Mobbing:
El Síndrome del Acoso Institucional.
(Fuente: González de Rivera, JL: "El Síndrome de Acoso
Institucional".
Diario Medico, 18 julio 2000.
www.diariomedico.com)
(ver nota al final del artículo)
Un reciente término, el de acoso grupal o mobbing, está empezando a
generar, en la práctica clínica, un síndrome de características muy
definidas. Los candidatos o individuos de riesgo presentan cuadros clínicos
que, de no ser abordados a tiempo, pueden derivar en complicaciones severas.
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Principal
El concepto de acoso grupal o mobbing fue introducido en las ciencias sociales
por el etólogo Konrad Lorenz, como extrapolación de sus observaciones en
diversas especies de animales en libertad. En su significado original más
simple, se llama mobbing al ataque de una coalición de miembros débiles de una
misma especie contra un individuo más fuerte. Actualmente, se aplica a
situaciones grupales en las que un sujeto es sometido a persecución, agravio o
presión psicológica por uno o varios miembros del grupo al que pertenece, con
la complicidad o aquiescencia del resto. En realidad, el fenómeno, aunque
escasamente estudiado, es conocido desde antiguo como síndrome del chivo
expiatorio y síndrome del rechazo de cuerpo extraño.
Shuster (1996) considera que el acoso institucional es una de las experiencias más
devastadoras que puede sufrir un ser humano en situaciones sociales ordinarias.
Lo define como "ser objeto de agresión por los miembros del propio grupo
social", y lo distingue de dos situaciones próximas: el rechazo social, en
el que el individuo puede ser excluido por sus iguales de contactos e
interacciones, pero no perseguido, y la desatención social, en la que el
individuo es, simplemente, ignorado.
Su ocurrencia se ha descrito en instituciones altamente reglamentadas y homogéneas,
como en escuelas, fuerzas armadas y cárceles, así como en instituciones
conservadoras, en las que hay poca tolerancia a la diversidad y fuertes vínculos
e identidades compartidas entre sus miembros. La presentación de acoso psicológico
es más probable en organizaciones relativamente cerradas, cuya cultura interna
considera el poder y el control como valores prioritarios sobre la productividad
y la eficacia. Por eso, dentro del ámbito laboral, parece darse con más
frecuencia en universidades, hospitales y ONG, aunque ninguna entidad, pública
o privada, parece estar a salvo del problema.
En cuanto a los individuos con riesgo, varios estudios independientes, como los
de Leyman, Schuster y Adams, coinciden en describir en ellos características
comunes, que pueden resumirse en las dos siguientes: son diferentes, en aspecto,
conducta, valores y actitudes, con respecto al grupo general. Además, su mera
presencia provoca un cuestionamiento implícito sobre los símbolos, características
y valores que dan homogeneidad al grupo.
Grupos presionados
Aplicando estos dos criterios, podemos clasificar a los sujetos con riesgo de
padecer mobbing en tres grandes grupos: los envidiables, personas brillantes y
atractivas, pero consideradas como peligrosas o competitivas por los líderes
implícitos del grupo, que se sienten cuestionados por su mera presencia; los
vulnerables, individuos con alguna peculiaridad o defecto, o, simplemente,
depresivos necesitados de afecto y aprobación, que dan la impresión de ser
inofensivos e indefensos; por último, los amenazantes, activos, eficaces y
trabajadores, que ponen en evidencia lo establecido y pretenden imponer reformas
o implantar una nueva cultura.
El cuadro clínico reviste dos formas principales: la depresiva y la de estrés-ansiedad.
En su vertiente patoplástica depresiva, la clínica es muy parecida a la del síndrome
de desgaste profesional o burn-out, aunque con mayores dudas sobre la
autoidentidad, y con tendencia a la idealización de las mismas estructuras o
personas responsables de la persecución. Recordemos que el síndrome de estrés
profesional o burn-out se caracteriza por sensación de estar desbordado, con
agotamiento de la capacidad adaptativa. Los síntomas principales del burnout se
agrupan en tres categorías: cansancio emocional, que se traduce por agotamiento
físico y psíquico, abatimiento, sentimientos de impotencia y desesperanza,
desarrollo de un autoconcepto negativo y actitudes negativas hacia el trabajo y
la vida en general; evitación y aislamiento, traducido en su conducta a través
de absentismo laboral, ausencia de reuniones, resistencia a enfrentarse con
personas o atender al público, o en su actitud emocional, que se vuelve fría,
distante y despectiva; y sentimiento complejo de inadecuación personal y
profesional, con deterioro progresivo de su capacidad laboral y pérdida de todo
sentimiento de gratificación personal en el trabajo. Este tercer elemento suele
presentarse de manera directa, aunque puede manifestarse también de forma paradójica,
encubriéndose con una actitud aparente de entusiasmo e hiperdedicación.
Clínica y repercusión familiar
La segunda presentación clínica, la de estrés-ansiedad, reviste características
comunes con el trastorno de estrés postraumático, con intrusiones obsesivas y
sueños repetitivos relacionados con la situación de acoso, hiperactividad simpática,
irritabilidad y desarrollo progresivo de conductas de evitación. La repercusión
familiar del síndrome puede ser importante, con aumento de la tensión entre
los cónyuges y mayor morbilidad general tanto en ellos como en sus hijos. Desde
el punto de vista laboral, se acompaña con frecuencia de absentismo, bajas
prolongadas y cambios bruscos de entorno laboral.
El suicidio es una complicación grave, sobre la que han llamado recientemente
la atención López García Silva y Camps del Saz. El riesgo es particularmente
severo en profesionales cualificados que derivan importante gratificación de su
trabajo. Leyman señala que la elección del lugar de trabajo como escena del
acto suicida se puede interpretar como un último intento de rebeldía o como
una acusación póstuma.
Una de las más llamativas características del síndrome, en todas sus formas,
es la dificultad de la víctima para entender lo que está pasando y organizar
conceptualmente su propia defensa. En términos vulgares, diríamos que "no
se lo puede creer". Este factor cognitivo es uno de los mayores obstáculos
para la identificación, tratamiento y prevención de este síndrome. De hecho,
la mayoría de estudios sobre estrés profesional lo obvian completamente, y
ponen todo el énfasis en el propio sujeto más que en la corrección de los
condicionantes patógenos del entorno.
Desde el punto de vista psicosocial, dos elementos más son necesarios para
completar las circunstancias en las que se desarrolla el síndrome. En primer término,
la presencia de una persona que asuma el papel de perseguidor principal,
investida de la suficiente autoridad o carisma como para movilizar las dinámicas
grupales de acoso. Su personalidad presenta una peculiar combinación de rasgos
narcisistas y paranoides, que le permiten autoconvencerse de la razón y
justicia de su actividad destructiva.
Irigoyen considera que se trata de una forma asexual de perversión, Field la
clasifica como una modalidad de sociopatía agresiva, y González de Rivera la
describe como "mediocridad inoperante activa", un trastorno de la
personalidad caracterizado por exacerbación de tendencias repetitivas e
imitativas, apropiación de los signos externos de la creatividad y el mérito,
ansia de notoriedad que puede llegar hasta la impostura, y, sobre todo, intensa
envidia hacia la excelencia ajena, que procura destruir por todos los medios a
su alcance.
Las maniobras principales que el mediocre inoperante activo utiliza para el
acoso psicológico de su víctima son las siguientes:
a) Someterle a acusaciones o insinuaciones malévolas, sin permitirle defenderse o expresarse.
b)
Aislarle de sus compañeros, privarle de información; interrumpir o bloquear
sus líneas de comunicación.
c)
Desconsiderar e invalidar su trabajo, distorsionar o tergiversar sus actividades
y comentarios, atribuirle motivaciones espúreas o vergonzantes.
d)
Desacreditar su rendimiento, dificultar el ejercicio de sus funciones, ocultar
sus logros y éxitos, exagerar y difundir, fuera de contexto, todos sus fallos,
tanto reales como aparentes.
e)
Comprometer su salud, física y psíquica, mediante una constante presión
estresante que favorece las alteraciones depresivas, psicosomáticas, y actos de
huida que pueden llegar hasta la renuncia brusca al puesto laboral o al
suicidio.
El segundo aspecto se relaciona con la colaboración y permisividad del resto
del personal de la organización. La persecución psicológica se desarrolla en
medio de un sorprendente silencio e inhibición de los observadores, que, aunque
conscientes del abuso e injusticia de la situación, se abstienen de intervenir,
sea por complicidad implícita con el plan de eliminación del acosado, sea para
evitar convertirse ellos mismos en objeto de represalia. No es del todo
infrecuente que individuos ambiciosos de escasa valía profesional aprovechen
conscientemente la situación, que les favorece al entorpecer o eliminar a un
competidor más cualificado.
Sistemas de salud
Tim Field, que ha estudiado extensamente el mobbing (que él llama bullying) en
Inglaterra, considera que los médicos y enfermeras del sistema británico de
salud (NHS) corren grave riesgo de sufrir acoso institucional, que, por otra
parte, es frecuente en los sistemas de salud en general. Partiendo de la
clasificación de los seres humanos, en cuanto a su actitud de servicio, en empáticos
y controladores, Field establece el siguiente razonamiento explicativo:
Los rasgos empáticos de personalidad, tales como sensibilidad, comprensión del
sufrimiento ajeno e interés por el desarrollo y bienestar de los demás,
predominan entre los médicos asistenciales, ya que, entre otras razones, son un
determinante natural de su elección profesional. Los controladores predominan
entre los burócratas y personal directivo, ya que estos rasgos llevan
naturalmente a evitar la relación con el enfermo, y a dedicarse a la gestión,
control y optimización de recursos.
En estas condiciones, la relación de gestión, control y optimización puede fácilmente
pervertirse hacia conductas de acoso, por cuanto los burócratas directivos
cosifican la relación médico-enfermo, y pueden interpretar algunas actividades
empáticas de los médicos asistenciales como un reto o amenaza contra su poder
institucional.
Nota: Yo desconocía el autor de este artículo, pero el 23/08/03 he recibido un amable mail de él que incluyo aquí por su interés:
Querido amigo, gracias por el comentario que dedicas en tu web universitaria a mi articulo. Poco después, ampliando el artículo y añadiendo aspectos sobre el Acoso psicológico en la pareja, en la familia y en la escuela, he publicado un libro: González de Rivera, JL: El maltrato psicológico. Como defenderse del mobbing y otras formas de acoso. Espasa-Calpe, Madrid, primera edición 2002, segunda edicion 2003. Otro articulo que puede interesarte es Gonzalez de Rivera, JL: El Trastorno por Mediocridad Inoperante Activa (Sindrome MIA). Psiquis, 18:229-231. Más información sobre mis publicaciones en la pagina www.psicoter.es
Un afectuoso saludo,
Prof. Jose Luis González de Rivera y Revuelta.
Departamento de Psiquiatría, Universidad Autónoma de Madrid.