM quiere decir Institut Catholique des arts et metiers (Intituto Católico de Artes y Oficios), y es una escuela de Ingeniería privada y de cierta reputación en Gabachilandia. Lo de la C de Catholique no lo descubrí hasta después de haberme embarcado, y estuve un par de semanas con la mosca detrás de la oreja temiendo haberme metido en un convento con pupitres. Yo quería ir a Toulouse, por eso de que pilla cerca, pero me enteré justo en el momento de la subasta de que no había becas de proyecto allí, sólo de curso. El ICAM tiene escuela en Toulouse, Lille y Nantes, y sólo podía elegir ya entre esas dos últimas. Le dije al que repartía las becas que se esperara un momento, y fue corriendo a preguntarle a un amigo-atlas dónde quedaba cada cosa. Lille estaba situado cerca del resto de Europa, buena base de lanzamiento para posibles escapadas, pero tenía pinta de hacer tanto frío que al final me decidí por Nantes. Y la verdad es que me alegro. En Toulouse no hubiera hablado más que español. Y en Lille.. quién sabe...

El diario arranca casi una semana después de llegar. Antes de esa primera entrada sólo hubo un primer mail en el que decía que había llegado vivo, que la gente parecía simpática y que llevaba un ritmo de vida que me iba a matar, pero poco más. Arranca pues el Diario el 26 de Septiembre de 2001, conmigo sentado a las teclas de mi modesto portátil. Vamos a ver qué hacen los franceses y a ver si nos reímos un poco.

26 Septiembre 2001

Estoy cómodamente sentado en mi habitación con mi adorado teclado qwerty (coño, ¡ahora me equivoco con este!). Todavía no tengo red porque no encuentro una puta tarjeta PCMCIA. Qué mala idea tuve al no traérmela de España. He ido al Carrefour y a otro sitio un poco más especializado que hay por aquí pero nada, todo lo que tienen es una tarjeta rara por puerto USB que no me gusta nada. Tendré que esperar a ir a Nantes y buscarla por allí. De todas maneras ahora hablaré con un chaval que me han dicho que tiene un portátil y que lleva un par de años por aquí, seguro que él sabe algo. Tengo ganas de tener la red, aunque la verdad es que estoy toda la mañana enchufado en el laboratorio.

Las duchas aquí despejan de la hostia. No porque sean reconstituyentes o el agua sea de Vichy, no, sino porque cuando sales y en el baño hay cinco grados, se te quitan hasta las ganas de respirar. De todas maneras ya me voy acostumbrando al fresquito y ya voy por ahí con muy poca ropa. Ahora mismo estoy en el frigo (mi chambre) en mangas de camisa. Hoy por fin ha llovido, que esto no era normal. Yo ya me estaba asustando. Día gris y algunas gotillas, pero tampoco frío descomunal. Ya llegará, me dicen.

El laboratorio es acojonante: te hacen estar allí ocho horas diarias haciendo nada. Es como si estuvieras castigado por haber roto algo. Yo hago trinomio con dos chavales franceses más. El proyecto, por si no lo he explicado antes, y hasta donde he podido entender, es una especie de cinta transportadora para llevar perfiles de diferentes materiales y diferentes formas hasta una máquina de Control Numérico. El problema principal es que los chiquillos lo quieren modulable (es una empresa la que encarga el proyecto a la escuela) y en trozos de dos metros, para hacerse luego el kit. Además los señoritos desean que haya algún cacharro que mida la posición del perfil en todo momento y que además vaya hacia adelante y hacia atrás. Vamos, un prodigio de la técnica. El Martes que viene tenemos una reunión con el cliente para enseñarle todas las paridas que se nos han ocurrido, que son bastantes porque nos aburrimos de la hostia. Él dirá lo que más le pone y nos tocará hacérselo. De momento nos aburrimos tanto que hasta estamos calculando correas y motores para ir matando las horas. Como podréis imaginar, yo no tengo ni puta idea de correas ni de motores. Ellos parece que tampoco, pero por lo menos tienen la moral, y me temo que las ganas, de ir cogiendo libros e ir tirando para alante.

En el laboratorio somos siete. Hay tres proyectos en marcha, el mío y dos más. Se ve que eran tres parejas en un principio, pero entonces llegué yo y a dos pobres de los seis les ha tocado la china. Teníais que ver la conversación entre el coordinador Erasmus (un fulano de tres al cuarto) y el Director para ver dónde me metían, ya que aquí no hay intensificación de organización industrial. Los pobres ponían unas caras... Imaginad si está la cosa mala que lo más parecido a la organización industrial es el laboratorio de fabricación, no digo más. Es una habitación bastante espaciosa, y allí estamos los siete. Mola porque hay bastantes ventanas y es planta baja, con lo cual ves pasar a todo dios camino de clase, y saludas y te descojonas de los caretos de resaca que trae la gente de buena mañana. También te ríes de los que llegan tarde, porque aquí el que va por la calle a las 8:15 es seguro que llega tarde a algún sitio. Los chavales que me han tocado de pareja son bastante majos, y el ambiente en el laboratorio es bastante bueno. La musiqueta no falta a ninguna hora y en poco tiempo me he erigido como DJ indiscutible.

Este es un tema apasionante, el de los horarios. Todo el mundo curra de 8 de la mañana a 5:30 de la tarde, con parada a las 12 y reentré a la 1:30. Hay unas 400 ó 500 personas en la Escuela y todo el mundo, absolutamente todo el mundo, lleva el mismo horario, con lo cual es impresionante ver las mareas humanas que se forman a las horas clave de entrada y salida. Parecemos borregos yendo al matadero. Afortunadamente yo soy de los que menos tiene que caminar ya que hay apenas unos 50 metros desde la puerta de la resi hasta la entrada del laboratorio.

Otro tema especialmente peculiar, y al que no me acabo de acostumbrar, es el de los saludos. Tienes que saludar a todo el mundo. No importa si los conoces o no, el "salut!" no te lo quita nadie. Yo sólo digo salut, pero ellos tienen un repertorio acojonante y a veces enlazan varios saludos que suenan como un mal de ojo y que te ponen los pelos de picos pardos. Debe de ser por eso que todavía no he cagado duro. Cuando te presentan a los tíos les das la mano, pero cuando te presentan a las tías te quedas con cara de tonto y saludando en la lontananza. Eso sí, por lo visto luego está permitido resarcise: cuando uno se encuentra a una tía se conoce que está autorizado a darle cuantos besos guste e incluso un breve magreo. Yo me limito a un salut! porque la verdad que sólo he visto a un par y estaban para los leones, con lo cual mejor mantener las distancias no vayan a tomarse demasiada confianza. Lo acojonante del tema de los saludos es que, todas las mañanas, hay que darle la mano a todo el mundo. Sales de la residencia y vas caminando intentando hacerte el loco. Pues la gente se para, viene y te da la mano. Llegas al laboratorio y tienes que dar la mano a todo el mundo, uno a uno. Entra alguien y va de uno en uno dando la mano (serré la má, que dicen aquí). Es la hostia de bizarro. A mí se me antoja hasta casi violento. Incluso están comiendo una puta hamburguesa, con las manos pringosas de mostaza, y tienes que ir a darles la mano y a limpiártela luego. Interrogando a los franchutes sobre lo que debo hacer si soy yo el que tiene la mano pringosa, me dicen que "como no es la tuya la que se va a manchar..." (se pa la tienn, dicen concretamente).

El ritual de la mano me tiene apasionado. Entras en el bar a ver si hay alguien en concreto y tienes que empezar a recorrer mesas dando la mano. Hay veces que me hago el loco, especialmente cuando tengo prisa o arrastro resaca, e imagino que deben pensar que soy un hijo de puta sin modales o algo peor. De todas maneras, tengo una gran vida social. Se puede decir que soy un aprieta-manos de primera. Una última cosa acojonante sobre el tema de los saludos es que sólo les puedes saludar una vez en todo el día. Esta tarde me he encontrado a un chaval y sólo le he dicho salut, y el payo me ha dicho que ya, que ya nos habíamos visto esta mañana. Pues nada tío, a otra cosa. Afortunadamente, parece que el ritual no afecta a las personas de mi planta (15), con lo cual ahorramos saluditos y demás lamidas de culo cuando nos encontramos para el desayuno a las 7:30 de la mañana, que pocas ganas hay.

La cocina no está mal. Yo no suelo coincidir demasiado con la gente, con lo cual no sufro las horas punta. Lo bueno es que no tuve que comprar vajilla ni sartenes ni nada, había ya de todo. Lo malo es que a veces la vajilla se va de paseo unos días sin decir nada, y te toca fregar el mismo plato varias veces durante la cena. Precisamente hoy han vuelto unos platos que se habían ido de vacaciones unos días con unos cubiertos, especialmente con un cuchillo al que yo le había cogido particular cariño. El reencuentro, con lágrimas en los ojos, ha sido de lo más emotivo. Les he preguntado a mis compañeros cada cuánto se va de viaje la vajilla y no han sabido aclararme nada, con lo cual he supuesto que es algo normal. Seguiré informando. La que se ha ido y no ha vuelto, ni siquiera me escribe, es una taza que compré el primer día. Imagino que se perdería, porque esto es bastante grande y los pasillos laberínticos. Ahora he comprado otra y duerme conmigo en la habitación. Aquí mismito la tengo ahora.

Están jugando ahora el Nantes y el Galatasaray la liga de campeones. El Nantes lleva dos puntos en ocho partidos y la gente está que trina, pero bueno, mientras vaya tirando en la champions. Ahora bajaré a verlo y a ver si echo una partidita al billar. Hay un billar en la entrada y siempre hay gente jugando, a la hora que quieras. Hay una pandilla de nanetes que pasan la vida ahí, como aquí no tienen futbolines, pues claro. No veas cómo juegan los cabrones. Hasta yo he cogido un nivel increíble en un par de días y ya hago eso de darle una bola y que la otra meta otra. Aquí lo llaman le petí TGV. Por lo visto es petí si son dos bolas, y TGV a secas si son tres. El otro día hice un TGV de esos de tres bolas que se quedaron flipando. Dos cagadas inmediatemente después me devolvieron a mi puesto en el ranking billarero de la residencia, pero viví mi momento de gloria. En fin, es bastante entretenido y da bastante juego. Tienen también un billar español: billar francés, lo llaman aquí los muy flipaos, aunque no juegan mucho. Supongo que porque el americano triunfa más y porque el tapete del otro está hecho un campo de patatas.

Hay también un piano. Está bien afinado y no suena muy mal, pero tiene alguna tecla medio jodida. De todas maneras, con mi nivel, no se nota mucho. A pesar de todo, aquí el más tonto hace helicópteros: tocas el piano y luego viene otro con las partituras y todo y te toca una de Vivaldi; tocas la guitarreta y viene otro payo con la eléctrica y te deja a la altura del betún, y haces un TGV en el billar y viene el mismo pollo del piano y te mete todas las bolas, una detrás de otra, mientras a ti se te queda la cara de tonto; primero por la pieza de Vivaldi y luego por el puto billar. En fin, uno se desquita cuando los oye intentar hablar español. Todos dicen que hablan an petí pé, pero los pobres no pasan del buenos días y del "guarra, quítate la ropa y ponte a cuatro patas" que les he enseñado yo en alguna de las sesiones de intercambio cultural nocturno que ha habido esta primera semana. Su nivel de inglés es también patético en general, y quitando un par que he visto, no son capaces de pasarme alguna palabara complicada del francés al inglés.

Es bastante curioso: en mi planta (15 personas) hay uno que es igual al Javi de Industriales, y otro que es idéntico al Chano y que se hace unas cocinitas de cuidado, además muy simpático el chaval. Para los se hayan perdido los inicios de El Diario de Nantes, diré que hay cuatro chicas, creo, en mi planta. Hay una que no está mal. Las otras tres hacen lo que pueden, que a juzgar por la escasez que existe aquí, no debe de ser poco. Respecto al tema de la locura y el desenfreno sexual que corre en las historias Erasmus, el mío debe de ser otro tipo diferente de beca. Como no me busque nichos de mercado en Veterinaria, la cosa pinta muy mal. Nos limitaremos a aprender el francés de toda la vida.

Hay un par de tíos en mi piso con los que no me hablo demasiado: uno es un poco rarito y va todo el día con cara de estreñido. No sé si le habré hecho algo, pero parece que es así con todo el mundo. El otro es l'esqual (no sé si se escribirá así). Es un tío tocho y bien parecido y que, como me ponga tonto, me da dos galletas y me pone en casa. En mi vorágine inicial de intentar asimilar nombres foráneos a capazos, pensé que l'escual era algo así como Pascual pero en gabacho (hay uno al que llaman Paco). De piedrecita me quedé cuando me dicen tutasuí (acto seguido) que es l'escual, el escualo. El tiburón, vamos. Como cuento. Por aquí hay alguno al que le falta un verano.

Sobre los españoles, decir que hay tres aparte del menda y que son todo chicas. No hace falta decir que les hacen la cena, les pagan las cervezas y les suben la compra a la habitación. Es increíble, aunque comprensible, claro, con lo justitos que van los pobres de recursos. Hay una chica de Madrid, otra de Cáceres y otra de Alicante. La de Madrid ya estuvo aquí el año pasado y se encuentra aquí en el mismo régimen que yo, penitenciario de condicional inversa: va a dormir a casa pero tiene que pasar el día en la cárcel. Las otras dos chicas estudian veterinaria, que por lo visto no está muy lejos de aquí. Hemos hecho buenas migas rápidamente, lo cual me conviene especialmente, no sólo porque puedo hablar español de vez en cuando, sino porque me abren al mercado de las alumnas de veterinaria, que son también diez a uno pero esta vez al revés.

Hay aquí también otras tres chicas de veterinaria: dos son portuguesas y están bastante bien, y la otra es finlandesa y está para los leones la pobre, aparte de que es más rara que un perro verde. A las portuguesas se ve que les he caído bien. Se conoce que se alegran de que les hable alguien que no está borracho y les intenta quitar los pantalones, por lo menos descaradamente. De hecho me habían invitado a una suaré (una fiestecilla) de veterinaria esta tarde, y que yo sepa no han invitado a ningún otro pardillo. Habíamos quedado a las 7 pero me han dado plantón, aunque ha venido una de las chicas españolas y me ha dicho que es que habían salido muy tarde y que tal y que cual, pero que tampoco sabía por donde estaban. Yo, la verdad, después de 8 horas de hacer el mico en el laboratorio y después de haber dormido sólo 3 horas la noche anterior, lo he agradecido. El ritmo está siendo frenético estos primeros días. He subido y he cenado (iba sin nada en el estómago desde la frugal comida del mediodía). He cenado mano a mano con el Squal, quien ha tenido la delicadeza de perdonarme la vida. Ha sido una cenita la mar de tensa.

Bueno, ya vale por hoy que ya llevo un buen rato y tampoco es cuestión de desvelar todos los misterios de la residencia de una tacada. Otro día más.

28 Septiembre 2001

Hoy ha sido el día de los deportes. Bueno, me explico. Todos los Jueves aquí es el día de los deportes. En la práctica eso supone que los pulé (los pollitos, los borregos) salen a las 12pm, comen y van a hacer deporte. Yo se supone que salgo a las 4:30 en vez de 5:30 por ser un día especial (el día de los deportes, todos los Jueves), pero no sé muy bien por qué hoy hemos salido a comer y ya no hemos vuelto. No me ha quedado muy clara la razón, pero parece que tiene que ver con lo que están haciendo en el techo del laboratorio, aunque quizá sea también porque cortaban la luz a mediodía. Sobre el techo, parece ser que lo limpian con agua. Se conoce que aquí no llueve suficiente y que le tienen que dar una segunda mano de agua al techo, pero el caso es que el tejado del laboratorio no está muy allá y ha llegado al punto de que algunas placas del techo han tragado tanta agua que se han venido abajo. Desconozco si esto tiene algo que ver con el hecho de que hayamos salido antes, es que estos gabachos no se explican nada, pero el caso es que hemos salido a comer a las 12 y las 2 estaba yo envuelto en pleno torneo de fútbol.

Aquí hay un campo de fútbol reglamentario, pero por lo visto no llueve bastante y está hecho un campo de patatas. El caso es que lo dividen en dos y hacen torneos de equipos de ocho contra ocho. Como había mil personas para jugar (recuerdo que aquí no hay más que tíos), los partidos duraban cinco minutos de reloj. Como es lógico, la mitad de los partidos han acabado o en empate o en victoria o derrota por uno a cero, pero me ha venido bien para aprender algo de vocabulario futbolístico. La bola es le baló, frapé-le es algo así como dale de hostias a ese, y potó, aunque parezca alguna guarrada, es poste. El balón no es la bul sino le baló, lo cual parece tener sentido; y la portería es le bút (pronúnciese con esa U que sólo los franceses son capaces de hacer). El portero es le gardián, y me ha tocado hacer de él en uno de los 6 ó 7 partidos que hemos jugado. El caso es que el nivel es tan bajo que sólo hemos metido dos goles, uno de ellos mío (Raúl me llaman), y a pesar de eso hemos quedado terceros de nueve o diez equipos. Al lado hay otro campo, pero deben de cultivar ortigas o algo parecido a juzgar por los sarpullidos que me han salido de rebozarme en él. Tomo nota para el Jueves que viene si es que salimos también a jugar a fútbol. Han montado otro tenderete para jugar al voley, y allí se podía ver a las tres tías potables de la residencia ejercer su poder mediático. Yo lo he visto sólo al pasar corriendo camino de la ducha, donde el agua caliente ha aliviado el fervor que han producido las ortigas y demás plantas de mal agüero.

Lo mejor ha sido después de la competición. Parece ser que el equipo de profesores, que se defiende bien, tienen que pagar luego los aperos (aperitivos) a los otros departamentos implicados en el caso de que queden peor clasificados. Yo jugaba con Productique (Fabricación) y estaban también Materiaux (Materiales), y por lo visto hemos quedado todos mejor que los profesores, porque vengo de mamarme siete (7) tercios de cerveza y no he pagado ninguno. Aparte de las idas y venidas al cuarto de baño, me he dedicado a la vida social cuanto he podido, con lo cual tendré unas cuantas manos más que apretar mañana (esto está alcanzando niveles insostenibles). Ahora voy a ver si ceno (19:30) y a ver si relleno los papeles de la ayuda para el alojamiento del gobierno francés, que a este paso me van a tirar de la resi. Luego iré a ver qué hacen las españolas. Espero que no haya movida en Veterinaria porque no estoy precisamente para excesos. Ya veremos. Sobre Francia, si me preguntaran a día de hoy diría que es un país en el que puedes decir oh la lá sin parecer maricón, aunque algunos gabachos sigan sin conseguirlo. Veremos si mejoran.

Hoy me he tenido una nueva historia de cocina: cuando he acabado el partido me he subido y me he hecho unas crepes para matar el gusanillo y a modo de merienda. El caso es que algún cabrón no había fregado bien la sartén y las crepes sabían a spaghetti bolognesa. Estoy pensando seriamente en comprarme el kit de cocina personal. Ya veremos si se me pasa el cabreo.

30 Septiembre 2001

Hoy es Domingo, día de los difuntos en la residencia, la MI (l'emi, le dicen, Maison des ICAM). Los Domingos se caracterizan especialmente porque no hay rastro de vida humana en todo el edificio, pero sin embargo las putas lavadoras funcionan a toda máquina durante todo el día. Es algo acojonante. No verás ni te cruzarás con nadie, pero parece ser que hay espíritus que lavan montañas y montañas de ropa. Yo había esperado a hoy para hacer la colada y me parece que lo voy a tener crudo. De todas maneras, el día es largo y las cosas imprevisibles aquí, así que esperaremos un poco y aprovecharemos para jugar al billar.

A los gabachos les encanta reducirlo todo a siglas. Como no hablan lo bastante rápido ni se comen bastantes letras, se conoce que necesitan reducir aún más las frases, y para ello utilizan complejas compresiones en versión acrónimo que facilitan la labor del esforzado estudiante de francés. Como he dicho ya, la residencia es MI (Maison des ICAM, la casa de los del ICAM -nombre de la escuela-); las prácticas son las TP (travaill practic, trabajos prácticos); los dos primeros años de estudio aquí son SUP y SP, que mucho me temo son dos contracciones más, y así todo. Seguro que hay un acrónimo para "Me estoy cagando". A ver si me entero.

Este fin de semana ha sido un poco bizarro. Como todos los que conozcan a un servidor saben, el café no me suele sentar demasiado bien. Sin embargo hay veces en que sus efectos no son nocivos y ello hace que pruebe suerte con, quizá demasiada, frecuencia. El caso es que en el laboratorio hay una cafetera americana que hace café que hasta tiene buena pinta. Pues el muy gilipollas del menda, para probarlo, va y el Viernes se hace dos tazas. Resultado: el Viernes noche no se sale porque hay que pasárselo aferrado a la taza. Hoy Domingo todavía tengo el estómago revenío. Conclusión: fácil, no más café.

Este fin de semana las portuguesas y una de las españolas se han ido con la troupe de veto (Veterinaria) a un rally papié o algo así que llaman aquí, que por lo visto es una especie de excursión-concurso en el que gana el que llega más pronto a un sitio pero sin correr demasiado. Las portuguesas me preguntaron si quería ir pero les dije que no tenía taza en el coche. A pesar de mi irreparable pérdida, las tías se han ido igualmente. Espero se les pinche una rueda o les vuelque la vuatiug (el carro en castizo).

El viernes noche llamé a Rocío a Angers. Aquí lo llaman Angé, y es curioso porque normalmente no se suelen comer más de una letra al final de una palabra. Se ve que ese día tenían hambre. Y con lo que queda de la palabra no veas lo que hacen, le meten un acento que la hace difícilmente reconocible y que provoca caras de estupefacción cuando intentas su reproducción. La residencia de Rocío debe de ser algo así como el Empire State de Angers o un piso en primera línea de playa en Benidorm, porque está en la chambre 1009 y tiene toda la pinta de ser un décimo piso. Llamar por teléfono allí, para un españolito en vías de desarrollo gabacho, es toda una odisea: la llamada llega a la recepción del garito, allí responde un pollo que la pasa a la recepción del piso correspondiente y allí, una señora cuyo trote puedes oír alejándose por el pasillo, va hasta la puerta en cuestión, la aporrea, vuelve y te dice que no hay nadie. Va a ser complicado hablar con Rocío. De cualquier modo, a juzgar por el volumen y la cadencia de los pasos de la señora que aporrea la puerta, sin duda le hace falta buen ejercicio. Seguiré intentando y seguro que todos salimos ganando.

El Sábado por la mañana me despertó una de las dos españolas que quedaba y me preguntó si quería ir a Nantes. Como quiera que el día era espléndido y yo no tenía rien que hacer, allá que fuimos. Aparcar en Nantes en Sábado por la mañana es misión imposible, incluso si no te importa dejarte los francos en la ORA (zona azul), que no es precisamente barata y que también funciona los Sábados. Por cierto, parece ser que los gabachos no son tan listos como parece y curran los Sábados por la mañana. Después de una hora buscando sitio gratis para aparcar, optamos por pagar y aprovechar la mañana. Fuimos a la FNAC y allí me hice con una tarjeta SIM para el móvil. Mi número: 06 17 55 78 80. Sí, creo que hay que marcarlos todos. Lo siento, no es culpa mía. También miré lo de la tarjeta PCMCIA de red para el portátil. Había varias, pero deben de estar hechas de oro por dentro porque la más barata valía 15.000 pelas. Como quiera que en Valencia valen menos de la mitad, he optado por bajar a buscar algo más económico en algún otro lugar y, si no encuentro otra cosa, la encargaré a la expedición que viene a visitarme para el día 10.

Para el que quiera conocer mis intenciones para con la española que me acompañó en el agradable paseo matutino, diré que se casa el año que viene, lo cual creo zanjará cualquier posible discusión al respecto. Por cierto, vimos la catedral de Nantes, mu gonita. "La están acabando ahora" -me decía la española. "¿Pero cómo la van a estar acabando ahora, buena mujer?" -le decía yo. Resulta que están limpiando y dando esplendor a una de las torres, y la verdad es que les ha quedado tan bien que parece nueva. De hecho, tiene toda la pinta de haber sido rehecha con ladrillo de fábrica o cartón piedra según el lugar, y un horrendo reloj modelo Eurovisión ha sido cagado en mitad de la torre, con lo cual parece talmente que la acaben de terminar. De verdad, vale la pena la visita a la catedral sólo para ver la nueva y reluciente torre sur modelo Disney world. Y luego dicen de España...

El Sábado por la noche estuvo guapo. Una de las tres españolas estuvo ya aquí el año pasado y conoce a bastante gente (bueno, los conoce a todos, porque esto no es muy grande y porque la tía no para. Hiperactividad creo que es el término médico). El caso es que fuimos a casa de un coleguita suyo que es un cachondo de cuidado. Se llama Mateo (dígase Mátiú si se puede), y es un cruce bizarro entre General Mola, jugador de rol, fumador de hierbas y amante apasionado de la Fórmula 1. Estuvimos en su casa hasta las cuatro de la mañana, oyendo musiquita y charrando. Éramos unos diez, y entre los más destacables estaban el marmot (el marmota, una especie de Buá pero con más cara de volao todavía), un chaval pastaíco al Jan Pol Belmondo y una rubita la mar de apañada soldada al novio la mayor parte de la noche. Estuvo de puta madre porque pude practicar un montón de francés (el alcohol no pone trabas al conocimiento, y mucho menos a la vergüenza), aprender un montón de palabras nuevas y charlar con una nenita que estaba buena. No está el tema aquí como para pedir más.

El Chano me preguntó el otro día por Internet si el acentó francés causa estragos en mí tal y como lo hace en Valencia, y la verdad es que no supe que decir. Supongo que mi incipiente indiferencia se debe a varias cosas:

Después de anoche, me ecuentro en situación de afirmar que el acento francés hace subir muchos enteros a las nenitas que pasan del 5, si bien aquellas que no llegan al aprobado permanecen en las brumas del olvido, tal y como sucede en las revisiones de Calor. La rubita esta estaba para un 7 y medio, quizá 8, y su acento francés le hacía prácticamente rozar la matrícula de honor, con lo cual parece ser que la respuesta es sí: el acento francés causa estragos, si bien no hace perder la cabeza.

La rubita y yo estuvimos hablando un buen rato para mi regocijo. Ella me contaba que estudiaba en el Liceo y yo me pensaba que aquello sería alguna escuela de algo extraño mientras imaginaba lo buena que debía de estar en pelotas. El caso es que media hora después, vuelve a salir el Liceo y le pregunto. Resulta que el Liceo es lo que se hace aquí antes de ir a la universidad, el cole, vamos, con lo cual la chiquilla ni siquiera era mayor de edad. Si es que la visten como putas, coño, que diría aquel. Bueno bueno, se pa grav, se pa grav, que dicen aquí. Mateo y yo estuvimos departiendo largo y tendido sobre la Fórmula 1 y piensa que el De la Rosa es un fenómeno. Y si él lo dice, lo debe ser, porque el tío controla de la hostia. Ya veremos si el tiempo le da la razón. El chaval me cayó muy bien, así que me sentí bastante mal cuando cayó una colilla al suelo y yo no tuve mejor idea que apagarla de un zapatazo. La cosa no hubiera pasado a mayores si no hubiera sido porque el suelo era moqueta, el quemazo que se hizo era digno de todo elogio y la casa era la de sus padres. "Se pa grav, se pa grav", me dijo después de unos primeros momentos de incertidumbre, y sin duda apaciguados sus ánimos por los vapores etílicos. Veremos lo que piensa cuando se levante mañana y si me da la mano la próxima vez que nos veamos. En fin, ¡alé Schumacher!

En el francés de hoy en día parece ser, a juzgar por el poco tiempo que llevo aquí, que existen dos palabras clave. A saber: caggemón (carrement debe de ser) y trúc (pronúnciese con la dichosa U con tono de I). Estas dos palabras componen el 50% de las frases y su conocimiento es fundamental para desenvolverse en la Francia de hoy en día. Caggemón viene a significar 'un huevo' o 'mogollón', pero pasa por todo un rango de matices que lo hacen útil en cualquier situación. También sirve como sustituto de "bian siug" o de "tutafé" (sin duda, claro claro). La ubicuidad de trúc es casi más increíble, ya que puede significar absolutamente cualquier cosa. Algunos ejemplos son: Pásame ese trúc que hay en el suelo, El trúc es que hace mucho frío, Hay que inventar un trúc para meter aquí. Todos aquellos cuyo francés tenga 5 años o más, sírvanse actualizar sus conocimientos so pena de no saber hacerse entender nunca más en territorio gabacho. Avisados quedan.

La música que oyen aquí no tiene desperdicio. Aquí no salen del Ska o del Reagge más que para meterse en rollos tipo bass and drum, o cosas africanas mezcladas con muy mal gusto con movidas tecnológicas. Aquí les tarareas unas estrofas de eSKApe y te lamen los pies, así que los que vayáis a venir para aquí, incluid en la maleta una hoja con las letras de un par de canciones y el triunfo está asegurado, por lo menos entre los tíos. El otro día, en una de las suarés (fiestecillas) estuve ojeando la colección de Cds de un pollo: no conocía ni uno de los más de 50 CDs, salvo el de los grandes éxitos de Aretha Franklin, que sin duda había caído en aquel montón desde un agujero interdimensional. Con razón el Chano volvió de Burdeos y ya sólo oye porquería. Hasta yo me estoy viciando. Hay unos que tocan reagge y que se llaman los Gladiators que están bastante bien.

Y atención amigos, todo cambia: el piano y la guitarra ya no se llevan. Lo que se lleva son los bongos y un instrumento bizarro que consiste en un tubo de PVC de metro y medio o así. Uno pone la boca y hace como que se tira pedorretas, y sale un sonido ronco y continuo la mar de africano (por lo menos eso les parece a ellos). Hacer un poco de ruido mientras te dura el aire no es demasiado complicado, pero el Mateo es capaz de sacar un complejo repertorio de continuidad indefinida que la verdad es que le deja a uno flipado, más que nada porque es bastante complicado aspirar aire y seguir soplando al mismo tiempo. Lo podéis intentar. En tan contra natura como intentar respirar bajo el agua o giñar boca abajo. Parece que existe además un cierto misticismo alrededor del tubo de PVC, y el Mateo dice que al cabo de un rato empiezas a flotar. No te jode, igual que acabas flotando cuando hinchas tres colchonetas en la playa. Parece que en las suarés no se hace nada bueno para la salud, y lo del tubo de PVC no iba a ser una excepción. Eso sí, diversión asegurada por los pocos francos que debe de valer un trozo de canalización en PVC de 45mm de diámetro.

Por cierto, se me olvidaba comentar el tema de los móviles: aquí es sencillamente acojonante. De los modelos que hay en España, sólo se venden los más nuevos, y aquí son modelos desfasados de la hostia porque ni siquiera tienen WAP. Aquí se puede comprar un Nokia 8210 (el petí petí), con contrato de 6 meses, por el módico precio de 1 franco. Sí, 25 pesetas. Vayan tirando sus móviles a la basura... Eso sí, los precios de las llamadas de las tarjetas prepeyé no tienen nada que envidiar a los de España.

Otra cosa: los mosquitos. Aquí no hay mosquitos normales, aquí hay helicópteros. Son unos mosquitos de un tamaño tremendo, los hay a puñados y están por todas partes (paggtú, dicen aquí). Creo que no pican, pero espero no averiguarlo. Interrogando a las veterinarias sobre la ficha técnica de los aparatos, me dicen que no son carnívoros, sino que se alimentan de plantas, al contrario que otros bichos como los mosquitos convencionales o, ojo al dato, las mariquitas. Parece ser que estos entrañables bichitos son voraces carnívoros y comen pulgones y cualquier otra cosa que se les pone por delante. ¡Coño con las mariquitas!

2 Octubre 2001

Hoy ha sido un día largo. Teníamos que ir a ver al cliente para ver exactamente qué carajo es lo que quiere que le hagamos. La empresa está a unos 100 km de aquí, pero carretera nacional, con lo cual tenemos casi hora y media de camino. Hemos salido a las 7:45am y el viaje ha sido relativamente corto porque me he pasado todo el rato clapando. Íbamos mis dos compañeros de proyecto y el supervisor, que es un profesor joven y muy enrollado. Total, que cuando hemos llegado allí yo me acababa de despertar como aquel que dice. La reunión ha sido larga e intensa. Yo lo he entendido casi todo pero he preferido mantenerme al margen en todo momento, hacer como que entendía y reír como el que más cuando todos se reían. La cosa ha durado casi tres horas a lo tonto, y cuando creía que nos íbamos a casa, el tío nos ha llevado a comer a un barete bastante apañado. Eso sí, menú del día. Con el desayuno en los talones desde las siete de la mañana, he devorado el filete con fruición, sin hacer ascos tampoco a un vinillo que no estaba nada mal. El viaje de vuelta lo he clapado casi de cabo a rabo y el resto de la tarde ha pasado también bastante rápido. Ahora cuando mis compañeros me expliquen exactamente lo que hay que hacer, supongo que la cosa empezará a cogerse. Sin sobresaltos, claro, que tampoco es cuestión de currar demasiado. Otros colegas de proyecto han mandado unos planos a Danone y están esperando a que se los validen, con lo cual están haciendo el mico en el laboratorio todo el día y la cosa está bastante divertida. Si no fuera porque Internet va a pedales, los días pasarían aquí volando.

Aquí no llueve, y ni siquiera acaba de hacer frío. Yo voy en manga corta casi todo el día. Ayer hice la primera colada. Cuando me dirigía hacia las lavadoras, vi por el pasillo a las portuguesas con un montón de ropa para lavar también. Aceleré el paso hábilmente (corrí como un poseso) y me aseguré de que me hacía con una de las codiciadas máquinas. Afortunadamente para ellas y para mi relación con ellas, había otra lavadora extra parada, con lo cual no llegamos a las manos. Tras el lavado, que dura un buen rato, viene el secado. Máxima potencia, secado intensivo, por si las moscas. Dos horas después todavía daba vueltas la puta secadora, momento en el que se me hinchaban los cojones y sacaba la colada, ya seca en su mayor parte. Toda una odisea lavar la ropa aquí.

Han arreglado ya la luz del techo de mi trozo de pasillo con lo cual, cuando llego por la noche, me cuesta menos de cinco minutos meter la llave en la cerradura. Había también en mi esquina del pasillo un colchón sin dueño. En vista de que los días pasaban y nadie se hacía cargo de él, me lo he metido en el cuarto. Así, cuando vengan estos la semana que viene, sólo tendré que agenciarme uno más, que no será difícil.

Ya he hecho mi primera colaboración con la revista del ICAM. Resulta que hace una semana o así me abordó un chaval y me dijo que les gustaría mucho que, como Alfredo Landa representante del español medio, tuviera a bien dedicarles unos párrafos en la excelsa lengua de Cervantes. Como escribir no me cuesta nada y me encanta tenerlos a todos aquí contentos, le dije que sí, que la semana siguiente lo tendría. La semana siguiente resultó ser ayer. Le dije al chaval que me diera un rato para ir a la habitación a buscarlo y en un cuarto de hora le traje una página en un perfecto castellano que dudo que alguien entienda aquí. No es gran cosa, pero al chaval le ha hecho feliz. Básicamente les digo quién soy, de dónde vengo, les digo que su país es una mierda y les explico por qué. Espero que guste entre la comunidad de hispanohablantes compuesta por mi trasero y yo. Estaré al tanto para próximas colaboraciones.

Mi francés mejora a marchas forzadas y, como la confianza da asco, ya me permito algunas arriesgadas piruetas como cenar a las 6 o saludar dos veces a la misma persona. De hecho, los saludo a todos cada vez que los veo y los tíos, superada la primera impresión, parecen encantados. De aquí nada se habrá impuesto el estándar español. A día de hoy, la mitad ya me dicen Hola por la mañana.

He hablado por fin con Priscilla (Rocío). La he tenido que llamar al móvil porque nunca está en la habitación y tanto la señora que aporrea la puerta como yo nos hemos cansado ya del numerito. Llamar a un móvil es bastante caro, pero por lo menos aquí uno se puede hacer a la idea de que un franco es un duro y como que duele menos. Me contó Pris que está en una residencia-agujero lejos de la ciudad, y que se iban a otra resi que era más molona "porque tenía futbolín". Por lo visto no me puedo quejar. De hecho, últimamente incluso he visto más mujeres por aquí y hasta alguna estaba buena. Ayer mismo, recogiendo la colada a altas horas de la noche, coincidí con una gabachita la mar de apañada. Como quiera que yo estaba derrotado ya y como aquí cuando uno se presenta no hay besos que valgan, opté por pasar de todo e irme al catre. Quizá debí presentarme y pasar al nivel dos de la relación, que permite un breve magreo en cada encuentro casual. En fin, la próxima vez tendrá que ser.

Volviendo a Priscilla, me ha dicho que igual este fin de semana venía a Nantes porque tenía una amiga aquí o algo así, no lo entendí muy bien. También vienen varios amigos de una de las españolas, así que este va a ser fin de semana cañí. Aunque eso sí, nada comparado con lo que va a pasar aquí el fin de semana siguiente cuando vengan mis amigotes.

7 Octubre 2001

Esto va a ser largo, ya que hace 5 días que no escribo nada y no tengo otra cosa que hacer. Tómenlo con calma. Advertidos quedan los lectores.

Hoy es domingo, otra vez, y hace un día de perros. Sopla un viento de cojones y hay alerta en el norte de la Bretaña, según he podido ver en la tele. Todavía no llueve, pero lo hará, y cuando empiece va a caer en horizontal, porque esto es acojonante. Hoy es un día de esos que levantan la moral a cualquiera. Menos mal que al final no me he ido de excursión a ver los chatós (castillos) de la luag (Loire). En mi planta estamos 3 de 15 y sólo los he visto cuando yo acababa de desayunar y ellos empezaban a hacer la comida. Domingo, día de todos los santos y de todas las lavadoras a toda pastilla.

El Jueves vinieron unos amigos de una de las españolas que están de interrail. Son tres y son lo mejor de cada casa. Estudian todos veterinaria y uno está de Erasmus en Lisboa, aunque allí por lo visto todavía no lo saben. A los otros dos también hay que darles de comer aparte. Iban por el norte de Europa pero por lo visto se quedaron atascados en Amsterdam más tiempo del necesario. A juzgar por lo que cuentan (y me lo creo), ya no queda allí marihuana ni alucinógenos varios de baja potencia. El trío calavera. Los recogí yo con el Twingo de la estación de autobuses, y las ventanillas tuvieron que ir bajadas todo el camino a pesar de las rasca. Uno de ellos me dijo que subía su ventanilla que tenía frío. Yo le dije que bien, pero que yo no subía la mía. Para más cachondeo, nos perdimos volviendo de la estación y la tortura duró casi una hora. Ellos contaban sus historias sobre Amsterdam y yo me reía y trataba de respirar poquito. Los tíos son unos cachondos de cuidado, eso sí.

El Jueves noche hubo fiesta en Veterinaria. Fuimos andando ya que la escuela "sólo" queda a 25 minutos andando y éramos muchos para coger el Twingo. La suaré fue increíble: ya sé dónde están todas las tías que faltan en el ICAM, estudian todas veterinaria. Hay alemanas, finlandesas, españolas y, por supuesto, gabachas. Y están todas buenísimas. Este último comentario supongo que será el propio de quien lleva encerrado tres semanas en una residencia unisex. La cosa se prolongó hasta casi las 5, y yo me acostaba cerca de las 6am. Se puede decir que los tres grillaos del interrail fueron el centro de la fiesta, y acabaron tirándolos (a ellos y a mí con ellos) a base de manguera. Yo no lo había visto nunca, pero es efectivo. Saliendo, partieron en dos la barrera del parking de la escuela (yo no sabía dónde meterme), y pegaban tales alaridos a las 5:30 de la mañana que, una pobre gabacha muy apurada, se ofreció a llevarnos en coche hasta la residencia. Aquello fue casi más fuerte que lo de la manguera, yo no daba crédito a lo que veía. La música en la fiesta estuvo bastante bien. Pusieron la de tombe la chemis(e) (quítate la camisa) al principio y todos los tíos cachitas se la quitaron y ya no se la volvieron a poner. Lo bueno es que incluso alguna tía se echó al rollo. Parece que lo de egalité va en serio aquí. Ninguno de los españoles hicimos siquiera amago, probablemente por ir la décima parte de borrachos y por estar cinco veces menos cachitas. Luego pusieron la de lega-lega-lización de eskape un par de veces. La gente se vuelve loca cuando la oye, es algo acojonante. Hay dos o tres canciones gabachas más con las que los tíos pierden la mesura, pero yo no me entero de nada y aprovecho para ir a mear. En fin, que la cosa no estuvo mal y salimos de allí las 5:30am.

Dormí dos horas y me levanté para ir al labomartirio. Como podéis imaginar el día fue muy largo a pesar de la breve siesta del mediodía. Estuve todo el día navegando por internet, poniéndome al día de las noticias de España y bajando cancioncillas de Manolo Escobar. Con decir que por la tarde hice café para todos y fue el único momento del día en el que me sentí útil. El otro del trío es incluso más vago que yo, con lo cual no hay odiosas comparaciones, pero el tercero, aunque limitado, es muy voluntarioso. El tío resolvió medio proyecto y sacó unos planos con el ProEngineer del invento que yo validé posteriormente con un expresivo "se la bal" (es la bomba). El tío dejó el plano por ahí tirado y yo lo doblé en dos y me lo metí en la cartera cuando ya se habían ido todos para verlo con detenimiento en casa. Acojonante el plano, yo no sé para qué cojones "aprendemos" Autocad. La educación española me está decepcionando.

Sobre las nenitas de la fiesta, aclarar que no pillé ni un mal catarro. Iba con 6 españolas y una me dijo que me parecía a Íñigo el de Al salir de clase, pero afortunadamente nadie mencionó ningún tipo de parecido con Enriquito Iglesias, lo cual siempre es reconfortante. Había todo tipo de tías y estaban todas buenas. Como este Jueves haya otra fiesta de veterinaria, pillamos todos. Aquello es un criadero. Las cultivan allí, sin duda.

El viernes vino Priscilla a media tarde y ni siquiera pude dormir siesta. Fuimos a comprar provisiones y cenamos, y luego fuimos al piso de los españoles para ver que hacían. Estuvimos tomando unos copazos, pero yo decidí que, dado que había dormido dos horas, más media de siesta, y que estaba como que flotaba, no me apetecía demasiado salir. Priscilla estaba también cansada y al final nos fuimos a dormir pronto. Ella dice que oyó juerga por la noche en la residencia, pero yo dormí como un angelito y no nos despertamos hasta las 11 de la mañana. Desayunamos con tranquilidad y cogimos el coche para hacer un tour por Nantes.

Nantes es bastante más pequeña de Valencia. En el mapa que he comprado viene muy grande, pero es sólo para impresionar. Luego te pones a andar y en 15 minutos te plantas en cualquier sitio. Hay varias cosas que no hay que perderse. El castillo está de puta madre, visita obligada. Luego está el leliéunic (le lieu unique, el sitio único), que es la antigua central de las galletas LU que está reconvertida a bar, restaurante y sala de exposiciones. Muy curioso. El edificio de la FNAC es la antigua sede de la bolsa y es la hostia. La FNAC aquí es un imperio, y el lugar de encuentro por excelencia en Nantes los fines de semana. Allí me encontré a varias personas de la escuela que habían ido "a escuchar música". Imaginaos el coñazo que son los fines de semana en la resi que la gente se zambulle en la multitud de la FNAC para pugnar por unos cascos y oír algo de música. He oído de alguno que pasa el fin de semana pillándose un huevo con el quicio de la puerta sólo para entretenerse. Luego está la mesón (la maison, la casa) que es un bar retro al más puro estilo Austin Powers y en el que tomamos un café (yo tomé un te por si las moscas). Es una pasada: está decorado con trastos de los que se encuentran en los mercadillos, las paredes son de colores bizarros y el suelo de algunas habitaciones es de "piel" de leopardo. Es como una casa muy grande en la que cada sala es una habitación pero todo años 60 total. Priscilla y yo nos tomamos el café sentados en la bañera. Es un flipe. Habrá que hacer fotos. Hay que montar algo así en Valencia.

Cuando salíamos de la residencia saludé al único otro chaval que he visto con aparato de los piños aquí. Le dije que bajábamos a Nantes y el pollo se acopló. Yo no le dije que no porque voy haciendo amigos, porque no me costaba nada y porque entre los que llevamos hierrecitos nos tenemos que apoyar. El chaval iba buscando un regalo para su hermana. Nos dijo que tenía 24 años pero cuando se metió en una tienda de ropa para niños y pidió un suéter tamaño niña de 16 años, no tuvimos más remedio que preguntar otra vez qué edad tenía la hermana. ``24 años'' -dijo de nuevo. La cosa pasó a mayores cuando llamó a su madre, estuvo hablando con ella un momento, y nos dijo que tenía que volver a la tienda porque había comprado el suéter demasiado grande. Priscilla y yo concluímos que, o bien a la hermanita le gustaba ir provocando por ahí, o bien tenía un serio problema hormonal. Esto es una jaula de grillos.

Hablando de todo un poco, hay un chaval en la residencia que tiene una gallina en su habitación. Estaba yo jugando al billar con las portuguesas cuando viene el tío y les dice que por qué no van a su habitación, que tiene una gallina allí y que está mala. Yo pensé que no había oído un truco tan malo jamás por dos motivos: porque las portuguesas no picaron, y porque a mí nunca se me habría ocurrido. Las portuguesas no picaron, pero yo sí y me subí a verlo. Efectivamente, allí, en su propia habitación, en aquel reducido espacio y dentro de un carro de compra del Carrefour lleno de paja, tenía el payo una gallina. Como el avispado lector supondrá, aquello olía a granja que no veas, y sobre si la gallina estaba mala o no, el tío me señaló el trasero de la gallina y la verdad es que, yo no entiendo mucho, pero tenía el culo todo rojo y parecía como que se le caían las plumas. De nuevo el avispado lector no podrá sino dejar volar su escatológica imaginación. Al respecto sólo diré que si hubiera sido una cabra o un cerdo, no me hubiera extrañado nada, pero joder, una gallina... no creo que esté la cosa tan mal. Seguiré informando.

Como los fines de semana aparcar en Nantes en cosa jodida, aparqué en el parking del puto centro. Con dos cojones, un día es un día. Yo creía que me iban a matar al pagar a la salida, pero estuvimos de 12 a 7pm y apenas costó 600 pelas. Increíble. 600 pelas cuestan dos horas en el peor parking de Valencia. El Twingo aquí es el puto amo de la carretera y probablemente uno de los coches más vendidos en Francia, por lo menos en Nantes. Un apunte para los que vienen a verme en Mercedes: las plazas de parking son tamaño Twingo (por lo visto es el estándar) y hasta a mí me costó meterlo. Las rampas y demás sitios de acceso hasta la plaza están marcados con pintura de coches probablemente más grandes. Habrá que ver qué hacemos. Buá, te ha tocado el maletero del Twingo. De todas maneras, ya han quitado la feria y ha quedado un parking bastante apañado en pleno centro, así que podemos probar. Y esto es sólo los Sábados, entre semana no es tan jodido, dicen los entendidos.

Priscilla no está pegando ni chapa en Angers. Está haciendo una especie de máster del que el proyecto es sólo una parte. Sólo está obligada a ir a clase los Miércoles por la mañana. Su proyecto consiste en hacer una página web sobre la universidad junto con otras tres personas más. Digo yo que tendrán que meter más gente a trabajar en el proyecto ese, que cuatro personas no darán a basto. A cambio, su residencia es una mierda: la chambre es tipo celda, con camastro a un lado, lavabo al otro y ratas por enmedio. El baño es comunitario, tres duchas para 40 personas, creo que me dijo. La cocina es unipersonal: uno cocina, sale y se va a comer a su habitación. Además dice que su vecino es el único que tiene vida social, porque está tirado en la moqueta del pasillo fumando canutos y oyendo rap con los colegas. Dice que pedirles que se aparten cuando va en batín de camino a la ducha es uno de los mejores momentos del día. Ella dice que aquí estoy en la gloria, pero casi que se lo cambiaba por levantarme todos los días a la hora que quisiera.

El sábado noche salimos con la amiga de la amiga que vino con Priscilla. Se juntan una docena de españoles y se van por ahí. De las tías, había alguna que enlazaba palabras con un cierto sentido gramatical, mientras que los tíos eran los tres subnormales irremediablemente perdidos. Todos de Económicas, que por lo visto va escasa de material y exporta lo mejorcito que tiene. Una chica me comentó que llevaba aquí un mes y todavía no habían empezado las clases, que el Martes que viene se reunían para ver si empezaban ya y que, cuando lo hicieran, sería primero sólo un par de días a la semana y que luego irían cogiéndose poco a poco, no fuera a ser que se les rompiera alguna correa de un sobre esfuerzo. El resto me contaron que hacían bastantes horas pero que se las podían pelar y que, por supuesto, todos los Viernes tenían fiesta, que acababan muy agotados después de calcular tanto tipo de interés y tanta tasa de inflación. Yo decía que sí, que claro, que era normal. Concluí que, por lo visto, yo era el erasmus más gilipollas del nutrido grupo, y además con diferencia. Espero que el Universo compense tanto puteo con una larga vida de vicios y sobre todo mucha pasta. De lo contrario se me va a quedar un rictus de gilipollas cuando me muera que no me lo van a quitar ni a hostias.

La noche fue bastante coñazo. Si no llega a ser por Priscilla que lo animó un poco, yo no hubiera aguantado ni diez minutos. Primero fuimos al bar La Gárgola, el bar que más mola. Era un bar de chupitos que estaba increíblemente petado. Eran las 12:30am y la gente llevaba ya un cegazo increíble: se metían los golpeaos de dos en dos, gritaban y bailaban encima de las mesas. El alcohol volaba en todas direcciones porque el trancazo les impedía acertarse en la boca con el chupito que intentaban lanzarse al gaznate. Yo iba de punta en blanco y con mi amada gabardina puesta, y lo primero que pensé fue que me convendría preguntarle a alguien cómo se decía tintorería en francés. Cuando algunos cigarros pasaron rozando mi inmaculada gabardina, pensé que aún iba a tener suerte, porque ya sabía cómo se decía basura en gabacho, que era adonde iba a ir a parar la gabardina después de aquello. Afortunadamente, al "cerebro" del grupo se le ocurrió que allí no cabíamos la quincena entera y que convenía buscar otra buát (boite, disco o bareto de mala muerte).

El siguiente antro fue un bareto de salsa con un pretencioso nombre español que es una lástima que no recuerde. Cuando salíamos de La Gárgola pensaba que iba a ser jodido encontrar algo peor, pero aquel tugurio de salsa colmaba mis peores pesadillas con creces. Primero sonó "El tiburón", luego "El camaleón", y luego una serie de éxitos veraniegos que jamás hubiera pensado que salieran de los garitos playeros españoles. Las tías españolas dejaron los abrigos donde pudieron y empezaron a bailar. Yo no me lo creía: sin una gota de alcohol en su cuerpo se sacudían como si las estuvieran exorzizando o como si se acabaran de meter un trago de lejía. Afortunadamente, tampoco allí cabíamos pese al tamaño del local, y el éxtasis inicial no tardó en tornarse en consternación ante lo evidente, así que dejamos aquella pesadilla sudaca con gran alegría por mi parte.

La siguiente escala fue la vil (la ville, la villa), una disco no muy grande pero bastante pija. Música electrónica, las españolas sacudiendo las mollas con descaro, la gente con un pedal de la hostia gritando como si estuvieran locos y yo maldiciendo mi estampa. Con decir que la música que eligieron para encender las luces y tirarnos de allí fue "Son of a preacher man" de Aretha Franklin, queda todo dicho. Sin embargo, había algo allí que no encajaba: cada vez que entrábamos en un sitio el patrón era el mismo. La gente dejaba los abrigos donde podía y se ponía a menear. Nadie en ningún momento hizo amago de pedirse un copazo, y como quiera que la sed y la enajenación empezaban a hacer mella en mí, decidí ir a descubrir el pastel: las cervezas de botellín a 750 pelas y los copazos a 1000 (6 euros). Aun así, Pris y yo decidimos que un día era un día y que, o nos llevábamos algo al gaznate o nos íbamos, así que pedimos un copazo con gran pesar en el alma. Un rato después, a las 2, nos tiraban de allí.

Por último, recalamos en le loft (desván en inglés), el disco-bar más pijo de todo Nantes en dura pugna con el anterior. En este hasta tuvimos que hacer cola para entrar y tuvimos que esperar la bendición del segurata para pasar al horno que era aquello. Al menos allí la música era decente. Al entrar vi que había gente que tenía botellas de whisky en las mesas, así que le pregunté a un gabacho que hablaba un español de Carabanchel que te cagabas por aquel fenómeno. Me dijo que, por unos mil duros, uno podía comprar una botella entera con mezcla y mamársela allí, la botella. Le dije que aquello no podía ser, que se juntaban cinco amigos y que aquello salía demasiado rentable. Me dijo que iba a preguntarlo y que ahora volvía. Al rato volvió y me dijo que tenía razón, que las botellas valían 10.000 (diez mil) pelas. Yo que, a aquellas alturas de la noche no esperaba sorpenderme ya de nada, creí no haber entendido bien, así que me lo tuvo que repetir un par de veces. El grupo de españolitos no bebió NI GOTA en toda la noche. Aquello fue increíble. Yo ni siquiera tuve que ir al baño.

De toda esta experiencia se pueden extraer varias conclusiones:

En la cocina las cosas están escalando en violencia. Aquí cada semana le toca a uno bajar la pubel (la poubelle, la puta basura maloliente). El caso es que, a menudo, el encargado pasa o se va de fin de semana, con lo cual se acumulan bolsas de mierda apestosa en la cocina que yo ni siquiera me atrevo a tocar. Este fin de semana el encargado se ve que se ha pirado, y se conoce que alguien ha tirado un gato muerto o similar a la basura y la cocina huele a estercolero. Todo un placer para los sentidos. Probablemente sea un trozo de queso de los suaves o un cadáver de algo grande, a juzgar por la peste. Ganas dan de abrir la bolsa. Por otra parte, me estoy cansando del tema de la vajilla. El último jabón de fregar lo puse yo, y va a ser el último. El estropajo es siempre el mismo, y sin duda el pobre ha conocido días mejores. Los platos limpios están siempre aceitosos y los tienes que lavar otra vez antes de comer en ellos. Conclusión, en cuanto pueda me pillo una vajilla y me la lavo y me la guardo en la habitación, con la taza. Por otro lado, dejo el aceite puro de oliva virgen y la sal en un armarito al alcance de todos, y los muy gilipollas sólo me cogen sal. Alguno hay listo que me coge algo de aceite, pero lo que falta es sal. Con la vajilla nadie pega ni chapa, y no voy a ser yo el que empiece. Hay un cartel que dice que la vajilla tiene que ser lavada, secada y metida en su sitio, pero yo hago como que no entiendo bien las palabras y que los dibujos explicativos se me dan mal. No voy a limpiar yo la mierda de los demás. Y los platos, casi mejor que no los sequen: hay cuatro trapos para realizar tal acción y deben de ser de la misma promoción que el estropajo, a juzgar por las manchas y la peste que echan. Yo compro rollos de papel de cocina y seco con eso. Mañana o pasado expedición al Caggefug.

Más sobre los mosquitos. Priscilla también los tiene y los llama mosquitos-mano, sin duda un nombre muy apropiado por el tamaño que tienen. Al principio me hacían gracia porque no pican, pero me están empezando a tocar los cojones. Se ve que les ha gustado el final del pasillo, porque vienen a morirse todos a la puerta de mi habitación, que parece ya un cementerio de elefantes. Los cabrones son tan gordos que a menudo no pueden ni levantar el vuelo, con lo cual si los tienes sobrevolándote en plena cena las posibilidades de que acaben en la sopa son próximas al 100%. A ver si domestico a media docena y que me hagan la cama. Lo de poner la lavadora ya lo haré yo, que hay que ir a comprar las fichas y ya es más complicado. Mañana o pasado haré una colada con la poca ropa sucia que tengo y las toallas y el pijama. Cuando se vayan estos lavaré la ropa de cama. No sé cómo nos vamos a meter los seis aquí. He estado haciendo pruebas y creo que podré agenciarme un par de colchones más y poner dos y que duerman cuatro en dos colchones a lo largo, y el que conduzca al día siguiente que duerma en un colchón en el pasillito. Como alguien tenga que ir al baño en mitad de la noche, esto va a ser un festival.

La ducha. Hace una semana o así me corté el pelo yo mismo, con estas manitas. No ha quedado mal, pero me metí en la ducha a quitarme los pelos y se conoce que el desagüe no soportó tanta presión. Los primeros días el agua iba subiendo en la cubeta poco a poco, pero cada vez las duchas se hacían más cortas ante el riesgo evidente de desbordamiento. Solución: como no se podía quitar la piña del desagüe, se compra un producto químico desatascador de alta potencia en el Carrefour y, a ser posible, barato. Curiosamente no encontré nada parecido, pero sí unas botellas de lejía que juraban y perjuraban en la etiqueta que destascaban que daba gusto. Se debían de referir a instestinos estreñidos. Vacié toda la botella desagüe abajo y pude comprobar que no sólo no desatascaba, sino que aquello dejó de tragar de una vez por todas. Probé la navajita McGyver y otros mil inventos. Al final, con las uñas, pude quitar la plaquita del desagüe que ya, a aquellas alturas, debía tener truco por cojones. Desmonté y salió una bola de pelo descomunal. Volví a montar y la ducha ya funciona de puta madre. Si es que no hay nada como ser ingeniero, coño. Y ahora, con el proyecto este, ya me voy a salir.

Para colmo de males, me acaba de llamar Luis desde Paris. Va a estar allí dos años en un Campus de puta madre haciendo nosequé master. El tío dice que la universidad es cojonuda, que día sí día no hay fiesta en el mismo campus y que no va a pegar ni chapa. Me pregunta qué voy a hacer los diez días estos que hay de vacaciones el mes que viene. Le digo que aquí todos tienen vacaciones menos los que hacen proyecto. Confirmado: soy el Erasmus más pringado de toda la promoción.

Última hora: he cenado y he estado viendo Urgencias un rato en la tele y haciendo algo de vida social. Luego, a eso de las 11:30, me he puesto a tocar la guitarreta porque me apetecía y hacía tiempo que no me daba el gustillo. No estaba tocando alto precisamente. Pues bien, me han llamado del bugó des elev (la oficina de los estudiantes), que si era yo el que estaba tocando la guitarra. Les digo que sí, que si tienen alguna petición especial, que me sé una del Fary. Me dicen que no, que lo que pasa es que les molesta, que si puedo parar sivuplé. Para que veáis cómo las gastan aquí. Iba a cagar ahora, pero igual a los señoritos les molesta el estruendo de los truños golpeando el agua, así que mejor lo dejo para mañana. Ahivalahostia...

En fin, para los que van a venir a verme:

GUÍA DE LOS JÓVENES CASTORES (EDICIÓN NANTES)

Antes de pasar a deciros lo que debéis y lo que no debéis traer, voy a intentar convenceros de que vengáis el Miércoles noche y no un día antes.

Si venís el Martes noche me jodéis: me tengo que pelar el laboratorio el Miércoles, el Jueves y el Viernes. Dado que el último día, mientras mi compañero resolvía el proyecto, yo hacía café, navegaba por internet viendo los vídeos de Javi y Lucy y bregaba con la resaca y las ganas de dormir, en el laboratorio están un poco moscas con mi comportamiento. Por algún curioso motivo, parece que esperan más de mí. Si venís el Martes noche, me acabaré pelando los tres días y me van a dar un toque de puta madre. Me diréis que podéis ver Nantes solos, pero eso no es justo, cabrones.

Si venís el Martes noche, sólo saldréis el Jueves noche, ya que si os piráis el Sábado ya me dirás la fiesta que seréis capaces de tragar el Viernes noche. Los Jueves suele haber alguna suaré por ahí, pero no es seguro, con lo cual os podéis quedar sin salir ningún día.

Esto no es la residencia del Chano (o sí): aquí a las 11 de la noche no queda ni una puta alma, y sólo hay mosquitos gigantes pululando por los pasillos. Eso no es todo: si además montáis bronca, algún cabrón llamará desde su habitación al responsable y se me caerá el pelo. Con un poco de suerte, no hará falta que nadie llame al responsable porque no duerme lejos de mi piso y nos oirá, con lo cual se me caerá el pelo igualmente. Y sólo os pido DOS cosas:

Lo de buscar residencia en Nantes está MUY mal, y dos chicas de Veterinaria estaban durmiendo en tienda de campaña en el jardín de su coordinador Erasmus. No me jodáis, que tengo reuma. Si os quedáis hasta el Domingo, por contra, el responsable se pira y se quedan tres giraos, y esos sí que tienen ganas de bronca. Podéis levantar la tapa del piano y cagar dentro, mear en el billar o aporrear la habitación de las portuguesas con toda impunidad, pero eso tiene que ser un Viernes o un Sábado.

En fin, yo más no os puedo decir. Si venís el Martes noche y encima tenéis ganas de bronca, es fácil que no acabe el mes ni en la residencia ni en la escuela. Haced un esfuerzo y quedaos hasta el Domingo, por dios. Teniendo en cuenta que la mayoría sois parásitos parados de la sociedad, os lo podéis permitir. Y tú, Chorreta, tírate al rollo, anda.

Lo que debéis y no debéis traer:

Cómo llegar:

Hasta Nantes está tirado, es todo recto. Una vez lleguéis a Nantes y salgáis de la otogút, pedid en el peaje un petí plá dú perifégiq (cinturón de la periferia de Nantes). Tenéis que entrar en dirección este y salir por la 45 creo que es (no lo tengo ahora a mano). En cualquier caso es la salida de Carquefou. Tened cuidado porque en el mapa está un poco confuso y se confunde la salida de Carquefou con la Porte de Anjou (o algo así). Yo me lie y salí por está última y fue un infierno. Y recordad: Carquefou, ¡no Carrefour!

Si salís por donde toca, no tardaréis en ver señales hacia el ICAM. No son muy grandes, así que ojo. Si os veis muy mal, tiráis a Carquefou pueblo y yo iré a recogeros, pero no creo que la cosa sea tan grave.

El ICAM está en una callejuela chunga. A un lado está la escuela y al otro no hay más que cañas y mierda. Reconoceréis la calle en cuanto la veáis. Hay dos entradas, una para la escuela y otra para la residencia. La buena es la de la resi: tiene unas piedras a los lados y una barrera de garaje de esas de rayas rojas y blancas y que se levanta. Cuando lleguéis a ella me dais un toque y bajaré a abriros, ya que se necesita una tarjeta especial. De todas maneras, calcularé y llamaré al móvil de la Chorreta (gratis para ti, no te preocupes) para ver cómo y por dónde vais. Espero no haya problemas. Por la autopista le podéis dar caña que van como posesos. No bajéis de 140 u os pasarán todos.

Voy a ver si me entero bien y que me llame el Chano el día antes por si hubiera algún cambio en las instrucciones, pero creo que es correcto. La dirección del ICAM es:

33 Rue de Maneouvres, Carquefou

pero supongo que no servirá de nada. Si os véis en apuros preguntáis por el ICAM (l'ICAM, sivuplé). Eso hice yo. Vosotros por lo menos tenéis al Chano que habla por los codos.

Nada más, nos vemos el MIERCOLES noche.

16 Octubre 2001

Ha pasado ya más de una semana desde la última entrada en el Diario de Nantes, y la verdad es que parece un mes con todas las cosas que han pasado. Casi no me acuerdo de lo que sucedió antes de que llegaran estos, así que contaré más o menos lo que pasó cuando llegaron aquí.

Después de doce horas de carretera, y a eso de las 9 de la noche, llegan en un Mercedes a la residencia ``Er Chano'', el Coco, el Buá, el Virus y la Chorreta; ni uno con nombre normal. El Chano y el Buá subieron a por mí a la habitación, y cuando bajo me encuentro el Mercedes en mitad del aparcamiento con los warnings puestos, las cuatro puertas abiertas, y cuatro locos bailando el "Yo quiero ser matador" del Ruiseñor de las cumbres, un clásico de todos los tiempos tan sólo equiparable al "Soy minero" de Manolo Escobar. En ese momento vienen las españolas y la finlandesa del Carrefour y tiene lugar el primer momento "tierra trágame". A éste le seguirán muchos más. A pesar de haberse chupado 12 horitas de viaje los chicos venían con ganas de juerga, y afortunadamente había en la cafetería una suaré de los pulé (18 añitos) en la que pudieron ir a desfogarse.

Las españolas nos cedieron dos colchones, con lo cual había tres más mi cama. La primera noche fue la última que dormí en mi colchón. La habitación fue una pocilga desde el primer hasta el último momento y todavía hoy, dos días después, la alfombrilla del cuarto de baño sigue húmeda y apestando. Y gracias que la compré, que si no... Una anécdota graciosa fue que, subiendo los colchones, pasamos por delante de la cocina y pensamos que alguien estaba cocinando queso de cabrales. Sin embargo, a medida que nos acercábamos a mi habitación, el olor se iba haciendo más y más intenso, hasta que al final descubrimos con estupefacción que el hedor provenía de los calcetines del Chano, que tuvieron que ser arrojados al balcón del pasillo para poder respirar el poco aire no infecto que quedaba en la habitación. Sencillamente impresionante. Ni antrax ni pollas.

En la suaré, estos pudieron comprobar varias cosas:

Estos, gracias al Diario de Nantes, se sentían como en casa, y rápidamente identificaron al Tiburón y al resto de componentes de la residencia. El CD de España Cañí que trajo La Chorreta ex-profeso para el viaje no triunfó demasiado en la suaré. El que pinchaba se vio entre la espada y la pared varias veces y al final, ante un convincente "Tsch, pon la nueve, piltrafilla" de la Chorreta, pudimos lucirnos con el "Que viva España". "Campanera" y otros clásicos de la posguerra parecieron no calar tanto entre el respetable y el DJ decidió hacer un mutis en cuanto vio que la gente no se arrancaba a bailar pasodobles. Estos gabachos...

La cosa fue un descojone y nos retiramos cuando nos tiraron, a eso de las 2:30. Aquí es fácil cerrar los garitos: sólo hay que tenerse de pie hasta eso de las dos, cosa bastante sencilla para un español pero, a juzgar por la gente inconsciente por el suelo, todo un reto para los franceses. Aún pletóricos de fuerza, subimos a mi chambre los seis, las dos españolas y dos franceses que no salían ni con agua caliente. Todavía amargados ante el rechazo del CD de España Cañí, decidimos poner "Campanera" a toda hostia en el portátil. Miércoles, residencia ICAM, 2:30am. Como no podía ser de otra manera, el teléfono comenzó a sonar. "Aquí no hay nadie" dije yo, pensando que así nos asegurábamos de que nadie nos localizaba. Como es lógico, cinco minutos después, el barbas responsable de la residencia aporreaba la puerta. Tras un breve y convincente discurso en ininteligible gabacho y con gesto congestionado, se retiró de la puerta. Como quiera que nadie le hizo ni puto caso, viendo que de allí no salía nadie y que la música volvía a sonar a todo trapo, aporreó la puerta de nuevo. Esta vez sí que entendí algunas frases, entre las que figuraban "Javier, ¿quieres buscarte otro sito para dormir?" o "Mañana por la mañana quiero hablar contigo en mi oficina". Afortunadamente, desde la puerta debía parecer que sólo había las cuatro personas que se veía, porque si llega a saber que somos diez, nos saca a hostias y me pone silicona en la cerradura. Después de eso, ya poco más; acostarnos con calma e intentar que el Coco no alzara la voz por encima de los 80 decibelios, que costó lo suyo.

Al día siguiente busqué al tío para excusarme, pero no lo encontré. Tampoco estaba por la tarde, así que decidí que me escurriría y así estamos a día de hoy, Lunes. De todas maneras, he estado hablando con gente y me han dicho todos que ni puto caso, que eso pasa día sí día no. Me han contado que el tío le pega al chinchorro que no veas, y que se ha llegado a dar el caso de montar un número de estos y al día siguiente no acordarse. La próxima vez que lo vea haré lo de siempre: le saludaré efusivamente (porque el tío me come aquí) y haré como que hoy paz y mañana gloria (o algo así). Si me dice algo, entonces es cuando me desharé en excusas. El caso es que, apenas unas horas después de llegar estos, yo ya tenía un pie fuera de la residencia. Y se quedaban tres días más...

A las 8:45 de la mañana del día siguiente suena el teléfono: un compañero del laboratorio preguntando si voy a ir, y eso que el tío ya sabía que no. Yo, medio despierto medio en sueños, medio en español medio en francés, lo mando a cagar (safessié!, es todo lo que recuerdo). Luego me lo encuentro a la hora de comer y resulta que no había llamado él, sino el profesor. Tremenda cagada. Estos llevan apenas 12 horas aquí y ya tengo un pie fuera de la resi y el otro fuera del laboratorio. Los acontecimientos se precipitan y nos adelantamos vertiginosamente sobre el calendario previsto. Salimos sin que me vean en el laboratorio y pasamos el día en Nantes. Por la noche vamos a una fiesta Erasmus en la ciudad que resulta ser un coñazo y optamos por ir a una fiesta de la escuela de veterinaria que resulta no existir. Esto marcha. Pasamos un rato en la cocina de las españolas en la otra punta de la residencia, ya que no quería ver al barbas ni en pintura, y luego a la cama, que el día ha sido muy largo.

Al día siguiente visita a los castillos del Loire. Nos levantamos tarde y los castillos están a tomar por el culo. Hacemos 525 km en total para ver un castillo por dentro y dos o tres por fuera. El Mercedes (La Bestia) traga gasolina como un poseso (de cero a cien en tres euros, era la broma del viaje). A pesar de la visita frustrada a los castillos de la luag, el día es cojonudo y nos lo pasamos de miedo.

Por la mañana me despierta de nuevo el teléfono. Como me imagino de qué va, no lo cojo. Para mi sorpresa, suena el móvil. Como sigo imaginándome de qué va, tampoco lo cojo. Cuando me levanto consulto el buzón de voz y, alguien que identifico como mi profesor, con una voz muy seria, dice algo de que ya vale de no ir al laboratorio y que me quiere ver por la tarde en su despacho. Sólo unas breves risas en el fondo de la grabación impiden que me cague encima. Al final resultó ser el profesor, pero en plan "hiper"-cachondo, haciéndose pasar por el director de la escuela. Menos mal que mi limitado francés me privó esta vez de unos buenos momentos de congojo. Conservad la ignorancia ya que os proporcionará la felicidad. Tomad nota.

Viernes noche por fin fiesta de Veterninaria. Aprendidas todas las lecciones sobre las fiestas en Nantes, cargamos con una botella de Vodka y otra de Whisky, ambas King Size (un litro). Es increíble lo rápido que se pueden acabar las botellas de litro cuando uno llega tarde a una fiesta de Veterinaria. En diez minutos allí no quedaba ni gota, y entramos en el recinto entre vapores etílicos. Desparrame total: la Chorreta, en una de sus mejores noches, baila con todos y con todas, está a punto de cargarse un muñeco del Ronald McDonalds, llama piltrafilla al disc jockey doce veces y le recrimina en castellano que no ponga nada español, llama piltrafillas a treinta personas más... en definitiva, la lía. El resto no se queda atrás y la suaré resulta ser un exitazo, aunque nadie liga a pesar de llamar hijas de puta en su cara a varias francesas y a otras de nacionalidades varias. Nos acostamos a las cinco de la mañana intentando mantener callado al Coco y parece ser que hoy tampoco va a subir el barbas. Quizá acabe el fin de semana durmiendo en la residencia después de todo.

El Sábado dio poco de si, ya que nos levantamos tarde y lo único que nos salió fue ir a Angers a pasar el día. El castillo está cojonudo, pero como aquí lo cierran todo a las seis, pues como que por fuera luce más. Hay que joderse.

El Domingo, a las 6 de la mañana, éstos recogían velas y dejaban mi habitación hecha una mierda. Me pasé todo el día viendo como llovía y quitando mierda de todos los rincones.

Corto aquí porque llevo unos días a tutiplén y no tengo ganas ni de escribir. Veré si vuelvo a la carga el Domingo, el día más largo de la semana.

19 Octubre 2001

Hoy ha sido un día cojonudo, me lo he pasado de puta madre. Seguro que ha sido el sol. Aquí la norma diaria es que esté bastante nublado y que de vez en cuando caigan ráfagas o, en el mejor de los casos, una leve cortinilla calabobos. Pero hoy no. Hoy ha sido uno de esos días que en España hay a patadas, que nadie sabe apreciar y que aquí saben a gloria. Ya pueden joderte todo lo que quieran que, mientras tengas un rayo de sol en la chepa, la sonrisa no te la quita nadie. A los gabachos se les hace raro cuando se lo cuento y me miran mal. Para ellos, cuando hace sol, hace mucho calor. A ver si hay suerte y pasan calor este invierno...

La gallina ha muerto. El otro día me encontré al propietario jugando al billar y le dije de coña "sa goule le pul?" (cómo va la gallina? en gabacho, aunque con un juego de palabras que no veas, que ya voy dominando que da gusto y hasta me permito licencias artísticas). Mientras me quitaba la gabardina, el tío me dice riéndose que se ha muerto, que se la han comido. Así que, o bien los vínculos afectivos no eran tan estrechos, o el tío es el Hannibal Leckter de la resi. Me inclino por lo segundo, porque si tener una gallina en la habitación en un carro del Carrefour no es tenerle cariño al animalico, que baje Dios y que lo vea.

En fin, se acabó la gallina. La culpa es de las portuguesas, por no subir a su habitación a hacerle una exploración rectal. Digo lo de la exploración rectal porque esto de cenar con españolas veterinarias es todo un mundo. Contaban que el otro día las llevaron a una granja a hacer exploraciones rectales a las vacas. Hasta el hombro dicen que meten, toda una delicia cuando estás cenando albóndigas. La verdad es que no me puedo quejar: prefiero vaguear por internet y buscar cosas en libros. No, si aún habré tenido suerte.

El laboratorio va viento en popa. Hoy no había internet, no se sabe muy bien si por la tormenta de anoche o por una macro infección de virus. El puto Nimda está causando estragos. Sin conexión a internet, hoy la productividad de la escuela debe de haber subido un 50% lo menos. Como se convierta en norma entonces es seguro que lo hacen adrede. De mis dos compañeros, el que pega menos chapa que yo se dedica a jugar a jueguecitos por internet y a bajarse vídeos. Hoy lo han jodido vivo a pesar de que había sol. El otro no para: ha hecho unas modificaciones en los planos y a última hora de la tarde ha imprimido una sección de la cinta transportadora a tamaño natural. Una virguería. Yo lo he validado con un leve levantamiento de ceja derecha, que no se note que flipo en colores. Cansado de vaguear, y teniendo la oportunidad de aprender a manejar el Pro Engineer, programita de marras, hace un par de días que decidí dedicar mi tiempo y mi esfuerzo a sentarme y echarle horas al tema, y la verdad es que en tres días la cosa cunde. Ya hago unas piezas que no veas, las ensamblo y quedan de cojones. Luego hago despieces y quedan ya de la hostia. Mañana me toca aprender a poner los trastos en un plano, pero no parece demasiado complicado. Hoy ha venido uno de los profesores, que se ve que se había enterado de que estoy haciendo un cursillo acelerado por mi cuenta, y me ha endiñado unos planos a mano de una pieza para que se los hiciera en Pro Eng. Ha costado un poco porque tenía alguna mariconada, pero como no había internet, Gataf, mi compañero de no pegar chapa, se ha entretenido echándome una mano.

Y luego la bomba: ni siquiera me había dado cuenta de la hora cuando me han dicho que era Jueves, que salíamos ya de allí (con lo entretenido que estaba con el Pro Eng) y que había partidito de fútbol. Ocho contra ocho, campo grande de césped y partido pachanguero con lucimiento espectacular del astro español. Mi nivel de fútbol es medio, pero hoy me he salido. Lo he cortado todo, he hecho dos pases desde el centro del campo que han acabado en gol directo y, la guinda, he metido un gol de cabeza por la cepa del poste largo que los tíos han alucinado en colores. No se oían más que "Oh la lá", enorm!, superb!, ggoyal!, "sepaspañol, se brasiliá". En fin, que me tienen en el altar del fútbol del ICAM. Ya veremos lo que dura...

Las portuguesas. Una de ellas, la que está menos bien (es que están las dos que crujen), se ha echado novio aquí. Como iban todo el día juntas, ahora la otra pobrecilla se encontraba sola y desconsolada, así que miel sobre hojuelas, diréis. Pues no. Resulta que la tía tiene novio, y además el tío está aquí, que ha venido a verla el cabrón. En fin, ya se sabe que las relaciones durante los Erasmus se van todas a pique, pero como todo lo que yo había oído sobre las becas Erasmus ha resultado ser mentira cochina, me temo lo peor. En fin, paciencia y una caña, como todo.

Como podéis ver, después y a pesar de la visita de los españolitos, sigo en la residencia. Todavía no he hablado con el Barbas ni creo que lo haga ya. Probablemente el tío ni se acuerde. Hoy es la primera vez que me lo he cruzado a bocajarro desde el suceso y el tío me ha ignorado, aunque hay que decir que iba hablando por el móvil. Quizá la próxima vez no tenga tanta suerte. Y es que no me había fijado, pero entre su casa y mi chambre sólo hay dos pisos de diferencia. Vivo justo encima de su comedor. Con razón el tío se molesta tanto cuando hago algo de ruido. Quizá fuera él la vez aquella de la guitarra.

Respecto a la pelada de dos días de laboratorio de cuando vinieron estos, todo se ha arreglado con dos aperos, uno por día. Para el que no lo sepa, un apero consiste en pagar algo de beber, fundamentalmente alcohólico, y algo de picar. El primer día dije "estos van a ver lo que es bueno", y saqué lo que había quedado de fiambre ibérico pura cepa de la visita cañí. Estuve media hora cortando jamón, queso y choricito. Presentación tipo Arzak, platos de plástico de lujo, todo un derroche para los sentidos. Pues bien, el jamón me lo tuve que acabar yo y encima se quejaron porque no había llevado nada para beber. Solución: al día siguiente, un botellín de cerveza a cada uno, cacahuetes Carrefour a mansalva y los tíos más contentos que unas pascuas. Vivir para ver. ¿He dicho ya lo de que están gilipollas?

Hoy, para celebrar mi primer mes aquí, he decidido lavar las toallas, la ropa de cama y el pijama. Llevaba ya un mes metiéndome por el mismo agujero, y la verdad es que ya daba un poco de angustia. Las sábanas tenían forma de crisálida y el pijama había días que salía de la cama antes que yo. Algunos pensaréis que soy un guarro (sobre todo mi madre) y, si bien no os falta razón, tengo tremendas excusas que me salvaguardan de toda crítica voraz. Hay tres lavadoras para trescientas personas, sólo funcionan dos y las tías no paran. Es difícil pillar una estando todo el día en el laboratorio, y además hay que comprar las fichas en el buró des elev, lo cual es un coñazo porque, o no hay nadie, o no tienen. Hoy sólo tenían fichas para la secadora, que si quería. Le pregunto al payo que qué hago con una de esas fichas y me dice que secar, el muy cachondo. Ya, igual tú sólo secas la ropa, guarro cabrón, pero los hay que la lavamos antes, por cerdos profesionales que seamos. El caso es que al final una de las españolas me ha dejado una ficha y ahora, a las doce de la noche, la secadora ha dejado por fin de dar vueltas. Dos horas le ha costado a la hija de puta secar cuatro harapos. Acabaría antes con un rodillo de los de antaño. Eso sí, entre pétalos de rosa voy a dormir esta noche. Y ya veremos la ropa cuándo la lavo, que ya empieza a gemir desde el armario. Esto es un lío. Aquí nunca hay tiempo para nada. No sé si es la cultura gabacha, la marcha que empieza los miércoles noche o el horario laboratorial de ocho horas diarias. Probablemente sea todo.

23 Octubre 2001

Descojone en el laboratorio. Los chavales que están haciendo el horno para Danone la han giñado. El suelo del horno va sobre una pieza compuesta por una corona dentada que reposa sobre otra corona más grande y sin dientes, y sobre la que gira. Pues bien, los tíos tomaron sólo las medidas de la corona grande, y al ir a montar las piezas del sistema de nivelado que han inventado, éstas topan con los piños de la corona interior. Así que, o no se ponen las piezas, o se deja el horno sin girar. Lo mejor es que estamos a Martes y tienen que ir el Sábado a montarlo a la fábrica. Afortunadamente, las piezas son sencillas y las van a poder hacer ellos mismos antes del sábado, pero el descojone ha sido importante por parte del resto del laboratorio.

Y es que aquí la mayoría de las piezas se las hacen ellos mismos. Yo flipé el otro día que fui al taller. Estaba el chaval con su mono azul bajado hasta la cintura, un pie encima de una caja de cartón, la máquina de fresado a toda hostia y el pollo dándole a las palancas como si estuviera llevando el autobús del colegio. Le faltaba el cigarrito. En la pantallita, las coordenadas; una pasadita de fresa por aquí, otra por allí... lo de todos los días, vamos. Y el colega en otra máquina haciendo taladros roscados como quien hace churros. De piedra se quedaron cuando les dije que en mi universidad las máquinas esas se veían en las fotos de los libros, y que las fotos eran tan malas que ni sabía realmente qué forma tenían. Acojonante.

En los últimos días hemos estado teniendo en Productique visitas de los poulé. Vienen en grupos de 10 ó 15 con un profesor, y cada binomio explica de qué va su proyecto, enseña unos cuantos planos y se luce. Afortunadamente, como mi francés es aún limitado (me pregunto cuándo dejará de serlo), no tengo que hacer ninguna exposición. Los chiquillos entran calladitos, y los más atrevidos hablan entre ellos como si aquello fuera un hospital. Se nota un ambiente de respeto y de admiración de la hostia. Lo que no saben es que los hemos visto venir, que hemos quitado todas las guarradas de los ordenadores, hemos apagado la música (que estaba a toda pastilla) y que hemos guardado la caja de cervezas del último apero debajo de una mesa. No queremos romper el mito. Por otra parte, me han dicho que en la próxima visita me toca explicar el tema de la pizarra con los nombres, las estrellas y cómo funciona lo de los aperos. A ver si estoy inspirado o a ver si se han acabado las visitas.

Algunas de las niñitas que vienen en los grupos (se nota que en los primeros cursos de ingeniería el porcentaje niños/niñas va mejorando) no están nada mal. A uno le dan ganas de aprovecharse de la situación y tirar unos tejos, pero es que tienen 18 añitos y yo voy ya para 26. Por supuesto, todos estos reparos no serán más que una lejana bruma de aquí un mes si las cosas siguen a este ritmo. Y es que, aquí, con 18 años ya tienen para enseñar. A mí seguro.

El tema de los aperos empieza a desbocarse: por cada tres estrellas toca pagar un apero. En principio, te cae una estrella por cada quince minutos que llegas tarde hasta un máximo de tres por día. Es divertivo ver cómo avanza el reloj por la mañana y cómo vas colgando estrellitas mientras te deshuevas pensando en el momento en que llegue el pringao. Esta mañana le han caído tres a uno por llegar una hora tarde. Yo, cuando vea que me voy a retrasar más de media hora, ya me pelo el día entero. Ya que me van a meter tres estrellas, por lo menos aprovecho y me voy de vacaciones. El caso es que también se adjudican estrellas por comportamiento penible que dicen aquí (penoso es la traducción). Esto es: por no estar a la hora en que se despacha el apero, por hablar en centímetros en vez de en milímetros (esto es lo que más descojona), por no traer nada de picar al apero y sólo bebida, y nuevas reglas que van añadiéndose cada día. Por ello, es normal ya que caigan varias estrellas en un día, y el apelotonamiento de aperos es ya tal que va a hacer falta montar un planning para sacarlos todos adelante. Lo que me está empezando a mosquear es que hay varias personas que tienen ya tres estrellas o más y que no pagan, mientras que los dos días que falté yo cuando vino la jauría, los pagué religiosamente, uno detrás de otro. Como no empiece a rular la ronda de aperos, yo voy a pasar: me voy a tomar unos días de vacaciones y luego les van a dar por culo a las estrellitas.

Lo del tiempo es increíble, aquí siempre llueve. Da igual que haya muchas o pocas nubes, la cortinita no te la va a quitar nadie. Eso simplifica bastante la elección de la ropa, que se limita a si los calcetines que te vas a poner van a ser gordos o no. Imagino que cuando empiece la temorada de los pingüinos, la duda será entre llevar los gallumbos normales o los de cuello vuelto. Pero llover llover, siempre llueve. El asfalto está siempre mojado, da igual si ha llovido antes o no; se ve que lo ponen ya así, mojado. Eso no es impedimento para que los tíos vayan a toda hostia y se den unas leches por deslizamiento de cuidado. Sin ir más lejos uno de mis colegas recibió tres estrellas después de haberse dado un piñazo con el coche el otro día (nada serio). Lo de las estrellas es sagrado. Caer, caen. Otra cosa es ver si luego el responsable se porta.

27 Octubre 2001

Ayer fue el día más largo de toda mi vida en Nantes. El laboratorio no duró 8 horas, duró 16. Fue algo acojonante. El miércoles por la noche hacían el PSV Eindovhen- Nantes, así que bajé a ver la segunda parte y a hacer algo de vida social en el bar. La cosa estuvo bastante bien y estuve charrando un buen rato y pasando del fútbol. Cuando acabó el tema salí y me encontré con los pulé que jugaban al billar (qué raro). Me enrollaron para una partidita y luego me invitaron a subir a la habitación de uno. Allí me sirvieron un copazo y estuvimos hablando un rato. Aquí se descojonan con el hecho de que mi segundo apellido sea Ricart, ya que tiene cierta resemblanza con el aperitivo Ricard, bastante famoso por aquí. Yo, que ya tengo la bromita preparada, les digo que en España somos unos borrachos, y que allí es normal tener nombre, apellido y sponsor. Fue una de mis primeras bromas gabachas, y no falla. Descojone garantizado. Luego me llevaron a una cocina en la que por lo visto la estaban montando. Y efectivamente, la estaban montando. La residencia es bastante más grande de lo que yo pensaba, y me llevaron por unos complejos pasadizos de estructura laberíntica de los que me costó Dios y ayuda salir a la vuelta. Tras ver la juerga que había allí un miércoles por la noche, he llegado a la conclusión de que, además de ser el más pringao de los Erasmus, soy de los más pringaos de la residencia, compartiendo el honor con todos mis vecinos de escalera. La mayoría de los bloques de la residencia quedan lejos de la morada del barbas, y separados de la misma por gruesas puertas contra-incendio. De esta manera, pueden tirar la vajilla contra las paredes de la cocina o sacrificar una cabra sin que el barbudo se entere. Menudos cabrones. Estuve charrando y tomando un par de cosillas más pero me retiré pronto, ya que allí no había nada especial que hacer y al día siguiente había labomartirio. Aún así se me hicieron las 2 y media, sobre todo porque empleé un buen rato en alcanzar mi habitación a través de aquellos oscuros pasadizos de los que, afortunadamente, no salió ningún minotauro barbudo.

El jueves por la noche la española de Madrid me lio para ir a casa de un chaval en Nantes. Yo disfruto en las suarés esas, pero sólo van un par de gabachas decentes y todas tienen el tema solucionado, así que nunca les saco partido, siempre soy el último en salir y siempre, al día siguiente, hay laboratorio. Voy a tener que empezar a seleccionar cuidadosamente mis suarés, porque a mi edad los recursos son limitados y no es como para ir desperdiciando horas de sueño. A partir de ahora saldré sólo entre semana cuando haya posibilidades de pescar alguna gabacha, y ahora explicaré por qué.

El jueves tarde, como siempre, hubo fútbol, sólo que esta vez no lucía el sol precisamente. Yo, en cambio, volví a brillar con fuerza, lo que me hace inclinarme definitivamente por la teoría de que son más malos que frotarse las partes con un cardo. Yo no sé cómo Francia es campeona del mundo, porque tienen una cantera que no veas. Por otro lado, me pregunto cuánto durará esto del fútbol, porque de aquí nada cambian la hora y los partidos van a durar un cuarto de hora si es que la lluvia lo permite. El caso es que hacía bastante frío, y se conoce que me debí de resfriar, porque el labomartirio del Viernes fue algo increíble, digno de figurar en los anales de la historia, el día más largo de mi corta estancia en Nantes, el infierno venido al ICAM.

Me desperté algo revenío, después de haber dormido cuatro horas el miércoles noche y tres el jueves noche. La garganta me dolía cómo si me hubiera restregado una toalla sucia (sé de qué hablo a estas alturas). Aún así, y con un par, hice el petate y enfilé hacia el labo. Me escocían los ojos como en la vida, y los debía de tener como tomates a juzgar por los comentarios de las tres primeras personas con las que me crucé. Efectivamente. Delante del espejo del baño pude comprobar que mis pobres ojillos lucían como si hubiera pasado la noche en mi habitación fumando té verde. Tenía el estómago revuelto y no me encontraba nada bien, pero decidí sentarme al ordenador y dejar pasar las horas mientras intentaba hacer algo de provecho. El tiempo pasaba lentamente por más que intentara entretenerme. Sin embargo, el día iba a deparar muchas sorpresas.

A las nueve, cuando parecía que los ojos volvían a caber en las cuencas pero el estómago no volvía a la normalidad a pesar de la manzanilla caliente, la primera en la frente: visita del Director del ICAM. Menudo hijoputa. Llevo más de un mes allí, ha habido días en los que he estado fresco como una rosa, oliendo a lavanda, con los ojos blancos como mi culo (bueno, mi culo es un mal ejemplo)... en fin, hecho un pincel. Pero no. El tío tiene que venir el peor día del año, cuando apenas puedo mantener los ojos abiertos y mucho menos blancos, cuando tengo la lengua de trapo y los calzoncillos se me suben por la raja del trasero. Pues eso, el tío entra, saluda, yo lo identifico a duras penas pero por el espesor del ambiente intuyo que se cuece algo gordo. Nos dice a los tres, que en ese momento estábamos sólos en el laboratorio, que nos sentemos, que vamos a hablar sobre el proyecto. Yo cojo una silla y hago amago de sentarme a su vera, así no me verá los luceros. Me dice: "No, no, siéntate delante mío que te quiero ver". "Agua va", me digo. Me siento, intento blanquear los ojos y esbozo mi mejor sonrisa. El tío empieza a preguntar sobre el proyecto, qué cómo va el temita, que si nos hemos puesto en el lugar del cliente y todas esas cosas. Yo, contra todo pronóstico, lo entiendo todo, así que asiento cuando todos asienten, me río cuando se ríen y hasta me tomo la libertad de hacer algunas aclaraciones y dar algunos apuntes suplementarios. Simplemente brillante, como mis globos oculares, dadas las circunstancias. Tras los momentos profesionales, la conversación se centra en mí. Me pregunta que si me he adaptado bien, que qué me parece esto, que si estoy disfrutando. "Sí, me lo estoy pasando de puta madre, pero no hoy" pienso para mis adentros, mientras le digo que todo es de color de rosa y que me los estoy pasando mucho mejor que Priscilla, que sólo va los miércoles a hacer el proyecto, o que el Juli, que después de un mes en Irlanda todavía no ha empezado el suyo. Me pregunta si mis compañeros de trabajo se portan bien y le digo que sí, que no se preocupe, que si me la gastan ya se lo diré, ya. Como broche, me pregunta que dónde vivo aquí. Le digo que en la resi, y que hace mucho frío. El tío se descojona de tal manera que se le ven hasta los empastes de las muelas del juicio. No le veo la gracia, ahora mismo, mientras escribo esto, tengo los pies helados. El payo recobra la compostura, se enjuga las lágrimas y me dice que no me preocupe, que de aquí nada ponen la calefacción. Le digo que llevan diciendo eso desde que llegué, y me dice que esto no es nada, que no me queje, que ya veré cuando bajemos de cero. Hago como que me río mientras tirito por dentro y se cierra el episodio del Director. Se baja el telón.

Como rápido y me voy a dormir la siesta. Me pego tal sobada que incluso sueño por primera vez. Cómo no, es una pesadilla, en la que me despierto a las cinco y me han caído tres estrellas. Para bien o para mal, el reloj me despierta a la 1:25pm y, limpiándome la babilla, me recompongo para la segunda parte. Más de lo mismo. Cuando parece que la tarde va transcurrir con tranquilidad, patapám, visita pulé. ¿Pero no se habían acabado ya? Sonrisitas, gestos de estar haciendo algo importante con algún libro de ingeniería y resignación, sobre todo resignación. Después de la visita todo transcurre interminable pero sosegadamente, y cuando llegan las cinco y media salgo disparado del labo para caer fulminado en la cama, de donde me sacarían mis colegas pulé tres horas más tarde para llevarme a cenar a su piso.

La cena estuvo interesante. Había un chaval pequeñito venido de la Normandía, y el tío era la puta enciclopedia Larousse. Yo quiero ir a la playa del desmbarco de Normandía y ver un poco todo el tema aquel, pero desde que llegué nadie ha sabido decirme el nombre de la playa del desmbarco. Omaha Beach, me aclara la mini enciclopedia con acento del norte. Aunque ese es el nombre americano, dice. Da igual, a mí me basta, le explico. La música está a toda leche y el chaval se me cuelga de la oreja, impulsado por los vapores etílicos, para relatarme el desembarco de Normandía con más veracidad y pasión que en "Salvar al soldado Ryan". Todo lo que entiendo es que había además otras playas en las que intentaron desembarcar, que había cañones en las montañas que barrían otras calas y que, si quiero enterarme bien del tema, que vaya a un museo que hay en un sitio de por allí que se llama Cork, o Corque, o vete a saber cómo. Lo de la veracidad y pasión del relato lo digo porque, con los salivazos salpicándome en la oreja, perecía que era yo el que saltaba de la barcaza en mitad del fragor de la batalla. Impresionante episodio bélico.

El pequeño normando se había empeñado antes de la película en hacerme probar un típico licor de su región hecho a base de destilar manzanas hasta que ya no hay más alcohol que sacar. Es una especie de orujo con sabor a manzana, si es que es posible que sepa a algo después de tanta destilación. Me cuenta algo de que lo hace su padre en casa y que se ha traído dos botellas sin que se enterara. Su padre debe de tener mala leche, porque el payo pone la misma cara de desafío a la muerte que pondrá después durante el episodio del desembarco. Curioso especimen, sin duda. La noche transcurre sin más sobresaltos y me retiro pronto ya que estoy molido.

Durante la cena le comento al de la gallina que el cabrón del Director se ha pasado a ver cómo nos iba la vida. Tras unos primeros compases de conversación me pregunta si el Director olía a alcohol. "¿No jodas? ¿El Director también?" le pregunto. Me dice que sí, que hay veces que te habla y que huele que no veas, y me hace el clásico gesto que hacen aquí de ir borracho, que es algo así como atornillarse el hocico. Joder, con razón los tíos no tienen frío, si van pimplados todo el día. Del profesor de español me han dicho que también le mete caña, pero ese además es maricón el pobre hombre. Aquí hay hostias para todo el mundo, no se salva nadie. Que el barbas le dé a la botella no me extrañaría, porque el tío va siempre más contento que unas pascuas, pero coño, el Director, con lo serio que estaba... Le cuento lo del follón que tuve con el barbudo y me dice que no pasa nada, que iría borracho. Le digo que es posible, que el payo iba vestido de arriba a abajo a las 3:30am, y me dice: "Coño, la 3 y media, ¡pero si es su hora! ¡Haberlo invitado a un copazo!". Me dice que la mujer también le pega a la botella. Con razón tienen tantos críos...

Me he instalado un programita que me dice, en una barra, la temperatura, el porcentaje de humedad, la fuerza del viento y la presión atosférica de Nantes. Ahora mismo, a las 2:30pm, tenemos 17 grados (sobre cero, de momento) y un 88% de humedad. Ayer la humedad era del 100%, claro que había que ver cómo caía. El viento es SSEste y viene con una velocidad de 14 km/h. Lo que de verdad sería interesante sería conocer los datos dentro de mi habitación, porque aquí no hay 17 grados ni de coña. Espérate que pongan la calefacción que se va a derretir el radiador. Van a tener que vender ordenadores para pagar el gasto de caldera que les voy a hacer.

Hoy es Sábado pero con sabor a Domingo. De hecho, mañana, el Domingo ni siquiera sé qué sabor va a tener. Me enfrento a algo insospechado e insondable. Me explico. Aquí, todo Dios, desde los más pulé hasta los ICAM 2, tienen diez días de vacaciones. Empiezan hoy y ni siquiera sé cuándo vuelven a currar los muy cabrones. Yo, como buen pringao, sólo pillo Jueves y Viernes de la semana que viene, que mi beca es Erasmus Plus, con suplemento de puteo doble. El caso es que en la residencia no queda nadie, pero nadie nadie. Tienen vacaciones hasta los mosquitos, porque no he visto ni uno. Me pregunto si el barbas tiene vacaciones. La chica de Madrid se ha vuelto a España y se coge toda la semana entera, y las de Veterinaria se han ido para un fin de semana de senderismo que les organizaba la escuela. Espero que les llueva todo el tiempo. Así que dudo mucho que haya alguien más en la residencia aparte de mí. Teniendo en cuenta que me sigue rascando la garganta y que sigo algo pachucho, casi que es lo mejor. Hasta le puedo sacar punta a la situación: puedo comer y no fregar las sartenes, dejar la mesa echa una mierda, jugar al billar todo lo que quiera, mear en la puerta del barbas... Diría que hasta puedo poner la lavadora, pero no tengo fichas y las fichas las venden los alumnos en el bugó des elev, así que no me atrevo a dar una estimación de fecha para la próxima lavadora. Afortunadamente, tengo bastante ropa limpia. En estas condiciones, puedo asegurar que, cuando llegue el Lunes, tendré hasta ganas de ir al laboratorio. En fin, esta pausa en la vorágine nantina me permitirá recuperarme y poner al día El Diario de Nantes.

He ido al gimnasio de la residencia ya varias veces. Son una serie de máquinas multiejercicio que debieron comprar en el mismo lote que los estropajos de mi cocina, y un montón de colchonetas mugrientas tiradas por el suelo. Sólo en dos de los cuatro aparatos tienes la impresión de poder realizar ejercicios sin riesgo físico evidente, y son a los que me limito, que no está el horno para bollos. A ver si me lo tomo en serio y por lo menos me pongo cachitas. Todavía no he coincidido con nadie en el gimnasio (es casi una licencia poética llamarlo así) y la verdad es que no creo que nadie lo utilice aparte de mí.

Ya tengo el periódico de la escuela. Es bastante cutre. Fotocopias grapadas a mano y, eso sí, portada en color a base de GIF estirado hasta que ocupe el tamaño de toda la hoja. Aficionados. Nada que ver con el BIELA, aquella insigne revista de Industriales de la cual estuve al cargo durante sólo Dios sabe cuánto tiempo. Claro, que allí poníamos el corazón, el esfuerzo, el tiempo, el cachondeo... Aquí sólo ponen el esfuerzo. Y claro, así no puede ser. Tampoco seré yo quien les saque del hoyo, que ya tengo bastante con lo mío, aunque igual me animo y les hago un dibujillo. Ya veré.

Ha escrito el Juli, el del Erasmus en Irlanda. Está en una casa muy grande con tres o cuatro irlandeses. Dice que se lo pasa muy bien, pero que los tíos son muy guarros. A mí me lo va a decir, que pasé un verano con siete. Lo mejor es que lleva un mes allí y todavía no ha empezado su proyecto. El tío manda un mail de 10 líneas cada 10 días. La última línea siempre dice: "Qué mal lo estoy pasando", justo antes de decir que no escribe más porque no tiene tiempo, no como yo. ¿Será hijoputa? ¡Pero si todavía no ha empezado el proyecto! ¿Cómo pueden suceder estas cosas? ¿Por qué seré tan pringao? ¿De qué manera el Universo espera recompensarme para poder seguir su camino en equilibrio? Cuando me toque la lotería va a ser la hostia...

Ah, más sobre el tema de las estrellas en el labo. El viernes, en pleno episodio infernal, me dicen mis colegas que han rediseñado la viga central del aparato transportador y que va a medir 70, más que antes. Le digo que 70 me parece un huevo, y hago con las manos el gesto de 70 cm. Patapám, estrella por hablar en centímetros. En ningún momento salió de mi hocico la palabra centímetro, pero estrella que te crió; para qué veáis como está el tema. En estos momentos tengo dos, pero hay tantos aperos por pagar todavía que no me preocupa en absoluto. Con suerte, para el próximo que tenga que hacer ya estaré en España.

Por cierto, los que tienen que montar el horno de Danone se fueron ayer después de comer. Dormían en un hotel, los dos con el catedrático, y el Sábado por la mañana iban a la fábrica a hacer el numerito. Había gran expectación el Viernes en el laboratorio mientras preparaban todos los trastos para el evento. Ya veremos qué cuentan el Lunes.

28 Octubre 2001

Hoy es Domingo, pero Domingo de la hostia. Soy el único en toda mi planta y no creo que quede mucha más gente en la residencia. La temperatura exterior a las 13:45 es de 19 grados y el sol luce con fuerza. Saldría a dar una vuelta, pero como me ya me maltraté ayer y, sí, estoy griposo, prefiero quedarme aquí y reposar, ya que el Jueves empiezo cuatro días de vacaciones que espero estén cojonudas. En principio viene Luis de París y nos vamos a dar un viajecillo por ahí, pero con él nunca se sabe. En todo caso quiero estar en plena forma para las breves pero seguro intensas vacaciones que se avecinan.

Ayer fue la bomba. Estaba yo tirado en la habitación a eso de las 8 pm cuando viene uno de los pulé y me dice que van a hacer una cena y que luego se van a una buát (boite, discoteca). Le digo que estoy un poco revenío, pero que va, que me animo, que llevo todo el día encerrado y me apetece salir. El chaval este es muy majo. Es el único de los pulés que se ha quedado un día más, ya que todos se largaron ayer. Supongo que será para darle vidilla a la novia que tiene aquí. El chaval se llama Tierrí (digo que se escribe Thierry) y la novieta se llama Cler (Claire, supongo). Tenían unos amigos que venían de Tulús (Toulouse, y vale ya, que me estoy cansando) y que se quedaban a pasar la noche antes de largarse todos a la Normandía, que por lo visto es donde viven. El Tierrí me ha dicho de ir a pasar un fin de semana por allí y le he dicho que por mí de puta madre, que me da igual que llueva, que aquí también llueve y ya me lo tengo muy visto. A ver si realmente se estira y me saca de paseo.

Venían dos amigos de él y dos amigas de ella. Uno de los tíos tenía una pinta de empollón que te cagabas, y estuvo leyendo una revista de divulgación científica mientras los demás preparaban la cena. Yo flipaba. El otro era alto y melenudo, con pinta de ser buena gente, pero en un estado de revenimiento que hacía presagiar que de buát nada. En cuanto a ellas, oh ellas... Una era normalita, tenía un pase. Debía estar en sus 20 ó quizá 22. La otra, oh la otra. La otra era la Lolita francesa por excelencia, un mito erótico, un volcán. Decía que tenía 18 años, pero no aparentaba más de 16 (iba a poner 15 pero me parece éticamente excesivo). Estaba buenísima y tenía pinta de no haber roto un plato en su vida y a la vez haber roto vajillas enteras, no sé si me explico. Sólo le faltaba chupar un chupa-chups lascivamente. Para colmo de males, se llamaba Anaís (supongo que Anaïs, que he visto la colonia por ahí). El sueño de cualquier degenerado de los muchos que conozco, entre los que me incluyo porque me conozco muy bien. Por lo visto la idea era emparejarme con la otra, Mimí se llamaba, como pude comprobar a lo largo de la noche. Como quiera que la fiebre mermaba mi iniciativa, que la Mimí no se pasaba de buena, que tampoco hacía nada por la labor y que, estando allí Anaís-Lolita, pues que mismamente le podían dar por el culo, hablando en plata.

Por lo que pude averiguar durante la cena, la Lolita tenía novio o algo así. Lo de los novios aquí es una plaga, es peor que en España. Espero que, por el mismo motivo, se deshagan de ellos con la misma facilidad con que los enganchan. Yo estaba realmente hecho polvo, me dolía la garganta de mala manera, tenía un variado repertorio de dolores articulares y me ardía la frente, y la verdad es que todo eso se me tenia que ver en la cara y sobre todo en el ánimo. Cenamos tranquilamente y no hice el menor esfuerzo por segir las conversaciones, en parte por mi estado de revenimiento y en parte porque no podía dejar de ver a la Lolita comiendo spaghetti. Acabada la cena, cogemos las banyolas (la bañol le dicen aquí al coche) y enfilamos a la buát en el centro de Nantes.

La buát era la hostia. Parecía salida de una película cruce entre "El color del dinero" y cualquiera de las de la saga de "El Padrino". Aquello tenía una pinta de casino que te cagabas, y el lujo se palpaba en el aire. Yo palpé mi cartera y pensé que quizá las 100 balas (francos) con los que había salido de casa (2.500 pelas) no iban a ser suficientes para tanto lujo. Dos porteros de color (negro), trajeados hasta la médula, nos abren la puerta y nos dan las buenas noches. El recinto es inmenso y está dividido en dos zonas bien diferenciadas: una gigantesca en la que hay billares de todo tipo y con una pinta que te cagabas y, en un rincón, y separada por un cristal, la zona disco en sí, donde las alfombras de lujo, el bar en plan Chicago años treinta y las sillas y mesas de madera del Missisipi me confirman que las 100 balas no van a ser suficientes para tanto forastero. Efectivamente, nada más entrar, nos pegan el primer palo en la cartera: 60 balas (1.500 pelas) de entrada. Bueno, que no cunda el pánico, parece que pone aquí algo de consumición. Minutos más tarde descubro que la consumición es un triste copazo que, te lo ponen igual en España y se lo vacías en la cabeza al camarero cachondo. Podía ser peor, podía haber pedido una Coca-cola por el módico precio de 30 balas (750 pelas). De todas maneras, la noche es larga y acabaré tomando incluso la puta Coca-cola de los cojones. Si en el fondo no hay que preocuparse por nada, que todo llega.

Entramos en la zona disco y bailamos frenéticamente al ritmo de una música más o menos decente. La Lolita baila con decoro y voluptuosidad y está que se sale. Al cabo de un rato empiezan a poner música moña y me piro a por otro copazo con la consumición del empollón, al que le he hecho un acertado canje ya que el no quería más que un refresquillo porque tenía que conducir. Le iba a intentar convencer de que, sudando como estábamos a chorros, el whisky no le iba ni a llegar a la sangre, que le iba a salir directamente por los poros, pero decidí actuar con valentía y decisión y seguir adelante con la estrategia. Cuando vuelvo con el copazo, la música es hiper-lenta y la pista está llena de parejas. El gafotas cabrón se ha agenciado a la Anaís, y hasta la Mimí se ha pillado a un gañán que circulaba por ahí. Por su parte el Tierrí y la novia se daban el lotazo ajenos al mundo exterior. Tras unos momentos de violencia inusitada en la pista, y sin una triste fémina a la que amarrarme, voy al Tierrí y le digo que qué pasa, que corra el aire, hombre, que se busquen un motel. Me ve y me dice que Mimí quería bailar conmigo. Me coge y me lleva hasta ella pero, o bien el gañán no aflojaba la pinza-chiquichá, o bien la Mimí decide que no se baja del burro, que allí hace frío y que necesita confort. La pinza chiquichá, para todo el que no lo sepa, es un término acuñado por la jauría, y que define el movimiento de brazos en plan pinza que realizan los gabachos cuando discurren por una pista de baile intentando arramblar con toda hembra que pillen. Y vive Dios que funciona. El caso es que el Tierrí le quita la Lolita al gafotas, me la trae y me la cambia por el copazo. En condiciones normales, nadie me quita un copazo fresco de mi mini-pinza-chiquichá ni con las mejores tretas, especialmente cuando la temperatura ambiental supera los 40 grados y la humedad relativa es tal que uno se teme que vaya a comenzar a llover de un momento a otro en el interior del local. Pero sin duda el canje que me ofrecía no tenía precio, así que aflojé la mini-pinza chiquichá y lancé a su hermana mayor.

Empiezo a bailar con Anaís y le pregunto que si es normal todo el rollo este de la música lenta, y me dice que sí, que es bastante habitual y que dura un cuarto de hora. Hago cálculos frenéticos y concluyo que me deben quedar unos diez minutos, y además íntegros, porque la pinza chiquichá no va a aflojar su presión en ningún momento. Bailamos lento e intento lanzar una conversación que rebaje el asfixiante calor que amenaza con fundir la pinza. Me dice que estudia domótica en Tulús, pero la chica está muy callada y no está muy por la labor, quizá porque me ha costado tres intentos entender de qué coño hablaba a pesar de que se dice "domotíc", bastante parecido al español. Quizá fuera porque se me reblandecía el cerebro cuando se me colgaba a la oreja para explicarme el tema. Le digo que todo eso es muy interesante, que tiene mucho futuro, que si es eso de que cuando llegas a casa la calefacción está en marcha y puedes encender las luces con un par de palmas. Me dice que sí, que es eso, y yo le vuelvo a decir que es algo interesantísimo y que debería venir a mi habitación a ver si puede hacer algo, porque mi calefacción no se enciende ni a tiros y lo del tema de las luces clap-clap siempre me ha hecho ilusión. La tía se ríe pero no pica. Esto es casi peor que la historia de la gallina con las portuguesas. El caso es que a los diez minutos, y durante la última canción, la pinza comienza a fundirse. Sin duda alguna, si excluímos procesos geotérmicos naturales y procesos de fabricación industrial de fundición, yo era en aquellos momentos el punto más caliente sobre la corteza terrestre. Por suerte o por desgracia para mí, la última canción lenta se acabó, y la Lolita se zafó hábilmente de una ya maleable pinza chiquichá, como probablemente había hecho ya mil veces más antes. Después vino la música tecno y mi desesperación. Afortunadamente, y cosa rara, al Tierrí tampoco le iba el tecno y sí el billar, y no pudo resistir el ver las mesas a través del cristal durante demasiado tiempo. Así que allá fuimos.

Aquí al billar español lo llaman billar francés, los muy flipaos, aunque creo que ya lo conté. La mesa era inmensa, tenía calefacción debajo del tapete y la bola parecía rodar con un coeficiente de rozamiento próximo a cero, como próximo a cero se iba a quedar mi saldo después de hacer unas cuantas carambolas durante más de una hora, con consumición OBLIGADA incluída. Pude recordar mis viejos tiempos de billarista español y ver cómo el Tierrí sacaba a relucir sus dos horas diarias de billar en la resi y se lucía ante el respetable. Aún así, el gafotas y yo acabamos ganando de uno, porque él jugaba con su novia y ya tuvimos bastante suerte con que no se follara el tapete. Al final la broma del billar me salió por 40 balas más (1000 pelas) y el gafotas me tuvo que dejar de su cargador para poder salir de allí sin que nos partieran las piernas. Aún así valió la pena jugar en aquella mesa. Cuando sea mayor me compraré una igual.

Luego, ya en la resi, echamos un par de partiditas de billar americano, pero claro, no es lo mismo. No es lo mismo porque el bilar americano no tiene nada que ver con el español, y porque el tapete del de la resi está lleno de agujeros, el taco está jodido de tanta chorrada que hacen con él y las bolas son pequeñas y no ruedan sino que saltan sobre la mesa. Aun así, la cosa dió para una conversación interesante. Cuando fallas algo, y dices "su madre!" (sa mére!), por lo visto es la hostia de fuerte. Aquí tienen algo especial con las madres y, mientras que en España van por tierra porque la expresión "hijoputa" está en boca de hasta el chiquillo de 8 años más moderado, aquí si dices a alguien hijo de puta el siguiente paso es salir por piernas o sacar la navaja, porque va a correr la sangre seguro. Por otra parte, "sa gúl" (ça roule) quiere decir "esto rula", "esto marcha", y se utiliza a menudo en vez del manido "sa vá?". Pues bien, en uno de los lances del juego me hice un lío con lo de las maledicciones y acabé diciendo un "sa mére ça roule", cuya traducción literal parece ser "no veas cómo rula su madre". A juzgar por las caras de estupefacción y los cinco minutos de descojone posterior, entre lágrimas y sollozos, es lo peor que se le puede decir a alguien en francés. Para que luego digan que no progreso. Un par de partidas después, la noche acababa y yo me iba a mi habitación con la esperanza de levantarme algo más repuesto de mi estado febril. Una noche interesante, sin duda.

4 Noviembre 2001

Acabo de volver de un viajecillo de la hostia por el norte de Francia: la famosa Bretaña y la no menos salvaje e histórica Normandía. Impresionante. Cuatro días aprovechando el puente de todos los santos, que no hay muchas vacaciones por aquí y menos para mí, así que no era cuestión de desperdiciar. Paso a relatar.

Finalmente Luis se dejó caer el Miércoles por la tarde. Cenamos lo que el Carrefour nos pudo proporcionar y nos pusimos a hacer planes. Después de varias horas de llamadas a familiares y amigos, quedó más o menos decidido qué era lo que debíamos y lo que no debíamos ver, que no es poco. Cerramos el chiringuito y nos fuimos a dormir porque queríamos salir pronto por la mañana, a pesar de que la noche de Jalogüin prometía.

Aquí están locos con el Halloween. Tan cerrados y patriotas que son para unas cosas y hay que ver cómo han recibido el puto Jalogüin, con los brazos abiertos, que parece que sea suyo de toda la vida. Desde primeras horas de la mañana ya va todo el mundo disfrazado de bruja o de esqueleto por las calles, pero no ya los chiquillos, sino incluso gente respetable, todos por ahí haciendo el canelo. Lástima haberme perdido el juergorrio de la noche, porque toda la peña por ahí borracha disfrazada de calabaza y rodando por el suelo tiene que haber sido de miedo. En fin, el año que viene...

Salimos el Jueves por la mañana a eso de las 9. El Twingo cargado hasta los topes, de gasolina, de mantas por si dormíamos en el coche y de viandas varias; básicamente pan de molde, Nutella, un surtido de fiambre y un par de rollos de papel para emergencias: nunca se sabe qué puede pasar en la campiña.

Tras un rato de vagar por buenas carreteras en las que no hay que pagar (en el norte no hay peajes, increíble pero cierto. Nada como el nacionalismo para conseguir infraestructuras de calidad y a buen precio) llegamos a Carnac, lugar famoso por sus pedruscos, se supone que erigidos por druidas y demás gentes de mal vivir. El caso es que los dólmenes y demás pedruscos no están demasiado bien indicados (señal de que no les dan para comer) y estuvimos dando más vueltas que un perro antes de acostarse. Al final encontramos un buen sustitutivo de dólmenes: los aliñamón (les alignmements, los alineamientos). Se trata de miles de piedras, de tamaño considerable, alineadas una detrás de otra durante unos cuatro kilómetros. No sé cuántos pedruscos habría allí, pero incluso más que panolis vestidos de Jalogüin dando vueltas por las calles de Nantes. La verdad es que era bastante impresionante. Luego nos vendieron que había que ver 'El gigante de noséqué' y 'el cuadrado' o algo así. Eran tan mierdosos que, cuando los encontramos, pasamos de largo y seguimos caminando media hora por el bosque buscando algo que realmente nos hiciera alucinar como pretendíamos. Al final tuvimos que ceder ante lo obvio: el cuadrado eran un montón de piedras puestas en forma de cuadrado (lógico) sin ninguna gracia ni majestuosidad, y el gigante era una especie de menhir de unos 5 ó 6 metros de altura. Una piedra alta, sí, ¿y qué? Con la impresión de que nos dejábamos algo bueno por ver, partimos hacia la Punta de Raz, punto más al oeste de Francia y no sé si de Europa, islas aparte. Por el camino vimos Vannes, o fue antes de las piedras. En fin, una ciudad con un centro histórico muy bonito.

La punta de Raz fue muy fuerte. Los tíos lo tienen montado de tal manera que te cobran más de mil pelas por aparcar el coche, en concepto de "conservación del patrimonio", cuando no son más que unas montañas que acaban en el mar y que necesitan menos mantenimiento que un botijo. Para colmo, tienen montado un montón de tiendas y restaurantes a los que seguro que les sacan buena pasta. Afortunadamente, éstos quedan lejos de lo que es la Punta de Raz, y no hay que destinar más fondos a "la conservación de un patrimonio que la explotación va a acabar jodiendo". Llegamos conduciendo a toda leche, ya que en principio no estaba en el planning ver la puesta de sol allí y, tras varias Puntas de Raz que resultaron no serlo, el ticket de parking nos aseguró que estábamos por fin en la buena. Desde donde se aparca el coche hasta donde se puede ver poner el sol hay un pateo de cojones, y como quiera que el sol amenazaba con desaparecer de un momento a otro, nos dimos una carrerita que acabó empapándonos de arriba a abajo. Buen comienzo para un viaje que, parecía, no iba a ser pródigo en duchas. Vimos por fin la puesta de sol con calma. Increíble. Creo que es la primera vez que veo una puesta de sol en el mar, algo que no es demasiado habitual en Valencia, donde el sol es caprichoso y gusta de ponerse por el otro lado. Un excéntrico este sol. Una maravilla. Como después no había mucho que hacer por allí, enfilamos hacia el siguiente punto de destino: una cornisa en el norte de la Bretaña que, por lo visto, era paraje protegido nacional de estos y que nos habían dicho que había que ver.

Se estaba haciendo de noche y Luis no parecía muy por la labor de buscar un hostal o albergue. El tío estaba empeñado en dormir en el coche, pero como un chiquillo sin zapatos nuevos. Le digo que ya lo he hecho, que se duerme muy mal, con muchos dolores al día siguiente y que se pasa mucho frío, sobre todo cuando se está en la Bretaña francesa. Pero cuando el tío se emperra no hay manera de hacerle entrar en razón y yo, que soy un buenazo, le concedo el deseo esperando que escarmiente para el día siguiente y me busque un local de mi categoría. Aparcamos el coche en una playa bastante vistosa y preparamos el Twingo para la larga noche. El asiento del copiloto no se reclina, pero no hay quien pare a Luis y, en 15 minutos y con el cuchillo de untar Nutella, el asiento acaba reclinándose. Yo no lo había probado nunca, pero el Twingo se hace cama que da gusto. Sin embargo, no reclinamos bien los asientos posteriores y estuvimos aún más incómodos de lo que podíamos haber estado. Una manta para cada uno, un saco de dormir (1.990 pesetas de cuando el Carrefour era aún Pryca) a compartir y doble par de calcetines en los pies para afrontar la noche. Debimos de dormir unas tres o cuatro horas. El frío aumentaba conforme pasaba la noche y los dolores articulares impedían conciliar el sueño. Pensé que, a pesar de los calcetines gruesos, iba a perder los dedos de los pies. Ni siquiera el bello amanecer pudo enderezar la agria experiencia. Aún así, somos jóvenes, fornidos y gilipollas, y se iba a demostrar a la noche siguiente.

Al alba enfilamos hacia el paraje en cuestión: una franja de varios kilómetros de playa la mar de pintoresca, con unos pedruscos redondos de varios metros de altura que en algunos lugares formaban verdaderas montañas que uno podía escalar triscando. Pasamos la mañana disfrutando como locos saltando de piedra en piedra y sudando todavía más la ropa del día anterior y con la que habíamos dormido. Mis sobacos pedían jabón tan alto que espantaban a las gaviotas. Una mañana de ejercicio y escalada muy entretenida y vistosa. Muy bonito todo.

Por la tarde tocaba San Maló. Es una ciudad amurallada tipo Ávila pero con menos remilgos. Las murallas tiene metros de espesor y no veas de altura. Nos habíamos preguntado dónde estaba toda la gente, ya que habíamos visitado lugares supuestamente turísticos y no habíamos encontrado multitudes; de hecho no había nadie viendo las puñeteras piedras druidianas. La respuesta era simple: estaban todos en San Maló. Impresionante. Creo que ni siquiera en sus peores episodios bélicos aquellas murallas habían visto a tanta gente. No sé a Luis, pero a mí tanta multitud me toca los cojones. En fin, ya lo sabíamos; eso es lo malo de Francia, que está llena de gabachos. Hacemos de tripas corazón y paseamos el Twingo por las faldas de la ciudad para luego pasear por su interior hasta que se pone el sol. Engrosamos el repertorio de fotos de puestas de sol y salimos con la idea de buscar un albergue o un pequeño hotel con mucho encanto y pocas pretensiones.

Encontramos una pequeña casa rural con muy buena pinta. No era muy cara, pero no tenían habitación para nosotros, españolitos malolientes que se pasean con la misma ropa con la que han dormido y triscado por las rocas. Preguntamos si nos dejarían darnos una ducha, y la respuesta es la misma pero con los ojos más desorbitados incluso. No empieza bien la noche. Lo de dormir en caliente ya nos va empezando a dar igual y ya sólo suplicamos una ducha. Sale un payo y nos explica que no lejos de allí queda un camping, así que allá apuntamos el Twingo. Llegamos al camping, que en realidad era un descampado (lleno de hierba, eso sí. Aquí no hay descampados sin tapizar) y una casa un poco más alejada donde hacían las gestiones de hospedaje. Encontramos también lo que parece unos cuartos de baño, los del camping. Luis baja del coche con el frontal (linterna de joven castor que se lleva en la cabeza para asegurarte de que no pisas una mierda) y dice que hay giñaderos y, oh milagro, duchas. Le pregunto si hay agua caliente. Vuelve a entrar y sale respondiendo negativamente. A pesar de que la temperatura debe de rondar los 6 grados, sopesamos la idea de una ducha fría y furtiva, si es que eso es posible, ya que los alaridos al abrir el grifo iban a ser de escándalo. Como quiera que Luis no se decide y las fuerzas de la naturaleza demandaban la atención que no les había prestado el día anterior, tomo el frontal y me adentro en la oscuridad del retrete para plantar un pino en situación de alto riesgo.

A mitad de gestión, Luis me dice que va a preguntar si nos podemos dar una ducha. Yo le digo que lo que quiera, pero que me deje en paz, y antes de que pueda estirar de la cadena aparece con una señora a la que casi le da un infarto: primero por ver luces en el retrete en plan 'Encuentros en la tercera fase', y luego de las emanaciones que de allí salían. Parece ser que, por 12 francos cada uno (unas 300 pelas), nos va a encender el calentador. Nos deshacemos en elogios y, no sabiendo qué más contar después, tomamos el recurrente tema del tiempo. Le decimos que pensábamos que ahí, en la Bretaña, siempre llovía, y que estábamos sorprendidos de haber encadenado dos días con un sol de justicia. Nos dice la señora que no, que allí no llueve tanto, que qué harían allí entonces. "Pues eso nos preguntamos nosotros, señora, qué coño hacen ustedes aquí", pensamos para nuestros adentros. La simpática señora nos deja y, tras 20 minutos de calentamiento del agua, procedemos a ducharnos a una temperatura de infarto. Agua caliente, sí, pero no veas al salir o cuando el pitorro que había que apretar cada 30 segundos decidía que ya habías tenido bastante. Envalentonados después de haber sobrevivido a una hipotermia segura, decidimos que vamos a dormir en el camping, con dos cojones. Hacemos cama el Twingo en un pis-pas y a dormir. Esa noche me pongo un jersey más y me enrollo el plumífero en los pies en un intento de no pasar tanto frío como la noche anterior. Sin embargo, los 18 grados ambientales iniciales se quedan en 4 ó 5 en un par de horas y el frío es acojonante. Riesgo de amputación de dedos de pie capítulo dos. Debe de ser la parte más sensible de mi anatomía, porque el puto plumífero que te cagas abrigaba tanto como el papel de plata de envolver bocatas. O soy un quejica o soy muy sensible (las nenitas pueden omitir la primera parte de la frase), pero el carbón de Luis apretaba los dientes y hacía como que sobaba. Parece ser que nos turnamos, porque por la mañana comentamos que el otro no hacía más que roncar mientras que uno intentaba moverse sin que se le abriera un resquicio en la crisálida de manta de lana. Por la mañana llovió dentro del coche de la rasca que hacía. Sencillamente increíble. En fin, las penas con ducha perecían menos.

El camping estaba cerca del Monte San Michel, que muchos conoceréis al menos de oídas. Como quiera que nos habíamos acostado pronto y que el frío nos había levantado antes del alba, llegamos al monte de marras justo al amanecer, a eso de las 8. Aparcamos en un sitio privilegiado y nos dimos un homenaje a modo de desayuno: tostadas sin tostar con pegotes de Nutella que habíamos conseguido arrancar del bloque hormigonado en que se había transformado el inocente tarro de cristal. El Monte San Michel está cojonudo. Como dicen, a quien madruga Dios le ayuda, y sobre todo no se encuentra con el mogollón de turistas que llegan a las doce. Precioso todo allí. Y hay que ver cómo baja la marea, a toda leche. Tengo ganas de ver las fotos. Después de ver todo lo que se podía ver por allí, cuando la marea de agua bajaba y la marea humana comenzaba a arreciar, partimos con viento fresco rumbo a la Normandía, dispuestos a empaparnos de rigor histórico.

El primer hito en el camino nos pilló cerca de donde paramos a comer, y llegamos casi sin querer. Era la punta de Hoc, creo recordar, unos acantilados donde los alemanes tenían unos bunkers y unos cañones de cuidado. La mitad de los bunkers están hechos polvo, y de cañones allí ya no queda nada, porque los aviones los hicieron puré la mañana antes del desembarco (6 de Junio del 44, para los curiosos). No hay allí 20 metros cuadrados de suelo liso, ya que cada dos pasos hay un tremendo socavón recuerdo de algún pepinazo venido de un avión avispado. El lugar está hecho un queso gruyere, es impresionante. La noche del desembarco, unas horas antes, un grupo de rangers americanos escalaron los acantilados, subieron y pasaron a cuchillo al grueso de alemanes que allí hacían guardia. De todas maneras, de 250 rangers que empezaron el sarao, quedaron 90 al terminar, así que los alemanes debieron de dar guerra antes de soltar la punta de Hoc. Lo mejor es que, los cachondos de los alemanes, se habían llevado los cañones un kilómetro tierra adentro, y habían sustituído los originales por reproducciones en cartón piedra. Muy pillines los tíos, sobre todo teniendo en cuenta la que les iba a caer. Después de ver todo aquello, y ya aguijoneados por la curiosidad histórica, proseguimos el camino.

Llegamos a la playa de Arromanches a la puesta de sol. Había más de 300 metros de playa, ya que la marea estaba baja como pudimos comprobar al día siguiente. Nos dijeron que era uno de los puntos donde la marea oscilaba más, y que llegaba hasta los 14 metros de altura. A mí me pareció que el tío se estaba sobrando, ya que 14 metros son muchos, pero desde luego los 4 ó 5 metros de marea no se los quitaba nadie. Para todos los ignorantes como nosotros antes de este prolífico viaje, después del famoso desembarco, tuvieron que montar un puerto para desembarcar toda la logística: camiones, tanques, sacos de patatas, galletas, hielo para los cubatas, etc... Como todos los puertos de los alrededores eran todavía alemanes, montaron uno hecho a base de bloques que se ensamblaban. Uno de los mayores problemas era el hecho de que la marea sube y baja como Pedro por su casa, así que idearon una serie de pontones y vías soportadas por flotadores que subían y bajaban con el agua. Montaron dos, uno en Arromanches y otro al lado, pero este último se les fue al carajo de un tormentón que hubo. Para hacer la escollera del puerto los tíos encadenaron más de una docena de barcos y los hundieron, con lo cual reposan todavía allí junto con más que evidentes vestigios del antiguo puerto que jalonan toda la bahía dándole a la playa una sensación de lugar histórico que no veas. Al llegar allí con la marea baja, pudimos caminar entre algunos de los flotadores y piezas gigantescas que conformaron el histórico puerto. Una maravilla. Yo podía ver allí los tanques bajando por las rampas y los camiones circulando de aquí para allá. Una lástima que no había suficiente luz para hacer fotos y al día siguiente la marea estaba en plena apoteósis, con lo cual no hubo instantáneas junto a los bloques monolíticos. Una pena. Aquello sí que era bonito, no los pedruscos de los druidas. Los pelos de picos pardos se te ponían. Subimos con el coche a un acantilado próximo y aparcamos allí para dormir. Una noche preciosa: la luna llena iluminaba los restos del puerto de Arromanches a nuestros pies. De cena, cacaos, galletas y cerveza; todo un homenaje.

Al día siguiente nos levantamos de nuevo con el alba. Afortunadamente la noche había sido mucho más cálida que las anteriores, y el vendaje plumífero de los pies resistió sin problemas. Aprovechando la mañana, y decidiendo que para lo que había que desayunar, podíamos incluso pasar, nos fuimos a ver todo lo que había que ver antes de que los turistas lo echaran todo a perder. Estuvimos primero en las Longues de Mer, que son cuatro pedazo cañones incrustados en bunkers de hormigón que, con un alcance de 20km, cubrían todas las playas adyacentes. No había nadie y nos hicimos fotos a placer al abrigo de una neblina de la cual parecía que iban a salir aviones aliados de un momento a otro. Los cañones se disparaban a distancia desde un mega-bunker situado al borde del acantilado a unos 300 metros de los mismos. Desde allí, y a ojo de buen cubero, barrían todo aquello que osara desembarcar en las playas. Los aliados los habían bombardeado a placer, pero sólo uno de los cuatro cañones estaba bien reventado. Después de aquello fuimos a ver el cementerio americano, al borde de Omaha Beach, una de las cinco playas donde desembarcaron, pero por lo visto la más sangrienta. Como detalle, decir que participaron en el desembarco americanos, canadienses y británicos, para el que no lo sepa. El cementerio es increíble: más de 9.000 cruces blancas se alinean hasta donde la vista puede alcanzar. Para el que haya visto la peli del Soldado Ryan, es el que sale en la misma. Es sobrecogedor: todas las crucecitas blancas con su nombre, su fecha de defunción y el lugar de nacimiento del pobre hombre que allí reposa. Menudo derroche de vidas. En fin, quizá sin ellos hoy no conoceríamos el mundo tal y como es hoy, con sus países, sus democracias, los McDonald's, la pleysteison...

Finalmente, volvimos a Arromanches y comprobamos desolados que la marea nos iba a impedir posar junto a los restos del antiguo puerto. Por lo visto hay un gran museo del desembarco, pero nos conformamos con ver el de Arromanches que por lo menos era curioso. No teníamos ya demasiadas pilas a estas alturas, ni comida, ni ganas de comprarla... Dejé a Luis en Caen, cerca de Arromanches, para que cogiera el tren hacia París, y me chupé casi 200km de vuelta hasta Nantes que se hicieron infernales. Así concluyó el fabuloso viaje por el norte de la France y el pedazo de historia que allí tuvo lugar. Muy bueno, bonito, muy barato y muy instructivo; ¿qué más se puede pedir? Ahora vuelta a la resi, vuelta al laboratorio y vuelta a la rutina. A ver qué sucede...

13 Noviembre 2001

Acabo de volver de pasar el fin de semana en España. Tenía que ir a que el dentista me revisara el aparato después de los 100.000km y aproveché para pasar el fin de semana de cachondeo con los amigotes y hacer algunas cosillas más. He llegado a las 2pm y a fichar al laboratorio. Estaba reventado. Cuando por fin he salido, he merendado y me he acostado a hacer la siesta. Me he despertado a las 9pm. No es la primera vez que me pasa. La putada es que tenía que ir al Carrefour porque no tengo nada para cenar y nada para desayunar mañana, pero ya se me hace tarde. En fin, crepes y nutella obrarán el milagro hasta que salga mañana del laboratorio. Bueno, hace tiempo que no escribo en el diario y estas son algunas de las cosas que han pasado...

El miércoles tarde, al salir del labo, me fui con el que estuvo en Madrid el año pasado y con mis compañeros de proyecto al bar de la residencia. Era la primera vez que hacíamos jornadas de convivencia de ese estilo, así que yo estaba encantado porque veía un buen rato de hablar francés y ejercitarme a fondo en tan bello idioma. Empezamos a pedir cervezas y cada uno acabó pagando dos rondas, con lo cual nos metimos entre pecho y espalda 8 tercios (no sé si es nuevo récord; tendré que consultar los archivos). Entramos en el bar a las 5:30 y salimos a las 10:30, y no paré de deshuevarme en toda la tarde; en parte porque son unos cachondos y en parte porque después de tres cervezas ya se me afloja el hueso de la risa. A las 10:30, y dado el estado de los pobres gabachos (yo estaba como una rosa en remojo), no tuve más remedio que invitarles a cenar. La cena consistió en la poca pasta que me quedaba aderezada con la poca salsa que me quedaba. También se fundieron el poco queso manchego que me quedaba y, depués de cenar y por si se les había bajado la moña, les saqué unos vasitos de Batallines para bajar lo poco que les hubiera llegado al estómago. Por cierto, ellos han vivido aquí en la residencia varios años y estaban indignados con el hecho de que no hubiera vajilla. Les expliqué que la responsable de piso, una gabachita muy modosita que no está mal, la había repartido porque la gente no la fregaba y era la única manera de que alguien se hiciera responsable de algo. De hecho les tuve que sacar unos platos de plástico que afortunadamente tenía por ahí y alguno comió los spaghetti con cuchara.

La responsable de piso es la típica niña modosita, con pinta de no haber roto un plato (lo cual es raro aquí, lolitas al margen) y con gafitas. Sin embargo, le quitas las gafitas y le pones algo atrevido, que alguna vez se le ha visto, y quita el hipo. Yo creo que tendría alguna posiblidad con ella si me pusiera, y no lo descarto, aunque es más inaccesible que la Schiffer. Bueno, pues estos, indignados por el tema de la vajilla, me preguntan dónde vive la hija de puta que les ha hecho cenar en platos de plástico. Les digo que por el pasillo a la derecha de mi habitación y cuando me doy cuenta ya le han metido los platos con restos de tomate por debajo de la puerta. De puta madre, haciendo amigos. Minutos después viene otro de mi piso, saluda, pregunta que cómo nos lo estamos pasando y dice que se alegra de que todo vaya bien pero, que si no nos importa, nos cierra la puerta. Le digo que bien y el tío cierra dando un portazo. Bien, haciendo amigos segunda parte. Sólo falta que venga el Tiburón y nos parta la boca a los cuatro. Afortunadamente, un rato después, estos se cansan y se acaban largando. Una tarde muy larga y muy productiva, sin duda. Haciendo amigos.

El Jueves me levanto y descubro que el desayuno está más animado de lo habitual: la tele está ya puesta cuando llego yo (siempre soy el que la pone) y algunos departen amistosamente. Resulta que es el cumpleaños de uno de ellos. Le pregunto que cuántos y me dice que 21. Sale un pollo y dice que es el más abuelo del piso mientras yo miro el telediario con disimulo. De repente, el mismo pollo se da cuenta de que no conoce mi edad, y pregunta. Veinticinco, le digo. Se hace un silencio la hostia de violento. Caras enmudecidas intercambian miradas furtivas y el ambiente se puede cortar con un cuchillo (que te hayas traído de la habitación, claro). El mismo payo dice, "Ah, pues no, no eres el más viejo del piso" con la boca pequeñita. Menos mal que no les he dicho que iba para 26 en poco más de un mes, si no a alguno le salen los cereales por la nariz. Hago un breve intento por explicarles la diferencia entre la ingeniería industrial en España y la de aquí, pero es como intentar explicarle a un niño pequeño que no se tiene que sacar los mocos porque luego se los acaba metiendo en la boca. Al final parece que el momento de tensión pasa y uno viene con una especie de análisis de orina en una botella de FontVella gabacha. El tío viene con expresión triunfante, como si trajera una pepita de oro del Far West, así que le digo con curiosidad que me deje olerlo. Lo husmeo y le digo que ya lo he probado, que es el famoso licor rumano. Se retiran todos y nos quedamos cuatro y yo, entre ellos el cumpleañero. Mientras lavo mi bol el tío escancia unos vasos y me pregunta si quiero. Le digo que bueno, que fale. Bebemos todos en un ritual de "culo seco", que dicen aquí. Algunos ponen cara de estar bebiendo lejía, pero la verdad es que aquello no tiene nada que ver con un buen orujo del norte. Se acaban los vasos de un trago con la cara de satisfacción del deber cumplido y rompemos filas. Por la tarde me los vuelvo a encontrar y me preguntan si la mañana en el laboratorio ha sido dura. "¿Dura? ¿Por qué?" digo yo sin caer en lo que hablaban, y me dicen que con el lingotazo que me había metido... Angelicos, si por un chupito de licor rumano de pacotilla tengo que llegar rodando al laboratorio, entonces estamos buenos. Además, por una vez no fui de los pocos del "campus" que se incorporó a su trabajo matutino sin meterse un copazo. Pandilla de gabachos borrachines...

El Jueves tarde hubo fútbol. Yo creía que no jugaríamos porque caía el agua en horizontal, pero por lo visto los ICAM 3 podemos ir a una sala de futbito cojonuda a la salida de la celda de castigo. La putada es que sólo fuimos 7 y acabó siendo una pachanga aunque siempre divertido, sobre todo porque sigo siendo el puto amo del balón. He descubierto que en el campo de patatas en el que jugamos habitualmente mi técnica no luce en todo su esplendor, y en la sala de parqué dejaba sentado a más de uno sin dificultades. Definitivamente, son malísimos. A la vuelta, en el coche, me preguntan si juego en algún club en España. Sí, en el de los poetas muertos, no te jode. Me traigo a la jauría y, aún con resaca, les damos un palo que se quedan temblando. Tengo ganas de que llegue el Jueves que viene.

El viernes por la mañana fui al laboratorio y poco después de comer los dejé para partir hacia España, la amada patria. Le digo a mi vecino que me voy a la piel de toro, que si quiere que le traiga algo. "Licor de manzana" me dice tras unos momentos de duda, probablemente sopesando la idea de meter una española en mi maleta y sobre lo que haría yo si eso fuera posible. Le digo que si se refiere a la sidra y me dice que no, que licor de manzana. Pues vale, le digo, ya veré. Uno de mis compañeros de proyecto se enrolla y me lleva al aeropuerto. Aturdido por su amabilidad, le pregunto si quere que le traiga algo. "Licor de manzana" me dice. ¿Alguien sabe qué cojones tiene el licor de manzana que es todo un mito por aquí? ¿Qué coño es exactamente el licor de manzana? ¿Los típicos chupitos que te ponen cuando te traen la cuenta en un bar cutre de tapas? En fin, al final, y ante el temor a equivocarme, dicidí no traer nada y dejarme de complicaciones, que luego se vician y en navidad me toca hacer de Papa Noel.

El tema de los aeropuertos se ha puesto que no veas desde el 11 de Septiembre. Te piden el pasaporte hasta para ir al cuarto de baño. Yo iba primero a Londres y de ahí ya para abajo. Alguno, mapa en mano, dirá que di un pequeño rodeo, pero es lo que había. En cada puesto de control tuve que quitarme el plumífero y pasarlo por los rayos X, y en cada arco de seguridad tuve que sacar las llaves y las monedas de los bolsillos, porque pité en todos. El tío al final, cacharrico en mano, me hace una exploración corporal personalizada. Me pitan hasta los remaches de las botas de montaña y hay momentos de confusión cuando, por culpa de la hebilla del cinturón, el tío se cree que llevo un huevo en prótesis de titanio. Tíos con metralletas danzando por todas partes y los altavoces recordando sin parar que no dejáramos nuestras pertenencias desatendidas. Para colmo, llego a mi destino final y mi maleta no aparece. Cojonudo. No llevo más que un par de suéters y algún pantalón, pero estas cosas nunca hacen gracia. Al menos eso pensaba yo hasta que esta mañana, en el mostrador de British Airways, me han abonado 13.500 pelas por daños y perjuicios. Desgraciadamente, a la vuelta a Nantes, la maleta ha llegado diligentemente. En fin, tampoco me puedo quejar.

La vuelta al labo ha sido un rollo, y la media tarde se ha hecho eterna. En la cocina, mi salero, vacío, paraba por encima de una de las neveras, y el aceitero ya no tenía aceite, así que he decidido que van a ir a mi habitación y que ya ninguna de mis pertenencias duerme lejos de mí nunca más. Ya no quedaba jabón para limpiar y, al igual que la persona que había utilizado la sartén antes que yo, la he lavado con agua y mucha maña y a tomar por el culo. El resto de cacharros los he lavado en la habitación con mi estropajo y mi jabón. Se acabó hacer el paria; es la guerra.

16 Noviembre 2001

Ya ha empezado a hacer frío, y de verdad. Tenían razón cuando me decían que lo de hace un mes no era nada; esto debe ser todo o, cuando menos, casi el doble. Las últimas noches está helando y baja hasta dos o tres grados bajo cero. Esta mañana, a las doce del mediodía, teníamos cero grados: ni frío ni calor. Según mi estación meteorológica privada, la humedad relativa es muy baja, entre el 50 y 70 por ciento siempre. No sé si eso es bueno o malo, pero el caso es que hace una rasca del carajo. No importa a la hora que pises la calle, siempre te sale humillo del hocico al respirar. Yo ya voy con el plumífero hasta al baño. Y seguro que esto va a más. Parece que le van dando caña a la calefacción. En la habitación hay papelitos en los que dice que, si tienes mucho calor, que bajes la calefacción en vez de abrir la ventana. Digo yo que eso sería en otros tiempos más prósperos, porque tengo el radiador a máxima potencia y si abro la ventana tienen que venir a recogerme. Por lo visto la gente abusa de la calefacción, y lo que hace el barbas es darle la caña justa para que, poniendo la gente los radiadores al máximo, nadie pierda ningún miembro por congelación o algún órgano vital se vea afectado; siempre contando con que lleves calcetines de los gordos, claro. El otro día me crucé con la chica de Madrid que iba a quejarse porque tenía frío en su habitación; por lo visto sus quejas cayeron en saco roto. Por mi parte, confío en que el barbas se acabe estirando y uno pueda ir en manga corta por la habitación o salir de la cucha con un mínimo de dignidad.

Aquí no se puede hacer ruido de 11pm a 7am. Yo, porque me gusta y para joder más que nada, lo primero que hago al levantarme (7:15) es ponerme la música en el portátil a toda hostia. Me ayuda a llegar al cuarto de baño a dejar correr el agua hasta que sale caliente, y como que anima un poquillo. El que no lo debe de llevar tan bien es mi vecino, que no sé a qué hora se despertará pero nunca lo veo en los desayunos. Le iba a preguntar si le molestaba, pero he decidido que lo voy a dejar correr no vaya a ser que me diga que le molesta y me joda, que es una de las pocas satisfacciones que tengo al día, coñe. También me relamo pensando que estoy jodiendo al barbas, aunque para las 7:15 am el tío ya debe estar despierto y desayunándose unos pelotazos de Martini o de Pastís de Marsella, algo así como agua oxigenada concentrada. Ayer me lo encontré al ir a pagar la habitación. Me lo crucé rápido y el tío me saludó alegremente, y luego apareció por la secretaría mientras yo hacía los trámites e intentaba encogerme para que no me viera. Yo para mí que no se acuerda del lance, pero preguntando por ahí me han dicho que sí, que ignora pero que no olvida, como las mujeres. Ahora se me ha jodido la bombilla de la lamparita para leer en la cama y me toca ir a pedirle una. Ya veremos qué me da...

El miércoles por la noche vino el francés que sabe español de mi laboratorio, Yan mish (Jean Michel). Yo le había traído Torrente para que la viera, que me dijo que la vio en España y se descojonó. La vimos en un cuartito que tiene la residencia para estos casos y que normalmente se dedica a motivos religiosos. Luego subimos a ver a las españolas porque me habían dicho que había una suaré o no sé qué. El caso es que no había fiesta en ningún sitio pero se acabó montando. Al final, a las 3:30am, sólo quedábamos los tres españoles y dos gabachos. El juego del capitán Druk los había acostado ya a todos. El jueguecito de marras lo exportaron los amigos de Interraíl de una de las españolas. Consiste en hacer una serie de mandangas de caracter repetitivo mientras se bebe. Si la cagas, bebes, como es normal en estos casos. Como la coreografía es bastante complicada, no se para de beber. El caso es que poco a poco vas controlando más y más los pasos, pero como cada vez vas más mamao, pues como que se compensa y estás siempre en el mismo sitio, bebiendo y bebiendo hasta que tu cuerpo decide que se va a dormir. A eso de las tres y media sólo estaban ya las españolas haciendo una competi con dos gabachos, y quien la cagaba se quitaba prenda. Como después de toda la noche jugando, y dado el precio de la cagada, todos controlaban lo suficiente como para no quitarse nada, decidí apurar mi copazo y subirme a dormir, que ya había estado bien.

Voy a mi sección de la residencia, subo las escaleras y camino por los pasillos hasta llegar a mi habitación. Meto la llave y no gira. Saco la llave. Meto la llave y no gira. Mecagüenlaputa. Saco la llave, le doy la vuelta, la vuelvo a meter y la llave que no gira. Forcejeo y le doy un par de patadas a la puerta maldiciendo mi estampa. ¿Ahora qué hago? ¿Dónde duermo? ¿De dónde venimos? ¿A dónde voy? De repente, levanto la cabeza y veo la etiqueta de la puerta: el mismo número que mi habitación salvo por la cifra de las centenas, un uno, primer piso, cagada, cagada mundial. Reponiendo la compostura, me escabullo por los pasillos y subo un piso más. Esta vez la llave sí abre. Me introduzco en el agujero que me sirve de cama e intento pensar que no ha pasado lo que acaba de pasar. Al día siguiente, en mi cocina, aparece un tío y me pregunta si soy soy yo el que vive justo encima suyo. Le digo que sí (más que nada porque imaginaba lo que me iba a contar), y me dice que qué coño hacía intentando entrar en su habitación a las 3:30 de la mañana. No sé cómo el payo supo que era yo, quizá me viera en la huída. El tío estaba descojonándose, y como quiera que la cocina estaba llena en ese momento, tuvo a bien contárselo a todo el mundo para el deshueve comunitario. El caso es que ahora soy una mezcla entre el capullo borracho que se equivoca de piso y perpetra un allanamiento de morada frustrado, y el puto amo de la juerga que un miércoles a las tantas de la noche va tan morao que se permite el lujo de intentar entrar en una habitación que no es la suya. Y menos mal que me la encontré cerrada, que si no sí que la liamos.

Esta semana me toca la pubel (la puoubelle, la basura). Cada semana le toca a uno bajar las bolsas de basura de la cocina (tamaño king size) al cuartito habilitado para ello en la planta baja. Yo, como había visto que los responsables no bajaban nunca las bolsas y que la cocina era siempre un burdel maloliente, creía que debía ser una misión poco menos que colosal. Pero no, es facilísimo. Uno llega, le hace un nudo a la bolsa y la baja. No hay más. De aquí concluyo que convivo con una pandilla de cerdos. Menos mal que ha venido Mister Proper a su rescate, que si no se iban a ahogar en la mierda una semana más.

La vida aquí se va haciendo dura de plus en plus, que dicen. Con el cambio de hora, cuando sales del laboratorio a las 5:30 ya es de noche, y es la depresión total. Sí, todavía te queda media tarde, pero te dan ganas de irte a dormir ya. Ahora sí que ahora paso el día en el laboratorio. Por cierto, esta tarde no estaban los profesores, se ve que tenían algo más importante que hacer que supervisarnos. El resultado ha sido que hemos estado toda la tarde con la música a toda leche, bajando juegos y jugando a fútbol hasta que uno le ha dado semejante hostia a un ordenador que creíamos que había petado. Ha estado entretenido. En fin, ahora veremos cómo viene el fin de semana.

17 Noviembre 2001

El Viernes noche fue la bomba. Había fiesta en veto (la escuela de Veterinaria), por lo visto una suaré temática sobre los años 60. Las españolas y todas sus amigas de Veterinaria cenaron aquí en la resi e iban temáticas que te cagas, aunque más bien parecían putas que gente normal de los años 60. De todas maneras, como tengo un vacío sobre lo que me sucedió en esa década, tampoco puedo decir que la cosa no estuviera así. Iban todas con mallas de colores, camisas de flores y collares espectaculares. Había una alemana de dos metros que quedaba un poco ridícula con su tutú rosa, por muy buena que estuviera. Yo lo más años 60 que tenía era un jersey a rayas de colores y una camiseta naranja fosforito, pero no creo que estuviera tan ambientado como las chicas, al menos nadie me dijo que parecía una puta. Eso sí, mis gafas modelo "Sara Montiel", agenciadas de la primera suaré temática en la que estuve, hace ya un par de meses casi, fueron el alma de la fiesta. Estoy pensando en llevármelas a todas las suarés a partir de ahora. Todo un recurso.

Yo cené con Mich y luego fuimos a tomar unos copazos al piso de la madrileña. Había gente del departamento de mecánica y estuvo entretenido. Después subimos a ver la juerga que tenían montada las veterinarias en el piso de arriba. La música temática estaba a toda hostia, y debían de llevar ya un buen rato mamando sangría porque bailaban ya a todo tren. Una de las españolas iba con un rotulador pintando cosas a la gente en la frente, "viva el amor libre", "paz" y cosas por el estilo. Al Mich le pintó una serpiente y un par de chorradas. Yo pasaba, pero al final me trincó y me escribió "cabrón" en la frente, con letras bien grandes. No me enteré hasta dos horas más tarde, cuando un gabacho en la fiesta de veto me vio y le hizo gracia. Y no veas para quitarme el cabrón de la frente lo que hubo que frotar después, lo que no está escrito. Debía de ser un rotulador de esos que uno usa para poner los nombres a los CDs que se graba. El Mich también sudo tinta con la serpientita de marras.

La festorra en veto fue demasiado. Había bastante gente y nosotros éramos un huevo, con lo que el cachondeo estuvo asegurado. Nos cerraron la paraeta a las 4am, y el Mich y un amigo suyo al que llama la Cuill (la cuille, el cojón) se quedaron a dormir en mi habitación porque se veían incapaces de llegar a Nantes. Mich aún pilló el colchón que tengo de manera perenne en la habitación, pero el otro, que venía ya preparado con su saco de dormir y todo, se acomodó en el suelo. Y no le pareció importar demasiado, a juzgar por los ronquidos del condenado. Y eso que el suelo tiene mierda de una semana, está duro y frío como una piedra. El chaval se debió enterar bien al día siguiente. Estos se quedaron sorprendidos de la juergorra que había en veto, ya que por lo visto era la primera vez que iban, y me han dicho que les avise para la próxima. El Mich es un cachondo, se nota que ha estado en España. El tío se bebe hasta el agua de los floreros y es siempre el último en largarse de las fiestas, y cuando se abre por fin se va siempre abrazando farolas. Un fenómeno.

La verdad es que da gusto salir los Viernes. Y es que los Viernes tienen una cosa muy especial aquí: que al día siguiente no hay labomartirio. Puede parecer estúpido, pero los días de la semana son así, muy suyos. Teniendo en cuenta que casi todos los Miércoles y Jueves noche salgo, y que absolutamente todos los Jueves y Viernes hay labo, levantarse a la 1:30pm como hice el Sábado es toda una gozada. Y la semana que viene se presenta fuertecilla: el Martes noche tengo cena de piso, y el miércoles noche es el cumpleaños de la española de Alicante. Cenas de piso sólo he hecho una, pero fue mortal. Acuden todos los miembros del piso, hasta los más cretinos (con decir que yo también estoy invitado), y nos juntamos los quince. No sé por qué se llama 'cena' de piso, porque la última vez el único que cenó fui yo, unas tostadas con aceite y sal, y que me salvaron la vida. Creo que el objetivo de las cenas es juntarse y beber hasta que uno se pone tan borracho que se cae al suelo o a la cama si tiene suerte. Se empieza a eso de las 8 para que estés ya durmiendo la mona a eso de las diez. Está todo estudiado; estos gabachos son un fenómeno. Y el miércoles, como digo, cumpleaños. Por lo visto va a ser el sarao del año. No sé cómo lo han hecho, pero a las tías les van a dejar la cafetería para que celebren el cumpleaños-suaré y, que yo sepa, no he oído que algo así haya sucedido alguna vez. Pero ya dijo algún filósofo griego: "Dadme una tía y moveré una escuela de ingeniería francesa". Creo que va a ser una super fiesta española y va a asistir todo el mundo, por lo que he oído. Va a ir casi todo mi departamento y supongo que será parecido con los demás. Se comenta que incluso van a tocar los Rolling al final de la fiesta, y no me extrañaría nada, porque se lleva recaudando dinero para el evento desde hace ya una semana. Si al final no vienen los Rolling, por pasta no será, desde luego. Imagino que, con el cachondeo que va a haber Martes y Miércoles, el Jueves que viene no saldré, aunque nunca se sabe. Estas cosas son así.

Bueno, voy a ver si ha acabado la lavadora. Otro día más. Por cierto, 9 grados a las cinco de la tarde: el verano ha vuelto a Nantes.

22 Noviembre 2001

Buf, esta semana ha sido movidita. El Lunes pasó como la seda, después de todo el Domingo descansando y de bien dormir. Nantes parece otro cuando uno ha dormido más de ocho horas del tirón. Eso sí, el Martes había repá d'etash (repas d'étage, cena de piso). La última cena de piso que hubo se limitó a beber como cosacos de 9 hasta no recuerdo qué hora, sin haber cenado siquiera. Prevenido ante la idea de tener que beber con la barriga vacía, me pongo a hacer la cena media hora de que empiece la función y viene la responsable de piso y me dice que sí que va a haber cena, que la otra vez se hizo precipitadamente porque el barbas no había dado permiso. Un poco más calmado ya, veo los preparativos. Llega un payo con la compra: cervezas para parar un tren, diversos zumos para mezclar con bebidas presuntamente alcóholicas y las bebidas alcohólicas en sí. El alcohol aquí es caro, muy caro, casi el doble que en España. Los chavalines aquí son jóvenes y no les importa castigar su hígado con destilados de refrigerante o líquido de frenos. Son unas botellas con formas bizarras y etiquetas chillonas en las que pone whisky, como quien coge un puñado de cagadas de cabra y dice que es caviar. De la marca del whisky no me acuerdo, creo que ponía whisky, sin más. El tequila (a quién se le ocurre comprar tequila), era San José, "importado directamente de México" según la etiqueta en perfecto español. Semejante percal no hacía presagiar nada bueno.

Empieza la cena. Somos 13 porque hay un par que se escaquean, no sé por qué. Mientras apuro las cervecillas, me meto medio kilo de macarrones entre pecho y espalda para ir haciendo colchón, mirando de reojo las etiquetas de colores chillones. Voy a aflojar la vejiga en un impás a mi habitación y veo al Coco online en el Messenger. Le comento la jugada: le describo el panorama y le digo que todo va bien. Le digo que cada vez que vaya a mear le informo de la situación del campo de batalla, lo cual es cada diez minutos, porque debo de tener un botellín de Heineken en la próstata. La cena prosigue. Coco me va indicando: "Tranquilo, la noche es larga", "Muévete por la banda", "Ahora, ahora; dales con todo" son algunas de sus gotas de sabiduría. Se acaba la cena y decido que ya es hora de probar el famoso whisky. Me pongo un vaso y averiguo, sin sorpresa, que la cosa sabe a rayos. La única gabachita de mi piso que merece se enzarza a tirarse agua con otro, y acaba tirando una cacerola llena del líquido elemento por el pasillo. Por mala, la cogemos entre tres, la llevamos a su habitación y le damos un duchón. Lo peor no fue la ducha en sí, sino que el agua era fría, y aquí el concepto de "agua fría" cobra una nueva dimensión. Aún así, se cambia y vueve con ímpetu renovado.

Lo que viene a continuación no sabía si incluirlo en el diario, pero he decidido que tiene que estar todo, lo bueno y lo malo; y esto que viene ahora es más malo que una angina de pecho, pero ahí va.

Pillo al Tiburón por banda, que llevaba toda la noche metiéndose el whisky de dudosa reputación entre el pecho y espalda de su 1.95m y, confiando en mi perfecto estado de sobriedad, le digo que si hacen unos tequilas. Me dice que cómo no, así que nos metemos no sé si dos o tres mano a mano. De repente, se hacen las once y, como en el cuento de La Cenicienta pero una hora antes, todo el mundo se abre. Hostiaputa, si incluso La Cenicienta aguantó hasta las doce. Les digo que esto no puede ser, que son las once, que en qué mierda de país viven y florituras varias. Me dicen que se com sá, que viene a querer decir que hay que joderse. Nos damos unos abrazos y unos besos efusivos (a esas alturas éramos ya todos amigos para siempre) y me meto en mi habitación. De repente, descubro que la habitación se menea como el camarote de un barco, y al entrar en el cuarto de baño un golpe de mar hace que casi me cepille un armarito que tengo en un rincón. Descubro de repente amargado que, o bien el vaso de whisky o bien uno de los tres o cuatro tequilas no eran sino alcohol 96, y que llevo lo que El Manual llama "El pedal de la muerte". Salgo a cubierta, me pongo el pijama y me meto en la cama a intentar capear el temporal. Minutos más tarde, por primera vez en mi vida a causa del alcohol, echo a perder la cena. Nantes te quiero.

El despertador suena a las 7:15. Parece que ha pasado el temporal. Voy al cuarto de baño y dejo correr el agua como siempre. Quince minutos más tarde doy por sentado que hoy no hay agua caliente y que, por tanto, hoy no habrá ducha. De puta madre. Las tres galletas que consigo echarme al buche pugnan por saltar sobre el redecorado suelo de la habitación. Qué manías han cogido los alimentos a estas alturas. A las 8 de la mañana enfilo el camino al labo para, una hora más tarde, hacer el recorrido contrario. El tiempo que paso en el laboratorio se hace eterno. Al final, en vista de que aquello no era plan, decido volver a la habitación donde pasaré el resto del día. Durante el resto de la jornada tengo tiempo suficiente para pregutnarme si alguna vez volveré al estado en el que una vez estuve: relativamente saludable.

Por lo que toca al tiempo, aquí hace un frío que pela. Ya nos hemos dejado de tonterías, y aquí por las mañanas el termómetro no ve los cero grados ni de lejos. Los cristales de los coches tienen hielo para parar un tren y el césped de los jardines parece que esté nevado. El plumífero es ya mi segunda piel, y cuando el termómetro pasa de los +2 grados ya digo que hace calor; así de integrado estoy ya. Hasta me hace gracia que me salga humillo del hocico cuando respiro, mira tú.

El miércoles por la noche fue el cumpleaños de una de las chicas españolas, la de Alicante. Yo es el segundo cumpleaños que veo aquí y los dos han sido la monda, con docenas de personas implicadas y fiesta sorpresa, de esas que salen en las películas en las que los amigotes esperan con las luces apagadas y entra el prota y se queda con cara de panoli. Esta vez seríamos unos cincuenta, venidos todos de los diferentes laboratorios del ICAM y ganado diverso de Veterinaria, nunca mejor dicho. A las nueve de la noche estábamos todos esperando a que apareciera la chica en cuestión, encogidos entre las mesas del comedor universitario y con las luces apagadas. Cuando por fin se dejó caer y varias docenas de gabachos cantaron el cumpleaños feliz con un acento perfecto y sin apenas ensayos, hasta a mí se me cayó la lagrimilla. Evidentemente, a muchos de los que había allí se la sudaba de quién fuera el cumpleaños, problablemente muchos ni conocerían a la chica en cuestión e incluso los habría que ni siquiera sabían que se trataba de un cumpleaños, pero aquí una fiesta un miércoles por la noche tira incluso más que un pelo de chichi. Tortilla de patatas, sangría, cerveza y agua de Valencia por doquier para regar las gargantas de los invitados a la tefé (fete al revés. Sí, aquí son así). La fiesta se prolongó hasta las tres o tres y media y el Jean-Mich y el Cojón (la Cuille) volvieron a dormir en mi habitación. Esta vez fue Jean-Mich el que llegó el último, se quedó sin colchón y ni siquiera encontró el saco de dormir que le había dejado a mano. Al suelo, vestido, sin saco, sin almohada, sin vergüenza; con dos cojones. Yo estoy media hora en esas condiciones y me tienen que llevar a la UCI, pero el tío, a las 7:15am, a la ducha como un campeón. El Mich es un fuera de serie, se nota que ha tenido su periodo de rodaje en Madrid. Tanto el Cojón como Jean-Mich me hicieron notar, mira tú por dónde, que en mi habitación hace bastante frío a pesar de estar la cale a toda hostia, que eso no es normal y que hable con el barbudo. Tendré que ir a hacerle frente, porque además se me ha fundido la lamparita de leer. En fin, el día tendrá que llegar antes o después, y ya he tenido algún roce con él y parece que viene en son de Ricard, digo de paz.

La fiesta estuvo bien, pero hubo poco que hacer. Todas las nenas acudieron con sus respectivos, y pude comprobar con contrariedad que la segunda portuguesa ya tiene quien le haga mimos, así que a otra cosa mariposa. Con las ilusiones que tenía yo después de que me hubieran invitado a cenar dorada (el "pescao", no la lluvia) el otro día. Entre los pocos ejemplares accesibles que había se encontraba una alemana, y lo de accesible es un decir. Con botas de cuero, melena larga y rubia y calzón oscuro, la tía intimidaba hasta al más pintado, y creo que nadie osó acercársele en toda la noche ante la bien fundada certeza de que, si te pilla, te parte en dos. En fin, nos lo pasamos de cojones, hablamos mucho francés y conseguí escaquearme lo suficientemente al límite como para que no me engancharan para limpiar el pedazo de marrón que allí se había montado.

Hoy el día ha transcurrido con tranquilidad. Como estábamos todos reveníos de la fiesta de anoche, nadie ha dado un palo al agua. Hay veces que vagueamos de una manera tan flagrante que hasta me da coraje, pero bueno, hago de tripas corazón y lo voy superando. Hoy desde luego ha sido increíble. A mediodía teníamos comida todos los departamentos juntos, profesores incluídos. Ha estado entretenido y el buen vinito francés ha corrido sin reproches, con lo cual las tres horas de la tarde (salíamos antes porque es Jueves) las hemos dedicado a jugar al ordenador. Es la demo de un juego en el que se maneja un coche teledirigido por un vecindario. La gracia estaba en batir el récord de vuelta rápida, y vive Dios que la cosa ha dado juego. Mientras, en el ordenador-música (un ordenador absolutamente dedicado a la reproducción de MP3eses) bajábamos canciones sin parar, aproximándonos ya a los 1.000 temas, número ya considerable. El caso es que, cuando el gato no está, bailan los ratones, y también lo dicen aquí.

Empiezo ya a tener un buen nivel de francés. La verdad es que ocho horas diarias con seis gabachos que no paran de decir chorradas y de mentarse a la madre da para mucho. La mayoría de la gente viene aquí y se junta en un grupo de españoles, volviendo a su casa sabiendo decir vulevú cushé avec muá y poco más, y probablemente ya sabían eso cuando llegaron. Así que supongo que por ese lado tengo suerte ya que, aunque estoy aquí bien puteado 39 horas a la semana, estoy haciendo un intensivo de francés que algún día espero que valga su peso en euros. Por otra parte, el rollo gabacho me va un montón, y me lo paso pirata cantando éxitos franceses de todos los tiempos a capela con el resto de ejemplares del laboratorio. La parte menos buena es que estoy aprendiendo más argot que otra cosa, y tengo problemas para evitar decirle al director que hace un frío que le helaría el chocho a la puta de su madre, en vez de simplemente decirle que hace frío. En fin, todo a su tiempo. Por si fuera poco, parte del argot consiste en decir las palabras al revés, con lo cual uno tiene que aprenderse las mismas y sus correspondientes inversos. En vez de decir "a fond" (a fondo) dicen "a donf", en vez de "fete" dicen "tefé" y así con todo. Yo me he aprendido unos pocos equivalentes y de momento voy tirando. He aquí algunos ejemplos de argot puro y duro y que están a la orden del día:

Y así todas las que quieras. Por supuesto, para los sustantivos, hace falta recordar si se trata de masculino o de femenino, porque equivalencias al respecto con el español, las justas. Por otra parte, uno debe tener especial cuidado en pronunciar bien la B y la V, ya que no es lo mismo decir "je veux manjer vite" (quiero comer rápido) que decir "je veux manjer bitte" (quiero comer polla). Lo mismo cuando uno dice que ha visto (voire) algo, si no quiere que entiendan que uno va mamado ya de buena mañana (boire) lo cual, por otra parte, no creo que sorprenda a nadie por estos lares. En fin, excentricidades del francés que siempre dan pie a que los lugareños puedan descojonarse sin tapujos del españolito de turno que se bate con el puto idioma local. Más en la próxima entrega del Diario de Nantes.

27 Noviembre 2001

Los franceses son unos fenómenos, me han hecho descubrir dos productos milagrosos que voy a patentar en cuanto vuelva a España y que sin dura me van a retirar de la dura vida de estudiante al que le dan las becas más putas. A saber: el jabón de fregar los platos que nunca se acaba y el jabón de lavarse las manos que jamás mengua. No sé yo cómo existe una industria tan desarrollada en torno al jabón, siendo precisamente un país en el que el citado producto se usa tan poco. En la residencia somos unos 300, y pondría una mano en el fuego por que más de la mitad no se duchan todos los días, y la otra mano por que un 10% no se da más de un par de duchas por semana, con suerte. El otro día pasé por al lado de un payo que jugaba al billar y el muy hijoputa olía a cloaca que no veas. Yo he estado dos, tres, quizá hasta cuatro días sin ducharme, en situaciones extremas, y creo que nunca he olido así de mal. De todo habrá en las viñetas del señor, pero aquí hay mucho guarro.

Bueno, volviendo al tema de los jabones. El jabón para lavar los platos que nunca se acaba es apasionante, sin embargo no creo que me reporte grandes beneficios. Consiste en que, cuando queda poquito en la botella, se rellena hasta arriba otra vez con agua y así se vuelve a tener todo el recipiente lleno del espumoso líquido. El proceso es, teóricamente, infinito, ya que se puede rellenar el bote cuantas veces se quiera. Sin embargo en la práctica parece que existe un cierto límite físico, y hasta los gabachos más guarros se dan cuenta después de lavar varias veces los platos sólo con agua caliente y alguna burbuja ocasional. No sé quién será el cerebro de mi piso que ha venido con el invento, pero a mí se me ocurrió algo similar aplicado a la industria del champú cuando apenas tenía 4 años (tendré que preguntar a mi madre para datos exactos).

El invento que sí que me puede retirar es el jabón para las manos perenne, pero todavía no he dado con la fórmula de su éxito. Llevo más de dos meses aquí y me lavo las manos como mínimo dos veces al día, aunque normalmente son varias más. Pues bien, en todo este tiempo, todavía no he conseguido agotar la pastilla de jabón que abrí el primer día. Es increíble. Compré cuatro porque pensé que me las fundiría rápido, pero llevo dos meses con la misma pastilla y aún le queda cuerda. Sencillamente acojonante. En cambio, para la ducha, gasto el jabón Dove ese, que debe de ser suizo o alguna mierda de esas, y me los fundo que da gusto verlos. Se conoce que se trata de un compuesto más suave y más acorde a las necesidades de mis pelotillas, pero ya podía durar un poco más, pardiez. Seguro que lo pilla un gabacho de los guarros y le dura un año.

Las cosas van viento en popa y cada vez me lo paso mejor: estoy haciendo planos en el laboratorio, me río cuando dicen gracias pero porque ahora las entiendo, el barbudo ya me vuelve a comer en la mano, tengo bombilla nueva para leer en la cama y mi radiador ya quema cuando pones la mano encima. Hace un frío del carajo ahí fuera, pero por mí como si quiere nevar. Lo peor es coger el coche por la noche. Cuando empieza a salir aire caliente de la calefación ya has llegado. La helada esta noche ha sido de cojones, hoy ya he visto al primer pringao rascando el parabrisas con la paleta que se usa en estos casos. Si me falla el tema de los jabones venderé paletas de esas; negocio seguro. Una lástima que ya no pongan cepos a los coches que aparcan delante de la residencia, si no esto ya sería el descojone completo. En fin, las cosas marchan viento en popa.

Estoy perdiendo contacto con las españolas. Esto, que en principio podría parecer perjudicial, me está viniendo de perlas. Llevo una semana comiendo, bebiendo, meando y cagando en francés; no paro. Inmersión total. Como esto siga así voy a salir de aquí hablando mejor que Robespierre (sí, creo que era él). Supongo que las españolas tienen sus motivos para empezar a pasar de mí: su francés ha superado la barrera del equivalente gabacho del "My taylor is rich", y ya pueden pedir la hora y decir cosas sobre el tiempo, aunque sin alardes; las palabras "niebla" o "sol" requieren de algo más de tiempo. Aún así, el caso es que han mejorado, y esto les ha permitido establecer ciertos lazos con al menos un par de docenas de los cientos de gabachos que les rondan y, supongo que, pieza clave, agenciarse a alguien que tiene coche y que las lleva a todas partes. De hecho ya no me llaman ni para ir a comprar al Carrefour, cosa que agradezco sobremanera. El tiempo invertido en comprar un par de filetes, leche y cereales, ha pasado de la hora y media (verídico) a apenas veinte minutos. Una maravilla. Por otra parte, ha coincidido con el momento en que he cerrado lazos con la peña del laboratorio, y me llaman casi todas las tardes para hacer alguna cosa. Me siento tan ligero y libre como si llevara una compresa con alas.

El Sábado por la noche fue el punto de inflexión. No tenia plan y llamé a las españolas. Me dijeron que no iban a hacer nada y, como me aburría, al rato fui a ver que hacían, momento en que las trinqué saliendo por la puerta ataviadas para el combate. Los Domingos normalmente vamos al cine, pues bien, como revancha, me fui solo a ver ``Un pez llamado Wanda''. Fue una tarde divertida. Primero aparqué el coche en un sitio nuevo y me costó un cuarto de hora encontrar el cine (aquí todas las putas calles son iguales. Sí, muy bonitas, pero iguales). Luego resultó que el puto pez llamado Wanda era en inglés, con lo cual de francés nada, pero bueno, me gustan las películas en inglés y lo pasé bien. A la salida estuve veinte minutos para encontrar el coche bajo la lluvia. Una vez encontrado, me equivoqué de dirección y salí de la ciudad por el lado que no tocaba: 25 minutos después estaba en el mismo sitio en el que había cogido el coche. En total me costó más de una hora llegar a la residencia. Un portento de la navegación.

El Lunes tarde me llamaron mis colegas de proyecto para cenar en su casa. Me perdí llegando con el coche y me volví a perder buscando su madriguera a pie. No sabía que fuera tan nulo leyendo mapas, algo increíble. Encontrar el coche después fue otra odisea, pero no lo voy a hacer más largo: entraba por la puerta a la una de la mañana del Lunes. Empezamos fuerte la semana. Esta tarde Carrefour urgente y lavadora. Una hora de lavadora y dos de secadora. A las 10pm va a acabar el ciclo, y luego ponte a doblar la montaña de ropa, porque como la dejes sin doblar es que ni te la pones después. Afortunadamente, mañana pasan a limpiarme la cueva, porque ya empiezan a hacerse las clásicas pelotillas rodantes de las pelis de vaqueros.

El Jueves tenemos reunión con el cliente. Por suerte esta vez viene él, así que, a priori, no me quedaré dormido en el coche de camino a su chamizo, que ya me ha valido algún cachondeo que otro. Por lo visto vamos a tener la entrevista, que seguro durará toda la mañana, como siempre, y luego vamos a comer aquí en algún sitio reservado para estos casos. Me pregunto qué se le habrá perdido al tío por aquí, pero bueno, miel sobre hojuelas. También se está preparando una comida o cena de laboratorio, con los 7 y los profesores y gente de taller. En total unos 15 o así. El tema está en ponerse de acuerdo y ver cómo se hace, porque en principio tiene que ser en el laboratorio y allí sólo hay una cafetera. Ya veremos qué se inventan.

En fin, creo que es todo. A ver si me acuesto antes de las once que estoy completamente revenío. Nantes se está empezando a embalar.

2 Diciembre 2001

Hace tiempo que lo descubrí, pero no me he acordado hasta ahora; se llama Aubade. Es una marca de lencería gabacha famosa por las fotos de sus catálogos. En uno de los pisos de los pul (hace poco descubrí para mi desengaño que se dice 'le pul' y no 'le pulé') tienen en la cocina un poster de un culo enorme. Si uno se fija, parece que lleva unas bragas de encaje por encima o algo así, pero el culo es tremendo y debe tener un diámetro de unos tres metros. El poster llega hasta el techo. Parece ser que se trata de parte de una serie de 'lecciones', y esa era la 37. En cada foto hay una tía tremenda y una cajita con una frase 'ingeniosa' en la que viene la lección correspondiente. A uno le entran unas ansias de aprender que es demasiado. En fin, para el que tenga curiosidad: http://www.aubade.com/html/lecons.html.

Por lo visto cada año sacan una serie limitada de calendarios. Imagino que un año será el tiempo que les cuesta diseñar a las mancebas mediante potentes ordenadores, porque semejantes formas son impensables, al menos no sujetas a los caprichos de la gravedad terrestre. Según me cuentan y me parece bastante obvio, hay hostias cada navidad por hacerse con uno de los calendarios. A ver si tengo suerte y pillo alguno. Por otra parte, en el laboratorio estamos pensando en sacar a una de las guayabas por el plotter en un A0 a tamaño natural, pero no nos atrevemos porque no saca gamas de grises y porque se nos puede caer el pelo, todo en la misma jugada. Una lástima.

El otro día el director hizo otra de sus visitas, relámpago en esta ocasión, y esta vez quedé como el puto amo. Cuando el director entró por la puerta, yo estaba sentado en una de las estaciones de trabajo retocando la puesta en plano de una de las piezas del invento, mientras que Mich y su binomio se tiraban el uno al otro restos de ferralla que habían traído del taller. Esta vez fue el español el que quedó como el que curraba, aunque sólo fuera para variar.

El tema de las estrellitas de los aperos está tocando a su fin; sólo el profesor que nos lleva el proyecto acaba de sumar la novena esta mañana, y el cabrón no paga. El otro día estuve media tarde currándome una hoja de cálculo en la que venían las estrellas de cada uno, los aperos ya pagados, el total, etc... y luego te hacía unas gráficas de barras con el estado de estrellas y un gráfico de tarta con la contribución de cada uno al cachondeo total. Ahora que la cosa se profesionalizaba parece que se va al garete. Por lo menos sé que llevamos 20 aperos, de los cuales el 20% es a mi costa. Primero de la clase, claro. Además el ambiente se está enrareciendo. Uno de los proyectos ha acabado ya y los responsables no hacen más que el canelo, nosotros nos lo tomamos con tranquilidad y el tercer proyecto va toda máquina, los tíos no paran. El caso es que en ese binomio hay uno un poco borde, y le toca los huevos que nos pasemos la tarde jugando a los cochecitos en el ordenador mientras él caga planos, y así lo hizo notar el otro día en pleno apero y con la plana de profesores delante. Además el tío siempre llega unos 17 minutos tarde y las estrellas le caen que no veas, y hoy se ha pirado una hora antes y nadie se ha atrevido a colgarle una, señal de que el invento se desmorona. Mejor, porque con los aperos nunca me daba tiempo a dar una cabezadita después de comer.

El Jueves fue el día del deporte. Jugamos un partidito en el que me salí como viene siendo habitual y luego repusimos fuerzas en el bar. Los aprés-match suelen ser mortales. Nos juntamos unos cuantos y cada uno paga una ronda de cerveza. Se empieza a eso de las 6:30 y no se sabe cuándo se acaba pero sí dónde: normalmente en desgracia, provincia de Guadalajara. Y ayer especialmente. Yo me retiré después de la tercera porque tenía un día de esos en los que se me hincha el estómago como un globo y no hay nada que hacer. Además me dolía una pierna de un viaje que me habían dado y estaba cogiendo frío. Subí, me duché y cené. A eso de las 10 me suben dos tíos de Materiales con un pedo soberano, preguntando si tenía algo de pasta para cenar. Les hice unos spaghetti bolognesa que los tíos fliparon. Se largan, me pongo el pijama a eso de las 11:30 y me suena el teléfono. Me dicen que el Jean Mich lleva un pedo tremendo, que está tirado al lado del billar y que no lo pueden mover, que si puede dormir en la habitación. Digo que sí, que sin pegas, y me dicen que vale, que de puta madre, pero que baje a ayudarles que no pueden con él. Por lo visto se había desmarcado por la banda y se había endiñado media botella de Ricard en alguna fiesta de piso. Lo subimos a mi cuarto y aprendo una expresión nueva: fer de galet (faire des galets) es echar la papilla. Les galets son los crepes salados, para el que no lo sepa. La verdad es que la expresión es muy ingeniosa y ciertamente gráfica. Tras unos minutos de titubeo con la cabeza en el váter, no ya dudando de si la echaba o no, sino de si iba a dormir con la cabeza contra la tapa, lo tiramos en el colchón y le pongo la papelera al lado. Al cabo de una hora de ver si sí o si no, parece que se lanza. Me levanto y le digo que a la papelera, que si me escucha, pero el tío está en un estado de semi-inconsciencia. Al final, se toma la justicia por su parte y decide repartir al 50% la pasta de crêpe entre la pared y el colchón en el que duerme, para luego rebozarse casi con deliberada intencionalidad. Con las tripas revueltas ante semejante espectáculo, y con la convicción de que al día siguiente no lo levantaba ni una pala excavadora, intento conciliar el sueño. Al día siguiente, para mi asombro, se levanta, se come unas galletas y al cabo de una hora está en el laboratorio llamando a Inglaterra y arreglándose las prácticas de empresa en el UK. Un fenómeno. Eso sí, con unos faros que no veas. En fin, un pedazo de Jueves. Verdaderamente, los Jueves es el día del deporte por excelencia.

Se me olvidaba: por la mañana habíamos tenido reunión con el cliente. Para las vigas de hasta media tonelada de peso y 8 metros de largo "hemos" desarrollado la solución cremallera. Se trata de una cremallera que va atornillada a la parte superior de la viga y sobre la que engrana un piñón, el cual es movido por un motor que se desplaza con el carrito que empuja los perfiles hasta la máquina de control numérico que le hará las perrerías pertinentes. El invento del tebeo, vamos. Lo más delicado del asunto es el control de posición del bicho. Para ello hay un variador de frecuencias fijo que transmite las órdenes de movimiento al carrito vía módem radio (toma ya), y un medidor de posición con otro módem radio embarcado en el carro y que le va diciendo por dónde va. El problema más gordo, y de cuya magnitud nos hemos dado cuenta hoy, es el decalaje en el tiempo que tarda en llegar la señal. Son sólo 2 ó 3 milisegundos, pero teniendo en cuenta que el carrito va a toda mecha y que el cliente quiere precisones del orden de décimas de milímetro, nos podemos meter el invento por el culo. "Tenemos" que llamar el Lunes al fabricante del software que controla el motor para ver si incorpora correciones para este tipo de eventualidades, y si no ya veremos qué pasa. Para pesos grandes, hasta una tonelada, y vigas largas, está la solución cadena. El carrito es movido por una cadena, el motor está fijo y el medidor de posición va en el eje del mismo. La única pega que nos han puesto es que puede hacer un ruido de la hostia. Por lo visto, las cadenas, como el fútbol, son así. Por otro lado, nosotros creíamos que íbamos a hacer todos los planos y toda la pesca, se los íbamos a dar al tío a finales de Enero y nos batíamos en retirada, pero el payo quiere hacer un prototipo de la solución cremallera porque se ve que no se fía un pelo (y no me extraña). El tío va a hacer los pedidos de perfiles para ensamblar dos módulos de dos metros cada uno y ya veremos el tema de los módem radio cómo tira. Que Dios nos pille confesados. Como funcione seré el primer sorprendido. Por otro lado me he enterado ahora de que hay que hacer una especie de memoria del proyecto y una presentación delante de la plana mayor, director incluido. Mi contribución a la memoria va a ser sin duda decisiva, pero no te lo creas. A ver qué hago. En la presentación aún puedo tirarme el pisto porque sé de qué va el tema y sé qué es lo que hace cada cosa, pero la memoria va en gabacho y ahí mis colegas no tienen competencia. Por otro lado, cojonudo tener una memoria de todo el empastre para luego llegar a mi escuela y lucirme. Espero que les quede gorda.

El fin de semana ha sido un rollo. El tiempo es de perros. El Viernes no salió nadie porque el Jueves noche pasó factura, y el Sábado me fui con la gentuza de mi promoción, la que no se había largado durante el fin de semana, a ver una peli a casa de uno de mis binomios. Ni una gabacha a la vista, y por lo visto los tíos no hacen nada por llevarse el pan a la boca. Ciertamente incomprensible. Probablemente no han oído las corrosivas historias que circulan por ahí sobre las francesas, si no estarían en la calle buscándose la vida. Debo admitir que, desde que las españolas y yo tomamos caminos divergentes, no veo féminas ni siquiera de lejos. El fin de semana que viene habrá que tomar cartas en el asunto y hacer una expedición en serio por Nantes, porque esto no puede seguir así. Voy a ver si ha acabado la secadora.

LA ESTRATEGIA CARLOW (Extracto de un mail enviado al Juli)

Juli: Acabo aquí el 27 de Enero. La idea es ir a ver a Luis una semana o así y luego ir a verte a ti. Puedo hacer el proceso inverso si te vienen mejor las fechas, a mí me da igual. En cuanto acabe aquí me voy a tomar un mes ``selvático'' que va a ser la bomba.

Dado que no me como un rosco aquí, me queda el recurso de las gabachas de Carlow (he oído que hay una colonia de cuidado), para lo cual se me ha ocurrido un ingenioso plan al que podemos llamar, siguiendo la nomeclatura de El Manual, Estrategia Carlow (E.C. en su abreviatura militar). Cuando salga de aquí para finales de Febrero, voy a hablar francés bastante decentemente, pero no se me va a escapar una a la hora de entender. El truco consiste en hacerme pasar por un españolito con escasos (mejor nulos) conocimientos de gabacho, e introducirme en las líneas enemigas asumiendo todos los riesgos. Si estás tan ocupado como para no poder asistirme, puedes incluso dejarme con las gabachas a solas. Yo les daré a entender que no sólo no me parece de mala educación que hablen francés en mi presencia a pesar de no entender ni papa, sino que además me encanta oírles hablar en la lengua de Sartre. Entonces es cuando ellas no se cortan un pelo y, confiadas ante mi supuesta ignorancia del gabacho, desvelan sus planes más inmediatos y sus guarradas más íntimas mientras yo me chupo el dedo y miro hacia otro lado. Información privilegiada de primera mano, y luego, ¡¡PATAPÁM!! Ya lo estoy viendo. Y no importa que intenten emplear argot o hablar al revés, porque ya hablo más francés hacia atrás que hacia adelante. No tiene pérdida.

Así que ya sabes: en Febrero va a ir a visitarte una amigo tuyo. Es muy simpático y está que se rompe de bueno, pero no tiene ni idea de francés ni ha estado jamás en Nantes (tampoco conviene que hagas demasiado hincapié en el tema, que si no se acabarán oliendo algo). "A ver si me lo podéis sacar a pasear, que yo tengo que hacer el canelo con mi proyecto" puede ser estrategia de apertura muy conveniente. Iremos perfilando detalles conforme se acerque el día D. Por cierto, si el desembarco va bien, cuenta con que me pueda quedar un mes en vez de una semana. Soberbio. Ni a Patton se le hubiera ocurrido. Sólo falta que no se me escape nada en gabacho el primer día, porque si no sí que la hemos liado. Si la estrategia va bien, podemos repetir en una supuesta visita en Fallas. Claro, que las cosas siempre se complican al aumentar el número de tropas a comandar, pero también estará el sargento Chano que puede hacerse cargo de un pelotón y cerrar la pinza.

6 Diciembre 2001

Pocas cosas pasan últimamemente. Un poco al margen de la vorágine vital de las españolas (lo que hace levantarse a las 10am en vez de a las 7am) y embebido en la pasividad de los gabachos de mi promoción, he conseguido pasar lo que llevo de semana de una manera pacífica, acostándome antes de medianoche y levantándome como si no me hubiera pisado un camión. Y la verdad es que se agradece, me gusta el "feeling". El trasnochar y la juerga están muy bien, pero cuando uno tiene que fichar a las 8 de la mañana todos los días, las cosas se ponen cuesta arriba. Ahora hasta estoy currando en el laboratorio, y a base de bien. Estamos haciendo todos los planos para ver cuánta ferralla hay que tirar y ver la pasta que le van a costar al cliente sólo las piezas que tenemos que fabricar nosotros. El invento le va a salir por un pico. Creo que el tema está por las 300 mil pelillas, pero todavía quedan cosas por perfilar, así que ya veremos. De todas maneras, mucho más barato que los productos de la competencia, oiga. ¡Y no vea cómo va a lavar de blanco!

Este fin de semana no, el siguiente, el Sábado es día de puertas abiertas en el ICAM. Eso, traducido al cristiano, significa que pringamos de 10am a 5pm. Preguntando por qué y cómo nos van a hacer currar con semejante impunidad y desprecio un Sábado, y aduciendo que en España, la tierra de donde yo vengo, país del sol perenne, del Fary y del cachondeo, el Sábado es tan sagrado como el Domingo o más, me dicen que en realidad ese día nos lo cambiaron por un Viernes de hace un mes en el que hicimos puente. Joder con los señores, qué espléndidos. Según me han contado, hay que estar haciendo el paripé en el laboratorio y vienen los críos con sus padres, y entonces les enseñas lo que estás haciendo y lo bonitos que son los planos y lo de puta madre que es ser ingeniero. Se trata básicamente de captar ganado para la secta. Bueno, ya contaré cómo se desarrollan los acontecimientos. Seguro que me pilla resacoso...

El frío aquí ha bajado, pero la humedad relativa en el ambiente se mantiene en un 100% permamente. Técnicamente no llega a llover, sino que las gotas de lluvia se mantienen en el aire esperando a que pases y te las lleves. Debe de ser por eso que los de aquí dicen "que no llueve tanto". Ni falta que hace. Con un clima así quién quiere lluvia.

Las españolas veterinarias se largan a España a hacer los exámenes de Diciembre. No vuelven hasta después de Navidad, pero Navidad de la buena, con Reyes Magos incluidos. No sé si lo he comentado, pero el día 2 ya estoy de vuelta aquí. A mí me viene Papa Noel y además rapidito. Esto es currar y lo demás son cuentos. Que me expliquen a mí qué tiene de "Erasmus" mi beca. Las españolas veterinarias, en cambio, se piran ya a hacer sus exámenes de Diciembre, y no parece que el hecho de que se vayan a perder un mes de clases en francés aquí les haga inquietarse demasiado. Al menos al mí no me lo parece. Me pierdo yo un mes de Electrónica Industrial en gabacho y me pego un tiro. La que se iba hoy me ha llamado para despedirse y todo, un detalle teniendo en cuenta que llevábamos un par de semanas sin vernos. Quizá lo ha hecho porque sabía que me iba a levantar de la siesta. Un detalle al fin y al cabo. Últimamente no sé cómo estaban yendo al Carrefour, pero desde que ya no voy con ellas mis compras se reducen a 20 minutos y ya no me tiemblan las piernas cuando se me acaban los cereales. Y es que hora y media de turismo por el Carrefour agota hasta a la mente más disipada. Una maravilla esto de ir de compras.

He estado un par de días sin red. La causa: a un payo de la residencia le han descubierto unos filmes de tías guarras en bolas. Por fin ha salido a relucir la C de Catholique del ICAM y la censura se ha impuesto al sentido común. Por lo visto el tío tenía unas peliculillas guarras (film de cú, dicen aquí, pelis de culos) compartidas en la red de la residencia. Al muy capullo, que lleva cuatro años aquí y que ya debe saber cómo se las gastan, no se le ocurre más que ponerlas a la vista del barbudo, que por lo visto también hace de ciber-cop en sus ratos libres (este tío no para, que lo fichen para el labo). El resultado ha sido que nos han cortado el cable durante un par de días. A todos. Preguntando por qué a todos, me han vuelto a soltar el socorrido "se com sá" (así son las cosas), que parece una expresión destinada a explicar los misterios más insondables del Universo. Esto es peor que en mi escuela, aquí tienen asimilado el "se com sá" y con ese lema tragan con todo. Yo me pregunto que si el tío de las pelis guarras, con 22 tacos, encerrado en un campo de nabos como es esto, no puede tener unas peliculillas para su disfrute personal, entonces apaga y vámonos. Seguro que hasta nos ponen bromuro en la comida de la cafetería, aunque yo no he notado nada. Quizá las uñas de los pies me crezcan más rápido que antes, pero probablemente sea que hace un mes que no me las podo.

Bueno, a falta de nada mejor que contar, diré que creo que acabo de cenarme el filete de alguien. La verdad es que no sé si era mío o de otro, pero ya me da igual. Creo que era mío, porque compré también unos huevos (creo recordar, tengo lagunas) y tanto el filete como los huevos estaban en la otra punta de la nevera cogidos de la mano. Nunca me ha faltado nada, pero no es la primera vez que mis cosas van saltando de estante en estante en busca de un hueco en el que echar raíces (alguna cosa casi me echa raíces en la nevera, no es un hablar por hablar). En todo caso, sólo me ha visto jalarme el filete "el rarito", y a ese no lo he visto hablar con nadie, así que hoy paz y mañana labo, digooo... gloria. La otra posibilidad es que el filete fuera de "el rarito". En ese caso, que le den, directamente. Hace tiempo que es la guerra en la cocina, y en el amor y en la guerra, ya se sabe, los filetes no tienen nombre.

PD: Tras posteriores indagaciones, he resuelto el asunto. He encontrado en el bolsillo del pantalón el ticket de la compra, certificando que no compré huevos y que el filete con el que los productos avícolas se habían juntado en la nevera no era mío. Sin embargo, constaté que sí que había comprado carne, además por un valor similar (franco arriba franco abajo), filete que jamás llegó a aparecer en la operación carne+huevos. El resultado final: filete al buche (uno por otro) y restauración de huevos a su lugar original al abrigo de miradas ajenas, de manera que nadie sea capaz de atar cabos. El crimen perfecto. Yo no soy así, son las circunstancias. En tiempos de guerra se debe actuar con soltura y decisión; un error te puede llevar a la tumba. Imaginad que me trincan embuchándome el filete. Uf, pasamos a situación de Alerta Uno en la cocina.

9 Diciembre 2001

El Jueves noche hubo cachondeíto. Después de hacer un partidazo a media tarde, y con la satisfacción del deber cumplido, enfilamos al bar a tomar unos copazos para recuperar el cuerpo después del esfuerzo físico. En mitad de la operación de restablecimiento de las funciones corporales, aparece la española de Madrid y dice que va a hacer una super cena en su piso. Se montó una expedición relámpago al Carrefour (menudo imperio aquello, pero ya hablaremos del tema) y una hora más tarde "estábamos" preparando la cena. Hicieron una cosa que por lo visto es típica aquí y que es como una tortilla de patatas, pero en vez de huevo lleva queso y cebolla. Aquí a todo le echan queso; queso y pimienta molida. Son las estrellas de la repostería residencial. Compran una pizza que lleva queso hasta los topes y los tíos sacan su paquetito de emmental rallado y le echan una segunda capa. Como me huelan los pies se los comen. La cena estuvo cachonda, como siempre. Hay un par de gabachas en el círculo de amistades de la madrileña que están que crujen, cada una a su manera. Son las gabachas clásicas que te dicen que te vayas a tomar por culo poniéndote el acentillo y los morritos así y te derrites. El problema es que ambas tienen ya apaño, y los tíos, conscientes de que en el país de los ciegos el tuerto es el rey y que no por mucho madrugar va el cántaro a la fuente, no las sueltan ni a sol ni a sombra. En fin, por lo menos uno se anima la vista, que tal y como está la residencia, no es poco. La cosa se prolongó hasta las tantas con visita a veto incluída (¡veto veto veto, queremos un completo!).

Al día siguiente, Viernes, llegó la esperada comida de laboratorio. El papeo lo ponía la escuela, así que la expedición de la productique se limitó a la logística del apero y de los licores para la digestión. En realidad la comida de labo, como se demostró más tarde, no era más que una tapadera para empinar el codo a pecho descubierto. Éramos los 7 currantes, los dos profesores de proyecto y algunos agregados que hacen labores de taller. Primero el apero: Ricard, Muscadet, Vinos blancos variados, Martinis... todo un repertorio impresionante. Si uno está por la labor, al final del apero está para irse a la cama en vez de para sentarse a la mesa. La mayoría de profesores, casi todos con propensión a la ascensión de colores a los carrillos durante la ingestión de derivados del alcohol de quemar, se sentaron a la mesa con amplias sonrisas y ganas de cháchara, así que la cosa fue un descojone. Por cierto, aquí el vino tinto siempre es de Burdeos, no importa la marca ni el color de la etiqueta. Yo creo que les toman el pelo y que es de Villabotijos de Abajo, aunque normalmente no está malo.

El caso es que cuando salimos de la comida estábamos todos para una siesta de la muerte, pera había que ir a hacer el paripé al laboratorio cuatro horas más. En ese tiempo nos dedicamos a adivinar el nombre de las canciones o intérpretes de los cientos de canciones que tenemos en el disco duro. A veces con oír unas milésimas de segundo ya salía uno con el nombre del autor y el de sus amigos más íntimos. Yo, pese a jugar fuera de casa, di buena guerra y finalicé en segunda posición. Los que me conocen ya saben que soy una gramola con patas. Esta actividad se prolongó hasta la hora de salida en combinación con las partidas al Re-volt, cuya versión completa pude por fin instalar. Hasta el profesor más serio estuvo jugando al tema de las canciones e incluso se interesó por nuestros progresos en el Re-volt. Mucha risa, pero yo lo hubiera cambiado por una buena siesta. Esto de hacer el chorra en el laboratorio porque sí no me llena nada. La noche del Viernes, después de la orgía del repá de labo y del cachondeíto del Jueves noche, la gente no tenía demasiadas ganas de salir.

El Sábado salió un día espléndido. El sol hacía relucir no sé si el rocío o el hielo sobre la hierba fresca de la mañana. A pesar de haber un sólo grado (sobre cero, al menos), el hecho de que el sol brillara con fuerza en el cielo nantino me empujó a darme una carrera de 6 kilómetros hasta el Carrefour. No hay que perder la forma. Además, mis amigos en España se están entrenando a mis espaldas y planean acabar con mi hegemonía sobre la distancia de los 8 kilómetros en cuanto llegue a casa estas navidades. Lo que no saben es que ya he rebajado en varios minutos el tiempo que hice aquí el primer día y que, pese a lo que me maltrato aquí, sigo en plena forma. Lo que se están perdiendo las gabachas. Por otra parte, si mis amigos desean un desafío en una helada mañana de navidad, me voy a encontrar como pez en el agua.

Nada más llegar a casa, sudoroso como una morcilla al vacío en el maletero de un coche al sol, me llaman y me dicen que en hora y media hay partido de fútbol. Digo que vale, que voy a ver si me da tiempo a digerir la pizza que tengo en el horno y que si no ya la tiraré luego sobre el césped. Se com sá. A las cuatro estábamos trotando sobre el campo de fútbol, un barrizal indecente. El frío era acojonante, y hasta uno de los contrarios jugaba con bufanda. Yo temía que, si recibía un pelotazo fuerte en la mano, ésta caería sobre el césped como un trozo de tocino a medio descongelar. Prefería no pensar en lo que podría ocurrir de recibir un pelotazo en plena cara. Afortunadamente en poco tiempo, una pequeña sala añexa al lodazal se quedó libre, y allí nos metimos a jugar una especie de tres para tres en el que volví a brillar con fuerza a pesar de los 6 kilómetros de la mañana. Como digo, un portento físico.

Por la noche acabé de nuevo en casa de mis compañeros de proyecto. Vimos "Sospechosos habituales" de Kevin Spicey y luego unos capítulos de Southpark. Me estoy empezando a acojonar por dos cosas: primero porque no parece que estos vayan a salir ningún sábado por la noche, y segundo porque entendí muchísimo mejor los capítulos de Southpark que la película. En resumidas cuentas: voy a volver sin comerme un rosco y hablando un francés barriobajero con el que no voy a poder ir a ninguna parte. Quizá me den curro vendiendo heroína en algún barrio chungo de París. Igual saco más pasta que de ingeniero y vivo mejor. Antes de la peli vimos la ``erección'' de Miss Francia 2001. Montan un sarao de la hostia, mucho peor que en España. Según me comentaron, es la emisión más vista del año en el país, incluso por encima de la serie esa en la que el David Hasselhoff es un detective nocturno. Por cierto, ganó Miss Lyon, y la verdad es que lo merecía la chica. Sobre lo de salir o dejar de salir a buscar el pan nuestro de cada día, la verdad es que tengo que admitir que me estoy haciendo a la idea de que estoy aquí para mejorar mi francés más que para otra cosa. Por otra parte, con cerca de cero grados en la calle, las ganas de salir se le van hasta al más pintado. En la calle no hay gente pidiendo dinero, ni putas (bueno, putas sí), ni siquiera pandillas de chiquillos con las scooters aparcadas en la esquina y rebuscándose el último trozo de costo en la riñonera(tm). La verdad es que, con esta rasca, no sé si hay vida en la calle los Sábados por la noche.

Sigue el tema de la cocina: alguien se ha bebido mi leche. Compro unos bricks rojos de leche entera, y creo que soy el único. El resto desayunan tostadas que untan encima de la mierda que a su vez reposa sobre la mesa. Pues bien, alguien se ha acabado mi brick de leche que estaba a medias. Esta mañana me he encontrado uno entero. Lo he abierto y me he cepillado medio. Quizá alguien se acabó mi leche y me ha comprado un brick nuevo acordándose de que dentro de poco es mi cumpleaños. Por si acaso me he tomado la justicia por mi mano otra vez. Igual mañana por la mañana salimos de dudas sobre de quién es el brick de leche cuando lo tengamos que compartir. La verdad es que empiezo a sonar un poco paranoico ya con frases del tipo "alguien se ha bebido mi leche" o "mi filete yanostá". Quizá sean los mismos enanitos que me sacan la ropa de las estanterías por la noche, me la ensucian y me la echan en el cajón de la ropa sucia. Creo que necesito en descanso. Menos mal que pronto llega el break navideño.

13 Diciembre 2001

El Martes el apero fue la monda. Empezamos con unas botellas de vino blanco, y cuando se acabaron pasamos a fundirnos todo lo que había sobrado del repá de labo de la semana pasada: unas botellas de Muscadet y algo de Ricard que quedaba por ahí. Empezamos a eso de las 11:45 y decidimos acercarnos a comer a eso de la 1:15. Entre tanto, bebiendo y picando cacahuetes y ganchitos en el laboratorio, de cachondeo con los profesores y poniendo musiqueta. El que más y el que menos acabó con una moña terrible, y las cuatro horas de la tarde fueron de una violencia inusitada. El laboratorio olía a Ricard que echaba para atrás, y el binomio de Jean Mich se quedó sobado en la silla de la zorrera que llevaba. A pesar de todo, mi trinomio fue bastante productivo y estuvimos escribiendo buena parte de la memoria del proyecto. Aquí les permiten todo tipo de frivolidades en cuanto a la redacción de la memoria: pueden hablar en forma personal, emplean tipos de fuente "comic sans serif" que parece que estén escribiendo un cuento de risa... en fin. Yo no meto baza, ya sabrán lo que se hacen. Por otra parte, no conocen las "páginas de cortesía", ni siquiera las técnicas más básicas y elementales de engorde artificial de "memorias de proyecto". Dicen que como lo propongo yo se ve mucho blanco. "¡Pues claro, coño, para leerlo mejor!" les digo yo, pero por lo visto, al contrario que en la universidad española, la corrección no va por peso e incluso he oído que hay profesores que se leen las memorias. Vivir para ver.

Esta mañana, al llegar al labo, el chaval que se quedó sopa se ha encontrado un email del mismísimo director aludiendo a su sobada, y diciéndole que esa no era la imagen de un ingeniero que la escuela pretendía promocionar y demás. Evidentemente, era una broma de su binomio, pero bastante bien orquestada. Le hemos seguido todos la corriente un buen rato y el chaval ha sudado tinta hasta que se ha enterado de que era una broma. Como entre el director en el labo y caiga fulminado por las emanaciones de Ricard sí que vamos a tener un problema. El resto del día ha sido un coñazo. Mis dos compañeros lo han dedicado a buscarse las prácticas en empresa que tienen que hacer cuando acaben con esta farsa y yo no estaba muy por la labor de hacer otras cosas. Ha habido conversaciones más o menos animadas a lo largo del día, pero hoy ha sido una de esas jornadas en las que se te ha comido la lengua el gato y no te sale ni una puñetera palabra en gabacho. Un rollo total. Aquí hay días en los que te pegarías un tiro; pues hoy ha sido un día de esos (¡es una licencia literaria, mamá!).

Sigue la ola de frío, y para el Viernes anuncian un cielo soleado y unas temperaturas entre -11 y +1 como extremos. ¡Diosss, tengo miedo! Espero que el barbudo le meta caña a la cale, porque si no nos vamos a quedar tiesos. Por cierto, el barbas me obsequia con su mejor sonrisa cada vez que nos encontramos, sin duda encendido por los calores del Ricard. Diríase que me vuelve a comer en la mano. Sin embargo, hay un detalle que me incita a pensar lo contrario: el tío ya no me da la pezuña. A mí me importa un pepino, uno menos, pero aquí el no darle la mano a alguien debe de estar entre la lista de las 10 peores cosas que se le pueden hacer a una persona, situado entre "cortarle las piernas" y "hacerle llevar a las españolas a comprar al Carrefour". Que le den. Mientras me siga cambiando las bombillas que se funden y mantenga la cale a todo tren, puede hacer lo que quiera. Al fin y al cabo este también es un país libre.

Hoy ha sido Jueves. Enlazo con el diario de ayer porque no había sucedido mucho que contar. Hoy la cosa ha estado movida. A las 10:30am ha venido el cliente. Venía a ver los planos de las piezas especiales para ver si las podía hacer él o las tenía que encargar. Afortunadamente no son demasiado complicadas y parece que él se va a hacer cargo de todo el asunto. Lo que está un tanto en el aire es el manejo del variador, cómo se programan todos los movimientos y, sobre todo, si el tema de los módems va a funcionar o queda en un relato de ciencia ficción. El payo ha pedido ya el motor, que vale una pasta, pero tardarán unas tres semanas en mandarlo. También ha pedido ya todas las viguetas necesarias para montar el invento, así que ya la hemos cagado. Hemos quedado en que para la primera semana de Enero montaremos el prototipo (no sé hasta qué punto el plural en esa frase me involucra). Hasta entonces hay que hacer planos sobre el montaje, enterarse bien de cómo funciona el software para manejar el variador y enterarse mejor todavía de cómo funcionan los módem radio.

Por cierto, hay que ver cómo pesa el acero, el cabrón. El ProEngineer te calcula él solito la masa de cada pieza, y es curioso ver cómo piezas relativamente pequeñas pesan un puñetero quintal. Quién lo iba a decir. El plomo debe de ser ya la hostia. Llevo un huevo de años estudiando Industriales y es la primera vez que toco el acero, mira que es triste. Es como si un médico viera su primer cuerpo humano en su último año de carrera. Hay que joderse. Afortunadamente, hay bastantes planos ahora por hacer y eso me va a mantener entretenido. La verdad es que el tiempo se me pasa volando cuando estoy con el ProEngineer haciendo mis cositas. Me puedo pasar todo el día sin levantarme de la silla, lo cual causa sensación entre mis iguales. Les digo que a mí no me importa currar, que sólo tienen que decirme qué hacer, pero no sé si se lo acaban de creer. Hago unos planos con vistas explotadas que son la monda. Metes el carrito ensamblado, haces unos clicks, y sacas el carrito desmontado hasta el último tornillo, con sus flechitas y sus numeritos señalando cada cosa y una lista de todos los componentes, con sus pesos y sus descripciones. Una maravilla, oiga. Me voy a empapelar la habitación con planos en A0 hechos por mí. Me encantan. Tendré que quitar los poster de tías en bolas para hacer sitio, pero esto mola más.

El cliente que nos ha tocado la verdad es que es majo. Me han estado comentando que el año pasado, a dos chicas, les tocó un hijo de puta que les hizo sudar tinta. Creo que he entendido que una se rajó a mitad de proyecto o algo así. No veas el numerito. Afortunadamente este tío sabe de qué va el tema, sabe lo que se puede y lo que no se puede hacer y encima es simpático. No todo iban a ser espinas en el camino. El caso es que después de la entrevista, que ha durado muy poco, hemos ido a comer en plan privilegiado como la última vez, lo que pasa es que no lo conté. Comimos en una especie de sala VIP debajo del comedor que hay para el ganado. Llegas y hay un apero con todo tipo de botellerío ya preparado. Hasta whisky tienen los muy bestias. Como para meterse unos pelotazos con el estómago vacío a eso de las doce, que por mucho que digan aquí, sigue siendo "media mañana". Pim pam, Pastís por aquí Ricard por allá y a la mesa. Hay una especie de montacargas por el que bajan la pitanza y entra una señora y te sirve las viandas. Los platos son de cerámica de Manises, con el emblema del ICAM y todo, y hay dos juegos de cubiertos y dos copas. El licor que no falte, nada mejor para cerrar tratos con los clientes. El tema está en que la comida, pese a ser exquisita, no es exactamente de mi agrado. Los que me conocen saben que si se me saca de las tostadas con Nutella ya la hemos cagado. De hecho mi cuerpo rechaza la lechuga, me salen sarpullidos, y mi religión me impide comer tomate que no sea triturado y tamizado.

Pues bien, el menú ha sido exactamente el mismo las dos veces. De primero ensalada con lechuga, tomate, una salsa extraña por encima, tréboles de esos que salen en los campos de fútbol de segunda y alguna otra cosa que no he podido identificar. Creía que me estaba cayendo la lagrimilla mientras masticaba tenedor tras tenedor aquel manjar de rumiante, pero parece que lo he hecho bastante bien porque nadie se ha dado cuenta. Al menos no me han llamado la atención. De segundo, carne con unas patatitas muy buenas, lechuga y tomate. Su puta madre. En fin, nada que no pueda esquivar un Maradona del plato. Prepostre: tablita de quesos con su lechuga y su tomate. Joder, ¿qué coño les ha dado a esta gente con la lechuga y el tomate? ¿Les crecen en los sobacos o qué? ¿Es necesario añadirlos en cada plato? Si les crecen en el cesto de la ropa sucia, ¿no los pueden tirar a la basura directamente? ¿Me los tengo que comer en cada plato? Y de postre, en vez de unas buenas natillas, una crema catalana o una mousse de chocolate, no: una compota de frutas del bosque que casi me hace echar la papilla. Seguro que llevaba tomate y lechuga tamizados y escondidos debajo del algún trozo de la fruta psicodélica que componía el bizarro postre. Su puta madre. Después un cafetito y a currar. Como hagan otra comida más de estas especiales abandono el proyecto. ¡Qué mal lo paso!

Por la mañana ha habido movida. El Jean Mich ha llegado tarde y no había mucho sitio para aparcar, así que ha dejado la "banyola" en una plaza para profesores. El profesor-jefe, que es el típico cachondo frustrado que hace gracias que nadie ríe (igual yo se las reiría, pero o no me entero o son malas de verdad) ha llamado al barbudo para que le pusiera un cepo. Como gracia ha estado bien, pero el Mich ha ido a hablar con el barbudo y a decirle que era una broma del capullo de su profesor y el otro le ha dicho que a él no le ha parecido que se tratara de una broma y que, si quería irse, tendría que soltar los 100 FFR de multa (2.500 pelas la gracia). Así ha pasado medio día hasta que otro profesor, al que alguna vez le han tocado la moral con el tema de los cepos, ha ido a convencer al profe cachondo de que no era plan. Ha decidido entonces llamar al barbudo, y el muy hijoputa estaba durmiendo. A las 2pm. Sí que debe de ser religioso el cabrón, porque vive como Dios. Al final, a última hora de la tarde, el barbudo ha tenido a bien bajar al mundo de los mortales y quitar el cepo. Para caparlos a los dos, a él y al profesor cachondo. Un cepo en la punta del pijo a cada uno.

Con este tío he tenido un par de cruces, pero de momento me come en la mano. Al que tiene cruzado es a uno de mis compañeros de proyecto, a Gataf, mi colega de no pegar ni chapa. Ese se las come todas, el pobre. Hace poco se instauraron algunas nuevas reglas sobre las estrellitas de los aperos: no se podía fumar en el labo y, cuando uno tiene más de 6 estrellas y no paga, las siguientes pasan a su binomio, con lo cual uno se asegura de que se acaba pagando. De todas maneras el tema de las estrellas se está relajando y a los que tienen muchas no se les añaden más a no ser que sea por algo serio. El otro día, después de venir de comer del super-apero, y todavía "under the influence" que dirían los americanos, volví y me encontré al profe cachondo fumando en el laboratorio. Es un hombre entrado ya en la cincuentena, pero bastante cascado de fumar tres paquetes diarios del equivalente aquí al Ducados y de meterse lingotazos matineros de sólo Dios sabe qué. El tío es el boss del labo y el otro profesor, el enrollao, está bajo su batuta. El caso es que llegué y me lo encontré fumando, así que se lo eché en cara, le dije que le iba a poner una estrella y no sé cuántas cosas más. El tío me dijo que era el patrón de aquello (supongo que será el amo) y que hacía lo que quería, pero como yo venía del super apero y parecía que el tío no se ponía serio, casi no le dejé ni hablar. Además, mi francés no es exactamente de lo más exquisito que haya, y a menudo tengo problemas para medir el alcance de las palabras que utilizo. Pues bien, después del breve intercambio (aunque sólo hablé yo, prácticamente), me giré y estaban todos mirándome con las caras pálidas y los ojos como platos. Yo no me di cuenta, pero por lo visto me había pasado tres pueblos y estos alucinaban. Después de las explicaciones sobre el intercambio, yo no sabía donde meterme. Afortunadamente parece que el tío no se lo tomó a mal y comprende mis limitaciones (o más bien mis excesos) con el francés. Me sigue comiendo en la manita, pero me fuma en la cara y no hay huevos a ponerle una estrellita. Ya se sabe, donde hay patrón no manda marinero.

Mi francés sigue su marcha, aunque como me pasaba con el inglés, hay días en los que no entiendo nada y es realmente desesperante. Es como volver al primer día. Además los tíos tienen un sexto sentido para saber cuándo estoy en uno de esos días en que me encanta ser mujer y me toman el pelo que da gusto. Ayer fue un día de esos y acabé hasta los cojones. De verdad. Entre el frío que hacía, el aburrimiento del labo, y que no me enteraba de nada, llegué a casa reventado. Hay un par de palabras que tengo como objetivo dominar en breve, después de tener controlado el añadir "cuá" (quoi) al final de cada frase, coletilla que los gabachos hacen polvo aquí. Estas dos expresiones a dominar ahora son "o nivó de" y "co-memm" (au niveau de -a nivel de- y quand meme). El "o nivó de" lo meten con calzador no importa de qué estén hablando. Como en España la expresión "a nivel de" sólo la utilizan en tertulias radiofónicas y aquí la usan hasta para hablar de tornillos, yo no puedo sino descojonarme vivo cada vez que la sueltan. Por otra parte, "co-memm" me tiene intrigado. Viene a ser una expresión comodín tipo "caggemón" y que se utiliza en las circunstancias más variadas. Viene a querer decir "igualmente" o "de todas maneras", pero cuando aquí la hacen polvo por algo será. En fin, reto lingüístico para antes de Navidad, que ya no queda nada. Hasta un belén tenemos al lado del billar. ¡Qué alegría da verlo a las 7:59 de la mañana de camino al labo!

16 Diciembre 2001

Hoy es Domingo. Día de relax absoluto. Lectura de unos cómics que me dejó Mich hace tiempo y cuya colección estoy terminando, y un poco de tonteo por internet. Ayer fue el día de puertas abiertas. Mi turno era de 3pm a 5:30pm, pero me levanté a media mañana y no funcionaba la red, con lo cual no podía ver el correo ni leer los periódicos nacionales, así que desayuné y me acerqué al labo. Pedí una llave para cambiar bujías y me dispuse a cambiar los bichos del Twingo a cinco grados bajo cero. El sol lucía con fuerza, pero hacía un frío del carajo. Los guantes de lana que me traje no sirven de nada. Están bien para hacer el paripé en España cuando hace un poco de fresquete, pero aquí hay que venir con artículos de nivel. Cuando acabé con las bujías, me ardían las orejas y un moqueo gota a gota se me había instalado en la naríz. El cutis terso como la piel de un tambor; no sé hasta qué punto será bueno eso. De momento se me está pelando el careto.

El primer turno lo hacían mis compañeros de proyecto. Había gente por la escuela y el recorrido de la visita estaba señalada por flechas. Por lo visto una de las flechas estaba mal puesta y todas las visitas pasaban de largo, con lo que de 10 a 12:30pm sólo pasó un grupo por el laboratorio. Yo estaba a lo mío (lectura de los diarios matutinos), pero procuraba atender por si me tocaba dar alguna explicación. El laboratorio estaba impoluto, no había restos de vasos oliendo a Ricard, ni patatas por el suelo; todas las mesas estaban ordenadas y los planos de los proyectos en A0 estaban pegados por las paredes. La verdad es que aquello daba el pego, hasta daban ganas de currar allí. A ver si mañana todo está igual y me inspiro. A medida que fue pasando el día, la cosa se fue animando (por lo visto cambiaron la flecha) y pasaron un montón de visitas. Algunas personas hasta hacían preguntas al respecto de si iba a dar tiempo a acabar las cosas, cuánto valía aquello, por qué hacía tanto frío en el labo, y si de verdad pensábamos que aquellos inventos del tebeo iban a funcionar. En algunos de los grupos venían gabachitas aspirantes a "pul" (borreguito), y con el frío polar que hacía fuera venían con los carrillos encendidos y con sus boinas parisinas. Quizá consigan levantar esta escuela en unos pocos años después de todo. Falta les hace. El día estuvo redondo: mi francés estaba operativo, estuvimos oyendo música y charrando la mayor parte del tiempo, el profe bueno se quedó todo el día con lo cual yo no tuve que hacer ninguna exposición, y conseguí acabarme el Re-volt a última hora de la tarde; toda una satisfacción personal. Lo que pasa es que ahora tendré que buscarme un nuevo objetivo en el día a día del labo. Quizá algún otro jueguecillo entretenido...

Por la noche fui a cenar a casa de Jean Mich con un colega y su novia, y después fuimos a un concierto de ska en el bajo de un bar la mar de apañado. Yo estaba que me salía después de casi 15 días sin que me sacaran a pasear en serio, y me lo pasé bomba. Aquí el ska lo escucha gente normal. Por lo visto no hace falta tener el coco pelado o de colores, llevar ropa de pobre y dos mil duros en el bolsillo, o calzar chancletas. Parece ser que se puede ser normal y acudir a un concierto de ska. Ni siquiera hay que hacerse porros ni beber calimocho. A ver si se enteran en España. Además, según me demostraron, para escribir una canción de ska no hace falta decir que se va a quemar a nadie, que son todos unos hijos de puta menos tú, que está lleno de reaccionarios y que libertad para los pueblos oprimidos y para todo el que la quiera, que va barata por lo que se ve. Aquí pretenden que se puede hablar sobre cosas normales y estos hasta tenían una canción en la que recomendaban a la gente andarse con ojo en el tema alcohol-conducción. Hablando de condución, llegar hasta Nantes en el Twingo fue una odisea con estas temperaturas. Uno se sube al coche con el plumífero hasta arriba, los guantes de lana, pone la calefacción, y hasta pasados los diez minutos no deja de echar humillo por el hocico. Los pies, como muñones, intentan acertar el pedal correcto para cada ocasión. Cuando empieza a salir aire caliente por los aireadores uno ya ha llegado. Sin embargo todos aquí coinciden en que es mejor esto que que llueva. Pues no sé ya qué decir. Diez bajo cero había cuando entraba yo en casa. La verdad es que prefiero las cuatro gotas de costumbre y mi gabardina verde.

El otro día dije que iba a hablar del Carrefour, y como hoy no hay mucho más de qué contar, vamos con ello. El imperio del próximo siglo no va a ser Microsoft como todo el mundo dice, va a ser Carrefour. Aquí ya han empezado la conquista. No importa a qué hora ni qué día quieras ir, está siempre petado. Uno no puede comprar más barato en 20 km a la redonda, es increíble. Vas esquivando gente y carros, y más gente y más carros, hasta que te pones de mala leche. Lo mejor es coger una cesta y correr. La hilera de cajas es infinita, y en cada caja hay un huevo de personas. Aquí la gente no paga con billetes y monedas, eso prácticamente no existe, yo no sé para qué quieren euros, y el tema de pagar con la tarjeta, entre que la validan, pones el código, esperas la factura, te lo devuelven todo, etc, hace que a veces pases más tiempo en la cola que en los pasillos. Uno de los problemas del día a día es llevar líquido en el bolsillo para afrontrar los pequeños quehaceres diarios. Lo de pagar con tarjeta y cheques es algo increíble. Puedes hacer un cheque en el kiosko de la esquina para pagar un chupa-chups. Esto hace que nadie lleve nunca un duro encima y que a veces tengas apuros, porque el cajero más cercano a mi habitación está a 3 km. Dónde? En el Carrefour, por supuesto. Una vez vi a un tío pagar con billetes en el supermercado. Creo que la cajera llamó al de seguridad y se lo llevaron en una ambulancia minutos después. Un pirado, seguro.

Hablaré un poco sobre el francés. Dicen que el francés es fácil; se deben de referir al francés medio, más que al idioma, porque esto no es tan evidente como se cuenta. Me acuerdo cuando Jose y el Chano vinieron de una acampada en los Alpes y el flipado de Jose decía que, al final de la semana, ya se defendía. No te jode. Como yo la semana que estuve en Alemania. Cuando volví sabía decir espagueti, astronauta, estación de tren, aeropuerto y "chúpame la minga Dominga que vengo de Francia". Y con eso ya iba yo a cualquier parte. Yo vine aquí con una base de francés y llevo 3 meses y no me permitiría la licencia de decir que domino. Bien es cierto que cuando tengo un buen día y me hablan en plan barriobajero, no se me escapa ni una. Pero sólo de intentar explicar mi proyecto en gabacho ayer ya me entraban cagaleras. De hecho se lo estuve explicando a una niñita de mi piso que tuvo a bien departir el otro día conmigo mientras yo cenaba, y la explicación debió de llevar aproximadamente un buen cuarto de hora de sudores y lágrimas. La pobre niña debe de pensar que me falta un verano. Total, que el francés, de fácil, nada. Afortunadamente no es latín, y hay muchas palabras que son evidentes, sobre todo las más complicadas (familiarizarse, retroactivo, whisky, etc...), pero el tema de los géneros es la monda. Yo creía que había una cierta correlación entre español y francés, a pesar de ser "el" coche "la" voiture y "el" reloj "la" montre. Pero no es que no haya una cierta correlación, es que no das una. Te tienes que aprender todas las palabras con su género, porque está tirado cagarla y como la cagues no te va a entender ni Perry. Y de entenderlos a ellos ni hablemos. Se dice que los ingleses se comen las palabras cuando hablan; estos se meriendan las frases enteras. En vez de decir "Es que tí ha di bal?" (¿Tienes diez francos?), te dicen "Tá di bal?", y para preguntar "Es que tí ha fruá?" (¿Tienes frío?) te dicen "Tá fruá?". Si sabes de qué te están hablando igual lo trincas, pero si no ya me dirás. Yo los estoy reeducando: cuando me sueltan una frase de dos sílabas, les hago repetirla entera y copiarla diez veces en la pizarra del labo. Y sobre escribir en gabacho, qué voy a contar. Si alguien cree que escribir ingés es complicado, que pruebe con el francés. Las combinaciones de hasta tres vocales juntas, las diferentes palabras que se escriben de 5 formas distintas y se dicen igual, las letras que se comen porque sí, sin venir a cuento, y los acentos que igual caen para un lado que para el otro y sin ningún criterio formado ni evidente para el españolito de a pie, hacen que vaya un mundo del gabacho hablado al escrito. En fin, otro día más.

19 Diciembre 2001

La semana está pasando tranquila como una balsa de aceite. El Sábado me dejó algo "revenío" (quizá tanto tiempo sin sacar el cuerpo a pasear), pero al llegar el Lunes y no mejorar, me di cuenta de que llevaba un buen gripazo o, al menos, un buen catarro. Me ardían el pecho y la frente (y no de ardor español precisamente) y cualquier cosa me tocaba los cojones, síntoma inequívoco de cuando no ando bien. Afortunadamente, estos últimos días no hemos hecho nada de nada. Yo, cuando veo a mis compañeros currar, me intento poner las pilas, pero es que estos días hasta ellos han pasado olímpicamente. Han estado todo el día jugando a jueguecitos por internet y haciendo chorradas varias. Yo otro tanto de lo mismo. Ha habido días que no sabía si me dolía la cabeza del catarro o de mirar tanto tiempo la pantalla del ordenador.

Estamos esperando a que lleguen las piezas. Aquí todo el mundo tiene piezas menos nosotros. Los del horno se las hicieron ellos mismos, y a los del otro binomio les están llegando ahora los Reyes, a los cabrones. Hoy les ha venido el variador, y no hacen más que llegarles viguetas, tubos, cajas eléctricas, cables y bombas de presión. Dan una envidia... Los tíos se lo pasan bomba todo el día en el taller. Me tengo que pasar un rato de estos, porque debe ser ya brutal lo que tienen allí montado. No sé si he explicado lo que hacen. Hay un tío que recibe unos vasos cónicos con pie, de unos 20cm de altura, y por otra parte unos tapones de plástico con un agujero. Tiene un montón de gente que todo lo que hace es poner el tapón en el vaso, y luego los vende a modo de jarrón por Halloween y chorradas similares. El valor añadido debe de ser la hostia, porque los vasos y los tapones le deben de costar cuatro chavos. De hecho, a principio de curso, mandó una caja con mil vasos de esos y estuvimos una semana entretenidos haciendo el capullo. El que menos llegó a apilar 9 uno encima de otro. El caso es que, para hacer algo tan estúpido como poner un tapón en un vaso de plástico (de verdad que sólo de ver hacer el gesto te descojonas) están haciendo un maquinón infernal. Yo creo que, cuando acaben, con unos retoques, hacen un escudo anti-misiles. Los planos son acojonantes y los tíos se están quemando las cejas. Y encima no va a estar acabado para finales de Enero ni de coña. Lo tiene todo el proyecto: parte mecánica cañera, mecánica fina, electricidad, automatismos, sincronización, bombas de vacío... acojonante. Los pobres se están dejando los huevos mientras el resto nos los rascamos. Por suerte para ellos, no tienen un español en el grupo y pueden trabajar más sueltos.

Nuestro proyecto está prácticamente acabado, a falta de montarlo y ver que no funciona. Y entonces marica el último y a mí en España sí que no me pillan. Prácticamente sólo falta contactar con los que hacen el software para manejar el variador, que son belgas. Aquí se descojonan de los belgas. Cuando hacen un chiste, el pringado no es de Lepe, es belga. Bueno, también se descojonan de los españoles, pero eso no es nuevo para mí. Y aquí no existen los chistes machistas generalistas de España, aquí los chistes machistas siempre tienen a una rubia como protagonista. Muchos de los chistes empiezan con "Esto son una rubia y una morena que van y ...". Se creen que por meterse sólo con las rubias ya no son chistes machistas. Además denota falta de cojones, porque aquí no tienen rubias y no son capaces de contarle un chiste machista a una tía como está mandado. Desde luego, en cuanto a humor, pese a estar cerca de España, aún quedan lejos. ¿Por dónde iba? Ah sí, los belgas. Bueno, pues que no nos podemos hacer con ellos. Por otra parte, he estado revisando los precios de algunos de los componentes de nuestro proyecto, y sólo el motor vale 150.000 pelas, y es el barato. El de la solución cadena es más potente y debe de tirar más fuerte de la billetera que del carrito. Y ojo al variador con su encoder incluido, ¿cuánto dirían ustedes que vale esta pequeña joya de la técnica? ¿Como el motor? Por favor, no me hagan reír. ¡Un cuarto de kilo! Impresionante. Se me ponen de corbata sólo de verme relacionado, aunque sea de lejos, con esas cifras. Espero que al buen hombre le funcione el invento; se le ve simpático. Menos mal que controla del tema y sabrá arreglar los desaguisados...

Mi francés barriobajero va viento en popa. Hoy he dicho una expresión perfectamente correcta y ni mi profesor enrollado, el de 35 tacos y que no se pierde un concierto, me ha entendido. Me había dejado un compact de los Kinks, el primero de todos. He llegado y le he dicho "sed la bal" (c'est de la balle, es la bomba), y el tío me dice: "¿Eso qué es, que es bueno o que es malo?". Todos los del laboratorio se han descojonado vivos. Le han dicho: "Sí, hombre, como en la canción...". El pobre hobre alucinaba, como cuando le hablo al revés. Ahora en vez de "merci" es "cimer", y en vez de "de rien" es "riende". Son las cosas que tiene el "anverlán"... El día que tenga que hacer la presentación del proyecto van a flipar conmigo. Pero bueno, ellos me metieron aquí; que apechuguen. La presentación del proyecto es el 10 de Enero, y me imagino que será por todo lo alto. "Llevamos" unas 20 páginas de memoria (sin anexos) y "hemos" empezado a trabajar en la presentación. Estará el director, varios profesores, el cliente (por esas fechas todavía estará a buenas con nosotros), etc... Supongo que habrá que ir afeitado y con calzoncillos limpios, y que será algo de alto copete. Todavía no sé lo que voy a tener que hacer ni lo que esperan de mí, pero me imagino que tendré que salir a hacer un poco el paripé. No problem.

Creo que el día 18 de Enero se acaba el tema aquí, aunque no estoy todavía muy seguro. La noche ICAM es el 26 de Enero, y por lo visto es la fiesta de las fiestas. Toda la escuela se convierte en un tremendo bar/discoteca y cada clase es un ambiente: Chicago años 30, rollo celta, los maravillosos años 60, los discotequeros años cuatro-veces-veinte... por lo visto todo tiene lugar en una orgía desenfrenada que se prolonga hasta la madrugada (lo cual, a estas alturas, no tengo que decir que es algo realmente excepcional aquí). Según me han estado explicando, vienen miles de personas y es un evento del copón. Hacen acuerdos con importantes compañías patrocinadoras, de las gordas, que se dejan una pasta con tal de colgar un cartel o salir en las entradas, y toda Nantes se deja caer por la escuela. Algunos de los payos de mi piso forman parte del equipo encargado de montar el sarao, y llevan dando el coñazo con la puta noche ICAM desde finales de Septiembre, así que imaginad si lleva tiempo montar el tinglado. Yo pienso que las mejores noches son esas en las que uno sale solamente a dar una vuelta y de repente todo da un giro insospechado y se levanta en un buque pesquero rumbo a Corea, con lo cual, si por mi fuera, simplemente abríría la escuela, repartiría whisky y dejaría hacer a la naturaleza. Aquí por lo visto se lo toman bien en serio, y deben de haber hecho un planning y tener un ordenador 24 horas al día corriendo simulaciones. No sé para qué se esfuerzan tanto: la mitad de los gabachos estarán ciegos como patatas a eso de las doce, con lo cual les dará igual si están en Chicago o en una comuna hippy mientras les den de beber. A las dos de la mañana ya no les va a importar ni que ya no les den de beber. Imagino que, tan bien preparados que están, habrán habilitado una sala ambientada en el cielo donde irán hacinando los cuerpos de aquellos que vayan cayendo embestidos por el alcohol. Ya tengo ganas de verlo...

Entre el 18 y la Noche ICAM, en el calendario hay una cosa que dice "Semana de sesiones éticas y espirituales". Como su nombre indica, dura una semana, y estoy más intrigado que una ladilla en la alfombrilla del cuarto de baño. Lo de las sesiones éticas aún lo trago, pero lo de las sesiones espirituales me suena a lo que cuenta mi padre de cuando iba al colegio de Jesuitas hace ya unas cuantas reposiciones de Verano Azul. Si acabo el 18 tendré que entretenerme con algo hasta que llegue el fin de mes y me largue de aquí con viento fresco (lo de fresco no creo que suponga un problema), pero no sé si lo de la semana de oro del ICAM me resulta demasiado atrayente. Por lo visto los cogen a todos y se los llevan a algún sitio a reflexionar, pero no me han sabido precisar más. Mis compañeros de labo está obligados a ir, pero tampoco me han sabido decir si me puedo escaquear o no. En España no tendría problemas. Allí una "Semana de sesiones éticas y espirituales" organizada por una escuela es equivalente a una semana de juerga, borrachera diaria, descojone, alterne y cachondeo asegurado. Pero conociendo a los gabachos como los empiezo a conocer, me da miedo intentar imaginarme el panorama. En fin, aún queda tiempo. De todas maneras, con el proyecto acabado y los papeles en regla, mis jornadas espirituales pueden ser lo que yo quiera, así que puede estar bien si se da el caso.

Por otra parte, Enero es el único mes en el que coincide la promoción entera de los ICAM de último curso. Me explico: aquí la mitad se van a hacer prácticas en empresa y la otra mitad se queda haciendo el proyecto. En el segundo cuatrimestre son los unos los que se van y los otros los que se quedan, pero en Enero coinciden todos. El Mich está excitado ante la idea de reencontrarse con algunos amigos partidos (muy cachondos, según él) y dice que Enero va a ser la bomba. Eso espero yo, que se anime un poco. Para mí, más que el reencuentro con viejos amigos, va a ser la llegada de un cargamento de gabachitas frescas y todavía sin compromisos por aquí (o al menos eso espero). La putada es que, al menos hasta el 10, la cosa va a estar calentita por ser la recta final del proyecto. Pero bueno, aún quedarán 20 días hasta que acabe Enero.

4 Enero 2002

Bueno, por fin llegaron el año nuevo y el euro y todas esas cosas que estaban por venir. El Diario de hoy va a ser algo largo, ya que me dejé algunas cosas sin contar de antes de irme de Navidades y han pasado ya muchas cosas desde que llegué hace apenas dos días.

Retomamos la historia el Jueves 20 de Diciembre, un par de días antes de dejar las tierras galas para venir a pasar las cálidas y dulces Navidades en las que, por primera vez en mucho tiempo, no hice nada de nada. La semana antes de volver estuve criando un gripazo de cuidado, el segundo de la temporada nantina. Como uno aquí no toma más que pasta y pizzas para sacarse las gripes de encima, la cosa se hace bastante larga. El Jueves llegué muerto al laboratorio, y es tal la fama de borrachos de los españoles, que me costó media mañana convencerlos de que la noche anterior no me había dado la gran juerga. Supongo que pensaban que me había emborrachado mientras robaba en el Carrefour y luego salía a dar unos capotazos a algún toro en la campiña, no te jode. Una vez convencidos de que estaba realmente malo, me dijeron que me podía ir y que no me pondrían estrellas, pero creo que fue sólo por joder que me quedé todo el día. Creía que la diñaba allí mismo. Imaginad si estaba malito que, por primera vez en tres meses, falté al partidito de fútbol semanal. No digo más.

Unos días antes había recibido un email del responsable erasmus de mi escuela. Lo siguiente es una transcripción del mismo:

Hola Javier,

Te remito un mail de tu coordinador del ICAM. Contéstale cuanto antes por favor. Un saludo.

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Mail del coordinador del ICAM:

Dear Colleague, One of your students applied for studies at ICAM Nantes. Could you confirm when he is arriving and which department he is interested in studying in. The ideal date for a project would be early February. Looking forward to hearing from you Merry Christmas.

Un fenómeno el coordinador erasmus del ICAM. Feliz navidad, cabrón, y a ver si Papa Noel te trae algo de luces, que se te ve limitado. El cabronazo preguntaba a mi escuela que cuándo llegaba, que estaría bien que lo hiciera a principios de Febrero. Digamos que me había adelantado un poco, visto lo visto. Teniendo en cuenta que fue la primera persona de la escuela a la que visité al llegar hace 3 meses, y que fue él el que me llevó hasta el laboratorio, ya podía haberse quedado con la copla el muy mamón. Yo ya lo calé antes de venir cuando, después de mandarle tres emails contándole mi vida y milagros, escribió una carta parecida a mi coordinador pidiéndole que me pusiera en contacto con él. Un fenómeno este tío. Me pregunto si le pagan.

En fin, la cosa transcurrió sin más sinsabores hasta que llegó el Sábado y Priscila y yo cogimos el Twingo y nos dirigimos rumbo a la patria. Yo pensé que, si a la ida me había costado 12 horas, a la vuelta, y siendo todo cuesta abajo según el mapa, la cosa se haría más corta. El caso es que por lo visto era la operación salida de Navidad y aquello fue increíble. Pillamos varios tapones, el mejor a la altura de Burdeos, con el coche literalmente parado durante dos horas. Para rematar la faena, dimos un par de vueltas extra y, habiendo salido a las 8:30 de la mañana, a eso de las 2am entraba yo por la puerta de mi casa. Menos mal que no iba solo, si no creo que acabo abriéndome las venas en una cuneta. Menudo infierno.

Las navidades transcurrieron con tranquilidad, sin hacer nada y sin que por ello me remordiera la conciencia, por primera vez en muchos muchos años. Una sensación desconocida pero no por ello menos placentera. Tan mal acostumbrado venía de Nantes que un día hasta casi lavo los platos; un pronto lo tiene cualquiera.

Sin embargo, llegó el día 2 la hora de volver a subirme al Twingo, ya que el día 3, a las 8am, tenía de nuevo labo. No sé por qué, al hacer yo mis planes de vuelta, pensé que Priscilla volvía conmigo el día 2. Este razonamiento, evidentemente, no resistió un segundo análisis. Teniendo en cuenta las exigencias proyectuales de Pris, o sea acudir un día a la semana a currar, se hacía cuesta arriba pensar que tuviera que volver el día 2, a quién se le ocurre. Por otra parte, tenía a la madrileña como segunda baza, pero se volvió finalmente con otro chaval de Madrid que viene a hacer el proyecto aquí. La tercera baza, una chica que iba a Poitiers, también acabó fallando; nadie quería moverse con el cuerpo todavía revenío de la nochevieja. Pues con el cuerpo revenío acabé yo chupándome casi doce horas de viaje de vuelta, solito, otra vez. El viaje fue un absoluto infierno: carretera y más carretera. Moraleja: haced siempre vuestros planes y que a los demás les den viento. Yo intenté satisfacer a todo el mundo y salí escaldado.

La vuelta fue relativamente bien. Hasta Burdeos no se hace "pesado", pero de Burdeos a Nantes hay 350km de línea recta en los que siempre es de noche, y son eternos. En 1200km sólo paré dos veces, y fue para poner gasolina y aflojar vísceras. Cuando bajé del coche no podía tenerme de pie de los calambres en las piernas, y de la torrija que llevaba cerré la puerta del coche con la llave en el contacto. Alguno podrá pensar que es complicado o imposible cerrar un coche con las llaves dentro, pero qué va, sólo hace falta un Twingo y un poco de maña. Tan reventado estaba que me dio igual. Por suerte llevaba las llaves de la habitación en el bolsillo, así que subí, le di caña a mi nuevo calefactor (una de las pocas cosas que había podido bajar del coche antes de cerrarlo a cal y canto) y me sobé al cabo de dos horas, cuando mi cuerpo consideró que ya había equiparado el horario actual con el de nochevieja. Al día siguiente intenté hablar con un chaval al que ya le había visto abrir un coche con una percha pero, antes de que me hiciera con él, llegó uno de los técnicos de taller con un alambre de acero inoxidable y una buena cara de no ser la primera vez que abría un coche.

El tío es un descojone: por el tamaño debe de ser bretón, y más basto que una lija del ocho. Con ayuda del profesor cachondo, en un cuarto de hora el coche estaba abierto, pero hubo momentos en los que creía que no lo conseguía. La técnica es estirar de la parte de arriba de la puerta sin superar el límite elástico, de manera que se pueda introducir el alambre por el hueco que se hace. Al alambre se le ha hecho previamente una especie de lazo en el extremo, y con ese lazo se intenta abrazar el pivote del seguro y levantarlo. El problema es que el pivote del Twingo no es precisamente susceptible de ser levantado con un alambre, y menos desde fuera y en condiciones no demasiado óptimas, con lo cual el lazo resbaló varias veces entre maledicciones del técnico de taller hasta que por fin tuvo a bien subir y abrir la puerta. Me congratuló reunirme de nuevo con mi ropa, y sobre todo con las existencias alcohólicas a mitad de precio que traje de España para pasar el frío mes de Enero. He traído entre otras cosas un par de botellas de chupitos de manzana de esos que ponen en los bares. No sé si es eso el famoso licor de manzana que por lo visto causa furor entre los gabachos, pero en breve saldremos de dudas.

La reentrada aquí ha sido un poco dura. Todavía no tengo el cuerpo recuperado de los trasnoches navideños, y levantarse por la mañana ha sido un suplicio, aun calefactor mediante. Menudo invento el calefactor: una resistencia que se calienta al rojo, en virtud de la electricidad que le chupa al barbudo, y un pequeño ventilador que dispersa el calor. Tienen razón cuando dicen que a veces la felicidad se encuentra en las cosas más pequeñas. Es como el dinero, que no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que hace falta un especialista para discernir la diferencia.

Por aquí ya está pululando el euro a toda leche, pero la gente no lo ha notado demasiado porque aquí se paga todo con tarjeta, y las tarjetas siguen siendo las mismas. Sólo se han enterado porque la máquina de café del laboratorio ya no traga francos, si no creo que hubiera tenido que explicárselo. De vuelta pillé algo de atasco en los peajes por el tema del euro. Yo llevaba los bolsillos llenos de francos, pesetas y euros, para que no quedara. Todavía no he usado la nueva moneda, porque el Chano me endiñó diez mil pelas en francos que tenía en un calcetín debajo de la almohada, el muy cabrón. Los usé ayer para pagar en el Carrefour y bloqueé la caja, no sé si por el hecho de pagar en francos o por el hecho de pagar en metálico. Eran 95.35 francos y le di a la señora 96 en monedas. El caso es que la buena mujer se desbordó al ver el vil metal en todo su esplendor y, según la caja, me tenia que devolver más de 50 euros. Fue algo así como la versión moderna de los panes y los peces pero con un final más previsible.

El Jueves que viene, día 10, tenemos la presentación, y todavía queda un buen rato para acabar la memoria y también la presentación en sí misma. Para colmo, Lunes y Martes tenemos 7 horas diarias de management y ética en el mundo real y no sé qué leches en vinagre, con lo cual me temo que nos va a tocar hacer las 7 horas de rollo y luego ir al laboratorio a acabar lo que quede. Es curioso, no importa el tiempo que tengas para hacer algo, que la noche de antes no vas a dormir. Da igual si son dos semanas que dos meses.

Al final la presentación va a quedar bien. He conseguido que cambiaran las letras de cómic por algo más serio, y el fondo amarillo chillón por unos efectistas tonos azules de campaña electoral. Menos mal, porque estos tíos tienen el gusto en el culo. El caso es que el Jueves que viene se acaba ya esto, parece mentira. Por lo menos lo voy a liquidar rapidito. Me van a quedar casi tres semanas de cachondeíto aquí, más luego París y Carlow (Irlanda). Demasiado.

Hoy nos han estado desentrañando los secretos de la semana de sesiones espirituales y religiosas que se prepara para la tercera semana de mes. No sé si hace falta que vaya, pero tiene buena pinta a pesar del nombre, ya se sabe cómo son estas cosas. Dividen a toda la promoción, unas 50 personas, en tres gupos. A cada grupo se lo llevan a un destino diferente y le meten un rollo distinto. Hay tres rollos a elegir: religioso, político y ético. Yo he elegido ético, más que nada porque en religioso no me pillaban y en el rollo ético se han metido los del labo, así que estará bien. El tío que lo explicaba ha destacado varias veces que los tres destinos eran muy bonitos, al ladito mismo de la playa. Ya me dirás qué cojones hacemos en la playa en pleno Enero. El tío hablaba del tema y se le iluminaba la cara viéndonos correr en bañador por la fina arena, jugando al voleibol bajo un cálido sol. Menudo engañado. La historia comienza el lunes a mediodía y acaba el viernes tras la comida. Ya veremos si está bien la cosa o termina siendo un coñazo, pero yo creo que promete, y tampoco tengo mucho más que hacer por aquí.

Ya han llegado todos los de mi promoción que estaban haciendo prácticas por ahí. Un montón de caras nuevas a aprender, volvemos al principio. Acaban de llegar y la mitad ya piensan que estoy gilipollas. Hoy, volviendo al labo después de comer, una chica con la que me llevo bastante bien me ha preguntado si estaba perdido entre tanta cara nueva, y le he respondido que sí, que tenía frío. Ha sido brutal. Han estado descojonándose durante más de 150 metros. La explicación es que pensaba que me preguntaba cómo me iba la cabeza ahora que me había cortado el pelo, y yo le he dicho que bien, pero que hacía más frío. La culpa es de los putos gabachos por tener un idioma tan limitado en el que tienen que llamar cabeza a la cara porque no dan para más. En fin. Hay un par de gabachas de la nueva remesa que no están mal, incluida una que ha estado en Valencia y a la que todavía no he tenido ocasión de echarle el ojo. La otra venía en el grupo que se descojonaba de mi frase de oro, así que probablemente piensa que estoy gilipollas, aunque la buena noticia es que ya sabe que existo. Un poco de suerte en la distribución de grupos de la semana de ética y espiritualidad, y con un poco más de suerte no será semana ni de lo uno ni de lo otro. Quedan tres semanas de emociones.

8 Enero 2002

Esto se acaba. Hoy han hecho la presentación los que han montado la maquineta para ponerle tapas a los vasitos de plástico. Parece que les ha ido bastante bien. Uno venía hasta con corbata y el otro con una camisa naranja mata-ojos bastante resultona. Me han explicado con más detalles de qué va la presentación: están el cliente, el director, el profesor (en nuestro caso el cachondo) y no sé si alguien más, quizá algún profe de otro departamento si se deja coger. Tenemos que estar 30 minutos hablando entre los tres, y luego viene un turno de ruegos y preguntas de otros 30 minutos. En total una horita haciendo el paripé. Ya tengo la camisa blanca de las grandes ocasiones en el armario, y los pantalones lavados y doblados con tanto amor que hasta parece que están planchados (mmmmppffffjjjJUAJUAS). Las diapositivas de PowerPoint para la presentación ya están hechas, y no han quedado mal del todo. Dos días me he tirado sudando tinta para hacer la puñetera presentación, aunque por lo menos me ha mantenido ocupado y he subido puntos en el proyecto. Ahora hasta me piden permiso para cambiar una canción que está sonando en el ordenador. Como había que rellenar las transparencias con texto, aunque fuera orientativo y de modo provisional, me lancé a escribir párrafos enteros en gabacho. Afortunadamente, a cada palabra que escribo sale el corrector y me dice cómo se escribe de verdad. Y joder, no doy una, aunque voy mejorando eso sí. Ahora ya sé que cremallera tiene dos acentos, uno para cada lado, y cadena tiene un gorrito chino de esos sobre la i. Cuando hube acabado de perpetrar las diapositivas, se las pasé a mis compañeros y se partían la puta caja con mi gabacho. Les gustó tanto que querían imprimirlo para deshuevarse en casa, los muy cabrones. Decían que sí, que se entendía lo que quería decir, pero que no daba una. Y es que aquí le dan la vuelta a todo y la traducción directa roza siempre lo absurdo. A la memoria ya le queda poco también. Al final han salido unas 30 páginas que yo creo que, con el tocho de anexos, darán el pego. La verdad es que hemos hecho un trabajo ingenieril de verdad y la memoria no da para mucho más de esas 30 páginas. Yo no sé cómo en España la gente hace tomos de la Larousse. Así nos va...

Ayer por la tarde llegaron las españolas veterinarias. El viajecito suyo también tiene tela, y la que menos había tardado 20 horas en tren. Eso sí, un buen rato de ese tiempo durmiendo, para no perder la costumbre. El caso es que nos juntamos los cuatro españoles que estamos ahora aquí para cenar y luego nos metimos en la habitación de la madrileña a tomar unos copazos y a charrar. Varios gabachos pasaron a lo largo de las 4 horas que estuvimos allí hablando animadamente y tomando copazos también bastante animadamente, y me acosté a eso las 3 de la mañana pasadas, también bastante animadamente, todo sea dicho de paso. Como me apetecía bastante poco levantarme a las 8 de la mañana, y como apenas quedan ya unos pocos días de labo y soy de los que menos estrellas tienen, decidí ponerme el despertador a las 11 y plantarme allí con tranquilidad para desayunar en el comedor universitario. Se nota que ya soy el puto amo del cotarro, porque esta mañana, cuando me han llamado estos cabrones dos veces por teléfono, he pasado como de la alfalfa y me he dado media vuelta en la cama. A eso de las 11:30 he llegado al laboratorio, ojito que llega el nene. ¿Tres estrellas? Como si me ponéis seis. El caso es que he llegado a la hora justa para, con el estómago vacío y recién levantado, participar en un apero a base de ron de la Martinica y sirope de no sé qué sabor, patrocinado por mi compañero de proyecto que llegó el 7 vía Martinica, colonia francesa en el caribe. Todavía no sé por dónde quedan exactamente las Antillas, pero sé que hacen ron de 50% de graduación. La botella se ha resistido, pero al final ha caído el litro entero. País de alcohólicos, y luego dicen de España. La madrileña me ha dicho que en su laboratorio los aperos a base de whisky están a la orden del día. El caso es que he salido del labo a las 5:30pm y me acabo de despertar, tres horas más tarde. Ya me estoy acostumbrando a trasladar la siesta a la salida del labo. A todo se hace uno.

Ayer Lunes y hoy Martes ha habido sesiones de marketing sobre cómo discutir tu salario, sobre dónde tienes que firmar en el contrato, etc, y todo ello aderezado con una misa a última hora de la mañana. Yo me he escaqueado de mala manera, y también el otro español que acaba de llegar, por lo que me ha contado. Aquí los gabachos no se han perdido ni una y, excepto los de los vasitos de plástico que no dan a basto, todos han ido. Lo consideran como formación complementaria o algo así. Supongo que será así, pero la verdad es que no tenía nada de ganas de ir y alguien tenía que hacer la presentación. Mañana tenemos una presentación blanca, que llaman aquí, que consiste en hacer un simulacro con la posterior crítica del profesor. No sé cuál será mi papel en la presentación, pero imagino que distribuiré los cafés algo así, ya me dirán lo que tengo que hacer cuando llegue el momento. Como tenga que hablar diez minutos va a haber que cobrar por las entradas, porque aquello no va a tener precio. La putada es que nos han cambiado la hora, y es el Jueves a las 14 horas, justo después de comer, cuando el español medio no sirve ni para hacer la tabla del dos de cabeza. Y encima antes tenemos apero y comida con el director y el cliente. Será cuestión de ponernos todos ciegos; ellos para que no se enteren de nada (que no sufran, vamos) y nosotros para ir más sueltecillos. Encima la comida será de copete, y habrá una puta lechuga y un puñetero tomate en cada plato, tócate los huevos. Habrá que comérselo todo para tener contento al director.

Por cierto, llamamos al cliente el otro día para ver cómo estaba el tema de las piezas y lo tiene todo, menos el motor y el variador que todavía no los ha pedido, y que tienen 3 semanas de tiempo de entrega. Por lo visto está buscando algo más barato. No sé si sabrá que yo de aquí tres semanas estoy en cualquier sitio menos aquí, así que el invento se lo va a montar su puta madre, pero yo no. Para ensamblar la parte física no creo que nos necesite, ya que no tiene demasiado misterio y cualquiera que se desenvuelva con lo que sale en un huevo Kinder ya puede considerarse capacitado, pero el motor no hay cojones de saber cómo va. El otro día estuvimos en el taller con el motor y el variador de los de los vasitos de plástico y aquello fue como el episodio bíblico de Lázaro, sólo que en este caso el Lázaro no sólo no se levantaba, sino que la diñaba. Todos allí mirando el motor y esperando a que hiciera cabriolas, pero ni una puñetera vuelta al eje de salida. Y eso que parecía que estaban todos los cables en su sitio, o por lo menos eso decía mi compañero de proyecto bretón. Por cierto, mirad si son duros los bretones que el tío se hizo un tajo en navidad en el dedo anular de la mano izquierda, un tajo que se paró en el hueso. Pues ayer se quitó el tío los puntos en su casa, con toda tranquilidad. Y eso que tenía el dedo que parecía uno de mis primeros trabajos de pretecnología del cole. De aquí dos semanas se lo están cortando. O se lo corta él mismo, que es muy apañao.

Se me olvidaba, el Sábado, después de estar toda la tarde currando presentación en el laboratorio, necesitaba urgentemente que me sacaran de paseo. Lie al Jean Mich y al final acabamos en casa de la novia de mi compañero de proyecto bretón, el del dedo y la pretecnología. Es un piso en el centro de Nantes. Por dentro está bastante apañado; quiero decir, que no da para nada la impresión de que el edificio esté en ruinas, que es lo que piensa uno cuando lo ve por fuera. Sí, está en el centro, pero no sé por cuanto tiempo, y en una calle de sex-shops y de buena gente, y el apartamento no es mucho más grande que mi habitación en la residencia. Eso sí, la mar de cachondo. Había una mini-cocina de esas con barra, y un baño. Encima de estos dos módulos había un hueco de medio metro en el que habían tenido a bien meter una cama. Si uno se levantaba de golpe de una pesadilla se partía la crisma. El resto de la no muy grande estancia estaba ocupado por una mesa en donde reposaba un portátil que le daba tres vueltas al mío y un par de sofás. Olía a pasta para ser un piso de estudiantes de tres al cuarto. De hecho esto es una escuela privada y de las caras, y aquí la gente los toca bastante. Éramos allí más de una docena de personas, y de tías sólo la anfitriona y otra chica bastante potente con su novio bajo el brazo. Ambos me sonaban ya de vista, el novio y el brazo. La anfitriona también merecía, que dicen aquí ("abreviatura" de 'merecer un pollazo'), pero no era cuestión de tirarle a la novia de mi compañero y acabar sin proyecto.

Había mucha gente que no conocía, gente de la otra mitad de la promoción que venía de lugares exóticos. Entre ellos había un curioso personaje de pelo largo cogido en coleta que decía venir de Polonia. Por lo que veo, Francia tiene mucho trato con Polonia. Yo no sé qué se traen entre manos, pero seguro que nada bueno. Por lo visto se conoce que, antes de llegar nosotros, el chaval había estado castigándose con un vodka polaco de dudosa reputación, y el cabrón llevaba un pedal que no se tenía en pie. El tío era la alegría de la huerta y circulaba por el pequeño apartamento con una cerveza en la mano, gritando, esquivando gente y rodando sobre los muebles. La chica debía de conocerlo muy bien o tener más paciencia que un santo, porque varias veces estuvo a punto de derramar el líquido elemento sobre el portátil abierto y encendido. A mí se me ponía el hígado del revés cada vez que se acercaba al ordenador. Se le cae cerveza sobre mi portátil, y le estoy dando de ostias hasta que me caigan los dedos de la mano, primero de una y luego de la otra. A la chica parecía no importarle mucho, probablemente porque el ordenador se la traía floja más que por aprecio al chaval, sentimiento este último que se me antoja complicado de imaginar.

Estuvimos allí de cachondeo hasta las tantas. El novio de la otra chica sacó un juego de cartas bastante cachondo. Jungle Speed, se llama. Consiste en que se reparte el mazo de cartas entre los jugadores y se pone una especie de palitroque de madera en el centro, al que llaman totem. Si hay una versión española del juego, me pregunto si el palitroque se llamará totem también. Bueno, para esta historia la palabra palitroque nos hará el papel. Las cartas tienen diversas figuras: círculos con agujeros o ranuras, soles con rayos de una forma o de otra, y todos de diferentes colores. Cada uno va, por turnos, volteando las cartas de su mazo de una en una y poniendolas sobre la mesa. Como la mesa estaba llena de botellas y de vasos sucios, en este caso sería el suelo. Tienes que estar ojo avizor, porque en cuanto uno saca una carta como la tuya el último en coger el palitroque se las traga todas. Gana el que se desembaraza de todas las cartas. La gracia está en que hay figuras que son muy parecidas pero no son iguales, y cuando coges el palitroque cuando no te toca te tragas las cartas de todos. Además hay cartas especiales en las que todos tienen que trincar el palitroque a la vez o en las que cuentan los colores y no las figuras. Supongo que en esta última situación los daltónicos lo tienen crudo. En fin, que muy cachondo el juego, sobre todo cuando después de unos cuantos copazos todas las figuras no sólo tienen la misma forma, sino incluso el mismo color. Muy entretenido. Lo último en Europa después de la pinza chiquichá.

11 Enero 2002

Ayer tuvimos la exposición. Salió cojonuda, mejor de lo que lo habíamos planeado. A primera hora de la mañana tuvieron la exposición Jean Mich y su compañero, y los tíos venían trajeados en plan Reservoir Dogs. Daban el pego. Su hubieran querido hubieran podido hasta vender enciclopedias. Cuando volvieron, Mich me dejó su traje con corbata incluida y entonces fui yo el que podía haber vendido enciclopedias. El puto amo. Nuestra presentación estaba lejos de estar fina. Habíamos hecho varias pruebas y la intención era de hablar más o menos los tres a la vez para hacerlo más ágil y entretenido. Entiéndase que a la vez quiero decir que cada transparencia la comentaba uno, no que aquello fuera un mercadillo. El problema es que no es nada fácil, y la mayoría de veces uno cortaba al otro o nos poníamos dos a hablar a la vez, lo que quedaba peor que pegar a un padre. Por otra parte, la tarde de antes habíamos hecho una prueba con el profesor cachondo (y con el no tan cachondo, que se encargó de recordarnos por qué nos cae tan mal) y había cosas en la presentacion que no estaban bien explicadas, así como otras muchas que faltaban. Habíamos pues, a raíz de las críticas, metido un montón de transparencias nuevas. Yo les decía a estos que hiciéramos más prácticas para que todo saliera rodado; por lo menos una más, para ver al menos las diapositivas nuevas. Pero ellos insistían en que estaba todo bajo control y jugaban a las cartas por internet. A mí me comían los demonios por dentro. Menudo par, de lo bueno lo mejor y de lo mejor lo superior. La presentación era por la tarde, justo después de la comida, tocatelos.

La comida fue en una de las salas de debajo del comedor universitario, otra de esas comidas de postín a base de ensalada y más ensalada. Comimos ahí porque en principio venía el cliente a la pitanza, pero al final llamó diciendo que no llegaba y que empezáramos sin él. La ``última cena'' estaba encabezada por el director, y los apóstoles eran el profesor cachondo y un colega, un cliente, un binomio que acababa de exponer y nosotros, el trío calavera. La comida estuvo plagada de anécdotas. De anécdotas y de lechuga, claro. Empezamos con el apero, unas copichuelas de vino blanco para ir entonando. El director se interesa por mi opinión sobre la educación francesa. Me pregunta si le parece que el ICAM es mejor que lo que hago yo en casa. Como si le fuera a decir que no, no te jode. Le meto un rollo diplomático y pasamos a la mesa. Yo me hago con una silla al lado de la gabachita rubita pequeñita y mona con la que me llevo tan bien. Se llama Astrid, y es tan simpática conmigo que el novio me tiene cruzado. Departimos agradablemente con algún que otro diálogo de besugos. Caramba, ensalada de primero, ¡qué sorpresa! En el segundo plato, el director sirve vino tinto a diestro y siniestro, pero el ambiente sigue algo tenso y encorsetado. Por lo visto el director impone.

Hay un sketch de unos cómicos franceses muy populares que es una parodia del concurso en el que hay una chica y tres maromos separados por un biombo y se van haciendo preguntas y al final tiene que elegir susto o muerte. En el sketch, hay un pollo con cara de muy pocas luces que la primera pregunta que enfila a la concursante es: "Ingrggggiiid, ¿tú follas?". Tenemos el mp3 del sketch en el laboratorio y lo ponemos todos los días para partirnos las cajas, así que nos lo sabemos de memoria. Yo tenía delante a mi compañero más cachondo, y llegado el momento de servir el vino tinto, el director se escora sobre la rubita y en vez de llamarla Astrid, le dice: "Ingrid, ¿tú quieres?". Mi colega y yo nos miramos, y le digo bajito "Ingrggggiiid". El tío se paseó por todos los colores que hay entre el color pescuezo y el morado intenso mientras intentaba no deshuevarse vivo delante del director. Momento épico, sin duda alguna. Más tarde, a la 1:23pm, sonó mi alarma para despertarme de la siesta. A pesar de que lo paré bastante rápido, mi compañero tuvo a bien explicar a todo el mundo que todos los días me pego la siesta padre tras la comida en la cafetería, y que lo que acababa de sonar era el despertador para ir al labo. El director alucina y se interesa por los pormenores de la siesta; si lo hace mucha gente, si duermo todos los días, si no es malo, cuánto tiempo duermo, etc. Al final, traen el mismo postre que siempre, una especie de compota de frutas tropicales que odio, y me tomo un café porque me está entrando una modorra del copón, con la comida, con el vinito y con tanto hablar de la siesta.

Subimos a la sala de conferencias y montamos todo el tinglado. Al cabo de un rato suben el director, el profesor cachondo y el cliente que acababa de llegar. Todo está preparado, así que ponemos la primera diapositiva y empiezo la presentación, con dos cojones. El café me ha revuelto las tripas y tengo ganas de giñar, pero the show must go on. Aprieto esfínteres y empiezo a pasar fotos. Las transparencias se van sucediendo y vamos realizando explicaciones sin cortarnos y de manera bastante natural. Me sudan las manos y me trabuco en alguna frase, aunque resuelvo bastante bien. Llegan las transparencias nuevas y hay un momento de indecisión, pero al final uno de mis compañeros toma la palabra y relanza la presentación. Para terminar, cada uno expone sus experiencias personales y todo lo que ha aprendido durante estos cuatro meses. Ahora viene la parte en la que le toca al director tomar la palabra, empezar a hacer objeciones y preguntas y a crujirnos vivos. Los Reservoir Dogs se plantan frente al respetable a pecho descubierto. Las gotas de sudor resbalan sobaco abajo y rechinan los dientes.

"La pregunta que os voy a hacer es un poco dura, pero me gustaría que respondierais con franqueza" espeta el cabrón. Nos miramos de reojo pensando en por dónde nos va a salir el tío. Las gotas se transforman en torrentes y me vuelve el tic del ojo. El payo continúa: "Si hubierais sido un binomio en vez de un trinomio, ¿pensáis que hubierais avanzado más rápido y que el trabajo se habría acabado antes? Mis compañeros se quedan flipados y yo, sin saber muy bien qué me da, salto al ruedo capote en mano. Le explico que es cierto que es complicado trabajar en trinomio, que es mucho más difícil ponerse de acuerdo, que dos son compañía y tres multitud y que no por mucho madrugar amanece más temprano. Sin embargo, continúo, el ser tres proporciona multitud de nuevos puntos de vista, diferentes opiniones, más ideas, y que tratándose de un proyecto en el que la concepción tenía un papel fundamental, en este caso tres habían sido mejor que dos, sin duda alguna. Termino con una reflexión en plan programa de investigación periodística de la tele y le digo como colofón: "Cabría preguntarse entonces en este caso si de verdad lo que importa es la velocidad a la que se desarrolla el proyecto o si, en cambio, lo importante es la calidad del mismo". Tras semejante reflexión, la sala se queda en silencio y el director, acojonado, se queda con cara de estar pensando, o bien en lo que acabo de decir, o bien preguntándose de dónde coño me había sacado todo aquello. Quizá sin atreverse ya a preguntar mucho más, probablemente por temor a lo que yo pudiera soltar, nos dice que si podemos salir un momento que van a deliberar. Salimos pues.

Mis compañeros me dicen que han flipado con el rollo que le he metido al payo, que me había salido, que la única pega es que le había tuteado dos o tres veces. El director, afortunadamente, pareció no verse importunado por el asunto, sin duda al tanto de mis limitaciones con el gabacho correcto. Nos hacen entrar otra vez y nos dicen que la presentación ha estado muy bien. Hace algunos comentarios sobre la rigidez de uno de mis colegas. "Estás ahí un poco rígido, un poco, un poco...". "Bretón" le apunto yo envalentonado por el éxito de mis anteriores intervenciones. Por suerte al director parece hacerle gracia y se ríe durante unos segundos. Sigue comentando la intervención de mi otro compañero y finalmente se dirige a mí. Dice que al margen del proyecto y de adquirir unos conocimientos técnicos, he aprendido muy bien a entender el francés y a hacerme comprender, que es lo importante. "Cagggemón!" le digo yo. Nuevo descojone generalizado. Sin duda hoy estoy en gracia. Probablemente los copazos de vino que el director acaba de trajinarse tengan que ver con el asunto. Al final nos dice que muy bien y que hale, a cascarla. Recogemos los trastos y salimos radiantes. Una gran actuación.

Salimos a las 5:30 y vamos a casa de mis colegas a celebrar la victoria. Se han cambiado de agujero y ahora están en una casa la mar de cuca en medio de la campiña. Nos juntamos allí 7 u 8 personas y nos ponemos a charrar. Por un momento me siento Dios: ha salido todo redondo, los cinco meses de Erasmus están prácticamente resueltos y estoy hablando con un montón de gabachos como si aquello fuera mi lengua madre. Lo entiendo todo y me desenvuelvo como pez en el agua. Una sensación maravillosa me embarga.

Llega más gente y ponen más ron de la Martinica sobre la mesa. En la casa viven 5 personas y tienen de todo. Hay hasta uno que tiene una mesa de mezclas con dos pletinas, y el tío se pone a mezclar. Llegan hasta gabachas sin novio. Dios mío, aquello es una orgía en toda regla, gabachas "celibatarias"! ¡Existen, no era un mito! Aquello es demasiado bonito para ser cierto. Me pregunto qué tributo se cobrará el universo para proseguir su camino en equilibrio a cambio de tanta felicidad. ¿Perderé una pierna? ¿Se perderá mi aprobado en Calor? Desgraciadamente, somos los únicos que se van a pasar el laboratorio del día siguiente por el forro, y las mujeres se retiran relativamente pronto. La juerga continúa hasta las 2 de la mañana (recuerdo que empezó a las 6 de la tarde) y cuando entro en casa me doy cuenta de que ni siquiera había cenado. En fin, un gran día. Qué grande es la Francia.

A las 10 de la mañana me despierta el profe cachondo al teléfono. "¿Vas a venir o qué?". "Sí, hombre, sí, ahora voy, no me des la vara", le digo. Cómo han cambiado las cosas si miro unos meses atrás. Llego al laboratorio con tranquilidad y saludo a los pocos que había por allí a aquellas horas de Dios.

Respecto a la semana de reflexión y todo eso, al final es la semana que viene, la del 21, que me había liado yo. Finalmente he caído en Politique a pesar de haber pedido ética. Parece que el tema ético ha triunfado y han tenido que hacer un transvase de gente a las otras opciones. Por lo menos estoy con los colegas, que supongo que a la postre será lo importante. Quizá descubro una vena política y todo. Lo que está claro es que, a estas alturas, lo que seguro que no descubría era una vena religiosa. Esta semana todo lo que tenemos que hacer es ir al labo a hacer el manta, rematar la memoria y básicamente rascarnos los golondrinos la mayor parte del tiempo. Lo que me pregunto es si habrá que estar a las 8am todas las mañanas o si podremos llegar a un acuerdo. Lo primero sería una putada. También tenemos que montar el prototipo si finalmente llegan las piezas, pero eso son cuatro tornillos y hasta nos puede mantener entretenidos una tarde. La parte más jodida, el motor-variador y el tema de los módems, no la vamos a hacer ni de coña, porque el tío acaba de encargarlo todo y hay un plazo de entrega de tres semanas, con lo cual se las va a tener que apañar él solito. En fin, ahora ya todo cuesta abajo. A disfrutar.

16 Enero 2002

Joder, llevo un desarreglo que es demasiado. He llegado del labo reventado, me he puesto hasta arriba de brioches con Nutella y me he acostado para levantarme a las 10 menos cuarto de la noche. Son ahora las 11 y cuarto y no tengo ni sueño ni hambre.

Y es que estos últimos días están siendo la monda. La gente que ha llegado en esta hornada es cojonuda. Son todos unos cachondos de cuidado, y además vienen con las pilas nuevas y están revolucionándolo todo. En el laboratorio ahora mismo estamos todos los de antes y ocho personas más, con lo cual es un burdel del copón, nadie hace nada y no dejamos de hacer el capullo. La verdad es que la mayoría de la gente aquí es muy agradable y acogedora, bastante diferente a España, me pese decirlo, y probablemente metiéndome a mí en el mismo saco. Debe de ser una cuestión de mentalidad. Aquí te invitan a cenar, te dan copazos a voluntad, si te doblas se empeñan en que te quedes a dormir, aunque sea en la moqueta, pero tampoco a nadie le importa que duermas en su cama si él no va a estar. En fin, una especie de compañerismo que no se ve a menudo en la piel de toro, y mucho menos en mi escuela, donde están esperando a que te des la vuelta para darte la puñalada. La verdad es que estos días estoy disfrutando como un loco. Me va a dar pena irme.

Ayer fue memorable. Fui a casa de mis compañeros de proyecto, los de la nueva casa en la campiña, y nos juntamos un montón de gente. La ocasión lo merecía: pasaban por la tele "Les Bronzés" (los bronceados), una película gabacha de 1979 de estilo Porky's pero más refinado. Por lo visto es un clásico de la filmografía gabacha, tanto que todo el mundo la ha visto por lo menos una docena de veces y se sabe los diálogos de memoria. Está entretenida y tiene golpes geniales, pero es más el culto que otra cosa. El sonido no es muy bueno y las bromas son bastante complicadas para un aficionado, pero aún así entendí bastante. La película trata de un grupo de turistas que llegan a uno de estos paraísos caribeños en un viaje organizado en el que van todos a chingar, o al menos a intentarlo. Y la verdad es que, para ser una película de 1979, dicen verdaderas animaladas. Cuando en España empezaba el destape (digo yo que sería por entonces) aquí ya estaban todos más que destapados. Ahora me voy haciendo cargo de la fama liberal de la France.

Destacaré tres coñas que me dejaron a cuadros, teniendo siempre en cuenta que estamos hablando de una película de hace más de 20 años y que por entonces en España era imposible soñar con ver un culo en la tele:

¿Es o no acojonante que en una película de hace 20 años se digan semejantes animaladas? Si hoy en día pasaran algo así en España en horario de máxima audiencia, el defensor del pueblo iba a tener una agenda bastante apretada al día siguiente. Aquí en cambio están esperando todos los años a que la pongan en la tele. Más de veinte años de ventaja nos llevan, me temo.

Después de ver el peliculón, que como digo me dejó flipando, la conversación derivó por diferentes derroteros hasta que alguien sacó, no sé todavía muy bien cómo, el tema de la monarquía española. Aquí hace ya muchos años que le dieron la patada al último rey, y están orgullosos hasta las cejas de su república. Sin embargo, después de un buen rato de discusión al calor de unos copazos, acordamos que las historias de ambos países son muy diferentes y que probablemente la monarquía y el parlamento pudieran convivir siempre y cuando el rey se limitara a cumplir una mera tarea de representación. Mis dos compañeros de proyecto mantenían las dos posturas más opuestas: uno, el más cachondo, se empeñaba en, una vez todos de acuerdo, volver sobre el punto de que nadie estaba genéticamente predestinado a hacer nada (más bien hereditariamente, o lo que sea), y justo cuando parecía que el tema estaba zanjado, mi otro compañero, el bretón de plomo, decía que si su padre muriera y él fuera el único representante de los Madec (así se llama), iba a estar muy orgulloso (le faltaba golpearse el pecho y decir ¡quiá!) de serlo. No recuerdo muy bien los detalles, pero su línea argumental, a pesar de estar bastante bien fundada, no quitaba que te partieras el pecho de risa cuando la exponía.

Al final, a eso de casi la una, los dejamos discutiendo encendidos por las cervezas. Esta mañana, al llegar a las 9 después de llevar a "La Twingo" a un cambio de aceite, no había llegado ninguno de los dos. La noche de antes yo había llevado una botella de licor de manzana que traje de España y que al final nadie bebió. Pues al pasar por uno de los laboratorios esta mañana, nos ha preguntado uno de los que vive con ellos que si estaba bueno el licor de manzana, que al levantarse ha visto que la botella estaba vacía. Resulta que se habían quedado los dos discutiendo hasta las tres y pico de la mañana, y decidieron abrir la botella. El licor de manzana, para aquellos que no estén puestos, tiene un 20% de alcohol en cuerpo, y pega que no veas. Pues los tíos, después de más de 2 litros de cerveza cada uno, se metieron una botella de licor de pomme. Mi compañero bretón se puede permitir esos excesos; de hecho esa misma noche alguien le había apuntado que consumía más que un Mercedes. Pero el tío es de plomo el cabrón, denso denso. Le he visto ingerir cantidades indecentes de alcohol y nunca le ha temblado el pulso ni ha tenido un traspiés. Es lo que Darwin denomina "genéticamente preparado". En cambio, mi compañero cachondo, es más bien como yo; lo que en medicina de andar por casa se llama "de constitución endeble" o simplemente una raspa. El resultado: a las 7am a su primera potada, seguida de una segunda galleta al poco después. Al final se ha conseguido manifestar a las 2pm en el laboratorio en un estado tirando a lamentable. El bretón, en cambio, ha llegado a las 11:30, justo para el apero.

27 aperos hemos hecho esta temporada en el laboratorio. No está mal teniendo en cuenta que el año pasado habían hecho 6. Veremos los que toman el relevo para el segundo cuatrimestre cómo se portan. De momento ya han puesto en la pizarra: 27 aperos, record a battre!, y abajo pone "petits joueurs", que supongo que será "aficionadillos". Ya veremos, ya.

20 Enero 2002

La espiral de desparrame en la que me he sumido en estos últimos días (Miércoles, Jueves y último Viernes de laboratorio) ha conseguido desbaratar mi aparato logístico, siempre en perpetuo estado de equilibrio. Desde el miércoles noche (hoy es Domingo noche) no he parado, llegando al labo deliberadamente tarde, acostándome a las tantas y yendo de aquí para allá disfrutando de la vida y libre como un pájaro de esos que no están encerrados en una jaula.

El caso es que, el sábado por la mañana, toqué fondo: me desperté y tenía desayuno, pero no comida, no me quedaba ropa limpia, mi habitación era un zoo, me quedaban 170 euros en el banco y el día anterior había hecho un cheque por el mes de residencia por valor de 206... un desastre. Para el sábado noche me habían propuesto ir a Tours, ciudad sita a medio camino entre Nantes y París, pero teniendo en cuenta solamente los índices de liquidez bancaria y ratios de ropa limpia, la verdad es que la decisión era complicada. Al final me dije, qué carajo, para eso estamos aquí. Así que cogí la tarjeta de crédito, me puse la ropa con la que había dormido hace un par de días, y que ya había descartado de todo posible nuevo uso, y me encaminé a casa de mis compañeros de proyecto rumbo al cachondeo y al turismo relajado.

Lo de la ropa sucia ha sido difícil, ya que estoy muy mal acostumbrado. El problema suplementario es que mañana por la mañana me voy de jornadas políticas una semana, y sigo sin tener ropa limpia porque no venden fichas para las máquinas durante los fines de semana. Así pues, he descubierto que la ropa, al contrario de lo que las madres nos han hecho creer durante años, tiene varios estados, como la materia. Olvida todo lo que conocías hasta ahora; no existe "Limpio" ni "Sucio", sino todo un maravilloso espectro de guarrería que sólo el ojo más experto es capaz de apreciar. No me voy a extender demasiado en el tema de la ropa porque tengo previsto hacer unos anexos cuando vuelva a España donde expondré mis últimos descubrimientos sobre la materia, pero en resumidas cuentas, la frase es "Si no cruje, te lo puedes volver a poner". Existen matices, pero este pequeño lema de fácil aplicación te va a permitir descubrir un nuevo universo de posibilidades dentro de la cesta de lo que, hasta ahora, conocías en tu ignorancia como "ropa sucia". En cuanto al dinero, afortunadamente las entidades patrocinadoras de todo este sarao han reaccionado rápidamente, con lo cual espero tener dinero en el banco antes de que el Barbas intente cobrar el cheque. Aprovecho para saludar desde aquí a mis padres, sin los cuales esta experiencia nantina, así como otras anteriores y espero que otras posteriores (por pedir que no quede), no habría sido posible. Les aseguro que todo este derroche económico me ha enseñado más sobre la vida que veinte años en España.

El Jueves noche nos juntamos todos en casa de Mich e hicieron una raclet (me puedo imaginar cómo se escribe en francés, pero prefiero no tirarme a la piscina). Consiste en cocer, creo, patatas al vapor para luego tirarles queso por encima. El queso es especial de raclet y se funde en un aparato diseñado al efecto que trajo uno de los chavales. El queso es algo fuerte, pero hasta las personas más sensibles como yo pueden comerlo sin ningún problema. La verdad es que está muy bueno, y creía que me había puesto malo de lo que comí. La juerga acabó tarde y me quedé a dormir en Nantes. Como ya he dicho, allí a la gente le da igual que, si no están, duermas en su cama. Creo que entre los factores que propician este comportamiento desinteresado está el de que más guarra, la cama, ya no puede estar. Los cambios de ropa de cama aquí no están precisamente al cabo del día.

Desde luego, ahora que ya no hay que hacer la mili, lo más parecido es un Erasmus en Francia. A mí se me están yendo todos los remilgos y toda la tontería. He comido en el suelo, con cubiertos y platos sucios, ausencia total de cualquier cosa parecida a una servilleta, he dormido en camas más engrasadas que la cadena de mi moto... En fin, que a todo se acaba haciendo uno.

Al día siguiente llegué a casa a las 10:30am, pero antes pasé por el laboratorio para comprobar que mis amigos habían llegado a las 8am. Con la conciencia más tranquila, me fui a mi habitación, desayuné, me duché y llegué justo para el apero. ¡Aquello fue vida, Dios! Las estrellas de la pizarra ya no significaban nada para mí, y por lo visto tampoco para los del segundo periodo, que al llegar las tres se largan. El viernes a las 4:30pm había en el labo más gente del primer periodo que del segundo. No sé yo el sistema antiguo de estrellas el tiempo que va a aguantar de pie.

En cuanto a mí, el proyecto ya está acabado. Pasamos el Viernes entero imprimiendo y doblando planos, ya que hay que hacer cuatro copias de la memoria y de los anexos. En lo referente a mi convalidación, no sé todavía lo que tendré que hacer. He preguntado al profesor cachondo pero me ha dicho que él no sabe nada, así que tendré que ir a morir al director. Tengo curiosidad por ver la nota. En el labo Prod los del segundo periodo están que trinan porque acaba de desembarcar un grupo de polacos y van a tener que romper un binomio y mandar a uno al laboratorio de mecánica. El tema de los estudiantes extranjeros no lo cuidan demasiado aquí, primero les dicen que vengan y luego ya les buscarán sitio. Eso hicieron conmigo y eso van a hacer ahora con los polacos pero a gran escala. La diferencia es que los polacos que vienen no hablan francés (ni papa), tampoco hablan inglés y encima la intención del director es ponerlos en binomio con un gabacho. Yo sabía algo de francés, hablo inglés y estaba en un trinomio, y aún así debo reconocer que he sido un lastre para mis compañeros, por lo menos al principio. En el caso de los polacos, lo que va a pasar es que el gabacho se meterá el curro de su vida y el pobre polaco irá al laboratorio a mirar el reloj. Ya se apañarán, como nuestro cliente y su prototipo, juas juas.

Mi falta de liquidez se ha debido a que se han juntado varias circunstancias, a saber: la actualización del estado de la cuenta en internet lleva siempre unos días de retraso, he tenido una serie de gastos imprevistos, y soy un ceporro por no estar más al tanto. Quizá esta última razón haya sido la que ha inclinado definitivamente la balanza para tirarla de la mesa. El tema de los gastos imprevistos también ha sido un apartado importante. Sin ir más lejos, el otro día me arrancaron 60 euros del cambio del aceite de "La Twingo". Vale que lo hicieron en 20 minutos, pero la de cosas que haría yo en 20 minutos por 60 euros. Luego, por un carrete de fotos mixto, la mitad jodidas y la otra mitad superpuestas, me soplaron 16 euros más. Lo de la cámara me tiene preocupado. Estoy haciendo otro carrete y lo voy a revelar en cuanto pueda, que lo de las fotos superpuestas queda muy hippie pero es una putada. Ahora mismo no recuerdo cuál fue el último sablazo que acabó de tumbar mi estado de cuentas, pero el caso es que así está el tema. Espero que mañana o pasado lleguen los suministros, al menos antes de que el Barbas emprenda acciones legales. En realidad no va a pasar nada, quizá un pequeño descubierto, pero así le doy más dramatismo a la situación y esto luce más.

La noche en Tours estuvo bien. El profesor cachondo había ido a no sé qué rollo de parte del ICAM y estos habían planeado ir a pasar la noche allí. Yo no estaba incluido en principio, y el precio por apuntarme a última hora fue dormir en la moqueta. Para aquellos a los que les pille de nuevas o ya no se acuerden, les diré que el suelo está como una puta piedra, y que lo más fácil es no pegar ojo. He oído que sólo el diamante es más duro que el suelo, pero deben de estar por ahí por ahí.

Llegamos a las 7 y nos reunimos con el profesor en un bar. Fuimos de bar en bar hasta las 9, momento en el que me metieron a la fuerza en un marroquí. ¡A mí! Creo que ya he dicho que soy especial para las comiditas, pero esta mili me está haciendo un hombre. En realidad el cuscús es como un cocido pero con sémola en vez de caldo, y el vino gris ese que sirven no está mal del todo. Lo de la sémola es un invento. En el comedor de la escuela la ponen bastante a menudo. No está mal y, juntada con mucha agua, llena el buche que no veas. Tiene toda la pinta de ser arroz molido, pero me han contado que creen que sale del trigo. Da gusto ver que estamos al tanto de todo lo que nos llevamos a la boca.

Espero que el soplo de aire económico llegue pronto, porque la noche salió por un pico. Sólo en el marroquí pagué casi 20 euros por el puto cuscús, y luego una de las rondas que pagué me salió a casi 20 euros más. No fue el precio lo que me indignó, sino la mierda que nos dieron a cambio. El bar se llamaba El Torpedo, y la bebida especialidad de la casa era, cómo no, "el torpedo": un timo flagrante que se manifestaba en una especie de ponche a base de ron, canela, plátano y alguna otra fruta flotante a un precio casi insultante: 3 euros por un vaso de cocina de un zumo de frutas del bosque en el que la proporción canela/ron rondaba el 5 a 1. La verdad es que en cuanto uno sale por aquí se deja un pico a nada que haga. Ahora con la llegada del euro me estoy dando cuenta de que el nivel de vida de España es una ruina. Desde luego somos el lastre de Europa, nosotros y alguno más. Espero que cuando lea esto de aquí diez años me ría tanto de esta última frase como espero reírme de todo lo demás. Al final llegamos al hotel a las 5 de la mañana, lo cual es una auténtica barbaridad para lo que se estila por aquí. No hay más que quedarse con el dato de que a las 7pm ya estábamos tomando el primer copazo.

La anécdota de la noche fue cuando, haciendo cola en la puerta de una discoteca, nos encontramos con un grupejo de españoles. Yo me hice pasar por un primo de mi compañero de proyecto cachondo, y el otro era un amigo de la infancia. Lo mejor de todo es que yo era gabacho de pura cepa; "Le Mans" le dije al chaval sin que me temblara la voz cuando me preguntó de dónde era. Me salió tan bordado que el payo tragó todo lo que le vino después. Debo admitir que yo sólo decía frases sueltas y que a la víctima le brillaban los ojos a causa del agua de fuego, pero la experiencia fue formidable para mí. Mis compañeros cantaron "Te peto el kakas", canción que saben de memoria después de estar trabajándola cinco meses en el laboratorio, y el chaval flipaba en colores. Yo hablaba algo de español porque había estado un año allí, y le decía frases recurrentes con el mejor acento gabacho que me salía. Me partía la caja viendo que el pobre cretino, llevando el mismo tiempo que yo en gabachilandia, no sólo era incapaz de distinguir entre la b y la v, sino que ni siquiera llegaba a discernir un español de un gabacho. La verdad es que una inmersión similar a la mía es difícil de conseguir, y me congratula haber llegado a ella. He venido a aprender francés y parece que hasta lo voy a conseguir. Estuvimos más de media hora tomándole el pelo al pobre cretino, sintiendo yo en mi interior una mezcolanza de júbilo por mi convincente francés y vergüenza por ser compatriota de semejante gilipollas. Realmente exportamos lo mejor, a juzgar por las piezas que he tenido a bien encontrar durante mi estancia aquí. De todas maneras, no sé si es que la relación "gente normal/cretinos" es más alta aquí o es que ya estoy afrancesado sin remedio.

Bueno, aquí con el proyecto ya acabado y a falta de ir a hablar con el director, no queda más que la semana de sesiones y la noche ICAM del Sábado que viene. Mañana a las 10:15am salimos para allá y ya veremos cómo funciona la cosa. Preguntando a mi compañero cachondo sobre el caracter de las sesiones, me ha dicho que sería "como cuando discutimos sobre la monarquía española, pero sin ir borrachos". "Menos divertido", ha incluído como coletilla. Supongo que es una buena descripción de lo que va a venir.

Para esta semana he dado una nueva oportunidad a unas cuantas prendas del cubo de la ropa sucia. La verdad es que había tirado a lavar un montón de cosas que ni tienen manchas ni huelen mucho. ¡Cuán ciego he estado todo este tiempo! Hay que ver lo sufridos que pueden llegar a ser unos simples pantalones.

En cuanto a la noche ICAM, por lo visto va a ser la gran fiesta. Hace una semana ya estaban los chavales currando a muerte para tenerlo todo listo. En España se haría todo la noche de antes, pero aquí parece que les gusta hacerlo todo con tiempo. La promoción de los ICAM 1, los que ya llevan 2 años de estudios, son los que se encargan de organizarlo todo. Una buena parte de mis compañeros de piso son de esa promoción, y puedo constatar que se están dejando las cejas. Los tíos a las 8am ya están haciendo cosas, y por las noches se quedan dando martillazos en una sala enfrente de mi habitación hasta las 2 de la mañana, los hijos de puta. Y luego yo no puedo tocar la guitarra a las 11:30 de la noche. Están todo el día sin parar, explotados vilmente y pelándose las clases (secárselas, dicen aquí). Aunque, tal y cómo son en el ICAM, seguro que las han parado para que la puñetera noche salga bordada. El otro día me enganchó la señora de la limpieza y me tuvo una hora de pie, dándome detalles sobre la noche ICAM. Hay 14 bares temáticos repartidos por toda la escuela, vienen más de 4.000 personas y es muy bonito, aunque mis amigos me han dicho que a las 2 de la mañana ya está todo lleno de galletas y todo el mundo por los suelos. La pasta que hacen con el invento la utilizan para luego irse todos de vacaciones a esquiar. Puede estar bien la cosa. Mantenerse de pie hasta el alba y que mi cámara de fotos no me joda el carrete van a ser las dos piezas fundamentales del evento. Ya veremos. Voy a cenar y a dormir, que esto de sacar tiempo para seguir con el diario se está convirtiendo en un suplicio. Espero que de aquí 10 años haya valido la pena.

Un último apunte: aquí la propina no se estila, viene ya incluida en la cuenta. Y a juzgar por los precios, se toman una buena propina los cabrones. Lo mejor de todo es la palabra utilizada para designarla: "pourboire". Al contrario de lo que estuvimos especulando, no tiene nada que ver con poderío ni nado por el estilo, sino que quiere decir "para beber". Menudo país de alcohólicos en el que el camarero no puede hacer lo que quiera con la propina, sino que es directamente para que se tome un copazo. Y luego dicen de España...

26 Enero 2002

Ya estoy de vuelta de la semanita política de marras. Menudo infierno. Si trato de ser objetivo, cosa harto difícil después de semejante experiencia, debo admitir que la semana ha sido bastante productiva. He descubierto una vena política inesperada que, aunque no va a conseguir que me presente a las próximas elecciones, me va a hacer ver la vida política de una manera distinta. También debo decir que en determinados momentos era un placer estar discutiendo de manera ordenada con 14 personas más sobre cosas en las que no teníamos que estar todos necesariamente de acuerdo. No sé si será la gente de esta escuela en concreto o el gabacho medio en general, pero aquí hasta el más pringado ha corrido medio mundo, y eso se nota. Es esa culturilla del que ha visto que las cosas no tienen porqué ser iguales que en el agujero del que ha salido, y que hace que le resulte mucho más fácil callarse y escuchar antes que abrir la boca para decir la primera gilipollez que se le pase por la cabeza. Rara vez tiene uno el placer de encontrar gente así en España. Yo la verdad es que alucinaba cuando estábamos 15 en una mesa y la palabra iba pasando, se hablaba de uno en uno sin levantar la voz y hasta el más cretino de la asamblea me sorprendía con reflexiones que jamás hubiera esperado. En ese sentido he aprendido mucho. También me sé ahora de carrerilla los grandes acontecimientos políticos del último siglo, mundiales y gabachos. En fin, ha sido bastante enriquecedor, pero mortal. Paso a narrar el evento.

Llegamos el lunes a mediodía. El hostal era una especie de minihotel bastante cuco, todo en madera, y al borde de la mar. Una maravilla para los sentidos si no fuera porque ha estado toda la semana lloviendo y hacía un frío del carajo. Digamos que no me arrepentí de haberme olvidado el bañador. La casa tenía dos pisos y unas 20 habitaciones. Por lo visto funciona como hogar de retirada religiosa para los jesuitas, y la escuela tiene algún tipo de papel en su financiación, todo a base de fondos eclesiásticos. Una pareja de unos 50 años regía el cotarro, pero aparecían y se iban cuando querían y nos dejaban solos. Bueno, solos con el profesor que se encargó de darnos el coñazo toda la semana imponiendo un ritmo marcial a las sesiones. Nada más llegar, nos pasó una hoja de papel a todos, y cada uno tuvo que escribir su "descubrimiento" y "logro" de ese año. Para mí fue descubrir la France y todo el rollo ese, y mi logro haber salido bien parado de la experiencia. Hubo hasta uno que contó que se había ido a vivir con la novia y que habían empezado una vida de pareja que le llenaba y tal. Aquello parecía una reunión de "alcohólicos anónimos", y todo nada más llegar y a bocajarro. Luego pasamos a hablar de los grandes logros socio-políticos del último siglo. Eso nos llevó toda la tarde y afortunadamente, y por ser el primer día, a eso de las 8 el tío nos soltó. Algunos de los miembros de la expedición se alojaron en una especie de cabaña a unos 200 metros de la casa y que acabó por convertirse en cuartel general. La única chica del grupo de 15, muy poco agraciada la pobre y buen ejemplo en cantidad y calidad de lo que se cuece por la escuela, trajo una especie de orujo que hacía su padre en casa. "Agua de vida" lo llamaban, como la colonia. Probablemente con el mismo sabor que esa colonia pero con un aroma diferente. Aquí el que más y el que menos tiene una destilería en casa, es acojonante. Yo no sé cuánto grados tenía aquello, pero si me hubiera hecho un corte en la mano, hubiera sido con lo primero que me hubiera tratado. Nos acostamos tarde después de alargar la sesión política alternativa y el desayuno a las 8:30 del día siguiente pasó factura.

El segundo día comenzó por una visita al ayuntamiento de Pornic, el pueblo en el que estábamos. Nos acogió (nos metió el rollo) la ayudante del alcalde, y uno de los miembros del grupo, en representación del grado de lucidez general, le preguntó a la buena mujer que cuáles habían sido sus motivaciones para convertirse en alcalde. La pobre señora aclaró que ella no era la alcalde, y decidió liquidar la visita en un cuarto de hora en vista de lo visto. Nos despachó con unos folletos turísticos del agujero y unas camisetas bastante apañadas y que vinieron de perlas al ya maloliente grupúsculo de incipientes políticos. El resto del día transcurrió entre lectura de textos y debates, y finalizó más tarde de las 10 de la noche con la visita de una chica miembro del grupo opositor principal de Nantes. Lo que contó la tía tenía miga y estuvo entretenido, pero a las 10 de la noche ya estábamos todos hasta los cojones. Aún así, nos quedaron ganas para retirarnos a la cabaña y seguir "discutiendo" hasta altas horas de la noche.

El día siguiente fue similar: nos levantamos al alba y acabamos a las tantas viendo "Un hombre para la eternidad", un bodrio coloreado de los años 50 con Orson Welles en los primeros cinco minutos. Dos horas de rollo matador con no sé qué tipo de moraleja ético-político-social-religiosa que ni siquiera el profesor llegó a captar. Yo creo que al tío le dio semejante vergüenza habernos tenido hasta las tantas viendo tal ruina que jamás se volvió a hablar de la película durante el resto de la semana, la cual transcurrió con largas "discusiones", hasta la una o las dos de la noche, y amaneceres mortales en los que incluso la ducha de agua fría o fría venía bien.

El remache fue el viernes por la mañana, con visitas a la sede del periódico Ouest-France y a la comunidad no sé qué de Nantes, donde los rostros reflejando la fatiga de la semana y la falta de preguntas, al menos coherentes, pedían a gritos la libertad. Cuando por fin, a las 2pm del viernes caía rendido en la cama, una sensación de plenitud me invadió. Hacía tiempo que no me esforzaba tanto por mantener los ojos abiertos. Ha sido realmente matador. He hablado con gente de las otras dos sesiones, la religiosa y la ética, y no han currado ni la mitad, han tenido todas las tardes libres y además la mayoría se han acabado pirando antes del final, cosa casi imposible en nuestra situación. Los que han intentado largarse antes de hora han sido placados vilmente por el profesor, y los que han tenido una excusa lo bastante buena como para perderse un día han tenido que volver después. El caso estrella fue una chica que llegó el martes muy malita muy malita, que estuvo unas cuantas horas y se fue. Llamó luego diciendo que había ido al médico y que tenía gripe intestinal. Colosal. Hubiera dicho que la pobre chica estaba al borde la la muerte si no la hubiera visto ingerir copazos a granel el viernes por la noche, final de la semana, en casa de mis compañeros de proyecto. Esta claro que las mujeres hacen lo que quieren en este supuesto mundo de hombres.

Uno de los momentos cumbre de la semana fue la mañana del miércoles. La noche anterior, un par de elementos del grupo, animados por el agua de vida, entraron en la cocina a altas horas de la noche y se comieron media barra de pan y unos cuantos quesos apestosos, amén de medio pollo que resultó ser la comida de la pareja para el día siguiente. Por la mañana, durante el desayuno, el profesor comentó sin demasiada maldad que por lo visto alguien, muy malote, había comido algo de queso por la noche. La señora, que por lo visto lo oyó desde detrás de la puerta, salió encolerizada y dijo que de algo de queso nada, y le cantó las cuarenta al tío. Empezó hablando de queso, luego de la confianza y al final, no sé cómo, de la violencia en las calles. Fue una risa porque el profesor intentó demostrar cómo se podía resolver el conflicto de una manera cordial y política, pero cada vez que intentaba abrir la boca la mujer se la cerraba de un berrido. Al final los responsables salieron a la palestra y fueron a pedir perdón, y al final de la semana la señora ya nos volvía a comer en la mano. También fue un descojone porque la buena mujer, encolerizada y enrojecida durante su discurso, llegó a la conclusión de que el último en llegar al desayuno era el que menos hambre tenía, algo que parecía lógico. Pero allí no estábamos todos, y el último en llegar fue uno de mis compañeros de labo, que en aquellos momentos estaba llevándose el tazón de leche a los morros. La señora le señaló como presunto culpable según su lógica infalible, y al chaval no se le ocurrió otra cosa que descojonarse de tal manera que la leche le salió por la nariz, lo que hizo que la buena mujer alcanzara un nivel de cólera que probablemente le hizo sangrar la úlcera. Fue el momento épico del suceso. Todavía me estoy riendo.

Sobre las suarés paralelas, decir que he profundizado en mi estudio sobre los hábitos alcohólicos de los gabachos. Aquí uno no toma un copazo para animarse, para deshinibirse o para pasárselo bien, aquí el pedal colosal es el fin mismo de la acción. Aquí se bebe para agarrar una moña de cuidado, no hay más. El punto culminante lo ejecutó un chaval el Jueves noche. Llevaba un rato dándole a base de bien, primero cerveza y luego whisky. Tras hora y media apalancado en la silla, intentó levantarse y descubrió que había mar de fondo tirando a fuerte marejada. El pobre chaval salió a cubierta dando tumbos para tomar el aire e intentar ejecutar una galleta sobre el jardín, pero no llegó a culminar. Volvió entonces a entrar, tomó asiento de nuevo en su camarote y, sin que le temblara el pulso, se sirvió un copazo de "orujo-agua de vida". Yo no daba crédito a lo que mis pobres ojos estaban viendo. Intenté disuadirle y hacerle comprender que aquel no era el camino que más le convenía, como si fuera yo un testigo de Jehová vendiéndole la salvación de su alma, pero la conversación fue estéril por motivos más que obvios. Al final el chaval acabó saltando por la borda y por lo visto no fue el único que hizo galletas. Aquí echar la papilla es parte del proceso, como el ciclo de la vida, como lo de enterrar los fiambres en el suelo para que crezcan los árboles y todo eso. Aquí van a piñón fijo hasta que la echan, no hay más, no tienen marchas, no moderan en las cuestas. Tienen menos posibilidades de reglaje que un botijo. Cuestión cultural, supongo. En Irlanda es parecido, al menos por los irlandeses que conozco. Tengo ganas de seguir con mis prospecciones. De aquí nada tendré la oportunidad de ver cómo funcionan las cosas por Irlanda. Es dura la vida del periodista de investigación.

Esta noche es la noche ICAM, La Noche. Priscilla iba a venir con dos amigas, pero ayer me mandó un mensaje al respecto y me parece que al final no van a venir. Casi mejor, porque yo llevo un trancazo del doce, por lo visto cultivado durante la semana política. Quizá gripe intestinal. Tengo la garganta revenía y me arde el pecho. No llevo un buen año en lo que se refiere a constipados, no. Este es el tercero. No he pegado ojo en todo la noche y no sé lo que voy a durar en la nuit ICAM. Mich me acaba de llamar para invitarme a cenar. A las 7 en su casa, que va a ser la fiesta padre. Que lleve una botella de whisky y 5 euros. Ya los veo a las 9 de la tarde todos borrachos. Seguro que hay alguno que ni siquiera llega a entrar a la nuit.

De la caja de 6 botellas que me traje sólo quedan 3, y una de ellas caerá esta noche. En cuanto la sacas (la botella) la gente se abalanza. Superada la sorpresa inicial de encontrar un dosificador en la boca de la botella, el agua de fuego es engullida a gran velocidad por miles de bocas sin dosificador alguno. La botella no dura mucho, pero uno queda como un rey por las mil pelas que le ha costado en España.

Ayer estuve paseando por la escuela viendo todo el decorado de la noche ICAM y la verdad es que es acojonante. Nadie diría que aquello es una escuela de ingeniería: han vaciado laboratorios enteros y forrado paredes y suelos con gruesas moquetas para evitar que las galletas calen y dejen cerco. Cada sala es un bar temático la hostia de conseguido y hay enormes cuadros, que llevan 4 meses pintando, colgados por todas partes. Ayer todavía quedaban un montón de cosas por hacer y había gente tirada por los suelos durmiendo en sacos. Algunos de mi piso hace días que no duermen, y la verdad es que empiezan a dar pena. Para colmo, hoy les ha salido un día de perros. No hace frío, pero llueve racheado y hay un viento que levanta peluquines. Esperemos que no se les desmonte alguno de los chiringuitos que han plantado alrededor de la escuela.

El tema de los polacos parece que se ha resuelto. Al final uno va a hacer trinomio con dos chavales de la productique, con lo cual nadie se va a tener que largar del labo, y uno de los polacos va a currar solo en un proyecto para la escuela. Vamos, que juega, pero de bulto. Lo mejor es que el pobre chaval no quería ni currar solo ni trabajar en ese proyecto, pero que si quieres arroz Catalina... Bueno, qué va, lo mejor no es eso. Lo mejor es que como no hay bastantes habitaciones en la residencia, van a montar una caravana adosada en la cual habilitarán un espacio vital para los polacos. Demasiado, la gestión de erasmus del ICAM. Yo yo que me quejaba. Al final mi habitación se la va a quedar una amiga de las españolas de Veterinaria que ha tenido mucha suerte. Yo había dicho al llegar que me largaba a finales de Enero, pero por supuesto ahora nadie sabe nada. Como no estaba planeado, les ha parecido bien que esta chica coja mi habitación, saltándose a la torera la lista de espera y me imagino que la cola de polacos a los que les gustaría una pared de ladrillos en vez de, de... de lo que sea que vayan a tener. En fin, yo me abro, así que me da igual. Es curioso la de veces que he utilizado esta frase en el último mes. Se está convirtiendo en algo muy útil. De todas maneras ya da igual, yo me piro...

28 Enero 2002

Ya pasó la nuit ICAM. Desde la noche ICAM han sucedido algunas cosas bastante importantes, pero hay alguna que otra cosa que pasó antes de la nochecita de marras y que se me olvidó comentar en la última entrada del diario, así que vamos a empezar por lo primero.

Uno de los chavales del laboratorio, uno de los dos que se habían dedicado a poner tapones de goma en las copitas de plástico, llamó durante la semana política a uno de mis colegas y le dejó un mensaje en el contestador. El mensaje decía que iba a ser padre o algo así, pero todo el mundo se lo tomó a coña. Yo no me enteré muy bien de los detalles. Siempre soy el último en enterarme de todo. Diría que es un problema debido a mi escaso nivel de francés, pero en España me sucede lo mismo: cuando ya todo el mundo sabe algo, entonces es cuando me entero yo. El caso es que por el visto el tío iba a ser padre en Septiembre y nos invitaba el Viernes, día antes de la noche ICAM, para tomar un apero en su casa y celebrarlo. Yo estaba flipado. El chaval no tendrá más de 22 años, y toma churumbel. Más flipado me quedé todavía cuando, volviendo en el coche, me cuentan que el nano no va a nacer en Septiembre, sino que nació en Septiembre. Su puta madre. Por eso el tío comía todos los días en casa y su vida social era más limitada que la mía.

El viernes noche, todavía muerto de las sesiones políticas, acudí con el resto de la comitiva. Allí estuvimos viendo al nano, tamaño XL por cierto, y tomando unos copazos, claro. El bebé fue el centro de atención durante un buen rato y fue pasando de brazo en brazo como si fuera un saco de patatas. Al cabo de una hora o así lo acostaron y por fin pude jugar a la Playstation que había fichado, junto a la tele, nada más entrar. Al poco se montó una encarnizada competición por turnos y estuvimos jugando un buen rato. Lo del nano estuvo entretenido, pero yo, la verdad, prefiero los videojuegos. Y es que el Grand Turismo 3 está de vicio en la Playstation. Cuando sea rico me compraré un bicho de esos para jugar. En cuanto al chaval, con 22 años y un crío en el mundo, espero que las cosas le vayan bien. Qué fuerte...

Hablando de otras cosas que me había dejado, diré que han terminado de follarse el billar. Empezaron por cargarse el palitroque, que luego remendaron con celofán; luego se cepillaron el plástico de los agujeros y al final la bola ya no rebotaba en las bandas, sino que se quedaba clavada. El triángulo en el que se ponen las bolas al principio de la partida estaba ya cascado cuando yo llegué en Septiembre, pero su estado había ido empeorando progresivamente hasta desaparecer por completo hace poco. El caso es que hace poco apareció una nota pegada con celo sobre el billar, firmada por el barbudo, y que en pocas palabras decía que felicidades, que por fin habían conseguido fundirse el billar y, que dado que valía un cuarto de millón de pelas, el chiringuito quedaba clausurado hasta nueva orden. Este barbudo es un cabrón y un aguafiestas, con lo bien que se lo pasaban los chiquillos jugando al billar. Lo mejor es que son son los chavales que se pasaban el día jugando los que se lo han cargado. Alguna de las primeras noches que me quedaba yo a cenar con ellos los he visto bajar a jugar y darle de hostias por todas partes. Hay quien me ha comentado que año pasado hubo días en los que el billar amanecía con galletas sobre el tapete. Me pregunto a qué se dedicarán ahora los muy capullos. Por mí mejor: nunca podía jugar al billar porque siempre estaba ocupado, y siempre que entraba estaban todos dale que te pego y tenía que apretar una docena de manos. Eso que me ahorro.

La noche ICAM me llamó Jean Mich para ir a cenar a su casa. La cita era a las 7pm, así que cogí el coche y me planté en Nantes a la hora prevista. Éramos un montón a cenar, y de nuevo raclette. Supongo que un plato especialmente seleccionado para la ocasión, ya que todo el mundo sabe que las patatas en grandes cantidades forman un colchón estomacal infranqueable aún para los licores más peleones. El bicho en el que se funde el queso para hacer la raclette es una plancha que se pone más caliente que una mona en celo. Sobre esta superficie se van colocando una especie de sartencitas en las que se funde el queso y que luego se van distribuyendo. La otra vez ya me quedé con la copla del peligro que entraña este plato cuando hay 15 personas medio cocidas en una habitación y se trajina queso de mano en mano en su punto de ebullición. Pues bien, en esta ocasión, estando el encargado del manejo y distribución de sartencitas en plena excitación, una ración de queso hirviendo fue a parar sobre la mano del amigo que se sentaba al lado. Su cara se puso de todos los colores y comenzó a refregarse la mano contra el sillón en el que se sentaba, mientras se mordía la otra mano como en los dibujos animados. Estuvo en un estado de delirio que no sé cuánto tiempo duró, pero a mí se me antojó una eternidad. La verdad es que recibir una tacita de queso hirviendo sobre la mano tiene que ser del todo desagradable. En un minuto, todo el mundo estaba otra vez descojonándose y allí no había pasado nada. Sólo había pasado algo para el de la mano, claro, que ya estaba poniéndose pomada en la quemadura. Brutal. Si a alguien le va el sado, que pruebe la raclette.

Salimos de allí para dirigirnos al ICAM, donde ya debía haber una gran fiesta. Hacía un tiempo de perros, probablemente la peor noche desde que estoy aquí. Llovía en serio y hacía un viento del carajo que amenazaba con hacer volar una de las carpas que habían montado al lado de la escuela. Como había ya allí miles de personas, no tuvimos más remedio que dejar el coche a unos 200 ó 300 metros del lugar y caminar bajo la intensa lluvia. El coche estaba lejos, pero en una vía bastante transitada y ancha. Yo seguía con el gripazo que todavía hoy continúo arrastrando, y estaba convencido de que no hubiera entrado si no hubiera sido porque ya me había dejado los 18 euros en la entrada hacía ya un par de semanas.

Entramos. En apenas media hora de reloj conseguimos dejar los abrigos y entonces nos dimos un paseo por las tripas de la escuela. La verdad es que el ambiente era acojonante: había un huevo de gente y cada clase era un bar con un ambiente diferente, con grupos tocando por todas partes y un buen rollo fenomenal. Yo no hacía más que toser, y cada vez que tosía creía que me iba a reventar la cabeza. La noche estuvo bastante bien: me perdí varias veces, encontré gente por todas partes, estuve viendo grupillos tocar yo solo durante un buen rato, los volví a encontrar... Apenas tomé un par de copazos en toda la noche y, a las cinco de la mañana, opté por volver a casa porque me empezaba a encontrar realmente mal. Me sorprendió no ver a mucha gente por tierra, quitando algunos que trataban de mantenerse de pie en alguna esquina y a uno que vi que se llevaban en silla de ruedas. A la salida sólo me costó 15 minutos recuperar el abrigo. Fuera seguía lloviendo con fuerza y pensé que iría a recuperar el coche con tranquilidad a la mañana siguiente.

Me levanté a eso de las 11 y todavía llovía algo. Hice mis cosillas y caminé un buen rato bajo la lluvia hasta llegar al coche. Cuando llegué vi el seguro del conductor levantado y me extrañó haberme dejado el coche abierto, pero abrí la puerta sin darle más importancia. En el interior estaba mi bolsa de ir al labo tirada por tierra, junto con libros, lápices, bolígrafos, la calculadora, una grapadora, papeles, la cámara de fotos, las gafas de sol... todo esparcido por todas partes igualito que en las películas cuando entran a robar en una casa. Alucinado, entorné la puerta del coche y miré la cerradura: la habían forzado con un destornillador o algo parecido y estaba completamente descuajeringada. Volví a a mirar en el interior y vi que los asientos de atrás estaban tirados para adelante, y las bolsas del Carrefour con lo que había comprado esa tarde también tiradas por los suelos. Sencillamente impresionante. Habrá gente que esté acostumbrada a estos episodios de violencia, pero la verdad es que en general mi vida transcurre por los apacibles senderos de la tranquilidad. Una vez atropellé a un gato, pero no creo que cuente.

Con una torrija de cuidado y una mala leche de espanto, recogí todos los enseres, puse cada cosa en su sitio y llevé el coche hasta la residencia. Allí comprobé que el seguro no cerraba y que el coche tendría que quedarse abierto, pero bueno, dentro de la residencia no corre especial peligro. Imagino que el que abrió el coche buscaba solamente dinero, porque no se llevó las gafas de sol, la cámara de fotos ni la botella de whisky que había en el maletero. Hay que estar muy gilipollas para pensar que alguien vaya a dejar dinero en metálico dentro de un coche, por muy de España que venga. Normalmente quito la bandeja del maletero para que quede claro que no hay nada de interés en el coche, pero hace unos días la había puesto y ahí se había quedado. En fin, viendo el lado positivo, no me han mangado nada, y por fin he encontrado la petaca que perdí hace un mes y que no aparecía por ningún sitio. Ah, y es una gozada salir del coche, dar un portazo y largárse dejándolo abierto adrede. Todo el mundo debería probarlo al menos una vez en la vida. También sé ahora que hay maneras más fáciles de abrir un coche que con una percha o un alambre. La de mecánica que estoy aprendiendo...

Esta mañana he ido al taller al que fui hace poco a hacer la revisión. El tío ha mirado la cerradura y ha dicho que había poco que hacer con ella, que tenía dos opciones: poner una nueva con una llave diferente o poner una nueva con la misma llave. La segunda era más cara y no estaría hasta el Jueves (hoy es Lunes), ya que tienen que dar los datos de la cerradura y esperar a que llegue. Como hasta el Jueves no me voy y como prefiero seguir usando la misma llave, hemos quedado para entonces. Se supone que, por el módico precio de 60 euros y en aproximadamente una hora, todo estará arreglado. La putada es que tendré que esperarme hasta las 3 ó 4pm para salir hacia París, y que voy a llegar de noche. Pero bueno, menos da una piedra. Por cierto, es curioso que cueste lo mismo aquí cambiar el aceite que una cerradura. Desde luego, si me volviera a España el Jueves me iba sin arreglarlo, y aún así he contemplado la posiblidad, pero prefiero tener el coche en condiciones por lo que pueda surgir, que nunca se sabe. Como me salgan muchos más gastos imprevistos no sé a dónde vamos a ir a parar.

Por fin me he decidido a comprarme algo para el gripazo: Fervex Adulte, pone en la caja. Vienen ocho sobres y la señora me ha prometido que me voy a poner como un toro. Hemos discutido durante algunos minutos, ya que no me ha visto demasiado convencido con la primera cosa que me ha ofrecido. Una conversación de cinco minutos llena de gesticulaciones y muecas por mi parte, sobre las excelencias de la vitamina C y de todas las maravillas que aquellos sobres parecían contener, ha terminado por convencerme. Con que deje de dolerme la cabeza cuando toso me conformo.

Aquí todo el mundo se ha largado ya. El último ha sido Jean Mich, que ha pasado hace un rato a despedirse. Yo creía que me iba el Miércoles, pero me he dado cuenta de que el 31 es Jueves, y no sé qué voy a hacer hasta entonces; todos se han ido, las veterinarias empiezan los exámenes mañana y no salen y los nuevos están ya metidos de cabeza en el labo. Saldría a pasear por Nantes, pero temo ponerme peor. De momento hoy he celebrado el Día de la ropa limpia con dos lavadoras. En este momento debe de estar acabando la segunda secadora. Mañana meteré la ropa de cama y las toallas. Me pregunto cuánto tiempo hace que no ponía una lavadora, lo menos un mes.

1 Febrero: Rumbo a París

A partir de aquí esto deja ya de ser un diario; ahora escribo todo esto en modo retrospectivo, echando la vista atrás y desde la comodidad del hogar y el cielo soleado. Relataré a partir de este punto lo que sucedió desde que dejé Nantes hasta que puse de nuevo los pies en casa, que no fue poco.

El día 1 de Febrero tenía yo ya bastantes ganas de largarme de aquel agujero. Hacía ya varios días que todo el mundo se había marchado y yo allí no tenía nada que hacer. Mis días pasaban entre tomas de anti-gripal, paseos por el laboratorio y taller, idas y venidas al cine, recogida de trastos de la habitación y puesta de lavadoras y secadoras. Aquellos días fueron de un aburrimiento sobresaliente. Nada que reseñar.

Afortunadamente llegó el primer día de Febrero, jornada en la que me largaría con viento fresco. Después de comer me pondrían la cerradura nueva en el Twingo, volvería a la residencia a cargar el coche y me pondría rumbo a París. El día era frío y soleado, y a las 2pm estaba yo en la puerta del taller preparado para el rápido cambio de cerradura. Si a los coches de Fórmula 1 les cambian las cuatro ruedas en 8 segundos, aquello no podía tardar mucho más. El buen hombre del taller me recibe y me dice que no ha llegado la cerradura, su puta madre. Pero oiga, si me tengo que ir. Me muestra el fax que le han remitido de la Renault como respuesta al número de chasis que envió: Vehicle inconnu (vehículo desconocido). La madre que los parió a todos. Me dice que me puede poner una cerradura normal, pero que tendré que usar otra llave diferente a la del contacto. Le digo que ya está tardando, que estoy tan desesperado que la pondría yo mismo con una mano en la espalda. Me dice que vale, pero que tiene que ir a buscarla y que hasta las 6 o así no va a estar listo. Le digo que a las 6 no puedo salir de allí, que se me hace de noche y que de hecho ya se me va a hacer de noche de todas maneras. Maldita sea mi estampa, ni una a derechas me sale.

Vuelvo a la residencia blasfemando, me bajo del coche, le doy un viaje a la cerradura y descubro que ahora le seguro sí que baja. Fenomenal, ahora por lo menos puedo dejar la puerta del conductor cerrada y entrar y salir por la otra. Un poco incómodo pero menos da una piedra. Voy a secretaría, subo con la señora a la habitación, paso la revisión y voy a buscar a las españolas como mano de obra barata para llevar los trastos al coche. Hay que ver la de mierda que se puede acumular en cinco meses, y eso que yo soy de los que juntan pocos trastos. Me preguntó qué harán las españolas cuando tengan que largarse de allí. Van a tener que fletar un camión o algo similar, porque sus cuartos parecen museos de toda la porquería que cuelga por las paredes. Una de ellas hasta se compró un cuadro viejo de 1m por 1m que me pregunto dónde lo va a meter cuando tenga que irse a casa. Y la alfombra, y la lámpara de pie, y... Ya se apañará.

En un viaje entre los tres el Twingo queda cargado. Me despido de ellas y dejo por fin Nantes. En poco más de tres horas estaré cómodamente instalado en casa de Luis. Me ha dicho que es facilísimo llegar, que cuando llegue por la carretera de Nantes a París habrá un momento en el que vea un depósito de agua y un Holiday Inn, y que es ahí, que no tiene pérdida. Por si acaso me aclara que queda cerca de Versalles y me da el nombre del pueblo, pero que vamos, que es facilísimo.

El Twingo se pone en ruta y traga millas que no hay quien lo pare, y en apenas tres horas me planto en las afueras de París. Los minutos pasan y empiezo a ver docenas de depósitos de agua pero ningún Holiday Inn. Me doy cuenta de que acabo de poner un cartel en el que ponía ``Versalles'' y de que me estoy metiendo de cabeza en París a las seis y pico de la tarde, hora punta. Intento mantener la calma. Llego al periférico interior justo cuando anochece completamente. Los miles de coches van follaos por las anchas y saturadas avenidas. Las motos no conocen el miedo. Los carteles que marcan las salidas de la ciudad parecen estar mal situados y doy vueltas y más vueltas mientras siento que se me vuelve a abrir la úlcera. Finalmente, el pánico se apodera de mí.

Tras 40 minutos dando vueltas que si salía de París que si no, decido que en la próxima señal giro y sigo todo recto, me da igual por donde salga, pero no aguanto ni un minuto más allí. Afortunadamente, descubro que parezco haber salido más o menos por donde tocaba, y que Versalles debe de quedar en algún sitio no más allá de 20km a la redonda. Caigo en un polígono industrial. Veo una carretera grande pero no consigo cogerla. Al final llego a Versalles y bajo a preguntar. Nadie sabe indicarme nada. Sinceramente, hubo un momento en el que pensé que dormía en el coche. Miraba la parte de atrás del coche con los asientos tirados hacia delante y un montón de maletas y bolsas y me preguntaba cómo iba a pasar la noche allí dentre. Preguntaba a la gente bajando la ventanilla del copiloto y la gente salía corriendo. A un señor mayor le grité hijo de puta mientras me ignoraba y se alejaba al trote. Estaba empezando a perder los nervios. Finalmente, y casi dos horas después de haber entrado en París, llegué por fin a la escuela en la que estudia mi amigo Luis, HEC, en un agujero en las afueras de la ciudad. Impresionante periplo, el peor episodio automovilístico de mi corta vida de conductor, si exceptuamos cuando atropellé al gato. Ni a mi mejor enemigo le deseo algo así. Bueno, a ese sí, pero porque es un hijoputa...

Las lágrimas corrían por mis mejillas cuando por fin me instalé en la confortable y caldeada habitación. Mi amigo Luis estudia Minas, y está en París haciendo dos años: el último año de su carrera y una especie de máster de todo a cien. HEC son las siglas de algo que desconozco, pero es una escuela de Marketing y noséqué internacional que por lo visto tiene bastante buena reputación en Francia. El campus es enorme, las instalaciones deportivas no están nada mal, y deben de tener hasta equipo olímpico de parchís. Y lo de currar allí, pues no sé yo si será para tanto. La verdad es que esto de los másters me tiene a mí intrigado, tengo que hacer yo uno un día de estos.

Luis tiene una habitación para él solo. Tiene un cuarto de baño sin taza y la ducha la comparte con el de la habitación de al lado, pero tiene una cama y una mesa de estudio que son todas suyas. Yo era la primera vez que veía algo así. Mal acostumbrado como estaba a mi baño individual en Nantes, el hecho de tener que trotar hasta el final del pasillo para plantar un pinito, y sin intimidad asegurada, era algo a lo que no me acababa de adaptar. Lo mismo para echar un pis. Tener que andar 50 metros cuando la vejiga te despierta a las 4 de la mañana es, cuando menos, una putadita. Lo de compartir ducha, pues tira que te va. Afortunadamente su vecino es más pastoso que las Koplovitz, y vive en un apartamento en París y sólo viene a su habitación cuando se aburre. Además de cagadero comunitario (por cierto, tíos y tías juntos), había carencia total de cocina en el edificio, y uno tenía que ir a la cafetería o comedor comunitario para saciar sus apetitos de comer. La habitación estaba mejor que la mía en acabados y tamaño, pero el cuarto de baño individual no se paga con dinero. Para mí sólo hay una cosa peor que evacuar al lado de un tío que te está haciendo competencia, y es hacerlo al lado de una tía. Seré muy mirado, pero soy así. Qué se le va a hacer.

Esto me recuerda un episodio de cuando estuve en Tours. Estábamos en un bar y fui a mear (jo, ya hago unas rimas de la hostia. Después de esto un libro de poemas). Un angosto pasillito conducía a un cuartito en el que había una taza y un labavo, y justo antes de llegar al cuartito, el pasillo se ensanchaba en un lateral y había una taza colgante para que los tíos aflojaran. Cuando uno estaba allí de pie, en mitad del pasillo, cambiándole el agua al canario, y aparecía una tía que iba al baño y comprobaba que estaba ocupado, se quedaba allí de guardia hasta que se liberara la taza, velándote la meada. Cuando le dije a mi compañero de proyecto cachondo que cómo lo diseñaban así, que las tías te miraban por encima del hombro para ver cómo la tenías, me respondió con un contundente: ``¿Y qué?, ¿qué te van a hacer?''. Pues no sé, espero que nada, pero a mí se me corta el chorro en esas circunstancias, la verdad. En la residencia de Luis, sólo había una taza colgante en cada baño (lo demás eran váteres) y estaba situada de tal manera que meabas de lado a un metro escaso de un tremendo ventanal que iba de pared a pared. Los del edificio de enfrente, si achinaban los ojos, te veían la chorra. Joder, ¿dónde está la intimidad en este país?

Luis se ha juntado con una pandilla de españoles todos bastante majos. Están todos en el mismo edificio, y se pasan el día juntos viendo DVDs y jugando al Collin McRae en la Playstation. Muy duro, todo cuesta arriba. Justo debajo de su habitación hay dos españoles que comparten ducha, y saltan sobre ella para pasar de una habitación a otra sin tener que salir al pasillo. Los cabrones allí están más a gusto que en brazos: misiquita, pelis, jueguecitos, cachondeo... Definitivamente tengo yo que hacer un máster de esos. Me va a pillar mayor...

Mi estancia en HEC fue un poco descafeinada. El problema fue que, justo la semana que estuve yo, Luis hizo un seminario y además tuvo algún examen, con lo cual tenía clase casi todo el día y a veces se tenía que quedar estudiando por la noche para el examen del día siguiente. Digo yo que igual que en España, que tengo yo un examen de Hidráulicas de aquí un mes y no sé si me va a dar tiempo a prepararla con garantías. Así que, ante tal panorama, pasé la mayor parte de la semana navegando por internet, viendo películas y jugando al ordenador, al margen de alguna excursión el fin de semana para matar el aburrimiento.

Uno de mis mejores momentos fue cuando fui con Luis a la sala de deportes que tienen allí. En una de las paredes tienen un rocódromo de cuidado, y él iba a escalar un rato y yo a ver si me entretenía un rato. El caso es que había unas colchonetas de esas gordas y azules y, buscando buscando, encontré unos postes de esos que se usan para el salto de altura. El panorama olímpico actual no lo sabe, pero yo era un gran promesa en mi tierna infancia. Con 15 años y midiendo algo así como 1.70m, llegué a superar los 1.80m saltando por encima con un arte y un salero que no tenían comparación. Mi formidable trayectoria deportiva se vio después truncada porque me cansé y lo dejé. Una triste historia. El caso es que allí, en aquella sala solitaria, me puse los postes y un listón y me quité más de 10 años de encima. Ataviado con unos vaqueros apretados y unas zapatillas de deportes que han visto días mejores y que patinaban sobre el parqué como un cuchillo sobre la mantequilla, llegué a superar los 1.65m. Probablemente hubiera sido capaz de saltar 10cm más, pero en el último salto me patinó la pezuña de apoyo y casi me parto la crisma. Decidí en ese momento que todavía tenía muchas cosas que hacer en Irlanda y que iba a precisar de todo mi poderío físico, así que mejor lo dejaba. Por su parte, Luis estuvo trepando un buen rato por la pared, y cuando se aburrió se colgó de una barra y estuvo subiendo y bajando hasta que me dolió a mí. El cabrón está cachas que te cagas. Cuando sea mayor quiero ser como él. Antes quería ser como Homer Simpson, pero he cambiado de idea.

Mi estancia transcurrió allí sin más pena ni gloria, y cinco o seis días después de llegar allí, hacía el petate y me disponía a volar hacia Irlanda para una emocionante estancia de unos 10 días.

7 Febrero: Carlow (Irlanda)

Salí para allá el día 7 de Febrero. Volé con Ryanair, una compañía no sé si británica o Irlandesa que tiene vuelos muy muy baratos. Fui y volví por unos 100 euros, no digo más. Estos ajustados precios los consiguen, entre otras cosas, a base de volar desde un aeropuerto que está a tomar por saco de París y que sorprende que tenga licencia para el tráfico aéreo. Por otra parte, durante el vuelo no te dan ni las gracias, aunque por lo menos paran el avión para que bajes, lo que no deja de ser un detalle. Sólo mi cinturón durante el vuelo estuvo más ajustado que el precio del billete.

El viaje desde HEC hasta el agujero Carlow fue un infierno, y duró unas 11 horas. Desde la escuela de Luis cogí tres trenes hasta llegar al palacio de congresos en el centro de París. Allí esperé más de una hora hasta que llegó el autobús que me tenía que llevar al aeródromo. Cuando llegué al aeropuerto y cuando vi que en los carteles ponía ``Escuela de aviación'', reconozco que me acojoné. Allí estuve un buen rato esperando el avioncito. Luego hora y media de vuelo (se ve que van al ralentí, para ahorrar). Llegué a Dublin a eso de las 7:30pm cambio de hora incluido, y tuve que esperar tres cuartos de hora a que saliera el autobús, al cual le costó más de dos horas recorrer los 80 puñeteros kilómetros que separan Dublin de Carlow. Total: hasta las once menos cuarto de la noche no llegaba a Carlow, donde el Juli me esperaba con los brazos abiertos. Tan cansado estaba del viaje que dejamos los trastos en lo que iba a ser mi casa y nos fuimos a tomar pintas por ahí, para ir entrando en ambiente. Cuando me metí en la cama esa noche creía que no me iba a volver levantar jamás.

La casa que el Juli me había encontrado estaba cojonuda. Era la típica casa irlandesa con tanta humedad en la planta baja que todas las habitaciones tienen que estar en alto. En el comedor podían haber cultivado champiñones si hubieran querido. Todo estaba relativamente nuevo, el alquiler me iba a costar unos 6 euros al día y la cocina estaba limpia y ordenada, ¿por qué aquella casa no estaba ocupada en el tan competitivo mercado del alojamiento estudiantil? Pues porque sobre aquella casa pesaba una horrible maldición: la maldición de Damian, no va de coña. Damian era un gabacho insoportable, gafotas y empollón, al que no había manera de tragar. Había gente viviendo en condiciones infames y pagando precios más altos sólo por no convivir con él. Lo sabía todo, podías discutir con él desde la fusión nuclear a la época de celo del gusano de seda, pasando por el tiempo que iba a hacer mañana. Y todo en una misma conversación de dos horas. En fin, sólo iban a ser unos días, me decía yo.

El clima en Irlanda es increíble. Yo venía ya curtido de las noches nantinas y las casi peores parisinas, pero aquello era demoledor. No sólo llovía constantemente y todos los puñeteros días, sino que soplaba un viento gélido que ya lo querrían en el círculo polar para ellos. Es verdaderamente increíble. Aquello hay que ``vivirlo'' para creerlo. Y me dice el Juli que los Irlandeses están muy orgullosos de su clima. Me parece a mí que esos están orgullosos de todo lo que sea irlandés, hasta de la mierda que cagan. Ya me dirás a mí cómo una persona con la cabeza sobre los hombros puede estar feliz viviendo en semejantes condiciones; pues estos no sólo son felices, sino que se enorgullecen de que esté lloviendo en horizontal continuamente. Imaginad si llueve que el agua es gratis en Irlanda. Ya sé que parece cachondeo, que suena a ``¡Venga, una ronda de agua para todos, que pago yo!'', pero ya me diréis a mí si el agua es gratis en España. A estos tíos les sale por las orejas, no saben qué hacer con ella. Es uno de los pocos países que conozco en los que puedes lavarte los dientes mientras dejas correr el agua y no te remuerde la conciencia por ello. En Nantes también se podía hacer, pero es que en Irlanda encima tienes la impresión de que estás ayudando a reflotar la isla.

Carlow es un agujero de cuidado. Por lo que he podido comprobar, toda Irlanda en un gran hoyo, y Carlow no va mucho más allá. Es un pequeño pueblo de estudiantes que probablemente no existiría de no haber una escuela técnica allí (el I.T. College lo llaman -Ai Ti colich-). No sé cuántos habitantes habrá allí, pero no muchos. Pues bien, para apagar la sed de los seres mal-vivientes que se prodigan por allí, existe la nada despreciable cifra de 48 pubs, también conocidos como centros de ocio y vida familiar. El núcleo del pueblo es el College. Al lado del mismo hay un enorme campo de césped de dimensiones formidables. Allí no tienen que plantar ni abonar ni cuidar el césped, allí lo complicado es que no les crezca demasiado, que no se les desmande. El precio a pagar por semejante vergel es que siempre está fangoso y notablemente impracticable, pero parece que les da igual. Alrededor del College y de la enorme extensión de césped en la que practican los más variados deportes acuáticos, se extienden una serie de pequeñas urbanizaciones tomadas por los estudiantes que van allí a completar su deformación. Las distancias allí son cortas si vas en coche, pero contados son los estudiantes que se los pueden permitir, y los 10km de pateo no te los quita nadie en un día normal. En un erasmus en Carlow aprendes inglés y te pones en forma.

En fin, podríamos llamar a Irlanda El Gran Campo de Golf, porque tiene más o menos 18 hoyos. Este país necesita un empujoncito, la verdad. Con decir que en los cuartos de baño de las casas el grifo del agua caliente y del agua fría están separados a un palmo, ya se ha dicho todo. Si quieres agua templada tienes que ir cambiando muy rápido las manos de grifo, pero como que no es lo mismo. En la cocina de mi casa había un sólo grifo, pero incluso así el agua fría y la caliente circulaban separadas y salían por chorros diferentes que se mezclaban en el aire y que daban una extraña sensación al meter las pezuñas debajo. Ese es un ejemplo del nivel técnico del país. Yo creo que, en poco tiempo y con la fuerte apuesta por la ingeniería que están haciendo en la actualidad, de aquí nada se les ocurre que al mezclar el agua fría y la caliente sale agua templada. Al poco llegará el mono-mando, sin duda, y entonces el país despegará y tomará las riendas de Europa. Hasta que llegue ese momento, tendrán que seguir pasando el día encerrados en el pub y eligiendo entre agua fría o caliente.

Es tal el nivel que la gente está todo el día de cachondeo y se estudia todo el día siguiente. Un español que venía de mi universidad me comentaba que era él quien tenía que explicarle al profesor cómo resolver las ecuaciones diferenciales, cuando en España el profesor medio le escupía en la cara. Contaba que en su clase lo tenían en un altar, y que sacar malas notas allí era sacar menos de un ocho. El que tenga problemas de autoestima, que se dé una vuelta por allí. Así pues, un erasmus en Carlow te enseña inglés, te pone en forma y te sube la moral; todo en uno.

Y si no te enseña inglés, te enseña francés, porque en Carlow había entre 80 y 100 franceses estudiando. Una colonia impresionante. Me contaba el Juli que los tíos estaban que trinaban, porque llegaban dispuestos a aprender inglés con toda la ilusión del mundo y nada más desembarcar allí se encontraban el pastel. En las dos semanas que estuve allí hablé más gabacho que inglés, pero eso lo contaré ahora luego. Sigamos el paseo por Irlanda.

La vida familiar, y la vida en general en Irlanda, se desarrolla dentro de los pubs. Abren a media tarde y a medianoche te dan la patada en el culo. Con el fantástico clima irlandés del que estamos todos tan orgullosos, las opciones para pasar la tarde se dividen entre quedarse en casa viendo la tele o irse al pub a ver la tele. No hay más. La vida al aire libre o las actividades extramuros están completamente descartadas. A los pubs va desde el clásico borracho impenitente de las canciones, hasta la típica familia de clase media churumbeles incluidos. Uno puede encontrar de todo allí. Los locales están preparados para semejante despliegue y por tanto puedes desde comer o cenar hasta ponerte de cerveza hasta la coronilla, que es la actividad más extendida. Lo que más mola de los pubs allí es cuando la gente se reúne y se pone a tocar cancioncillas típicas irlandesas. Suenan todas igual, al menos para el oído poco entrenado, pero da un ambientillo y una clase que da gusto. Se juntan cinco abuelos con un par de guitarras, un par de violines y un acordeón y la lían. Entre canción y canción le dan un sorbo a la pinta de cerveza, imagino que esponsorizada por el dueño del garito, y la gente se coge a dar patadas al suelo e incluso a bailar si el grado de alcoholemia lo permite. Realmente fenomenal. Si tienen algo que exportar los irlandeses es esa culturilla. De eso sí que pueden estar orgullosos, y no del aguachirli continuo que les humedece las calvas.

Los pubs allí son más o menos como los bares irlandeses que tenemos aquí en España; se los han copiado al dedillo. De hecho, lo primero que uno piensa nada más desembarcar allí es que tiene que preguntar cómo es que han triunfado de esa manera los bares irlandeses allí. Irlanda es como España pero con un bar irlandés cada 20 metros. En los pubs se sirven básicamente cervezas y sidras en relación 8 a 2, aunque también se pueden pedir tragos de agua de fuego a precios de infarto. Hay tres tipos de cerveza: la rubia, la morena, y la que está entre la rubia y la morena, no sé si serán amigas. La rubia es como la que se puede tomar en España, y en cuanto a cerveza negra la Guinness no tiene competencia. Es como la rubia pero en negro y con un sabor a café olé que no veas. Es tan espesa y empalagosa que parece que estés bebiendo croquetas.

Circula toda una serie de ritos y mitología en torno a la Guinness y a la forma en que se sirve. Se debe escanciar en dos tiempos; primero se llena medio vaso, se para, y luego se prosigue hasta que se llena del todo. Hasta un mono sin adiestrar podría hacerlo, pero le dan un misticismo que seguro que se mojan los calzoncillos al servirla. Imagino que tienen que vender el rollo irlandés. Dudo yo si habrá mucha diferencia entre llenar el vaso de una o hacerlo en plan rito azteca, así que pregunto al Juli. El Juli me dice que sí, que se nota un montón cuando lo hacen mal. No te jode, me lo dice el mismo Juli al que le dimos un whisky Perry cuando había pedido Jameson, y el tío se deshacía en elogios hacia su sabor ``afrutadito'' mientas se lo echaba al gaznate con aires de marqués. No sé yo, no le veo yo mucho secreto al asunto; no es como cuando preparas un Cola-Cao, que te tienes que asegurar de que lo echas antes que el agua caliente.

Allí la cerveza sólo la ponen en pintas (0.568 litros), y los precios son de vértigo. Por una pinta de rubia uno puede llegar a pagar hasta 3.40 euros. Por ese precio, en el bar de la Universidad, se puede comprar casi cuatro litros de cerveza, así que no salen las cuentas. Seguro que si no hicieran un sacrificio humano cada vez que sirven una pinta no dejarías que te las cobraran tan caras. De todas maneras, el nivel de vida en Irlanda debe de ser la hostia de alto, porque las pintas corren como si fuera agua; no, aire, que nadie bebe tanta agua. Calculo yo que, en una noche normal, un irlandés medio trasiega entre 3 y 5 litros de cerveza, lo que hace entre 6 y 10 pintas aproximadamente: mi sueldo de una semana. Allí hasta el que peor pelaje gasta debe de ser rico. Uno se pregunta también por qué la cerveza la sirven en pintas y no existe la posibilidad del típico tercio o incluso el clásico quinto español, que tantos almuerzos de obreros amenizaron hasta que éstos descubrieron el cubata como complemento digestivo. La respuesta más probable es que, si empiezan a hacer divisiones y otras operaciones complejas, se desbordan. Allí sólo entienden la multiplicación, y el irlandés de verdad pide las pintas de dos en dos, una para cada mano. Y en serio digo para cada mano, porque si la dejas en la barra y cuentas hasta tres, te quedas sin cerveza; garantizado por las pruebas empíricas que tuve a bien realizar, siempre con caracter científico, claro. Lo último que uno debe saber sobre las pintas antes de pisar Irlanda es que ofrecer a alguien un sorbo es ofensivo. De la misma manera, puedes pegar a su madre, pero no les pidas un trago de su cerveza porque te mirarán muy mal. Allí la pinta la empieza uno, la termina uno y nadie debe interrumpir el proceso que la madre naturaleza ha establecido. Causa y efecto, principio y fin, ashes to ashes. Alabado sea Dios.

Concluida ya esta breve disertación sobre la vida en Irlanda y sobre las costumbres y las maneras en el pub, pasaré ya a relatar lo que dio de sí mi estancia en el hoyo Carlow. El día 7 de Febrero por la noche ponía los pies en el enfangado pueblo, dejaba los trastos en la casa, acogedora pero maldita, y me iba a conocer un par de pubs de la contornada. A la mañana siguiente, con una lluvia calabobos que tocaba los cojones a base de bien, me reunía con el Juli en el Ai Ti Colich. Allí me daba un garbeo por las dependencias de la escuela, visitaba la biblioteca y el lugar de trabajo en el que el Juli ``desarrollaba'' su proyecto.

La biblioteca era increíble: debía de ser el lugar más ruidoso de toda la escuela en dura pugna con la cafetería. La gente se juntaba en grupos que charlaban animadamente a grito pelado, los teléfonos móviles sonaban sin cesar y sus dueños se ponían a hablar impunemente... aquello era cualquier cosa menos un templo del saber. Si la biblioteca era sorprendente, no menos espectaculares eran las condiciones de trabajo del Juli. El profesor que le llevaba el proyecto, un abuelo con un pie en la jubilación retrasada y otro en la tumba, le había proporcionado el primer día un ordenador portátil para su uso personal. Contaba que el profesor llevó a su despacho el primer día y le dijo que iba a trabajar con un portátil que tenía allí. El Juli se imaginaba un portátil última generación, así que cuál sería su sorpresa cuando el profesor se agacha detrás de su mesa, y jugándose la hernia, le tiende un portátil Compaq de 1980 de unos 6 kilos de peso y del tamaño de un ternero muerto con un asa. Tecnología punta, sí, pero de hace 20 años, y tienen razón cuando dicen que el tiempo no pasa en balde. La maleta que me había llevado yo para pasar dos semanas era más pequeña que su portátil. La pantalla era a todo color (verde) y debía de tener unas 4x6 pulgadas, y el programita de marras corría tan rápido que uno podía ver cómo se redibujaban las líneas cada vez que cambiaba de pantalla. Los diskettes en los que guardaba los resultados del proyecto eran de los de cinco y cuarto, y para imprimir los datos disponía de una moderna impresora de nueve agujas, tecnología cañera de finales de los ochenta, y un tocho de papel continuo que no se le podía acabar porque según el profesor no había más en toda Irlanda. Por si semejante panorama no era suficiente, el Juli estaba confinado en un sótano de la escuela, alejado de todo contacto humano tal y como si tuviera la peste. Sencillamente acojonante. Seguro que allí se incumplía el tratado internacional de Ginebra en varios de sus puntos.

Cuando yo llegué el proyecto del Juli no iba cara al aire. Llevaba allí desde principios de Octubre, pero el profesor no le había asignado el proyecto hasta principios de Noviembre, y ni siquiera entonces tuvo demasiado claro lo que quería. El caso es que cuando mi amigo volvió de las navidades y fue a verlo al profesor, el tío le dijo que todo lo que había hecho hasta ahora estaba mal, así que al llegar yo el Juli tenía dos meses por delante y un proyecto a hacer. El tocho debía tener entre 30 y 40 páginas, y una de mis misiones durante mi estancia era ayudarle a juntar unas cuantas páginas para hacer avanzar el tema. Varias tardes de trabajo intensivo en la biblioteca dieron como fruto una introducción-descripción del objeto de su proyecto de 12 páginas, más varias hojas más con esquemas y otras movidas varias. En unas cuatro tardes le había hecho medio proyecto. El Juli le llevó lo que ``llevaba hecho'' a su profesor y éste alucinó con la profesionalidad, el buen redactar y el perfecto inglés de su alumno, el cual la semana anterior tenía problemas para diferenciar el He del She, así como para pedir la hora, y que ahora redactaba como Sexpir. Claro que estaba bien redactado, como que estaba bajado de las mejores páginas de internet, oiga. Yo no daba crédito a lo que veía allí.

La otra misión a llevar a cabo durante mi estancia allí tenía que ver con La Estrategia Carlow y con la colonia de gabachos, y especialmente de gabachas, que rumiaba por allí. Para el que no lo recuerde, La Estrategia Carlow consistía en fingir que yo no tenía ni puñetera idea de francés ni había estado cinco meses en Nantes ni sabía hacer la ``o'' con un canuto. Yo no las tenía todas conmigo, ya que iba a tener que poner todo de mi parte para que no se me escapara nada en gabacho tan intoxicado como venía. Pasé pronto mis primeros apuros cuando me presentaron a los primeros franceses y relaté mi periplo desde París. Mis cuentos eran en inglés hasta que decía, por ejemplo, que había cogido el avión en Bové (Beauvais), y entonces continuaba hablando en francés al menos una palabra hasta que me recuperaba torpemente y fingía un carraspeo y me recomponía. De la misma manera, cuando me contaban algo, yo asentía y decía oui o d'accord, y tanto el Juli como yo pronto pensamos que se me estaba viendo el plumero nada más aterrizar. Seguimos haciendo el paripé durante un par de días, pero enseguida se pudo ver que La Estrategia Carlow no nos iba a llevar a ningún sitio, y que lo mejor iba a ser hablar francés y sumergirse en el tremendo mercado de ocasión que el idioma me abría. Una vez ya fuera del armario, interrogamos a algunos gabachos sobre si me habían trincado o no antes del destape y dijeron que no, que no se habían dado cuenta. Qué cortitos, coño. Yo cada vez que metía la pata decía ``Ya está, ya la hemos liado, se acabó'', pero allí nadie había notado el más mínimo deje francés.

Con mi gabacho ya a plena máquina, no fue difícil hacer buenas migas con la colonia francesa, y en poco tiempo ya hasta me subían en el coche. El Juli me comentó que, en todo el año, ningún no gabacho había subido al coche de matrícula de Nantes, precisamente. Y es que los tíos me adoraban. Yo me ponía a decirles todas las chorradas, todo el argot y todas las palabras que había aprendido al revés, y los franceses se me descojonaban. Me decían constantemente que hablaba de maravilla, sin nada de acento, y había momentos en los que mi ego no hubiera cabido ni en una maleta del tamaño del portátil del Juli. Los días se sucedieron y, al final, lo que tenía que pasar, pasó. Por lo menos ahora puedo decir que he estado cinco meses en Nantes y que he probado los frutos de la tierra, y no me refiero al queso. Lo bizarro del asunto es que me me haya tenido que marchar a Irlanda para eso, pero ya se sabe, nadie es profeta en su tierra. No me extenderé más sobre los detalles del asunto por el motivo principal de que este Diario público ha ido adquiriendo cierta notoriedad, y cuento con numerosos lectores fieles entre los que se encuentran mis padres, que descubrieron en internet la versión sin censurar hace ya mucho tiempo. Así pues, todos aquellos que quieran oír guarradas tendrán que llamar a un teléfono erótico, porque voy a dejar el tema aquí. Además, hasta yo necesito un poco de intimidad, que no soy un mono de feria.

En fin, con los dos objetivos del viaje ya cumplidos, y con el ánimo un poco más relajado, los días pasaron con tranquilidad e incluso el Juli tuvo a bien sacarme a ver un par de de hoyos más como agradecimiento por haberle hecho medio proyecto. Fuimos a Waterford y a Wexford, al sureste de la isla. Waterford es famosa, entre otras cosas que no tengo ni idea de cuáles son, por su fábrica de cristal. Por lo visto el cristal de Waterford tiene una gran reputación, y todos los trofeos de cristal tipo ensaladera de torneo de tenis que se entregan en el mundo del deporte los hacen allí. Fuimos a visitar la fábrica y la gran lástima fue que no dejaban bajar a ver a los operarios/artistas en acción hasta a principios de Abril, ya me dirás a mí por qué. Nos tuvimos que conformar con ver un vídeo explicativo del temita y ver el impresionante museo de trastos de cristal que tenían allí montado. Tenían de todo: desde ceniceros no demasiado elaborados a 30 euros hasta una carrocita tirada por cuatro caballos que valía la friolera de 25.000 euros. Me hubiera comprado una carrocita para mi cuarto, pero me había dejado el dinero en los otros pantalones, en los de mi padre como mínimo. Algunas cosas daba miedo hasta mirarlas muy fuerte, y seguro que el 20% de las ventas de aquella tienda era dinero de padres pagando lo que habían roto sus hijos durante la visita. El resto de la ciudad estuvo entretenido, teniendo en cuenta que a las 5pm el museo ya estaba cerrado y que tuvimos que dedicarnos a arrastrar los culos por las calles del hoyo. Dormimos en un B&B (Bed and Breakfast) que nos costó 30 euros a cada uno, y aquello, pese a estar bien, no era tampoco el Ritz. El nivel de vida de Irlanda es alto pese a que no conozcan el agua templada.

Al día siguiente sólo salían 3 autobuses a Wexford en toda la jornada, así que tuvimos que coger el primero de la mañana que salía a las 7am, el muy cabrón. Los Domingos en Irlanda son peores que en una residencia universitaria gabacha; estaba cerrada hasta la oficina de turismo. Pero eso no es todo, descubrimos que la oficina de turismo cerraba también los Sábados, y si querías coger un autobús para ir a ver alguna maravilla en las afueras del hoyo, lo tenías que fletar tú. Una maquinaria turística impresionante, menudo despliegue. Visite Irlanda, hombre, ¿a que no tiene cojones? Llegamos a Wexford a las 8am de un Domingo, y allí no había ni Dios. Wexford es famosa por ser una localidad portuaria en la que se cogen un montón de ferrys que salen para Inglaterra y el resto de Europa. Aparte de eso, poco más hay que ver. Arrastramos los huesos por la ciudad y vimos las cuatro cosas de rigor, y a las 10 ya habíamos acabado. Como había que hacer tiempo hasta las 5pm que salía el bus de vuelta a Waterford, decidimos seguir el curso del río que desembocaba en el hoyo, ya que una kiosquera nos había dicho que había un par de ruinas dignas de una mañana aburrida. Nos plantamos pues allí y nos sentamos a comer un picnic a las orillas del rio, bastante ancho y caudaloso. De repente, entre las aguas, salió la cabeza como de un perro, nos miró y se volvió a sumergir. El Juli y yo nos miramos y comprobamos la fecha de caducidad del fiambre que nos estábamos comiendo. No sabíamos muy bien si habíamos visto un perro submarinista o habíamos dormido demasiado poco las últimas noches. La cabeza volvió a aparecer algo más tarde unos metros más lejos, y concluimos entonces que se trataba de una foca. Increíble. Creo que es la primera vez que veía una foca fuera de un zoo o una discoteca. Recompuestos después de tantas emociones, unas pocas más de autobús y de vuelta al hoyo Carlow.

Del resto de mi estancia en Irlanda sólo puedo destacar la llegada de una italiana que vino a vivir a mi casa. La pobre no tenía otro sitio donde caer muerta, y vino al lugar maldito. Tenía unos 20 años y estaba un poco empanada. Con decir que me preguntó la edad, le dije que adivinara y su estimación fueron 20 años, ya está todo dicho. Cuando me descojoné y le dije que lo volviera a intentar, me dijo que 19 como segunda opción. Casi vomito de la risa. Se ve que el aparato en los piños me rejuvenece; se lo recomendaré a mi padre. A la pobre, nada más llegar, le avisamos de la maldición de Damian, pero dijo que ella no creía en esas cosas. Al día siguiente, por la mañana, se quedó sola con él y el tío le estuvo taladrando durante tres horas de reloj, de 10am a 1pm. Cualquiera que no haya conocido a Damian pensará que exagero. Y lo entiendo.

Los italianos son un descojone. Hablan con las manos como en las películas, y gritan y gesticulan como si estuvieran bajo los efectos de vapores de salfumán. El anuncio aquel del tío que vendía capuccino por la tele es completamente cierto. Eso sí, el idioma italiano es tan fácil como el francés: nada. Sin un entrenamiento más o menos severo no se pilla una. Cualquiera que haya visto alguna película del padrino sin subtítulos sabrá lo que digo. Eso sí, es una risa.

Una última anécdota de mi estancia sucedió a la salida de una discoteca. Estábamos en la cola para recoger los abrigos, todos menos los irlandeses, que van en mangas de camisa porque están muy orgullosos de su clima. El caso es que yo estaba al lado de una gabacha de bastante buen ver, y el Juli comenzó por espolearme para que le dijera algo. ``Tírale, coño, que lo está deseando'', ``¡Pero mira qué culo tiene la tía! ¡Tócaselo!'' eran algunas de las perlas que el Juli soltaba en voz alta y en perfecto español (casi). La sarta de burradas fue subiendo de tono a medida que la cola avanzaba, hasta que en el punto álgido el Juli mira su reloj y dice: ``Coño, este país es una mierda; en España yo ya estaría follando'', momento en el que a la gabacha se le escapa una sonora carcajada, nos mira y nos dice que es francesa pero que lleva 18 años en España. Tierra trágame. Juli en su máxima expresión. Hay que conocerlo para quererlo. O al revés.

Unos días más tarde, empaqueto mis trastos y me despido del Juli. Desde el momento en el que pongo el pie en el autobús que sale de Carlow pasan 12 horas hasta que pongo el pie en la habitación de Luis. Duermo y al día siguiente me meto 1400km de París a Valencia en Twingo. Vivir para ver. Tenía que haber sido camionero. En apenas 14 horas me planto en la calidez del hogar, ese lugar en el que la cena se prepara sola y la ropa se va de juerga a la lavadora sin que lo puedas impedir. Feels good to be back home.

Anexos: Manual de supervivencia del estudiante Erasmus

Ahora que han quitado el servicio militar obligatorio, todo el mundo debería estar obligado a marcharse de Erasmus lo menos medio año. De alguna manera tienen que curtirse los jóvenes de ahora, que lo tienen todo hecho, coño. Pero un Erasmus de verdad, de los de tocar diana a las 7 de la mañana todos los días y de compartir cocina con una piara de cerdos. Eso sí que curte.

Yo mismo he descubierto facetas de mi personalidad que desconocía, y todo gracias a la vida lejos de la protección familiar, de la ropa que se lava sola y vuelve a los cajones, de las comidas que se preparan espontáneamente por algún tipo de reacción endotérmica todavía sin explicar, de las duchas que siempre tragan... El cuerpo humano, en situaciones límite, puede llegar a sorprendernos. En estos anexos explicaré cómo actuar y salir airoso en las situaciones más complejas.

Comencemos esta breve serie de episodios por describir tu morada. Todo lo que debes saber sobre tu habitación (tu chambre).

Tu habitación: ¿vives para limpiar o limpias para vivir?

Una de las primeras decisiones que vas a tomar va a ser qué haces con tu habitación. Así como tus padres se plantean todos los días si trabajan para vivir o viven para trabajar, tú tendrás que decidir si vas a vivir para limpiar o si vas a limpiar para vivir. Limpiar para vivir suena mal, pero vivir para limpiar suena decididamente peor.

Viniendo de un entorno higiénico y cuidado como es tu habitación en casa (hablamos del término medio), debes saber que has estado mal acostumbrado durante mucho tiempo y que vas a tener que enfrentarte a la realidad. A partir de ahora, los conceptos de sucio, muy sucio y guarro van a seguir existiendo, pero aplicados a situaciones diferentes. Quieras o no, vas a tener que reescribir tu diccionario personal. Hay que adaptarse. Ya se sabe: ``Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros''.

Lo primero que vas a tener que decidir es la decoración: ¿Pongo muchos posters, moqueta, lámparas y fotos o dejo las paredes como están y les pego mocos? Gran dilema, sin duda. Llegar a la habitación y encontrarse con un lugar desangelado e impersonal puede provocarte una verdadera depresión si has tenido un mal día. Sin embargo, la máxima que rige en estas situaciones es ``Toda la mierda que entra debe salir'' (``antes o después'' añade el corolario). La primera consecuencia que se desprende del teorema es que todo lo que metas en la habitación te lo tendrás que llevar, y lo más seguro es que cuando te larges no te esté esperando la furgoneta de mudanzas, así que piénsatelo dos veces antes de meter ``ese sillón tan bonito que vendían en el mercadillo por cuatro euros''. Por otro lado, si no eres amigo de la escoba y el plumero, limpiar el museo todos los días te tocará los cojones, y si no limpias la colección de cachivaches, sabrás lo que vale un peine. Lo bueno de Francia es que hace tanto frío fuera que rara vez tienes la ventana abierta, y en todo caso, como en el aire flota agua en vez de polvo, por ese medio será poca la mierda que se propague.

Las habitaciones de las españolas eran impresionantes, puñeteros museos itinerantes: moqueta, pañuelos haciendo de cortinas, posters por todas partes, cartas de los amigos colgadas de las paredes, fotos de los colegas, lámparas de pie, retratos, alfombrillas, cuadros, mini-cadenas, gorras, plantas... Toda la mierda que puede caber en una habitación y que uno ni siquiera se atrevería a meter en el dormitorio de casa. Aquellas habitaciones eran tan barrocas que podían haber cobrado por entrar en ellas. En el buen sentido, claro.

¿Y qué es lo que queda cuando uno tiene que marcharse, ese momento tan lejano en el tiempo que un buen día llega? Pues queda romperse el corazón tirándolo todo porque, desengáñate, en el tren o en el coche tendrás suerte si puedes traerte de vuelta la ropa que llevaste y los cuatro libros que has usado. Comprobarás que las prendas de vestir se inflan con el tiempo y que la impresión que tenías de que estabas leyendo demasiado era correcta. En fin, que tendrás que encontrar el equilibrio entre el impulso de vivir entre accesorios y la necesidad de mantener un ambiente práctico y fácilmente limpiable, porque la limpieza de la habitación es tema aparte.

Lo normal es que el suelo sea sufrido; un color oscuro y un diseño tal que parece que ya esté sucio. Necesitarás poco mantenimiento para mantenerlo decente: una escoba y un poco de maña te permitirán salir del paso. Si te consiguieras hacer con un cubo y un mocho ya sería la hostia, speaking in silver, pero esta combinación también tiene sus inconvenientes. Llenar el cubo de agua no es tarea baladí, y además el suelo tarda horas en secarse porque no hace precisamente calor. Si tienes el suelo de tu reducido espacio vital mojado durante dos horas, ya me dirás qué haces mientras tanto. No te compliques la vida y pasa del mocho. Un aspirador ya son palabras mayores. Si consigues hacerte con uno serás el rey de la limpieza.

¿Cuándo necesita el suelo una barridita? Buena pregunta. Pasar el cepillo es una tarea laboriosa y poco grata cuando no estamos en una iglesia, así que, a menos que seas alérgico a los ácaros esos de los anuncios de limpiadoras a vapor, bastará con que barras cuando se empiecen a formar las clásicas pelotillas rodantes de las películas del oeste. Así de fácil; acción y reacción.

El resto de accesorios de la habitación no necesitan prácticamente mantenimiento. Las ventanas allí se limpian cuando llueve, que es todos los días; así que no te molestes. Los estantes no cogen prácticamente polvo en comparación con el suelo, y a la mesa le bastará un pañuelo por encima cuando puedas escribir sobre ella con el dedo. Eso es todo.

El baño: lo odiarás si lo tienes y lo echarás de menos si no.

Tener un baño en la habitación es un verdadero lujo, pero también una gran responsabilidad. Un baño es el espejo del alma guarra: si uno es muy limpio se podrá comer sopas en el suelo, pero si uno ha salido guarro, entonces que el cielo nos asista. No se sabe por qué la mierda que no se acumula en la habitación se hace fuerte en el cuarto de baño. Compra algo de lejía y procura darle un repaso a fondo de vez en cuando, si no, estás perdido.

El espejo precisa poco mantenimiento. Puedes pasarle un pañuelo cuando te veas entre brumas o, puntualmente, cuando explotes un grano contra su superficie. El lavabo pide, al igual que el váter, algo de lejía de vez en cuando, sin las necesidad ocasional, eso sí, de limpiar el borde cuando mees fuera (si tienes dudas sobre si normalmente meas dentro o fuera de la taza, consulta a tu madre). En la taza recuerda que el uso de la escobilla es fundamental, especialmente si esperas visitas. Marcas de derrape sobre la porcelana pueden arruinar tu reputación, y aunque lo de que todo el mundo come flores y caga mierda es cierto como el sol que nos alumbra, poco podrás decir para arreglar el trauma causado.

En fin, del baño no cuento mucho más porque todavía tengo mucho que aprender. Hasta que reluzcan como cuando los limpia mi madre aún me quedan años de práctica.

La colada, esa gran desconocida

Una cosa es segura: no importa la cantidad de ropa que lleves ni lo cerdo que seas, al final tendrás que poner una lavadora. Hasta ahora has vivido en un ambiente donde la palabra lavadora sonaba como algo lejano y distante. La ropa sucia era recogida del suelo de tu habitación por unos enanitos que salían por las noches de tu armario, y entonces lavada y depositada de nuevo en los cajones. Pues bien, te lo diré claramente: en el extranjero no hay enanitos. Hay, por tanto, muchas cosas que necesitas aprender, y rápido.

Para lavar la ropa se necesita jabón, regla número uno. Asegúrate de que lo añades a la lista de la compra, junto con los cereales y las birras. No hace falta que compres el que deja los jerseys de lana como una ovejita, ni ese que es tan cremoso como un buen chocolate a la taza: echa el más barato al carro y añade más cervezas, no seas tonto. Venden el clásico en pastillas que viene con unos dibujos explicativos la mar de apañados, imposible fallar en la dosis. Si encuentras algo más sencillo, cómpralo. Mucha gente dice que si pones un chupito de suavizante en la colada la ropa queda mucho mejor, más suave y esponjosa. No te dejes engañar: deja el suavizante en el estante y echa otra caja de birras al carro. Equilibrando el presupuesto.

Segunda cuestión: ¿Cuándo necesita mi ropa una lavada? He aquí una compeja cuestión sobre la que versa una amplia bibliografía. Numerosos autores han escrito ríos de tinta sobre el tema y ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo entre sí. Bueno, los expertos sí: las madres. Según este colectivo, la máxima es ``Una puesta y punto''. Nada es reciclable.

Como todos sabemos de toda la vida, los extremos no son buenos, y en el mundo de la ropa sucia esta verdad universalmente aceptada no va a ser menos. Si es cierto que nunca nada está demasiado limpio, no es menos verdad que nunca hay nada demasiado sucio como para no darle un último pase. Y es ahí cuando entra en juego el sentido común. Si es que todo en esta vida se reduce a lo mismo, sentido común y sexo.

Empecemos revisando conceptos: ¿Qué es la suciedad? ¿Cuándo podemos decir que algo está sucio? Una camiseta puesta 4 ó 5 veces, ¿está sucia? ¿Lo estará con 5 puestas más? La suciedad es un concepto completamente relativo, y por tanto establecer reglas es extremadamente difícil. Además, cuanto menos tiempo tienes para poner una lavadora y menos ropa limpia tienes disponible, menos sucias parecen las cosas. Así pues, si en el tema de la limpieza de la habitación teníamos una idea más o menos precisa de cuándo debíamos pasar la escoba, en el universo de la ropa sucia deberemos dejarnos llevar por el instinto. Una buena máxima sería, simplificando mucho: ``Si no cruje, póntelo otra vez''. De todas maneras, que sepas que, de la misma manera que aquella chica que el primer mes te parecía tan poco agraciada ahora tiene su aquel, al cabo de cinco meses estarás oliendo la ropa de un Sábado noche como si fuera esencia de lavanda. Tiempo al tiempo. El guarro no nace, se hace.

La ropa de cama es punto y aparte. La ropa de cama es el nombre que recibe, en los círculos técnicos, el conjunto de sábanas, funda de almohada y cubrecama. Dependiendo de la bibliografía y del autor, la ropa de cama puede incluir también el pijama, pero no es un concepto universalmente aceptado. Nosotros, sin embargo, consideraremos al pijama como parte del conjunto ropa de cama, ya que tienen lo que en la literatura especializada se denomina un periodo de rotación similar. Pueden por tanto asociarse como la ``familia cama'' y por tanto ser tratados de manera unificada en el proceso de planificación agregada. El pijama se lavará cuando la ropa de cama, y la ropa de cama se lavará cuando dios nos dé a entender. Es difícil saber cuándo se debe lavar unas sábanas, ya que el deterioro y engorrinamiento es tan progresivo que uno sólo aprecia la apabullante diferencia cuando se mete en la cama la noche después de lavarlas. En la siguiente clasificación vemos los diferentes niveles de frecuencia de lavado que podemos encontrar, y por los que seguramente pasaremos de uno en uno:

Una vez puestos más o menos de acuerdo en el formato de la señal de alarma, llega por fin el momento de poner la lavadora. Desgraciadamente, lo más probable es que no dispongas de una lavadora para ti sólo, y lo más normal es que la urgente necesidad de lavar la ropa te llegue de sopetón, en el momento más imprevisto, como un buen apretón. Intenta, aunque te será difícil, hacer un planning de lavado. Prevé las necesidades y asigna recursos. Lavar la ropa no es un juego. Lo que sí debes saber antes de lavar la ropa es que, si entras en la lavandería con 10 pares de calcetines, saldrás con 9 pares y un calcetín desparejado. No preguntes por qué. Las lavadoras funcionan con fichas y cobran un tributo de un calcetín por cada lavado. No lo busques, no preguntes; simplemente es así desde tiempos inmemoriales. Todo el mundo lo sabe.

Llega el momento. Estamos delante del bicho. Un universo de temperaturas y ciclos de lavado se abre ante nosotros, así como un cajoncito ávido de detergente. Hagamos un breve esquema y empecemos por derribar otro mito: la ropa de color y la blanca SÍ se pueden lavar juntas. Seguro que has oído toda tu vida que la ropa blanca se lava en caliente y aparte de la ropa de color porque destiñe y patatín patatán: paparruchas. Todo al mismo bombo y agua del tiempo, a 30 grados. Te garantizo que sale todo del mismo color que entró y las molestias son mínimas. En todo caso, ahora eres un guarro; aprende a tomar riesgos y a asumir consecuencias.

Otra cuestión peliaguda es si vamos a poner prelavado o no. Veamos. Las pastillas que compras en el super vienen de dos en dos, una para el prelavado y otra para el lavado, aunque sean iguales. Metes una en cada compartimento y le dices que lave antes de lavar, si es que eso tiene algún sentido. Míralo de esta manera: el prelavado es gratis y la ropa está un cuarto de hora más en remojo; ¿a cuántas cosas en esta vida les puedes pedir lo mismo?

Tras el lavado viene el secado. Lo normal es que donde estés no se estile el secado de ropa al aire libre, más que nada porque lo que hace la ropa al aire libre por esos lares es empaparse, así que seguramente dispondrás de una secadora a tu alcance, oh máquina prodigiosa. Los mandos de este artilugio son algo más sencillos, y tan sólo tendrás que elegir la temperatura de secado. El tiempo de secado va normalmente en función de la temperatura, así que seguramente no tendrás que asignarlo tú, sin embargo, de sufrirlo, no habrá quién te libre. Dependiendo del país, las posibilidades de secado varían. Aunque existe una gama de unos cinco secados diferentes, trabajaremos con los equivalentes locales de ``Secado Caluroso'' y ``Secado Infernal'', más que nada porque cuando tú vayas a lavar meterás toda la ropa que te quepa, y secar eso precisa de calor y paciencia. Un Secado Infernal puede rondar las dos horas, así que vete a dar una buena vuelta mientas la ropa da los últimos coletazos. Una última pregunta sería: ¿Qué puedo meter en la secadora? La respuesta corta es: todo lo que salga de la lavadora. Probablemente tu madre te recomendará no meter una chaqueta de lana en un Secado Infernal. Recuerda que las madres suelen tener razón.

Este es, a grandes rasgos, el proceso de lavado hecho fácil. Ya sabes, todo junto, temperatura moderada y prelavado. Y en caso de desastre, recuerda: hay cosas más importantes en la vida que una camiseta.

La cocina, territorio comanche

La cocina es como el cuarto de baño: si la tienes la odias, y si no la tienes... ¡ay si la tuvieras! Comparar la cocina con el cuarto de baño quizá sea un poco fuerte, pero al fin y al cabo son el principio y el fin del ciclo y tienen mucho que ver. Tienes varias posibilidades según el lugar en el que vayas a vivir:

Existen muchos mitos en torno a las cocinas compartidas. El primero es que, como vas a estar con más gente, haces amistad enseguida. Falso. Dos personas no tienen por qué hacerse amigas aunque las encierres dos días en un armario. Y no es cierto por varios motivos. Primero: como estudiante español, tus horarios de comida están completamente desfasados, y es difícil que coincidas con alguien en la cocina. Segundo: Cuando coincidas, desearás que la otra persona que está jugando con los fogones o usando todos los cazos estuviera muerta. Cuando uno cocina mal, lo último que necesita son interferencias. Tercero: Cuando vayas a utilizar una sartén y estén todas sucias, te cagarás en la familia de todos los que comparten la cocina contigo, probablemente sin excepciones. Cuarto: En los desayunos, única comida en la que no se necesitan alardes culinarios y que además todo el mundo toma a la misma hora, seguramente compartirás mesa con tus compañeros de cocina. Verás entonces que, de buena mañana, nadie tiene ganas de hablar, y en caso de que alguien las tenga, desearías que un rayo le fulminase allí mismo y cerrara la puta bocaza. La convivencia es dura, señores. Y más con gentuza como ustedes. Háganse cargo.

La nevera es centro de disputas. El espacio está limitado y todo el mundo quiere conservar sus alimentos al cobijo del frío, así que la lucha por el territorio es más o menos como en los documentales de animalicos: atroz y sin piedad. Si tienes suerte, sólo lucharás por el espacio. Si no la tienes, lucharás por que no te manguen los filetes. Haz la prueba el primer día: compra un filete de los caros y déjalo en un lugar bien visible. Si a la mañana siguiente ha desaparecido, mira precios de neveras pequeñitas o no compres nada que necesite de frío hasta que llegue el invierno y lo puedas dejar en la repisa de la ventana.

El friegue de los cacharros es un segundo foco de violencia. Lo normal es que lo que uno utilice lo friegue después. El problema es que las sartenes pasan por muchas manos, y en cuanto un eslabón falla el sistema se va al carajo, lo cual no tarda demasiado en pasar. Una cocina es un universo al límite del caos, y por tanto sus movimientos son impredecibles. Sólo se sabe que, si puede ir a peor, irá a peor. Esto es aplicable a todo, no sólo a las cocinas.

Otro punto caliente es la reposición de los consumibles. En una cocina los consumibles básicos son el líquido lava-vajillas y los estropajos. En un segundo nivel se situarían los trapos para secar los cacharros y el aceite y la sal. Los consumibles básicos se gastan con rapidez (buena señal, todo sea dicho) y alguien tiene que reponerlos. Tú en tu buena fe lo harás una vez, pero no más. Multiplica eso por el número de habitantes de la cocina y tendrás el periodo de disponibilidad de consumibles. Si sois muchos podéis lavar los platos con jabón varios meses, pero si sois pocos...

Un nuevo foco de discusión es la manipulación de la basura. Si se establecen turnos, porque nadie los cumple, y si no se establecen, porque la gente apila la mierda en equilibrio hasta que alguien tira el montón y se tiene que hacer cargo. Por cómo manejan la basura los conoceréis, que dice el refrán. Comer como si estuvieras en un vertedero es una experiencia al alcance de la mano si compartes cocina. ¿No es una maravilla se mire por donde se mire? Una gozada, oiga.

Total, que si vas a compartir cocina, que sepas que has tenido suerte, pero prepárate para lo que tiene que venir. Los vasos relucientes, los platos limpios y las sartenes listas para usar de las primeras semanas, se tornarán en vajilla sin fregar amontonada en la pila. Las mesas impolutas se transformarán en superficies pegajosas y con restos de mierda por doquier. Un infierno. Y eso que has tenido suerte... En fin, hemos venido aquí a curtirnos, ¿no?

Una dieta sana y equilibrada

Estamos lejos del hogar, pero aún así tenemos la responsabilidad de comer sano y suficiente. El cuerpo es una máquina delicada, y más cuando se la somete al ritmo de un Erasmus. Es por esto que hay que plantear bien la situación y programar las comidas de manera adecuada.

En Francia, por ejemplo, se desayuna a las 7:30 como muy tarde y hasta mediodía no comes, así que ya me dirás cómo llegas hasta la comida sin un desmayo. La solución pasa por una chocolatina o unas galletas de esas para cagar duro a media mañana. Eso te dará la energía suficiente para llegar a las 12 sin perder el conocimiento. El segundo problema se presenta cuando sales del curro a eso de las 5:30, los franceses y el resto de europeos aguantan hasta las 7, cenan y se van al catre. Pero el español, sin nada que llevarse a la boca desde el mediodía, ya me diréis cómo llega a las 7 de la tarde. La solución pasa por una nueva barrita de chocolate o galletas de las.. bueno, de esas, y una merendola de órdago nada más llegar a casa. Sí, la merendola nos quitará las ganas de cenar, claro, pero es que si cenábamos a las 7 tampoco íbamos a llegar a la hora de acostarnos sin llevarnos algo al gaznate, no nos engañemos. Así pues, habiendo establecido una serie de intervalos horarios para la ingestión de calmantes estomacales, veamos ahora qué es lo que vamos a comer.

El desayuno es prácticamente tema libre. Sin embargo, servidor recomienda los clásicos cereales de toda la vida. Son sencillos de preparar, requieren poco movimiento de cachivaches y apenas hay que fregar luego. La leche te aportará calcio para los huesos, y los cereales, pues eso, ya se sabe que son buenos para todo.

Para una dieta equilibrada, es prácticamente fundamental comer fuera de casa; en la cafetería o en un comedor universitario. Esto, que podría parecer a primera vista un sinsentido, tiene su explicación. En casa de tus padres no comes pescado nunca, y eso que te lo hacen. Imagina si tuvieras que hacértelo tú: comprarlo, guardarlo en la nevera sin que se haga malo, cocinarlo... ¡y con lo exótico que es el pescado como alimento! Vamos, que debes saber que no va a caer un pez en tu sartén ni de coña, y no me vale decir que te haces barritas de merluza congeladas, que eso no es pescado y no engañas a nadie. Es entonces cuando entra en juego el comedor universitario. Normalmente tienes menú a elegir y, al menos una vez por semana, uno de esos platos es pescado. Haz el esfuerzo de comer pescado cada vez que venga en el menú. El resto de días puedes comer lo que quieras, pero cuando le digas a tu madre que comes pescado todas las semanas se le saltarán las lágrimas. También le puedes decir que comes pescado y no hacerlo, pero nadie es tan malvado.

Merienda aparte, sólo nos queda la cena. Por negados que seamos en las artes culinarias, al menos cuatro platos sabremos preparar, lo cual nos asegurará una dieta relativamente variada. El repertorio mínimo de platos a dominar pasa por:

Como guarnición para semejantes manjares, existe una amplia gama de productos que harán nuestra cena más llevadera. Veamos la lista:

Entre los cereales de la mañana, la comida en el comedor universitario y tus cocinitas nocturnas, verás cómo no pierdes ni un solo kilo. Vas a llegar a tu casa sonrosado y lustroso cual cerdito atiborrado a bellotas. Tu madre va a estar contentísima.

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El Diario de Nantes

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Javier Malonda 2002-05-04